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Eduardo Luque Roselló

Biografía

Luque Roselló, Eduardo. Málaga, 27.IX.1866 – Buenos Aires (Argentina), 23.I.1932. Pintor.

Los inicios pictóricos de Luque Roselló tuvieron como marco la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal, Málaga, institución a la que se incorporó cuando ésta atravesaba una etapa de relieve, desde la incorporación de Bernardo Ferrándiz como catedrático de Colorido y Copia de Cuadros. Su formación en este centro se completó bajo la tutela de Emilio Ocón, destacado marinista que, aparte de esta especialidad, también era titular de Perspectiva, obteniendo, gracias a las dotes para la enseñanza de éste, una excelente formación en el apartado técnico. En todo caso, desde 1878 hasta finales de 1884, momento en que Ferrándiz abandonó definitivamente su tarea docente por motivos de salud, Luque, junto con José Nogales o Gartner, se convirtió en uno de los alumnos más aventajados de la Escuela. Inauguró, además, su presencia en las Nacionales al remitir el estudio de Una cabeza al certamen del último año citado.

Tras este modesto envío de principiante, siguió unos meses más en la escuela, ahora con Martínez de la Vega como profesor, aunque no tardó en abandonar Málaga al dotarle en 1885 la casa Jiménez y Lamothe, importante firma bodeguera, de una beca para seguir sus estudios en Roma. Una vez allí, cayó enseguida bajo la protección de José Villegas, pintor sevillano que ya gozaba en esa época de una sólida reputación, lo que le permitió trabajar contemplando destacados lienzos que éste tenía en esos momentos en marcha, como El triunfo de la Dogaresa.

Entró, además, en contacto con otros pintores españoles que frecuentaban el estudio del maestro, como Senet, Moreno Carbonero, los Benlliure o Viniegra.

Influenciado por Villegas en el tratamiento de los temas históricos a gran tamaño, valga la mencionada Dogaresa a modo de ejemplo, Luque remitió a la Nacional de 1887 Cesar Borgia renunciando a la púrpura cardenalicia ante el Papa Borgia, cuadro que no pasó desapercibido para una crítica que destacó especialmente la excelente factura del cardenal, consiguiendo, como premio, una mención honorífica.

Pero el triunfo definitivo lo obtuvo en la Nacional de 1890 con su Salve Regina o La oración en la campiña romana, obra también de amplias medidas, donde muestra a unos campesinos romanos del siglo xvi que, al amanecer, se detienen a rezar en un camino ante una tosca imagen de la Virgen. Desde el primer momento el óleo gustó tanto al público como a los críticos más exigentes, quienes resaltaron la sencillez de la composición y la buena resolución de las figuras.

Así, Luque logró la tan ansiada medalla, en este caso de 3.ª Clase.

A comienzos del siguiente año, visitó su tierra natal, no sin antes permanecer durante unos meses en Madrid para, desde enero a abril, asistir como copista al Museo del Prado ante telas de Velázquez o Rubens. Acto seguido, es más que probable su estancia en el cortijo familiar de Tasara, cerca de Málaga, donde se dedicó con preferencia al paisaje o a reflejar alguna escena costumbrista, como En buenas manos está el pandero. Pieza reproducida en La Ilustración Artística, Luque, además de captar un momento infantil lleno de vida, muestra sus aptitudes como paisajista en el amplio fondo que enmarca el anecdótico asunto.

Aprovechando, por otro lado, la excelente aceptación que la pintura española había alcanzado en Centroeuropa por esos años, remitió el Salve Regina a la Exposición Internacional de Bellas Artes de Berlín de 1891 y logró Medalla de Oro de 2.ª Clase. Artista de variados registros, a la Nacional de 1892 presentó un paisaje, Venecia al alba, donde fundió lo pintoresco del anónimo rincón con lo monumental de la arquitectura.

El cuadro, también recibido elogiosamente por la crítica, figuró en las páginas de La Ilustración Española y Americana.

Ese mismo año abordó esa pintura de género que, tras la estela de Fortuny, tan buena acogida tenía en los mercados de París y Roma, y elaboró, a pequeño formato, La oración del torero, mientras que una versión a mayor tamaño, Del altar a la arena, fue comprada por el Museo de Berlín. En la misma línea, al año siguiente envió a la Exposición de Bellas Artes de Viena Misa antes de la corrida, obteniendo, como antes en Alemania, otra Medalla de Oro. En todos estos cuadros, de tan similar temática, Luque muestra una evidente sintonía con las producciones taurinas que, simultáneamente, realizaba Viniegra, pese a que la pincelada del malagueño se muestre más cálida.

El año de 1893 le resultó, en todo caso, muy provechoso, ya que, tras el certamen vienés, también fue premiado en la Exposición Colombina de Chicago con Medalla de Oro.

Los buenos resultados obtenidos en Austria y Alemania favorecieron que, al año siguiente, acudiera personalmente a los eventos de Viena y Múnich en compañía de Villegas, Viniegra y Mariano Benlliure, aunque en esta ocasión, y pese a las protestas del delegado español en la muestra, no alcanzase en la ciudad del Danubio ningún galardón. En compensación, la prensa recogió las notables ventas logradas por Viniegra, Sánchez Barbudo o por él mismo entre los coleccionistas locales, lo que evidenciaba el amplio mercado ya disponible para sus trabajos, desde Estados Unidos hasta las principales capitales europeas.

Animado sin duda por Villegas, en 1898 presentó varios lienzos a la segunda exposición organizada por José Artal en Buenos Aires, para, no mucho después, abandonar Roma definitivamente y dirigirse a su tierra natal. Una vez en Málaga abordó temas populares, como ¡Qué desengaño!, remitida en 1900 a los certámenes de Berlín y Múnich, o La festividad de la Virgen del Carmen. Asimismo, tras la muerte de Emilio Ocón, su antiguo profesor, en julio de 1904, colaboró con el resto de artistas malagueños al objeto de ayudar a la viuda e hijos con la subasta de los cuadros respectivamente aportados.

En 1905 fijó su residencia en Madrid y, acto seguido, viajó a Galicia para pintar una Alegoría de la Primavera en uno de los techos de la ajardinada villa que, como residencia veraniega, el veterano político gallego Montero Ríos poseía en Lourizán, cerca de Pontevedra. Mientras, no descuidaba el mercado argentino y sus obras aparecieron tanto en la muestra celebrada por Artal en 1905 como en la de José Pinelo de 1906.

Tras varios años de ausencia, en 1908 acudió de nuevo a la correspondiente Nacional con un paisaje a gran tamaño, En los montes de Galicia, y, como en 1887, obtuvo una 3.ª Medalla. Meses después su nombre figuraba en la nueva exposición de pintura española promovida por José Pinelo en Buenos Aires.

La continua presencia de sus obras en estos certámenes bonaerenses parece que le dieron no poca fama, pues en 1909, José Figueroa Alcorta, presidente de Argentina ya en el último período de su mandato, le ofreció la cátedra de Dibujo y Pintura en la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde Luque ejerció su tarea docente hasta su muerte en enero de 1932.

Este centro universitario honró su memoria concediendo su nombre a una de sus aulas.

 

Obras de ~: Cesar Borgia renunciando a la púrpura cardenalicia ante el Papa Borgia, 1887; En el arco de Constantino, 1889; Salve Regina, 1890; En buenas manos está el pandero, c. 1891; Venecia al alba, 1892; La oración del torero, 1892; Del altar a la arena, c. 1892; Misa antes de la corrida, c. 1893; Campesinas romanas, 1897; El bautizo, 1899; Bailaora, c. 1900; ¡Qué desengaño!, c. 1900; La festividad de la Virgen del Carmen, c. 1901; Gitanos en el Foro romano, 1903; Alegoría de la Primavera, 1905; En los montes de Galicia, 1908.

 

Bibl.: E. Segovia Rocaberti, Catálogo Humorístico en verso de la Exposición Nacional de Bellas Artes, 1887, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1887, pág. 44; A. Comas y Blanco, La Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, 1890, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1890, págs. 71-72; Exposición Internacional de Bellas Artes de Madrid, 1892, Madrid, 1893, pág. 98; F. Balart, Impresiones, Literatura y Arte, Madrid, Librería de Fernando Fe, 1894, pág. 31; F. Alcántara, “Por los estudios. Luque Roselló”, en Blanco y Negro, 17 de junio de 1905; A. Cánovas, Apuntes para un diccionario de pintores malagueños del siglo xix, Madrid, Antonio G. Izquierdo, 1908, pág. 37; F. Cuenca, Museo de pintores y escultores andaluces contemporáneos, La Habana, Rambla y Bouza, 1923, pág. 230; M. Prados y López, Pintores malagueños contemporáneos, Málaga, Imprenta Ibérica, 1933, págs. 58-59; B. de Pantorba, Historia y crítica de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en España, Madrid, Ediciones Alcor, 1948 (2.ª ed. corr., 1980), págs. 128-129, 135-136, 141 y 144; B. Peña Hinojosa, La pintura malagueña en el siglo xix, Málaga, Instituto de Cultura de la Diputación, 1964, págs. 33, 52 y 88; L. Olalla Gajete, La pintura del siglo xix en el Museo de Málaga, Madrid, Ministerio de Cultura, 1980, pág. 152; J. Palomo Díaz, Historia social de los pintores del siglo xix en Málaga, Málaga, Editor F. Palomo Díaz, 1985, págs. 69, 227 y 274; C. González y M. Martí, Pintores españoles en Roma (1850-1900), Barcelona, Tusquets Editores, 1987, pág. 125; T. Sauret, El siglo xix en la pintura malagueña, Málaga, Universidad, 1987, págs. 690-691; N. Zumel, Colecciones particulares de pintura (siglos xix y xx), Madrid, Editor Nelson Zumel, 1990, pág. 235; L. Quesada, La vida cotidiana en la pintura andaluza, Sevilla, Focus, 1992, págs. 259 y 265; VV. AA., Cien años de pintura en España y Portugal (1830-1930), t. IV, Madrid, Editorial Antiquaria, 1993, pág. 428.

 

Ángel Castro Martín

 

 

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