Sánchez, Francisco. Chamuscado. ¿Extremadura?, s. m. s. xvi – ¿Santa Bárbara (México)?, 1582. Conquistador, capitán.
Apodado Chamuscado por el color de su barba roja (Weinberg) o por la tez negra o quemada, como apunta Bazán sobre la leyenda de un “misterioso hombre [...] conocido” igualmente por El Chamuscado (o El Purpurato del Ajusco), que “rondaba por los parajes cercanos a las rancherías y establos que hacia principios del siglo xx se encontraban por la su vida hacia el Ajusto” (Bazan), y que se trata por la época de otra persona. De Chamuscado sólo se conoce hasta la época la expedición a Río Grande (México) de 1581 a 1582, como analiza Weinberg en The Seven Cities of Mud, cuarenta años después de lo que lo hiciera Francisco Vásquez de Coronado, con cientos de soldados y numerosos animales con los que exploró el valle de Río Grande, pero volvió “con las manos vacías” herido sin haber descubierto Cíbola o las Siete Ciudades de Oro, y “aún no había publicado” su expedición, cuando partió para el mismo destino Francisco Sánchez, por iniciativa del fraile franciscano Agustín Rodríguez, que había tenido conocimiento de las maravillosas ciudades indígenas del Norte, que cultivaban trigo, algodón, frijoles... y en las que se vestían con ropa de algodón, a diferencia de los habitantes locales que observaban ellos que iban desnudos. Fray Agustín había estado en la Misión de San Bartolomé, una ciudad minera al norte de Santa Bárbara próxima al río Conchos. Tenía la idea de evangelizar (Weinberg), pero más bien podía pensar en descubrir grandes riquezas, y por ello viajó el fraile cientos de millas a la ciudad de México para entrevistarse con el quinto virrey Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de La Coruña, con la pretensión para obtener el permiso para organizar una expedición al norte del virreinato. Tras obtener la correspondiente autorización puso los fondos necesarios para reclutar a un grupo de soldados, compró animales y organizó un grupo de sacerdotes que consideraba necesario para la expedición de descubrimiento y evangelización. Escogió como capitán de la expedición a Francisco Sánchez Chamuscado, y nombró superior a fray Francisco López a quien le acompañó el matemático y astrólogo fray Juan de Santa María. Al mismo tiempo, Sánchez reclutó a ocho soldados, entre los que incluyó a Hernán Gallegos, de escribano (que es reconocido posteriormente por ser autor de las memorias de la expedición), Pedro de Bustamante y Hernando Barrado, que sumaban un total de treinta y una personas (Weinberg). La expedición siguió el curso del río Conchos y prosiguió la del Río Grande, traspasó el actual El Paso, continuó por el sur de Socorro hasta llegar al norte, pasando por las poblaciones Tiguex, entre estos pueblos destaca Puaray, en las proximidades de la actual Bernalillo.
Después exploraron el río Santa Fe, volvieron al Río Grande, siguieron con dirección Norte, pero retornaron al sur cerca de Taos, para girar hacia el este a lo largo de Galisteo, más al este por Pecos y “el país de búfalo” y después desvió hacia el Oeste por Zuñi. Unos días después de haber abandonado Puaray, el capitán Chamuscado desatendió —según Weinberg— los propósitos de los franciscanos de evangelizar y se concentró exclusivamente en la búsqueda de oro, y a pesar de intimidar a las poblaciones con sus arcabuces no encontraron oro (Weinberg). Un día, yendo la expedición hacia el Este, el fraile Juan de Santa María intentó abandonar el grupo solo con dirección al Sur. Según Hernán Gallegos, todos quisieron convencerle de que no fuera solo, por los peligros que ello suponía, pero parece que el quería regresar a México para relatar a fray Agustín, y según Weinberg, también al virrey, lo que habían visto y hecho, pero al tercer día de su marcha fue asesinado al este de las montañas Manzano (septiembre de 1581). Las extremas condiciones climáticas, de nieve, al alcanzar Zuñi, hizo decidir al grupo retornar a Puaray, donde Chamuscado decidió poner fin a la expedición para volver a México, y dejaron por decisión del capitán o por iniciativa propia a los dos frailes con la protección de unos criados o indígenas mexicanos, pero todos ellos fueron asesinados poco tiempo después de salir la expedición con dirección a México. Durante un tiempo, Chamuscado permaneció enfermo, pero a noventa millas al norte de Santa Bárbara, su salud empeoró y le sangraron para curarle, pero, al contrario de lo que pretendían, murió, quizás de malaria (Gallegos), en 1582. Más tarde, Hernán Gallegos solicitó al Felipe II que le designase gobernador de Nuevo México, como él llamaba al nuevo territorio. En el escrito de Gallegos (que se conserva en el Archivo General de Indias de Sevilla y se da a conocer en el siglo xx), se “olvida” de mencionar a los dos frailes al principio de su narración, señalando únicamente que algunos franciscanos habían venido en la expedición. El habla en nombre de su “líder” (jefe), el capitán Chamuscado, que, según él, tomó las decisiones importantes. Cita a los franciscanos en tres ocasiones, en primer lugar para indicar que fray Juan de Santa María decidió regresar a México, muriendo tres días más tarde. En segundo lugar, alude a ellos cuando intervinieron para calmar a los indígenas que habían matado tres caballos y amenazaban matar a los españoles en demanda de alimentos. Y, en tercer lugar, lo hace para culpar de su propia muerte a los dos frailes que decidieron quedarse en Puaray. Señala el itinerario seguido (expuesto anteriormente), y da noticias del número y nombre de los pueblos visitados, con indicación de las ceremonias de matrimonio, la caza de búfalo, entre otros datos de la expedición.
William Watts Hart Davis en The Spanish Conquest of New Mexico (La conquista española de Nuevo México) indica que cuarenta años después de la expedición de Coronado, en 1581, el fraile franciscano Agustín Ruiz solicitó al virrey poder organizar una expedición al norte del país, para lo que reclutó a Francisco López (Sánchez), Juan de Santa María y doce soldados. Ellos viajaron hacia el Norte hasta llegar al pueblo de Puaray (Puara), a ocho millas de Alburquerque en el condado de Bernalillo. De igual forma, Chris Miera analiza en “Tiguez and Bernalillo” los hechos históricos desarrollados en la zona de 1539 a 1800, incluyendo la expedición de Chamuscado, que denomina (correctamente, según Weinberg) “Expedición Rodríguez”, al estar organizada por el fraile Agustín Rodríguez. Asimismo, Earle Forest en The First Missions (Las primeras misiones) trata sobre la expedición de Chamuscado, centrándose en la fundación de la primera misión en el pueblo Puaray (pueblo del Gusano) próximo al Río Grande (actual Bernalillo), iglesia (o misión) que los franciscanos llaman San Bartolomé, aunque es conocida como la misión de fray Ruiz. Tras esta fundación Chamuscado decidió continuar la marcha, pero los frailes Rodríguez y López optaron por permanecer en Tiwa pueblo de Puaray (Viva...). Miera —según Weinberg— fundamenta su texto en la versión dada por Forest sobre la acción desarrollada por los dos frailes en Pauray y la visión imaginaria del martirios de los frailes expuesta por Villagria’s (dos, pues fray Juan de la Cruz viajó en la expedición de Coronado, cuarenta años antes que la de Chamuscado o caso Villagria’s —como indica Weinberg— lo confunde con fray Juan de Santa María). Esta misma historia es narrada por Gaspar Villagria’s al tratar sobre Nuevo México (Villagria’s). Harvey Fergusson escribe que en la expedición de Coronado le acompañaban dos frailes franciscanos y se quedaron por aquellas tierras del norte del país, y después fueron otros dos acompañados por una “pequeña escolta” (no alude a la expedición de Chamuscado) que llaman Rodríguez y López, que fundaron una misión en el pueblo de Puaray, que, según Fergusson, lograron convencer (cristianizar) a los jóvenes pero no a los ancianos que mandaron matarlos (Fergusson). Pero según Davis “abandonaron” a los frailes en San Bartolomé, quienes siguieron camino al norte hasta llegar a Galisteo, donde decidieron que Juan de Santa María regresase a México para informar “de lo visto”, en contra de Chamuscado.
El fraile Juan cruzó las montañas de Sandía pasa por Salinas y tomó dirección directa a El Paso del Norte, pero al tercer día —según Davis— estando descansando debajo de un árbol los indígenas teguas le dieron muerte. Mientras, en Puara un día mataron al fraile López y poco tiempo después, o el mismo día, dieron muerte en el río junto al pueblo de Santiago al otro fraile Ruiz. Aunque, como indica Davis,“a partir de aquel tiempo hasta el año 1629”, 34.650 indígenas fueron bautizados y los nuevos frailes erigieron cuarenta y tres iglesias en Nuevo México, y terminaron por enterrar treinta y tres años después los restos de fray López, que se encontraba en Puara en la iglesia del pueblo de Sandía (Davis). Posteriormente, Horatio Ladd trató de igual forma el tema narrado por Davis. Miera en el Nuevo México la Revisión Histórica (1934), atiende a la narración de Hernán Gallegos para señalar que en la misión de Puaray los dos frailes (López y Rodríguez) fueron asesinados, pues los indígenas ancianos que tenían en la memoria el “mal trato” recibido por la expedición de Coronado, cuarenta años antes (aunque Fergusson indicaba que es por decisión de los chamanes ancianos) (Viva...). En cambio, Lansing B. Bloom se fundamenta en el texto de Gallegos para indicar que los soldados intentaron convencer a los indígenas de que eran hijos del sol e inmortales, pero al apreciar ellos la muerte de fray Juan de Santa María, comprendieron que eran mortales. Aunque Gallegos considera a Chamuscado “líder” de la expedición, Bloom se cuestiona este liderazgo, al apreciar que los dos frailes se oponían a la propuesta de los soldados de regresar a San Bartolomé, y también trata sobre la financiación de la expedición, piensa que lo hace el virrey en nombre de Felipe II, aunque la mayoría de los historiadores indican que es fray Rodríguez (Bloom). Miera alude a las expediciones posteriores, de Oñate de 1610, que visitó el pueblo de Tiguez, y llegó a Pauray, donde imaginariamente recrea el martirio de los frailes Rodríguez y López y Juan de la Cruz (aunque el fraile de la Cruz no llegó a viajar). Sobre la expedición de Chamuscado exclusivamente, sin atender a la acción desarrollada por los frailes, trata J. Lloyd Mecham en The Second Spanish Expedition to New Mexico (1920-1921), que alude a Baltasar de Obregón y Hernán Gallegos (cuyo texto descubre), y compara la lista de Hernán Gallegos de los pueblos visitados por la expedición con el trabajo arqueológico realizado por Adolfo F. Bandelier, pero llega a una conclusión inacabada, según Weinberg. Posteriormente, Charles Coan escribe sobre “Rodríguez- Chamuscado Entrada y la expedición de rescate de Espejo”, a partir del texto de Mecham y del informe de Gallegos. Asimismo, Maurice G. Fulton y Paul Horgan; Warren Beck, en 1962, y Félix D. Almaraz (junior), en 1998, analizan la expedición mostrándose estar de acuerdo con el contenido expuesto por el informe de Gallegos. Aunque, por el contrario, pone en duda este informe Hammond y Rey, Fontana y Maureen Ahern, y en particular Hammond y Rey destaca el conflicto entre los frailes y los soldados. Y, Ahern se cuestiona la versión de Gallegos, cuando el conquistador indica que, saliendo la expedición del país de búfalo, los indígenas robaron y sacrificaron tres caballos, al mismo tiempo que los españoles sabían que fray Juan de Santa María había sido asesinado, y entonces los indígenas dudaron de la inmortalidad de los españoles.
Los expedicionarios decidieron atacar el pueblo buscando a los cazadores de los caballos: entraron en el pueblo con los arcabuces en las manos, y encontraron la carne de caballo en el interior de dos casas. Seguidamente, fueron a caballo hasta el centro del pueblo agitando la carne en las manos exigiendo la entrega de los “asesinos”, y cogieron a dos indígenas que trataban de huir. Decidieron realizar una ejecución fingida, pues antes de decapitarlos en el centro de la plaza los dos frailes saldrían pidiendo clemencia, para que fueran considerados héroes y tuvieran los indígenas confianza en ellos, al mismo tiempo que los españoles podían demostrar que eran clementes, pero Ahern pone en duda esta narración, pues supone que Gallegos intenta mostrar una expedición menos violenta de lo que podía ser, pues pretendía ser reconocido virrey de Nuevo México.
Ahern considera que realmente decapitaron a los dos indígenas apresados y más tarde esta población de Puaray se vengó matando a los dos frailes y lucharon con violencia contra la posterior expedición del Espejo. Asimismo, pone en duda la narración de Gallegos sobre la marcha de fray Juan de Santa María a México, cuando piensa que debe ser avisado por los soldados y él mismo debía conocer el peligro que corría de marchar solo, y por ello Ahern se pregunta qué le habría motivado a tomar tal riesgo, y responde Weinberg que es mostrar una oposición con la actitud de fuerza de Chamuscado, que perjudicaba la misión evangelizadora, piensa que fray Juan buscaba por todos los medios poder llegar a México para informar de lo que sucedía y solicitar la venida de más frailes. Bernard (Bunny) Fontana llegó más lejos indicando que fray Juan de Santa María pretendía informar de la insubordinación de Chamuscado y solicitaba igualmente la marcha de más misioneros franciscanos (Fontana), pero al mismo tiempo se cuestiona que asesinaran al fraile a los tres días de marchar del grupo, pues se pregunta quién da aquel informe y responde con una exclamación sobre el nombre de Gallegos, pues “¿Quién tenía un verdadero motivo para matar al fraile sobre su modo de denunciar Chamuscado y sus hombres?”, y Weinberg responde que los indios eran partidarios de los soldados o quizás Gallegos y Bustamante, pues tenían mucho que perder, por lo que estaban dispuestos a sacrificar la consideración de inmortalidad ante los indígenas a favor de una futura recompensa de tierras y títulos. Pero la respuesta es que fray Juan de Santa María pretendía inculpar a Chamuscado y a todos los miembros de la expedición ante el virrey y en cuanto a la supuesta inmortalidad de los conquistadores, le sucedió igual que a Hernán Cortés que tuvo que luchar ante la adversidad de saberse que no eran inmortales, sino simples conquistadores, con el uso de la fuerza en los momentos de defensa o ataque, y esta actitud beligerante en ocasiones entraba en conflicto con la teoría de la evangelización, aunque generalmente también hizo uso de la fuerza para colonizar en nombre de la religión (o supuestamente desde una posición evangelizadora). El nombre El Chamuscado es topónimo únicamente que se conozca en Yoro en Honduras.
Bibl.: W. W. H. Davis, The Spanish Conquest of New Mexico, Doylestown, PA, 1869, págs. 234-239; H. O. Ladd, The Story of New Mexico, Boston, D. Lothrop, 1891; Mecham, “The Martyrdom of Father Juan de Santa Maria”, en The Catholic Historical Review, VI (abril de 1920-enero de 1921); L. B. Bloom y T. C. Donnelly, New Mexico History and Civics, Alburquerque, The University Press, 1933, págs. 65-72; D. de Villagria’s, Historia de Nuevo México, Los Angeles, Quivira Society, 1933, pág. 142; M. Garland Fulton y P. Horgan (eds.), New Mexico’s Own Chronicle: Three Races in the Writings of Four Hundred Years, Dallas, Banks Upshaw, 1937; H. Fergusson, Río Grande, Nueva York, Tudor Publishing Col., 1945, págs. 44-45; W. A. Beck, New Mexico: A History of Four Centuries, Norman, Oklahoma, University Press, 1962; G. P. Hammond y A. Rey (eds.), The Rediscovery of New Mexico, 1580-1594, Alburquerque, The University of New Mexico, 1966; Viva el Pasado: a History of the Bernalillo Area, Bernalillo (Estados Unidos), Southwest History Class, 1974-1975; B. L. Fontana, Entrada: the Legacy of Spain and Mexico in the United States, Tucson, Southwest Parks and Monuments Associaton, 1994; Th. J. Steele, P. Rhetts y B. Awalt (eds.), Seeds of Struggle/Harvest of Faith: The Papers of the Archdiocese of Santa Fe Catholic Cuatro Centennial Conference (The History of the Catholic Church in New Mexico), Albuquerque, LPD Press, 1998; F. Weinberg, “History or mostly myth? caveat lector! Discrepancies in scholarly accounts of the Chamuscado Expedition, 1581-1582”, en \Website of Florence Weinberg, mystery and historical author.htm, 2005; H. Bazan, “La ciudad de ayer”, en \Chamuscado\La ciudad de ayer-El Universal- Columnas.htm, 21 de octubre de 2007.
Miguel Héctor Fernández-Carrión