Berrío y Oruña, Fernando de. Berja (Almería), 1577 – Argel (Argelia), 22.VI.1622. Gobernador de Guayana, comerciante y descubridor.
Hijo del capitán Antonio de Berrío y de la Hoz (Segovia, 1527-Santo Tomé de Guayana, actual Ciudad Bolívar, Venezuela, 1597), repoblador y capitán del presidio de Berja (Almería), gobernador de El Dorado y explorador, y de María de Oruña y Ximénez de Quesada, sobrina y heredera del conquistador Gonzalo Ximénez de Quesada.
A la muerte de Ximénez de Quesada, los Berrío se trasladaron desde Berja a Santa Fe de Bogotá en 1580 para percibir los derechos de herencia del adelantado. Tras obtener sus bienes, derechos y privilegios, se asentaron en Tunja y, tras iniciar su padre las exploraciones sobre Guayana, en la encomienda de Chita, que era más a propósito para las expediciones. Desde muy joven Fernando de Berrío aprendió su oficio de mando e interés descubridor y colonizador, ya que acompañó a su padre en 1596 en su tercera expedición por el Orinoco en busca de El Dorado. Dada su minoría de edad, en agosto de aquel año se expidió poder a Juan Porras Marquina, alcalde mayor de Tunja, para que ejerciera de tutor y le administrase su hacienda mientras estaba en la expedición.
En el transcurso de la expedición de 1596 llegó a isla Margarita, asistiendo a las disputas que mantuvo su padre con Francisco de Vides, gobernador de Cumaná. Por ello su padre le envió a Tunja para recabar más refuerzos y recursos para poblar el bajo Orinoco y reforzar la gobernación de El Dorado. A su llegada a Tunja, Fernando de Berrío hizo un primer acopio apresuradamente y apoderó, el 6 de mayo de 1597, al capitán Francisco Niño para que le enviase el resto de ayudas. Partió pocos días después en una expedición de socorro a Santo Tomé de Guayana, asistiendo a la muerte de Antonio de Berrío unos días después de llegar.
En 1597 Fernando de Berrío heredó las encomiendas de indios y la gobernación de El Dorado, siendo uno de los gobernadores indianos más jóvenes del imperio. Entre sus primeras actuaciones estuvo reforzar Guayana, especialmente en el bajo Orinoco, pues estaba siendo hostigada por la piratería inglesa. También reforzó la ciudad de San José de Oruña (actual Puerto España, Trinidad y Tobago), que había sido incendiada por el pirata inglés Walter Raleigh. Este fortalecimiento de la isla de Trinidad facilitaba a la gobernación su salida al mar, pero reavivó las disputas jurisdiccionales con las limítrofes Cumaná y Margarita.
Para favorecer la articulación interior de la gobernación guayanesa, en 1598 Berrío trasladó la ciudad de Santo Tomé de Guayana a 30 millas de su anterior emplazamiento, debajo de la desembocadura del Caroní. Allí llegó la expedición que había encomendado a Francisco Niño, quien había obtenido de la audiencia el 28 de octubre autorización; salió de Tunja el 16 de noviembre. Para dar más solidez al fuerte del reino de Carapana, Berrío empeñó en Tunja sus bienes el 11 de septiembre de 1599 asegurándose más socorros en sus proyectadas exploraciones por el territorio.
Consolidada la gobernación, Fernando de Berrío favoreció la pacificación del territorio, orientando la colonización del Esequibo hasta los Raudales de Atures con intentos fundacionales en el río Caura y Cuchivero. En paralelo reinició las expediciones descubridoras, centrándose en el Medio Orinoco y en el interior de las Guayanas, en torno al macizo de la Guayana y río Caroní. Se considera a este gobernador como uno de los últimos doradistas, cuyo sueño por descubrir la mítica ciudad de Manoa y lago Parime favoreció el proyecto descubridor de la zona. Llegó a impulsar hasta veintidós expediciones, aunque con escaso provecho más allá del conocimiento geográfico del sector, como el primer avistamiento de las cataratas del Santo Ángel. Las exploraciones de Berrío facilitaron la penetración del imperio en el extremo oriental venezolano, por entonces cuestionado por holandeses, ingleses y franceses en las Guayanas.
Las salinas de Chita le facilitaron el mejor aliciente de poblamiento que, junto a las salinas de Muneque, Sisguazá, Sismozá, Recetor, Pajarito, Chámeza, Mámbita, Gachetá y Upín, permitieron fundar pueblos en el piedemonte del Casanare, como Guaseco (Ten), Tunebos (Rubacate), Támara, Morcote, Pauto, Paya y Pisva, aunque de forma efímera. Las iniciativas agrícolas del bajo Orinoco incidieron también en un menor apoyo de las comunidades de Arawakos y Nepoyos, aunque con fuertes pérdidas económicas para Berrío, que recuperaba con el cultivo de tabaco. Con objeto de evitar perder la presencia en la zona, se propuso dar estabilidad a la población guayanesa abriendo la prosperidad de la zona. Por ello permitió capturar y vender indios en el Barima, facilitando el comercio de tabaco con holandeses e ingleses, lo que contravenía las instrucciones sobre el monopolio tabaquero.
Denunciado al Consejo de Indias por tráfico de tabaco ilícito, fue investigado por Sancho de Alquiza, exgobernador de Venezuela y juez de residencia, quien encontró culpable de contrabando a Fernando Berrío. En 1612 fue apartado de la gobernación, que ocupó Alquiza interinamente hasta 1613, que le suplió Antonio Múxica Buitrón. Durante este largo periodo Berrío residió en su encomienda de Chita y en la ciudad de Tunja, junto al resto de su familia. Allí preparó su defensa jurídica ante la audiencia de Santa Fe de Bogotá para, en grado de apelación, hacer valer sus derechos y privilegios del adelantado Ximénez de Quesada, con objeto de recuperar la gobernación. El 12 de diciembre de 1615 fue exculpado y la Corona le autorizó a volver a ser gobernador, aunque no inmediatamente, pues aún no se habían dilucidado las jurisdicciones con las otras gobernaciones. Entre tanto, en 1616 la gobernación de Guayana se le asignó a Diego Palomeque Acuña, quien moriría en 1618 en el ataque del pirata Raleigh sobre Santo Tomé de Guayana. Aquel año Fernando de Berrío, sin esperar más tiempo, se aprestó a recuperar la ciudad.
En 1618 Fernando de Berrío salió a socorrer Guayana, sin saber que la guerra de guerrillas de los guayaneses había logrado expulsar a los ingleses, a la vez que habían designado como gobernador de forma interina al capitán Jerónimo de Grados. Berrío navegaba por el río Meta cuando el 16 de marzo, en el Puerto de Pauto, el capitán Juan Lezama le informó de esta nueva situación. Berrío envió a Lezama a Bogotá para ocupar su cargo de gobernador. Mientras tanto, Berrío quedó en Tunja, preparando a su costa tropas y pertrechos que envió al puerto de Casanare, donde también hacía bajeles para su próxima salida. La audiencia resolvió el 9 de abril restituirlo en la gobernación, aunque sin saber que la Audiencia de Santo Domingo, que litigaba también el asunto jurisdiccional, se había adelantado y, el 11 de abril, había nombrado gobernador de Guayana a Juan de Viloria y Quiñones, en sustitución del fallecido Palomeque. Por ello, la audiencia novogranadina envió al capitán Juan Martín de Baena con las instrucciones precisas sobre la designación de Berrío para Jerónimo Grados. Martín de Baena llegó a Santo Tomé el 19 de agosto.
Después de mucho esperar, sin llegar los refuerzos prometidos por la audiencia, Fernando de Berrío salió de puerto Casanare y entró en Santo Tomé el 11 de marzo de 1619. En abril llegó el primer refuerzo con el capitán Bernardo de Brea, que se lo envió su hermano, Francisco de la Hoz Berrío, gobernador de Caracas, y en septiembre llegaron también ayudas desde Puerto Rico. Gracias a estos refuerzos Berrío consiguió pacificar la zona, especialmente entre los Arawakos y Caribes de Paria y costas de Guayana, que habían sido sublevadas por el holandés Aert Adrianszoon Groenewgen. Sin embargo, el asunto más delicado que debió resolver fue el principio de autoridad, ya que la superposición de gobernadores, pues Juan Viloria, aunque fue expulsado de Santo Tomé, fue aceptado como gobernador en la isla de Trinidad. Para resolver esta intromisión, Berrío se desplazó a San José de Oruña, pero el intermediario entre ambos, el gobernador de Margarita, Juan Rodríguez de las Varillas, era también adverso.
En 1619 Fernando de Berrío estaba a punto de partir a España en el galeón anual que llegaba a Trinidad; sin embargo, un ataque de indios caribes a Santo Tomé lo aplazó. Aquel año lo dedicó a aplastar a los indios levantiscos y a incentivar el comercio con holandeses e ingleses, con el tráfico de tintes, yuca, maderas, bálsamos y onoto, así como la introducción de animales para la ganadería. Aquel año también solicitó al rey un navío de registro que atracase en Guayana, para que los vecinos sacasen su tabaco de forma lícita, procurando que este estímulo hiciera progresar la provincia. En 1620 prosiguió las exploraciones Apure-Orinoco-Meta y Raudales de Atures, donde estuvo a punto de morir ahogado.
Enfermo de sífilis –vivía amancebado con una india– y ante la falta de ayudas de la audiencia, se propuso marchar a España para resolver los litigios de su gobernación y hacer valer los derechos de sucesión familiar. Su ausencia no se la comunicó a la audiencia de Bogotá, partiendo, entre 1621-1622, acompañado por su sobrino y heredero, Martín de la Hoz Mendoza Berrío, hijo de su hermana Antonia María de la Hoz Berrío. Cerca de la Península, el barco de Fernando Berrío fue abordado por piratas argelinos y encarcelado en las prisiones Argel, donde se pidió rescate por él y sus doce compañeros. Berrío moriría de peste a la espera de su rescate.
Bibl.: P. Ojer. Don Antonio de Berrío, Gobernador del Dorado, Caracas, Burgos, 1960; P. Ojer, La formación del oriente venezolano, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1966; J. Frechione, “From Conflict to Cooperation: Spanish-Amerindian Relations on the Orinoco River, 1531-1760”, en Antropológica, 90 (1998-1999), págs. 19-61; V. Sánchez Ramos, “El origen de los repobladores de Berja”, en Farua, 3 (2000), págs. 53-60; V. M. A. Perera, La provincia fantasma: Guayana siglo XVII: ecología cultural y antropología histórica de una rapiña 1598-1704, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2003; V. Sánchez Ramos, “Don Fernando de Berrio y Ourña, gobernador del Dorado (Berja, 1577-Argel, 1622)”, en Farua, 8 (2005), págs. 105-142; R. J Rincón Chávez, “Los antecedentes poblacionales de la moderna Santo Tomé de Guayana: 1595-1961”, en Boletín de la Academia Nacional de Historia, 422 (2012), págs. 11-28; C. Alès y M. Pouyllau, “La conquista de lo inútil. Las geografías imaginarias de El Dorado”, en Hyperborea, 4 (2021), págs. 235-286.
Valeriano Sánchez Ramos