Ayuda

Martín Cortés y Arellano

Biografía

Cortés y Arellano, Martín. Marqués del Valle de Oaxaca (II). Cuernavaca (México), 1533 – Madrid, 13.VIII.1589. Hijo de Hernán Cortés.

Este criollo nació del segundo matrimonio del conquistador de México, ya ennoblecido por Carlos I desde 1529, con Juana de Zúñiga, hija del II conde de Aguilar, Carlos Ramírez de Arellano. Recibió también el nombre de pila de su abuelo paterno, con el que ya había sido antes bautizado en 1522 el hijo de Hernán Cortés y Marina, la Malinche, que acompañó a su padre en ese viaje de 1528, para incorporarse al servicio de la Corona, lo mismo que su medio hermano Luis, nacido en 1525 e igualmente legitimado por el conquistador. Años más tarde ambos serían nombrados caballeros de la Orden de Santiago, como el heredero.

El futuro marqués pasó a España por primera vez en 1540, en el séquito de un Cortés más envejecido y alejado del gobierno pero todavía personaje importante de México en esta nueva visita a la Corte de la que nunca regresaría, entrando también su heredero al servicio del emperador Carlos V. Martín Cortés fue incluido después en el séquito del futuro Felipe II cuando marchó a Londres para casarse con María Tudor y también luchó en la guerra de Flandes, participando años más tarde en la batalla de San Quintín (1557).

Sucedió en la merced de marqués del Valle de Oaxaca en 1547, tras haber permanecido junto a su padre en su lecho de muerte. Al igual que sus progenitores, eligió Nalda (La Rioja) para casarse, el 24 de febrero de 1548, con su prima, y a la vez sobrina, Ana Ramírez de Arellano, con la que tuvo siete hijos, entre ellos el sucesor en el título, Fernando —nacido en España y que permaneció junto a sus abuelos maternos cuando Martín y su esposa navegaron hacia México—, Jerónimo y Pedro y las hijas Ana María y Catalina (monjas), Ángela y Juana, esposas del II marqués de Frómista y del IX conde de Priego, respectivamente.

Regresó el matrimonio al virreinato en 1562, yendo a desembarcar forzosamente el 25 de septiembre a Campeche, en la costa del Caribe mexicano, donde la marquesa dio a luz a su hijo Jerónimo, por lo cual permanecieron tres meses en esa zona recuperándose, agasajados por el adelantado de Yucatán Francisco de Montejo el Mozo, el alcalde mayor Diego Quixada y los franciscanos, encabezados por el obispo de Yucatán fray Francisco de Toral y el provincial fray Diego de Landa. De allí pasaron costeando hasta San Juan de Ulúa (Veracruz), desde donde iniciaron su marcha hacia México por el llamado camino real, recibiendo ya en Cholula, cerca de Puebla, los saludos de personajes importantes, mientras se preparaba la bienvenida oficial en su honor. Ésta tuvo lugar, finalmente, en la capital el 17 de enero de 1563, siendo Martín Cortés acogido con pompa por los principales poderes civiles y eclesiásticos, pero especialmente por los hijos de conquistadores y primeros pobladores, que vieron en él al representante que necesitaban para reivindicar sus derechos ante Felipe II. Se dirigió la comitiva a las casas que le había cedido el Rey, como pago parcial de las entregadas en 1562 por la familia Cortés, más grandes y situadas en la plaza mayor, para convertirlas en palacio de los virreyes. Pero Luis de Velasco, que ya estaba muy enfermo de gota, le recibió efusivamente con un abrazo y le ofreció su antigua residencia, mientras el virrey pasaba a alojarse en la del factor de la Real Hacienda, Ortuño de Ibarra, donde moriría el 31 de julio de 1564.

Al mes siguiente empezó el II marqués del Valle de Oaxaca a tomar posesión de su señorío, viviendo con verdadero boato y alarde de grandeza, lo cual animó aún más a los descontentos que le seguían a la espera de que expresara las reclamaciones de todos ellos ante el Monarca. Pronto surgieron tensiones con el máximo gobernante, como pudo observarse durante la entrada oficial en México del visitador general Jerónimo de Valderrama, que tuvo lugar el 16 de agosto de 1563. En vez de esperar en su lugar, junto a los miembros del cabildo de la capital, Martín Cortés se adelantó al virrey para darle antes la bienvenida al recién llegado en la calzada de Ixtapalapa y luego entró en su compañía, haciendo de menos al virrey y al estandarte real con ese acto contrario al rígido protocolo de entonces. La llamada de atención respecto a ocupar su sitio, hecha en público y a través del secretario de gobernación Antonio de Turcios, provocó la cólera del noble. El visitador, por su parte, fomentó esta tensión entre los dos anteriores al decidir que se establecería en la casa del marqués, además de tomar decisiones favorables para su economía, al aumentar los tributos de pueblos incluidos en el señorío, después de recorrerlo por invitación expresa de su anfitrión.

Al aumentar las malas relaciones con el enfermo virrey, Martín Cortés remitió el 10 de octubre de 1563 una carta a Felipe II, manifestando esas dificultades, al tiempo que llegaba a criticar su labor de gobierno, en general, y respecto a la jurisdicción del señorío concedido a su padre, más en concreto.

Otro tema polémico fue el llamado del sello, pues el marqués comenzó a usar un sello muy ostentoso en sus documentos, y concretamente ante los oficiales de la Real Hacienda, que fue prohibido oficialmente por Luis de Velasco considerando que con él se pretendía evitar el uso de papel sellado y además opacaba el sello real. Era de plata, con las armas de la Casa de Cortés, una corona de marqués, un título ducal que no poseía y una leyenda que indicaba martinus cortesus primus hujus nominis dux marchio secundus.

El tercer momento de esta etapa, en la que Martín Cortés se sentía muy apoyado por los criollos, fue posterior a la muerte del virrey, cuando ya gobernaba la Audiencia. El 31 de agosto de 1564, un grupo de personalidades se reunieron en el cabildo y se acordó pedir al Rey que suprimiera el cargo de virrey, nombrando en su lugar a un presidente del máximo tribunal mexicano, que a la vez fuera gobernador, y a un capitán general, y se presentaban para ambos puestos al visitador Valderrama y al marqués, respectivamente.

Era el mejor reflejo de las demandas de las grandes familias que rodeaban a Cortés, frente a otro grupo importante (Velasco, Villanueva y otros) que desconfiaba de ellos cada vez más.

El estallido que dio pie a todo el problema posterior ocurrió en lo que es conocido como el festín del bautizo. El 25 de junio de 1565, un año después de la muerte del virrey y bajo el gobierno provisional de la Audiencia de México, después de haberse celebrado la ceremonia de cristianar a Pedro, el último hijo varón de los marqueses del Valle, hubo una gran comida y fiesta de máscaras a la que fueron invitados los miembros de esos importantes clanes mexicanos, a la espera de encomiendas, cargos y premios por los servicios de sus padres. En su transcurso, se llegó a coronar simbólicamente a los marqueses y eso aumentó la vigilancia sobre todos ellos. Además de los hermanos de Martín Cortés (el homónimo hijo de doña Marina y don Luis) estaban los Ávila o Dávila, los Quesada, Bocanegra, etc., así como varios clérigos. Los opositores, que desconfiaban de esas actividades y reuniones, vieron una futura conspiración contra la autoridad real, que quería apoderarse del gobierno y entregarlo a Martín Cortés como rey. Finalmente, junto a los dominicos, informaron de todo ello a la Real Audiencia el 5 de abril de 1566.

Todavía no se ha llegado a estudiar a fondo la llamada conspiración o rebelión de Martín Cortés, pero no hay prueba alguna de que él se aprovechara de la situación del señorío para reforzar su posición a través de una sublevación. Lo cierto es que el 16 de julio siguiente, el segundo marqués y sus hermanos Luis y Martín, junto a un grupo de personas de conocidos apellidos, fueron detenidos y enviados a cárceles distintas, sometiéndoseles a juicios rápidos. Aunque la llegada del nuevo virrey marqués de Falces retrasó los fuertes castigos de los Cortés, sobre todo la muerte de Luis, fueron decapitados los hermanos Ávila.

Cuando en 1567 Martín Cortés fue remitido a España para ser juzgado por el Consejo de Indias, de acuerdo con su rango y compromiso de caballero, sólo con su esposa y séquito y sin vigilancia, por orden del virrey Gastón de Peralta, se le habían confiscado sus bienes. Desde ese primer juicio en México se abolió el señorío, aunque se conservaba el título, y la Corona, a través de sus funcionarios, pasó a cobrar los tributos que antes pertenecieron al señor, a impartir justicia en primera y segunda instancias, a disponer de las tierras, a poner sus propias justicias y administradores y, en general, a sustituir al marqués como cabeza de esa jurisdicción.

Ya en la Península, el Real Consejo de Indias procesó a Martín y a su hermano Luis y la condena fue de servicio en Orán y destierro perpetuo de las Indias, así como a una multa de cincuenta mil ducados, más otros cien mil como préstamo a la Corona, y al secuestro total de sus bienes en la Nueva España. Después de años de apelaciones, en 1574 se le condonó a ambos hermanos la pena de ir a África, se devolvieron sus posesiones y riquezas al noble y se levantó la prohibición de ir a México para Luis. Hay que aclarar que esa restitución, al anularse la incautación oficial, incluyó las propiedades, rentas y derechos de tributos, pero no la jurisdicción y, de hecho, desde principios de 1574, el marquesado empezó a desaparecer del mapa de la división política novohispana, siendo algunas de sus áreas fundidas con las vecinas pertenecientes al Rey y puestas en manos de sus justicias.

Una Real Cédula de 21 de abril de ese año insistía en fundir todas las jurisdicciones cortesianas, excepto la de Cuernavaca, para que se olvidara que habían pertenecido a los Cortés.

El secuestro tendría después una segunda etapa, de 1574 a 1593, centrada todavía en el tema de la jurisdicción civil y criminal, en la cual Martín Cortés gozó de sus tierras como una encomienda, sin ser ya su señor natural, conservando la administración unificada bajo su control. Hasta 1593, cuando ya Fernando era el tercer marqués, entre 1589 y 1602, y a raíz de su matrimonio con Mencía de la Cerda, hija del conde de Chinchón, no restauró Felipe II esa doble jurisdicción, alta y baja, mero mixto imperio, como había sido hasta 1567. De nuevo se nombraron cargos de gobierno y justicia por los propios Cortés.

En 1574, el marquesado estaba en una situación financiera desastrosa, ya que la mala administración de los años anteriores había provocado la ruina de los plantíos de moreras para hacer seda y del azúcar obtenido en el ingenio de Tuxtla, debiéndose mucho en multas y costas. Además, para sufragar la multa y el préstamo hubo que vender diversas posesiones, con lo cual se desvincularon parte de los bienes que pasarían al heredero. Una Real cédula de 7 de mayo de 1575 autorizó que se pudiera negociar de los bienes del mayorazgo que rindieran menos hasta un valor de cuarenta mil ducados. Aunque algún historiador recoge el regreso de Martín Cortés, la mayoría indican que nunca volvió a la Nueva España para ponerse al frente de sus posesiones y, residiendo entre Madrid y Sevilla, en la colación de Omnium Sanctorum, donde murió la marquesa en 1578, procuró ir arreglando los problemas y juicios pendientes.

Contrajo un segundo matrimonio con Magdalena Manrique de Guzmán y Mendoza, pariente de los Medina Sidonia, con la que vivió en la colación sevillana de San Miguel, sin tener descendencia, pasando después ambos a residir en Madrid. Ella le sobrevivió hasta 1621 y, ya viuda, sería nombrada aya del hijo que iba a tener por la propia reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, muriendo en Palacio, lo cual refleja la importancia alcanzada por la familia en el ámbito de la Corte. Martín Cortés falleció en su casa de Madrid, a los cincuenta y siete años, habiendo otorgado testamento el 11 de agosto de 1589.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Patronato Real, 203 y 210-220, Sobre la Conspiración de Martín Cortés; Indiferente General, 1624, Memorial del marqués de Falces sobre las condiciones de México, México, 23 de marzo de 1567; Patronato Real, 211, Ramo 4, Testimonio de una información hecha en el reino de Navarra, donde residía la marquesa de Falces, mujer del virrey de Nueva España, como testigo en la causa que se seguía en el Consejo de Indias contra Don Martín Cortés sobre la rebelión, 1566-1575.

M. Orozco y Berra, Noticia histórica de la conjuración del Marqués del Valle, Años de 1565-1568, formada en vista de nuevos documentos originales y seguida de un estracto [sic] de los mismos documentos, México, Ediciones del Universal, 1853; J. Suárez de Peralta, Tratado del Descubrimiento de las Yndias y su conquista y los ritos y sacrificios, y costumbres de los yndios; y de los virreyes y gobernadores, que las han gobernado, especialmente en la Nueva España, y del suceso del marqués del Valle, segundo, Don Martín Cortés; del [sic] que se le ynputó y de las justicias y muertes que hicieron en México los jueces comisarios que para ello fueron por su magestad; [...], publicada por Justo Zaragoza, Madrid, Imprenta de Manuel G. Hernández, 1878; L. González Obregón, Los precursores de la Independencia Mexicana en el siglo xvi, París-México, Librería de la Viuda de C. Bouret, 1906, págs. 226-231; R. Ortega y Pérez Gallardo, Historia genealógica de las familias más antiguas de México, vol. I, México, Imprenta de A. Carranza y Cía., 1908- 1910 (3.ª ed.), pág. 3; F. Fernández del Castillo, Doña Catalina Xuárez Marcayda, primera esposa de Hernán Cortés, y su familia, México, Academia Mexicana de la Historia, 1920, págs. 151-159; M. Romero de Terreros, marqués de San Francisco, Hernán Cortés, sus hijos y nietos, caballeros de las Órdenes Militares, México, Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, 1944; J. Suárez de Peralta, La conjuración de Martín Cortés, selección y prólogo de A. Yáñez, México, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), 1945; J. I. Rubio Mañé, Introducción al estudio de los virreyes de Nueva España, 1535-1746, t. II, México, UNAM-Instituto de Historia, 1955-1963, págs. 3-20; “Los testamentos de Don Martín y Don Fernando Cortés y Arellano, II y III marqueses del Valle de Oaxaca”, en Boletín del Archivo General de la Nación, XXX-4 (octubre-diciembre de 1959), págs. 535-610; R. Goldberg, “Nuevos datos sobre Martín Cortés”, en Boletín del Archivo General de la Nación, segunda serie, t. IX, 3-4 (1968), págs. 325-366; B. García Martínez, El Marquesado del Valle. Tres siglos de régimen señorial en la Nueva España, México, El Colegio de México, 1969; R. Osorio y Carvajal, La conjura de Martín Cortés y otros sucesos de la colonia, México, Departamento del D.F., 1973; VV. AA., Diccionario de Historia de España, vol. I, Madrid, Alianza Editorial, 1979, págs. 1009-1010; R. Tateiwa, “La rebelión del Marqués del Valle: Un examen del gobierno virreinal en Nueva España en 1566”, en Cuadernos de Investigación del Mundo Latino (Nagoya, Japón), n.º 16 (marzo de 1997), págs. 1-45; E. Speckman Guerra, “El rey nos quiere quitar el comer y las haciendas [...] La conspiración de Martín Cortés y Arellano, segundo Marqués del Valle”, en Históricas. Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas (UNAM), n.º 56 (septiembre-diciembre de 1999), págs. 3-19; I. Arenas Frutos y P. Pérez Zarandieta, “El primer criollismo en la Conspiración de Martín Cortés”, en J. Román Gutiérrez, e. Martínez ruiz y J. González Rodríguez (coords.), Felipe II y el oficio de Rey: La fragua de un Imperio, Madrid, INAH de México-Universidad de Zacatecas, México-Universidad de Guadalajara, México y Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001, págs. 305-321.

 

María Justina Sarabia Viejo