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Ramón Romay y Jiménez de Cisneros

Biografía

Romay y Jiménez de Cisneros, Ramón. La Coruña, 9.VIII.1764 – Madrid, 23.V.1849. Capitán general de la Armada, ministro.

Nació en el seno de una familia ilustre. Sentó plaza de guardia marina en el departamento de Ferrol el 25 de junio de 1780. Fue promovido a alférez de fragata en 1782. A las órdenes de Barceló, participó en el alistamiento de la escuadra de ochenta y tres buques que se llevó a cabo en Cartagena y que intervino en las expediciones llevadas a cabo contra la plaza de Argel en 1783 y 1784, asistiendo a todos los ataques contra dicha plaza y las lanchas cañoneras enemigas.

Ascendió a alférez de navío en 1784 y a teniente de fragata en 1789.

En 1793, siendo ayudante de la escuadra mandada por el teniente general Borja, al inicio de las hostilidades contra la República Francesa, salió de Cartagena con una escuadra de veinticuatro navíos y nueve fragatas, para operar en el Mediterráneo, dirigiéndose a las proximidades de la isla de Cerdeña (Italia). Allí dicha escuadra apresó a la fragata Hélène y contribuyó a la quema de la Rinchout; también conquistó, dando muestra de gran valor, las islas de San Pedro y San Antíoco, situadas al suroeste de Cerdeña, que pertenecían al rey de Cerdeña, aunque habían sido tomadas por los franceses. A continuación, la escuadra se dirigió a las costas de la Provenza (Francia) donde protegió las operaciones de los ejércitos piamonteses y napolitanos en las riveras del río Var. Debido a una gran epidemia, la escuadra regresó a Cartagena, donde desembarcó a más de tres mil enfermos. En 1794 ascendió a teniente de navío y fue destinado a la escuadra de Lángara, con la que participó en las operaciones llevadas a cabo hasta la Paz de Basilea, interviniendo, entre otras, en la defensa de la plaza de Rosas y en el bloqueo de Santa Margarita.

El 1 de febrero de 1797, con la rotura de las hostilidades con Inglaterra, salió a la mar en la escuadra mandada por José de Córdova, participando, a bordo del navío Mejicano, insignia del jefe de escuadra Pedro de Cárdenas, en el combate del cabo San Vicente (14 de febrero) contra la escuadra inglesa del almirante Jerwis. Al morir el comandante del buque (brigadier Herrera) en combate y caer herido el segundo comandante, Romay, como oficial más antiguo, tomó el mando del navío, interviniendo en los combates y recayendo el peso de la fuerza enemiga sobre su buque y otros seis navíos más que componían la retaguardia de la escuadra española, al verse rodeados por el grueso de la escuadra enemiga muy superior en número.

El combate fue muy intenso, quedando los buques españoles desarbolados y cayendo cuatro de ellos en poder de los ingleses. No sucedió eso con el Mejicano que, aunque maltrecho, resistió los ataques de las fuerzas inglesas hasta que fue rescatado por la vanguardia y el centro de la escuadra española. Roto el contacto entre ambas escuadras, la española se dirigió a Cádiz donde entró en los primeros días de marzo.

Reorganizada la escuadra bajo el mando de Mazarredo, Romay fue destinado como ayudante del general subordinado Antonio de Córdova y tomó parte en la defensa de la plaza de Cádiz para rechazar a los ingleses, mandados por Nelson, y en otras operaciones de guerra hasta que fue nombrado comandante de la corbeta Infante Don Carlos, con la que efectuó dos viajes a Montevideo y uno a La Habana con la correspondencia, siendo hecho prisionero a la vuelta de este último por una fragata inglesa. Como consecuencia de este apresamiento se vio en dicha plaza su conducta en Consejo de Guerra, siendo juzgada su causa con honor.

Aquí finalizan los servicios de mar de este oficial que navegó de subalterno en Europa diez años y cinco meses, y en América dos años y cuatro meses, además de los dos años y tres meses de mando de la corbeta Infante Don Carlos, dando paso a unos dilatados servicios en tierra donde, por efecto de las vicisitudes de los tiempos que le tocó vivir y de las pasiones políticas, llegaría, con el transcurso de los años, a la suprema dignidad de la Armada.

En junio de 1808, iniciada ya la Guerra de la Independencia y siendo todavía teniente de navío, salió a campaña con los batallones de Marina que se formaron en el departamento de Ferrol, participando en todas las operaciones llevadas a cabo por el Ejército de la Izquierda, siendo distinguido por Real Orden como consecuencia de los informes que de él rindió el general Blake y que motivaron su ascenso a capitán de fragata en mayo de 1809 y su nombramiento como comandante del Tercer Batallón.

Ha tenido los gobiernos y mandos de armas de la plaza de Astorga, villa de Tordesillas y Valladolid. Participó en el combate de Zornoza (Vizcaya) mandando dos compañías del regimiento, en el de Espinosa de los Monteros mandando el segundo batallón, en los tres de Lugo mandando el tercero, en el de Santa Marta de Tera mandando los tres batallones y, en febrero de 1811, con el primero y segundo participó en el ataque a La Bañeza, desalojando a los franceses y tomándoles setenta y un prisioneros, varios caballos, armas y municiones. En mayo de 1811 ascendió a capitán de navío y, al mando de un regimiento, participó en el último sitio de Astorga y en la toma de la villa y fuerte de Tordesillas; siguió operando hasta llegar a Torre de Moncorbo (Portugal), pasando después al departamento de Ferrol, con su regimiento, para quedar guarneciendo la plaza de La Coruña el 29 de diciembre de1813.

El 2 de mayo de 1814 recibió orden de incorporarse con su regimiento al Ejército que estaba en marcha, uniéndose a él en Hernani (Guipúzcoa), acantonándose en Pasajes y organizando allí, por orden del duque de Wellington, un apostadero de fuerzas sutiles con una goleta y un bergantín tomados al enemigo y nueve lanchas del país, tripuladas por soldados de Marina de su regimiento y mandadas por sus oficiales; operando con estas fuerzas en combinación con la escuadra inglesa del comodoro Coller participó en el bloqueo y sitio de la plaza de San Sebastián. Al tomarse ésta se disolvió el apostadero, pasando su regimiento a incorporarse al ejército que estaba aprestado para el combate en las alturas de San Marcial, en cuya batalla participó a las órdenes del general Freyre. El 10 de noviembre de 1813, con su regimiento más el de Benavente, participó en el ataque a los franceses en el paso del río Nive, persiguiéndolos en su retirada.

También participó junto a lord Wellington en la batalla que finalizó con la toma de la plaza francesa de Tolosa el 10 de abril de 1814, mandando una brigada y, tomando luego el mando de la división por baja de su general, participó en las operaciones que se llevaron a cabo en Francia hasta la retirada de las tropas a sus cantones de Vizcaya y Guipúzcoa. Promovido a brigadier el 8 de enero de 1814, regresó con su regimiento a Ferrol en enero de 1815.

El regreso de Fernando VII de su cautiverio en Valençay (Francia) trajo consigo la abolición de la Constitución de 1812, la finalización de la revolución liberal y la vuelta al régimen absolutista y al viejo orden estamental, con disgusto de algunas clases sociales, que fue aprovechado por las sociedades secretas que aumentaron su influencia sobre las fuerzas armadas y cuya consecuencia más evidente fue la serie de movimientos insurreccionales que se produjeron en distintos puntos de la Península. Uno de ellos tuvo lugar en Galicia, encabezado por el general Díaz Porlier en la noche del 19 de septiembre de 1815. Romay, obedeciendo órdenes de Porlier, sacó furtivamente un batallón de su regimiento y, en La Coruña, se unió a la sublevación constitucional, que fracasó, después de ocupar sin resistencia la ciudad de Santiago, debido a la traición de los sargentos de los cuerpos que le seguían que, cogiendo por sorpresa a Porlier, lo prendieron y entregaron a las autoridades fieles al Rey.

Porlier fue ahorcado y Romay, sentenciado también a la pena capital, logró huir a Inglaterra después de haber visto desde un lugar oculto cómo se cumplía la sentencia de su jefe. Por Real Orden de 4 de diciembre de 1815 se le dio de baja en la Armada por haberse fugado. Posteriormente, en 1819, por sentencia de Consejo de Guerra, se le condenó en rebeldía a ser arcabuceado por la espalda, previa degradación y confiscación de bienes.

La sublevación de Riego en Las Cabezas de San Juan y la consecuente jura por Fernando VII de la Constitución de 1812, cambió la suerte de Romay que, en marzo de 1820, fue rehabilitado como brigadier y repuesto en el mando de su antiguo Regimiento de Marina, constituyendo su vuelta a Ferrol una verdadera manifestación de entusiasmo. En 1821 fue designado comandante general de la provincia de Tuy pasando, por tanto, a Vigo, donde destacó por el tacto y prudencia que demostró en las críticas circunstancias que se vivían, ganándose el aprecio y respeto de la provincia de Tuy. En 1823 fue promovido a contraalmirante, como ya se llamaba al grado que hasta hacía poco se denominaba jefe de escuadra. En ese año fue nombrado ministro de Marina, pero no aceptó y continuó en su Comandancia General.

En el mismo año de 1823, la intervención francesa consiguió la abolición del sistema constitucional y el restablecimiento de la plenitud de los derechos del Monarca, trayendo consigo un nuevo período absolutista en que se tomaron medidas represivas contra muchos españoles tenidos por liberales. Romay tuvo que exiliarse otra vez a Inglaterra, donde padeció miserias y penurias, debiendo subsistir de su corta pensión y de la generosidad de sus familiares y amigos.

Allí estuvo hasta la amnistía concedida a la muerte del Monarca en 1832, a raíz de la cual regresó a Ferrol (1833), siéndole concedido por Real Orden de 7 de noviembre el uso de uniforme, distintivos y fueros que poseía en 1815 y una pensión anual de 6000 reales, pero no el ejercicio de su empleo.

Por Real Orden de 24 de diciembre de 1834 fue nombrado comandante de Marina de la provincia de Bilbao. Del prestigio y admiración que causaba Romay dan prueba las palabras del gobernador de Bilbao, conde de Mirasol, con ocasión del primer sitio que los carlistas pusieron a aquella plaza: “El Brigadier Don Ramón Romay dejando aparte sus años y los respetos a que le soy deudor, como su antiguo subalterno, ha concurrido a los parajes de más riesgo y exposición, dando pruebas de aquel valor y presencia de ánimo que tanto distinguió a nuestros antiguos marinos”.

Por Real Orden de 10 de julio de 1835 se le rehabilitó como jefe de escuadra con la antigüedad de la Real Patente de contraalmirante que le había sido expedida el 23 de abril de 1823. En el mismo año de 1835 cesó en su destino y se trasladó a Ferrol. En el año siguiente fue nombrado comandante general del departamento de Cádiz, siendo promovido a teniente general. En aquella capital se encontraba al ocurrir el pronunciamiento contra el gabinete Istúriz, presidiendo Romay la junta revolucionaria que allí se constituyó. En febrero de 1837 pasó a Madrid como ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina.

Ese mismo año y a su solicitud fue relevado y se trasladó a Cádiz con objeto de atender a su delicada salud y, al año siguiente, a Ferrol para continuar su restablecimiento.

Por Real Orden de 1 de agosto de 1838 fue condecorado con la Cruz del Primer Sitio de Bilbao.

En 1842 fue declarado, muy a su pesar, exento de todo servicio en la Armada por Real Orden del Regente de 12 de enero.

Esta orden que ponía término a su carrera no pudo ser sobrellevada con resignación por el veterano marino, que recurrió contra ella y, a pesar de su avanzada edad, se trasladó a Madrid para resolver el asunto, no teniendo éxito en sus gestiones. Sin embargo, al hacerse cargo del ministerio Olegario de los Cuetos, compañero de Romay en sus quehaceres revolucionarios y también en su exilio, no sólo se accedió a la petición del general, sino que, por Real Orden de 11 de mayo de 1843, se le nombró vicepresidente de la Junta del Almirantazgo y, por otra del 2 de junio de 1843, fue promovido a capitán general de la Armada en clase de supernumerario.

Por Real Decreto de 19 de agosto de 1843 se suprimió la Junta de Almirantazgo y se restableció la Dirección General de la Armada de la que se hizo cargo, con carácter interino, Romay por enfermedad de su titular, el capitán general José Sartorio. Por Real Decreto de 8 de noviembre y debido a las gracias reales concedidas a raíz de la declaración de mayoría de edad de la reina Isabel II, se le concedió la Gran Cruz de Carlos III y, por otro Real Decreto de 30 de diciembre del mismo año, se le concedió el sueldo de capitán general y la efectividad de la Dirección General de la Armada, por haber fallecido el antedicho José Sartorio.

En 1845, al transformarse el Senado en cámara vitalicia, Romay fue nombrado senador del reino y, posteriormente, con motivo de los matrimonios de la reina Isabel II con su primo Francisco de Asís y de su hermana María Luisa Fernanda con el duque de Montpensier, celebrados el 10 de octubre de 1846, también se acordaron del anciano general, pues se concedió a su esposa Dolores Urzáiz, la Banda de Damas Nobles de la Reina María Luisa.

A pesar de su avanzada edad y de los cada vez más frecuentes achaques que padecía, continuó al frente de la Dirección General hasta septiembre de 1847, en que se le admitió su dimisión como director general y se reorganizó el gobierno superior de la Armada suprimiéndose la citada dirección.

En febrero de 1848 se restableció la Dirección General de la Armada y se le reconoció el derecho y se le nombró para tan elevado puesto, pero se le declaró sin ejercicio, por la imposibilidad física de asumirlo, nombrando a un teniente general como subdirector que hiciera sus veces.

Poco tiempo después, el 23 de mayo de 1849, falleció Romay de enfermedad, en Madrid, con ochenta y seis años de edad y tras setenta de servicios.

Romay, tanto en su vida pública como privada, fue siempre un caballero; su aspecto era respetable, sus modales distinguidos, su trato afectuoso y franco y siempre dispuesto a satisfacer las necesidades de sus subordinados. Posiblemente, como hombre de mar, no tenía las cualidades de que hicieron gala marinos como Lángara, Álava, Churruca o Gravina, pero la Armada lo recordará siempre como un honrado marino y un bizarro soldado. Romay fue el principal impulsor del Museo Naval, creado siguiendo directrices del ministro Dionisio Capaz y cuya inauguración tuvo lugar el 19 de noviembre de 1843.

Se hallaba en posesión de numerosas condecoraciones, destacando entre ellas las Grandes Cruces de Carlos III, Isabel la Católica y San Hermenegildo.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Museo don Álvaro de Bazán (El Viso del Marqués, Ciudad Real), leg. n.º 620/1070, Hoja de Servicios de D. Ramón Romay.

F. de P. Pavía, Galería biográfica de los generales de Marina, Madrid, Imprenta de F. García y Cía., 1873; T. Vesteiro, Galería de gallegos ilustres, Madrid, Imprenta a cargo de Heliodoro Pérez, 1874; C. Fernández Duro, Armada Española desde la unión de los Reinos de Castilla y de Aragón, Madrid, Museo Naval, 1972; F. de Bordejé, Crónica de la Marina Española en el Siglo XIX, 1800-1868, t. I, Madrid, Ministerio de Defensa, 1995; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda García, El poder y sus hombres. ¿Por quienes hemos sido gobernados los españoles (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998.

 

José Manuel Palencia Luaces

 

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