Oñate Salazar, Juan de. Juan el Mozo. Zacatecas (México), 1549 – Guadalcanal (Sevilla), 1626. Adelantado, conquistador y gobernador de Nuevo México.
Criollo, llevó el nombre de su tío, quien murió ciego y pobre en el Perú. Fue hijo de Cristóbal de Oñate y de Catalina de Salazar, hija de Gonzalo de Salazar, tesorero real. Su padre fue compañero de Nuño de Guzmán en la conquista de la Nueva Galicia, gobernador, capitán general de Nueva Galicia, uno de los cuatro fundadores de la ciudad de Zacatecas y rico minero.
Desde joven —con apenas catorce años— y durante años combatió a los chichimecas, bravos indígenas nómadas que asolaban el actual territorio norte mexicano. Heredero de la pasión paterna por las minas, descubrió los yacimientos de plata de Zachú, Charcas y San Luis Potosí. Es así como desde temprana edad se forjó una carrera militar y una considerable fortuna. Desposó a Isabel Tolosa Cortés, hija del cofundador de Zacatecas, Juanes Tolosa y de Leonor Cortés de Moctezuma, hermanastra de Martín Cortés. Esto es, era nieta de Hernán Cortés y bisnieta del último emperador mexica. Tuvieron dos hijos: Juan de Oñate Cortés y María de Oñate Cortés.
Por casi medio siglo, tras la infructuosa expedición de Vázquez Coronado (1540-1542), la conquista de Nuevo México dejó de ser un atractivo para la Corona española. Sin embargo, el fin de la guerra chichimeca y la búsqueda de nuevas riquezas habían empujado la expansión hacia el Norte, realizándose exploraciones no registradas de buscadores de minas y misioneros. En 1581 una expedición conducida por Francisco Sánchez Chamuscado y tres franciscanos había salido de Santa Bárbara —en el actual Estado de Chihuahua— y recorrido el río Conchos hasta su desembocadura en el río de Norte —río Bravo— y continuando corriente arriba, había llegado hasta Nuevo México. Ruta que al año siguiente realizó la partida de rescate de Antonio Espejo (1582-1583). Más tarde otros aventureros, como Gaspar Castaño de Sosa (1590), Francisco Leyva de Bonilla y Antonio Gutiérrez de Humaña (1594), se habían lanzado a la fallida conquista del norte sin contar con los permisos oficiales.
El plan de conquista y colonización de Nuevo México se empieza a gestar con el virrey conde de Coruña (1580-1583) al obtener mediante Real Cédula (29 de marzo de 1583) la autorización para organizar la expedición. Fueron muchos, como Lomas y Colmenares —el más rico habitante de la Nueva Galicia— los que aspiraban a obtener el permiso para realizar la hazaña. Doce años después de aprobada la empresa, el 21 de septiembre de 1595, el virrey Luis de Velasco (1590-1595) concede a Juan de Oñate el permiso para ir a conquistar el norte. Sin embargo, las intrigas de Pedro Ponce de León en la Corte y su amistad con el nuevo virrey, Gaspar de Zúñiga y Acevedo (1595-1603), retrasaron la expedición hasta principios de 1598.
Las capitulaciones firmadas dieron a Oñate el título de adelantado, gobernador y capitán general de las nuevas conquistas durante cinco generaciones. Por su cuenta corrió el financiamiento de la expedición. Esto es, el reclutamiento de colonos, el equipamiento de los soldados y las provisiones.
Enlistó ciento veintinueve soldados con los que inició la travesía, la mayoría españoles y algunos criollos y mestizos. Convenció a dos de sus sobrinos, Juan y Vicente Zaldívar, para que le acompañasen, así como a su amigo el criollo Gaspar Pérez de Villagrá. Hombre de letras, Pérez de Villagrá escribió un monumental poema épico sobre Oñate y la conquista de Nuevo México. Tituló su obra Historia de la Nueva México (1610), y en versos alejandrinos deja un testimonio realista, detallado y puntual de las acciones y de la geografía, termina con la destrucción de Acoma. Es con La Araucana, de Alonso de Ercilla, la única crónica de la conquista americana, en verso.
Partió la expedición del real de minas de Santa Bárbara, incorporándose, además de los soldados, cuatrocientos indígenas tlaxcaltecas, algunos frailes franciscanos y muchos esclavos negros, ochenta y tres carretas con alimentos, mujeres y niños, y siete mil cabezas de ganado. La caravana tiene diez kilómetros de longitud y marcha a una velocidad de ocho kilómetros por día. Oñate asentó: “Me obligo que en todo lo a mi posible el dicho descubrimiento y población se hiciere con toda paz, amistad y cristiandad, y el gobierno de la gente de mi cargo lo tendré en la mayor cristiandad y tacto que pudiere, para que en todo sean Nuestro Señor y Su Majestad servidos”.
Abriendo un camino más directo hacia el río Grande no remontó el río Conchos como sus predecesores, sino que pasa por los futuros asientos de Chihuahua y El Paso del Norte, ruta que a partir de entonces se convirtió en la principal vía de abastecimiento del norte: el llamado Camino Real. El 27 de abril, después de atravesar el desierto, se alcanzó la tan ansiada ribera del río Grande. El día 30, en la ribera norte, cerca de San Elizario, Texas, en un lugar que llaman “La Toma” se tomó posesión solemne del territorio: “Quiero que sepan, los que ahora son o por tiempo fueren, como yo don Juan de Oñate, Gobernador y Capitán General, y Adelantado de la Nueva México y de sus Reinos y Provincias […] en cuyo sólido fundamento estribo para tomar la sobredicha posesión de estos Reinos y Provincias en el sobredicho nombre del Rey Felipe II”. Este acto que fue acompañado de una misa de acción de gracias y una comida con pescados, aves y ciervos es considerado el primer Thanksgiving day (día de Acción de gracias) celebrado en lo actuales Estados Unidos por ser veintitrés años más antiguo que el de los Peregrinos de Plymouth. Aquella tarde se escenificó una comedia escrita por el capitán Marcos Farfán, con actores improvisados, con el tema de la evangelización de Nuevo México, conformando la primera representación teatral de Norteamérica.
La caravana continuó viaje rumbo al norte penetrando en el actual territorio de Nuevo México. En junio alcanzaron el poblado que bautizaron como Socorro, por el auxilio de maíz que les proporcionaron los indígenas. Días después supieron de dos mexicas cristianizados —llegados a Nuevo México años antes en la expedición de Gaspar Castañón de Souza—, que después se les unirían como intérpretes, siendo de gran ayuda para la empresa colonizadora. A finales del mes llegaron a Guipi, bautizado como Santo Domingo Pueblo —al sur de la actual ciudad de Santa Fe—, donde establecieron alianza con tribus indígenas (7 de julio de 1598). Sometido el amplísimo territorio de los indios pueblo, continuaron hasta Oh-ke, donde consultaron a los pobladores para determinar el lugar donde se instalarían los colonos. El 18 de agosto de 1598, con su aprobación, muy cerca se estableció la que sería nombrada capital del territorio, San Juan de los Caballeros, en honor al santo patrón del capitán general, y a la caballerosidad de los indígenas, que más tarde fue trasladada al otro lado del río Chama, para evitar los ataques de los indígenas y pasa a llamarse San Gabriel. Mientras llegaba la caravana con los colonos para iniciar el asentamiento, Oñate exploró los alrededores y consolida su posición. Hacia el oeste incursionó en el actual territorio de Arizona, alcanzando los poblados de Acoma, Zuñi y Moqui. Desde allí envió a sus capitanes Quesada y Farfán a buscar los yacimientos de plata encontrados por su predecesor Espejo y mencionados en su relación, la que tanto interés había despertado en Oñate.
La exploración de las extensas praderas del Este, dominio de las manadas de bisontes y de las tribus apaches, fue encomendada a su sobrino Vicente Zaldívar, regresando a mediados de noviembre de 1598 tras haber recorrido las llanuras del este de Nuevo México y del oeste de Texas.
Incursionó Oñate hacia el océano Pacífico, buscando el mítico estrecho de Anián —paso hacia el mar del Sur por el estrecho norte del continente americano—. Convocó al capitán Juan de Saldívar, a que se le uniera con treinta soldados, desde San Juan de los Caballeros. Sin detenerse en Tiguex llegan al Peñón de Acoma donde fueron recibidos por los indígenas con engañosa aceptación al pedirles algunos alimentos. En artera celada mataron a Zaldívar y a catorce de sus hombres. Del resto, algunos alcanzaron a Oñate, narrándole la traición de que fueron objeto. Reunido con sus capitanes y los frailes franciscanos, entre todos acordaron atacar Acoma, desobedeciendo las disposiciones del Consejo de Indias. Castigar la traición y muerte de los españoles, y evitar futuros ataques forzaron la decisión, pues eran más de treinta mil los indios que poblaban la región. El 12 de enero de 1599 partió la tropa al mando de Vicente Zaldívar, hermano del capitán muerto, permaneciendo Oñate en San Gabriel. Previo a la batalla, se extendieron ofertas de paz, que fueron rechazadas. El Peñón era, en opinión del mismo Oñate, “la mejor fortaleza de toda la cristiandad”. Tras dos días de intensos combates, el Peñón fue tomado, venciendo el más fuerte foco de resistencia de la conquista. Murieron en la batalla sescientos ochenta indios y otros sescientos fueron hechos prisioneros y conducidos ante Oñate, quien los castigó ejemplarmente.
Pacificado el territorio, en junio de 1601, Juan de Oñate emprendió nuevas exploraciones, cabalgando por Oklahoma y redescubriendo Kansas, la mítica Quivira donde Coronado soñó riquezas tampoco encontradas por el capitán general, regresando a Nuevo México.
Mientras tanto, el descontento se adueñó de colonos y misioneros ante la pobreza encontrada y los temores de hambre y futura miseria. Además, no veían con buenos ojos la política de extensas exploraciones llevada a cabo por el gobernador al dejar sin atender la organización del asentamiento fundado. Pronto cundió el desaliento y muchos colonos comenzaron a desertar. Oñate enfrentó la situación con mano dura obligando a la gente a reincorporarse a los establecimientos.
Mucho interesó a Oñate seguir explorando el norte y expandir el territorio. Para conseguir los correspondientes permisos, en 1602, envió a su sobrino, Vicente Zaldívar, a la Corte a defender su propuesta ante el Consejo de Indias. Entretanto llegaron a España los informes de la firme actuación del gobernador para frenar las deserciones. En 1603 el Rey decidió encomendar la investigación de los hechos al virrey, marqués de Montesclaros, rindiendo un informe desfavorable para el adelantado de Nuevo México (31 de marzo de 1605).
Mientras tanto y continuando con sus intereses el 7 de octubre de 1604, Oñate dejó San Gabriel —la capital de Nuevo México—, y partió hacia el océano Pacífico en busca de nuevas tierras. Siguiendo el curso del río Colorado, llegó hasta el golfo de California, sin encontrar las naves de Vizcaíno que buscaba, las que habían partido después de descubrir las bahías de San Francisco y Monterrey. En los informes al virrey señaló su convicción acerca de las condiciones insulares de California. A su regreso a San Gabriel Oñate encontró que la supervivencia de la colonia estaba en peligro y que eran necesarios nuevos recursos. Dos solicitudes de ayuda fueron infructuosas, el Consejo de Indias remitió al Rey una exculpación del gobernador de los escasos resultados de la conquista, reconoció la pobreza de la nueva colonia y sugirió mantener el territorio, protegiendo a los indígenas bautizados. Felipe III ordenó su renuncia, sumando a su empobrecimiento por la campaña, su destitución (24 de agosto de 1607).
Convocado a la Ciudad de México en 1608, permaneció algún tiempo bajo la protección del virrey. Fue condenado por doce de las treinta acusaciones que se le fincaron. Por ello se le sentenció a pagar 6000 ducados, a no regresar a Nuevo México, y a salir de la Ciudad de México por cuatro años; se le despojó de los títulos otorgados. Viajó a España para apelar la condena ante el Consejo de Indias, sin regresar más a América. En 1621, muerto el Rey, el propio Consejo de Indias le rehabilitó. Trabajó como inspector de las reales minas y en 1625 ingresó a la Orden Militar de Santiago. Murió en Guadalcanal, en la Sierra Morena, al norte de la provincia de Sevilla. Sus exploraciones expandieron el Imperio español en América, al norte del paralelo 35°.
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María del Pilar Gutiérrez Lorenzo