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Félix Berenguer de Marquina y Fitz-Gerald

Biografía

Berenguer de Marquina y Fitz-Gerald, Félix. Alicante, 1736 – 1826. Marino, gobernador y capitán general de Filipinas, virrey de la Nueva España.

Nacido en el seno de una familia hispano-irlandesa, a los diecisiete años inició su vida militar como cadete en el Regimiento de Infantería de la Reina (1753) y a los pocos meses sentó plaza de guardia marina en el Colegio Naval de Cádiz (1754). En el curso de sus estudios mostró especial aptitud en las disciplinas de Matemáticas y de Navegación y obtuvo algunos premios en certámenes que versaron sobre ellas (1756).

A los veinte años embarcó, por primera vez, en el navío Europa (10 de octubre de 1756) y, ya nuevamente en tierra, fue nombrado tercer maestro de Matemáticas en la Escuela de Guardia marinas (1757) y tuvo a su cargo la enseñanza de diversas asignaturas hasta alcanzar el puesto de segundo maestro (1768).

Mientras se dedicaba a la enseñanza se fueron sucediendo sus ascensos en la Marina, comenzando con el grado de alférez de fragata (1757) y continuando con los de alférez de navío (1760), teniente de fragata (1769) y teniente de navío (1776), tras lo cual fue nombrado director del Cuerpo de Pilotos del Departamento Naval de Cartagena e ingresó en la Orden de Santiago (1776). Más tarde ascendió a capitán de fragata (1779) y a capitán de navío (1780) y continuó destinado en Cartagena, época en la cual redactó algunos trabajos de su disciplina, tales como un dictamen sobre algunos puntos que convendría establecer en el Cuerpo de pilotos para el mejor servicio del Rey y de la Marina, una descripción de la derrota que debe seguirse desde la bahía de Cádiz al de las diversas recaladas que se hacen en las islas de Barlovento, para varios puertos de América, y otra de la derrota de la Martinica a Maracaibo, Santa Marta y Cartagena.

Cumplidos ya los cuarenta años fue nombrado presidente, gobernador y capitán general de las islas Filipinas en lugar de José Basco y Vargas, despachándosele sus Títulos por Reales Provisiones fechadas en El Pardo (22 de marzo de 1787) y tomó posesión de estos empleos en Manila al cabo de poco más de un año (1 de julio de 1788).

Como la mayoría de sus predecesores, mostró una especial preocupación por la defensa militar de las islas y por su comercio y así, durante su gobierno, entendió en el establecimiento de un astillero y en el intento de armar una pequeña flota de galeras artilladas, junto con proponer un Nuevo Plan de Gobierno (23 de enero de 1790) conforme al cual estimaba que se podrían mantener las islas sin necesidad del situado anual de doscientos cuarenta y cuatro mil pesos que se remitía desde México y, además, permitiría el aumento de tropas para la debida seguridad y protección de su gobernación, mediante el principal arbitrio de abrir el puerto de Manila al comercio europeo, sin que pueda olvidarse que también propuso la creación de un virreinato en Filipinas, como medida proporcionada para garantizar la presencia de la Monarquía en ellas y consolidar su posición en Asia, sobre todo frente a la amenaza de otras potencias europeas.

Durante el segundo año de su gobierno (1789) hubo de hacer frente a una epidemia de viruela que afectó a la ciudad de Manila causando grandes estragos, sobre todo entre la población de naturales, y cuyas malas consecuencias palió con una serie de providencias, contribuyendo con su propio dinero a socorrer a los afectados. Poco tiempo después intervino, también, en el proyecto de un nuevo cementerio para Manila (1792), en cumplimiento de la Real Cédula sobre cementerios fuera de los poblados (27 de marzo de 1789), y en los últimos meses de su mandato (10 de julio de 1793) remitía al marqués de Bajamar un papel sedicioso francés, fechado el 23 de abril de dicho año, que había sido introducido en Manila, aunque no había llegado a divulgarse, y en el que se exaltaba el régimen de la República francesa y se censuraba el “despotismo” de la Corona española.

El clima de las islas Filipinas hizo que su salud se resintiera prontamente, lo que unido a su falta de visión le movió, a los dos años de su arribo a Manila, a solicitar que se le relevara del Gobierno y se ordenara tomarle residencia (23 de enero de 1790). Esta instancia fue bien acogida en Madrid y así, por una Real Orden fechada en San Ildefonso (29 de agosto de 1792), se comunicaba al marqués de Bajamar que se había accedido a la petición de Berenguer de Marquina y por otra Real Cédula fechada en Aranjuez (19 de febrero de 1793) se encomendó al regente de la Real Audiencia de Filipinas, Agustín Ignacio de Emparán y Orbe, que tomase de inmediato el juicio de residencia al saliente gobernador, quien, meses más tarde, entregó el mando a su sucesor, Rafael María de Aguilar (1 de septiembre de 1793), y permaneció en Manila hasta los últimos días de julio de 1794, época en la que embarcó rumbo al puerto de Acapulco y de allí pasó al de Veracruz, desde donde escribía al conde de Campo Alange, para dar las gracias por su relevo del Gobierno de Filipinas y para comunicar que esperaba ocasión de pasar a Veracruz para dirigirse a los reinos de España en el primer barco de guerra que hubiera (25 de noviembre de 1794).

A su regreso a los reinos de España fue ascendido a jefe de escuadra (1795); si bien, poco tiempo después, sobre consulta del Consejo de Indias y vistos los autos de su residencia de Filipinas, por Real Resolución fechada en Aranjuez (17 de junio de 1797) se acordó que a Berenguer de Marquina no se le confiriera en Indias empleo que tuviera anexo el mando político, sin que ello le perjudicare en sus ascensos y mandos de su carrera, ni para otros destinos de diferente naturaleza, y así se explica que más tarde fuera ascendido a teniente general de la Armada (1799).

En el mismo año de su último ascenso, por Real Decreto fechado en San Lorenzo (8 de noviembre de 1799) Carlos IV decidió relevar del virreinato de la Nueva España a Miguel José de Azanza y confiarlo a Félix Berenguer de Marquina, provisto también como gobernador, capitán general y presidente de la Real Audiencia de México, quien se aprestó de inmediato para embarcar rumbo a su destino en medio de las agitaciones propias de las hostilidades con Inglaterra.

Hizo el viaje a bordo del bergantín correo El Cuervo, que había salido de La Coruña el 21 de diciembre de 1799, pero tras hacer escalas en Tenerife y la isla Margarita, a las siete de la mañana del 17 de marzo de 1800, en la sonda de Campeche, fue apresado por la fragata inglesa de guerra La Alarma, que cruzaba sobre el cabo de Catoche, y gran parte de su tripulación fue enviada en una goleta mercante al puerto de Veracruz. Pero los ingleses detuvieron al provisto virrey Berenguer de Marquina, al brigadier Antonio de Bonilla, que luego actuó como secretario del virreinato, y otra parte de la tripulación, quienes fueron conducidos al puerto de Kingston, en Jamaica. El virrey consiguió allí su libertad después de acordar con el comandante Hyde Parker que no tomaría mando de escuadra ni de navío durante la guerra con Inglaterra, después de lo cual fue autorizado a dirigirse al puerto de Veracruz en una goleta española que había llegado a Jamaica con prisioneros ingleses, y así se embarcó el 27 de marzo de 1800 para arribar a Veracruz el 11 de abril siguiente.

Las circunstancias de su viaje, prisión y posterior puesta en libertad marcaron el inicio de su gobierno virreinal, por las reticencias que mostró la Real Audiencia de México a permitirle que tomara el mando libremente. En efecto, el regente Baltasar Ladrón de Guevara citó al Real Acuerdo el 15 de abril de 1800, y en presencia del virrey, que no votó, hizo presente a los oidores y fiscales que no había “constancia alguna del modo y términos en que salió del poder de los enemigos, esto es, si quedó o no ligado con algún vínculo a no tomar armas contra aquella potencia durante la presente guerra”, por lo cual era necesario conocer los términos en los que Berenguer de Marquina había logrado su libertad. Informó Berenguer de lo ocurrido durante su prisión en Jamaica, y habiéndose enterado de todo lo sucedido, “dixeron que obedecían y obedecieron el referido Real Decreto de S. M.”, pero acordaron que se pusiera testimonio en el expediente de las circunstancias en que salió de poder de los ingleses el virrey, siendo el fiscal de la opinión de obedecer ciegamente el Real Decreto sin trámite o diligencia alguna, para, finalmente, en el Real Acuerdo del día 20 de abril siguiente se decidiera poner por testimonio la respuesta de Berenguer en la que decía no hallarse ligado a impedimento alguno para tomar la defensa del virreinato si se producía un ataque inglés. Después de todo esto, Berenguer de Marquina tomó el mando en Guadalupe el 29 de abril y al día siguiente ingresó en la ciudad de México, donde hizo el juramento acostumbrado y tomó posesión de sus empleos.

A este polémico inicio de su gobierno continuó un incidente con el Cabildo de la ciudad de México, que, según se hallaba en uso para la recepción de los virreyes de la Nueva España, le solicitó permiso para celebrar corridas de toros con ocasión de su entrada en el virreinato, pero Berenguer de Marquina no consintió en ello (11 de septiembre de 1800) por estimar que se trataba de un espectáculo contrario a “lo moral y lo político” y de gran costo para la Real Hacienda, decisión que siempre sería recordada en la posteridad como una de las causas del severo juicio que de sus capacidades hizo buena parte de la historiografía mexicana decimonónica.

Buena parte de sus poco más de dos años de gobierno estuvo marcada por la situación derivada de la guerra con Inglaterra, y así, en el mismo año de su toma de posesión (1800), se preocupó, especialmente, de que la Junta de Real Hacienda acordara todo lo necesario para auxiliar y socorrer a las provincias de Florida y Luisiana, poniéndolas a cubierto de cualquier ataque inglés; al año siguiente (1801) pasó al puerto de Veracruz para inspeccionar sus defensas y las de sus costas y dar las órdenes necesarias para el mantenimiento de vigías en ellas y ordenar la reparación y mantenimiento de sus caminos. En este mismo ambiente bélico, otra de sus preocupaciones principales fue la de asegurar el transporte de caudales desde América hasta España durante el tiempo de guerra, para lo cual se había previsto el establecimiento del Real Giro de Letras, arbitrio que a Berenguer de Marquina le parecía que implicaba “inconvenientes graves y dificultades insuperables”, y por ello propuso (6 de octubre de 1801) una serie de medidas para evitar esos problemas, entre las cuales estaba la de autorizar la negociación con las colonias norteamericanas para aprovisionar de azogue y papel al virreinato, con lo cual también se lograría el efecto de combatir el contrabando desde dichas colonias, y las permanentes arribadas de navíos de esa procedencia a las costas del norte del virreinato, que era una de las más habituales preocupaciones de su gobierno.

También se produjo durante su período de gobierno una serie de alteraciones derivadas de las sublevaciones de algunos naturales y de los, reales o supuestos, planes para fomentar la separación del virreinato de la Monarquía, algunos de los cuales se habían gestado en tiempos de su antecesor, y en parte estaban relacionados con el eventual apoyo de los ingleses o de los habitantes de las colonias norteamericanas.

A los dos meses de su arribo (junio de 1800) a la capital virreinal se descubría un proyecto “sedicioso” en el que estaba envuelto Francisco Antonio Vázquez Fernández, natural de Cádiz y piloto de altura, a quien se puso en la Real Cárcel de la Acordada y en cuya causa, seguida por el alcalde del Crimen Manuel del Castillo y Negrete, se tuvo noticias de supuestos planes de algunos vecinos destacados de la ciudad con la finalidad de “separar estos dominios de la Metrópoli con el auxilio de Inglaterra”, aunque todo resultó ser una trama que poco tenía de cierto y a la cual la Corte no prestó mayor atención. En 1801 sí que hubo mayores motivos de preocupación, especialmente por la sublevación del “indio Mariano” en la región de Nayarit y por las correrías del aventurero Felipe Nolan en la provincia de Texas.

En los primeros días del año 1801 se produjo la sublevación del “indio Mariano”, supuestamente hijo del gobernador del pueblo de Tlaxcala, quien, mediante una carta que hizo circular entre los gobernadores y alcaldes de los pueblos de indios, convocó a los naturales para reunirse en el pueblo de Tepic (5 de enero de 1801), en el que haría su entrada como “rey de las Indias”, pero esta nota llegó a conocimiento del subdelegado, Tomás de Escobedo, quien dio parte al presidente de la Real Audiencia de la Nueva Galicia, José Fernando de Abascal. De inmediato se tomaron las providencias necesarias y así se detuvo a los indígenas que se reunían en los alrededores de Tepic (5 de enero de 1801), y se informó al virrey del inicio de los procesos, si bien en los días posteriores hubo nuevas escaramuzas con otros naturales que seguían dirigiéndose a Tepic y hubo más de alguna alarma por las informaciones de la posible intervención de los ingleses en esta sublevación. Se limitó el virrey a advertir que se cortara la comunicación de los indios, impidiéndoles que se reunieran, que se averiguaran sus quejas y que el obispo instruyera a los clérigos y religiosos para que instaren a los naturales a la quietud y la sumisión a la Monarquía, con medidas con las que se disolvió este movimiento, aunque no se pudo detener al “indio Mariano” y durante mucho tiempo perduraron su imagen y los rumores de sus alzamientos, e incluso del intento de hacer arder el templo de la Virgen de Guadalupe y hacer estallar el palacio del virrey para darle muerte. En ese mismo año de 1801 se experimentaron también los temores debidos a las correrías del aventurero Felipe Nolan en las provincias internas, quien, auxiliado por indígenas y algunos colonos norteamericanos, proyectaba poner en planta un establecimiento en ellas para recoger el ganado allí existente beneficiándolo en Estados Unidos, pero después de haberle perseguido y de haberle dado muerte en combate y apresados sus seguidores, dispuso el virrey que las fronteras del Nuevo Santander y del Nuevo Reino de León se mantuvieran en el mejor estado de defensa para prevenir posibles sublevaciones de los indios.

Se ocupó Berenguer de Marquina en diversas cuestiones del gobierno ordinario, tales como la fábrica de la estatua ecuestre de Carlos IV para la plaza de México, el vestido decente de la población y la autorización para que las mujeres pudieran trabajar en todo lo que no se opusiera al decoro y a sus fuerzas, pero al parecer el virreinato nunca le resultó un destino cómodo y así, prontamente, manifestó a la Corte su deseo de abandonarlo y por Real Cédula de 14 de julio de 1802 se le informaba de que se había aceptado su renuncia y que se había designado para sustituirle en el mando a José de Iturrigaray, quien arribó a México a finales de 1802, y al que Berenguer entregó el mando en los primeros días del año siguiente (4 de enero de 1803) habiéndosele comisionado para que residenciare a su antecesor (22 de marzo de 1803).

Una vez que dejó sus empleos, Berenguer de Marquina se retiró de inmediato a la villa de Jalapa, y desde allí se trasladó al puerto de Veracruz, donde el 11 de febrero embarcó en la corbeta Mari Rita del comercio de La Coruña y el 10 de mayo de dicho año arribó al puerto de Santander. Se estableció en la ciudad de Murcia, de cuya Sociedad de Amigos del País fue miembro, y después de pequeñas estancias en Tarragona y Valencia, se radicó en su ciudad natal de Alicante, donde le sorprendió la muerte.

Había contraído matrimonio con María Ansoategui, natural de Cádiz e hija de un factor de la Compañía Guipuzcoana de Comercio, enlace del que nació Joaquín Berenguer de Marquina.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Estado, 28, n. 71, 78, 84, 85 y 109; Estado, 29, n. 6, 7, 10, 17, 28, 38, 87 y 88; Estado, 30, n. 15; Estado, 40, n. 76; Estado, 45, n. 8; Estado, 46, n. 3; Estado, 47, n. 27; Filipinas, 338, l. 22, fols. 13r.-16v., 48v.-52r. y 82r.-82v.; Filipinas, 345, l. 15, fols. 222r.-229v.; Archivo General de la Nación de México, Californias, 22, exp. 115; Caminos y Calzadas, 18, exp. 7; Caminos y Calzadas, 22, exp. 1; Casa de Moneda, 256, exp. 10, fols. 54r.-56r.; Filipinas, 24, exp. 16; Filipinas, 32, exp. 11; Filipinas, 44, exp. 13; Inquisición, 1397, exp. 8, fols. 158r.-159r.; Intendencias, 29; Marina, 37-A, exp. 2; Marina, 145, exp. 2, fols. 126r.-162r.; Obras Públicas, 24, exp. 20; Reales Cédulas, 174, exp. 139; Reales Cédulas, 176, exp. 68, 141, 151 y 153; Reales Cédulas, 177, exp. 30 y 80; Reales Cédulas, 184, exp. 145; Reales Cédulas, 190, exp. 23 y 30; Archivo General de Simancas, Secretaría del Despacho de Guerra, 6.902, 22; Secretaría del Despacho de Guerra, 6907, 1, 12 y 13; Secretaría del Despacho de Guerra, 7213, 30.

J. I. Rubio Mañé, “Don Félix Berenguer de Marquina, virrey electo de Nueva España, prisionero de los ingleses en Jamaica”, en Boletín del Archivo General de la Nación, XXX-2 (1959), págs. 165-220; E. Torre Villar, Instrucción reservada que dio el Virrey D. Miguel José de Azanza a su sucesor Don Félix Berenguer de Marquina, México, Jus, 1960; M. Rodríguez del Valle, “El virrey don Félix Berenguer de Marquina”, en J. A. Calderón Quijano (dir.), Los virreyes de Nueva España en el reinado de Carlos IV, II, Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamericanos, págs. 63-179; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, t. I, Madrid, Alianza Editorial, 1981, págs. 508-509; F. Castro Gutiérrez, “La rebelión del indio Mariano (Nayarit 1801)”, en Estudios de Historia Novo Hispana, 10 (1991), págs. 347-367; E. Torre Villar (coord.), Instrucciones y memorias de los virreyes novohispanos, México, Porrúa, Biblioteca Porrúa, 102, 1991, págs. 1371-1464; A. Gutiérrez Escudero, “El virrey D. Félix Berenguer de Marquina y el virreinato de Nueva España”, en VV. AA., Los virreyes marinos de la América Hispana, Madrid, Instituto de Historia y Cultura Naval, 2002, págs. 31-50.

 

Javier Barrientos Grandon