Llano Persi, Manuel de. Torrijos (Toledo), 10.IV.1826 – Madrid, 27.II.1907. Literato, periodista y político liberal.
Hijo de Paula Persi Villarino y del vizcaíno Manuel de Llano Carranza, abogado y propietario que fue capitán de la Milicia y concejal de Madrid durante el Trienio Liberal, nació circunstancialmente en el pueblo de Torrijos. A los pocos meses de vida fue llevado a Madrid, de donde eran vecinos sus padres, que “legitimaron” su nacimiento contrayendo matrimonio en septiembre de 1827. Tras recibir la primera enseñanza en el seno familiar, estudió el bachillerato en el colegio de San Isidro como alumno interno, pasando luego a la Universidad Central, donde terminó la carrera de Jurisprudencia en 1847. Siendo poeta y actor aficionado, se sintió más atraído por los escenarios que por la abogacía, la cual apenas ejerció. Desde el año de su licenciatura, estrenó varias obras de teatro, algunas escritas en colaboración, y publicó composiciones poéticas en La Luneta, Álbum de las Familias, El Eco del Comercio, El Espectador, La Prensa y otros periódicos de la capital. Con antecedentes liberales en su familia, empezó su andadura política en el Partido Progresista al conocer en 1845 a Pedro Calvo Asensio y Práxedes Mateo Sagasta y presentarle éstos, en el año 1847, a Manuel Ruiz Zorrilla, al que estaría muy vinculado. Junto a los jóvenes progresistas, participó en la jornada revolucionaria madrileña del 26 de marzo de 1848, huyendo al día siguiente de la ciudad para evitar ser detenido.
En 1849 emprendió un largo viaje por Europa, conociendo en Francia, los Estados alemanes, Inglaterra y otros países las nuevas corrientes literarias y políticas, demoliberales y nacionalistas. Habiendo regresado a Madrid en abril de 1854, tomó parte en la fundación del diario La Iberia y en las jornadas revolucionarias de julio que llevaron al general Espartero y los vicalvaristas al poder, siendo miembro de la Junta revolucionaria del barrio de Lavapiés. Desde entonces perteneció a la selecta redacción de La Iberia (Juan de la Rosa González, Sagasta, Fernández de los Ríos, Montemar...), periódico que se convirtió en el principal de los progresistas bajo la dirección de Calvo Asensio y en el que se dio a conocer con el seudónimo de El Caballero de la Tabla Redonda. En 1855 publicó poesías en varios periódicos (Álbum de Señoritas y Correo de la Moda, La Iberia) y en la Corona poética que dedicaron al poeta Quintana los redactores de La España Musical y Poética. Habiéndose vendido poco esta obra, escribió, junto a José Marco Sanchís, Julio Nombela y Luis García de Luna, una carta a Isabel II, solicitando, con éxito, una ayuda económica para el anciano poeta. Siendo capitán de Estado Mayor de la Milicia Nacional, luchó en las barricadas de la capital, junto a los demócratas y sus correligionarios, los progresistas puros, contra el golpe de Estado del general O’Donnell de julio de 1856, que se saldó con el cierre de las Cortes Constituyentes y la vuelta al poder de los moderados. Desde ese año colaboró en la reorganización del Partido Progresista y publicó poemas en La Ilustración y dos ensayos en el Almanaque de La Iberia, uno sobre la literatura nacional (1861) y otro histórico-político sobre Madrid (1862), con los que cerró su etapa literaria más prolífica para abrir otra dedicada de lleno a la política.
En 1862 fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid por el distrito de La Latina y al año siguiente ingresó en el Comité Central del partido y en su Junta de gobierno, firmando la “protesta de los mínimos” (agosto) y el Manifiesto del retraimiento electoral progresista —redactado por Salustiano Olózaga— de septiembre del 1863. En 1864 fue nombrado teniente de alcalde, distinguiéndose en la lucha contra la epidemia de cólera de 1865 al promover, junto a los redactores de La Iberia (que dirigía Sagasta desde la muerte de Calvo Asensio), la creación de la asociación Amigos de los Pobres y presidir la Junta de socorros de La Latina. Fue uno de los concejales de la minoría progresista que elevó sus protestas por la forma en que fue reprimido el alboroto de la Noche de San Daniel por la Guardia Civil Veterana (10 de abril) y por la participación de ésta en la manifestación cívico-religiosa del Dos de Mayo, hechos que motivaron la sustitución del Ayuntamiento por otro nombrado por el Gobierno Narváez. Repuesto el anterior Consistorio por el Ministerio O’Donnell, dimitió del cargo municipal, junto a Francisco Salmerón, al no satisfacerse las demandas progresistas.
Por delegación de Manuel Becerra y Vicente Rodríguez estuvo al frente de los trabajos revolucionarios del sur de Madrid y, como redactor-jefe (interino) de La Iberia, defendió el honor de los militares expatriados que se habían pronunciado con Prim en enero de 1866, llegando al punto de herir en duelo al periodista ministerial que los injurió. Implicado en el movimiento revolucionario de junio de ese año, viajó el día 12 a Cartagena y el 21 a Valencia, donde, en compañía de Peris Valero y Moriones, abortó al día siguiente el levantamiento al saber del fracaso de la insurrección madrileña del cuartel de San Gil. Vuelto a la Corte el día 23 en compañía de Luis Alcalá-Zamora, y en vista de la represión que se llevaba a cabo y de la entrevista que mantuvo con el secretario de Sagasta, Ramón Pinillos, trató de ganar la frontera francesa para entrevistarse con Prim, siendo detenido en Vitoria junto a José Álvarez Mendizábal. Tras permanecer un tiempo en la cárcel del Saladero de Madrid, salió libre al no podérsele probar ningún cargo en el juicio sumario. Al cerrarse La Iberia en junio del 1866, se hizo cargo de la dirección de La Nueva Iberia, en calidad de redactor jefe, en enero de 1868.
Al triunfar la revolución el 29 de septiembre, el periódico recobró su antiguo nombre, siendo La Iberia uno de los que más hicieron por extender el grito de “¡Abajo los Borbones!”. Ese mismo día fue proclamado vocal de la Junta revolucionaria de La Latina y el 9 de octubre la Junta Superior de Madrid le nombró concejal del Ayuntamiento de la capital, cargo que desempeñó hasta finales de ese año.
Como miembro del comité monárquico-democrático suscribió el Manifiesto de Coalición Monárquica de 12 de noviembre y fue nombrado vicepresidente del Comité Electoral del distrito de la Audiencia y vocal de la Junta directiva de la Tertulia Progresista. El 19 de diciembre dejó la dirección de La Iberia, y sin aceptar ningún cargo de los ministros Prim, Sagasta y Ruiz Zorrilla, optó por dejar el “periodismo militante” para dedicarse a la “política grande” (manifiesto electoral del día 21). En enero de 1869 fue elegido diputado de las Cortes Constituyentes por Alcalá de Henares, de las que fue 2.º secretario (1.º, desde la muerte de Celestino Olózaga) y miembro, entre otras, de la Comisión de corrección de estilo. A pesar de ser un entusiasta partidario de la Unión Ibérica, al fracasar la opción de Fernando de Portugal, votó en las Cortes por Amadeo de Saboya, formando parte de la Comisión parlamentaria que fue a Italia a buscar al nuevo Rey en diciembre de 1870. En marzo de 1871 regresó a las Cortes como representante del distrito de Getafe y siendo vicepresidente del Congreso rehusó en diciembre a una cartera en el Gobierno del general Malcampo. Militando en las filas del Partido Progresista Democrático Radical de Ruiz Zorrilla fue nuevamente diputado por Getafe en las elecciones de abril y agosto de 1872, siendo consejero de Estado entre julio de ese año y mayo de 1873. Fue uno de los fundadores y el primer presidente (1871-1872) de la Asociación de Escritores y Artistas, creada para evitar casos dramáticos como el de su amigo Carlos Rubio, conocido escritor de La Iberia y ex diputado constituyente que murió en la indigencia.
Tras la abdicación de Amadeo I, aceptó en febrero de 1873 la República como miembro de la Asamblea Nacional, pero no el federalismo; entrando a formar parte en octubre del Partido Republicano Democrático (unitario) de Martos, Becerra y García Ruiz, cuya junta directiva presidió accidentalmente tras el golpe de Pavía. En enero de 1874 fue nombrado concejal del Ayuntamiento de Madrid por el ministro García Ruiz e inauguró un colegio público en Aranjuez que llevaría su nombre hasta el franquismo.
Durante la Restauración se mantuvo fiel a Ruiz Zorrilla (que ingresó en su partido en agosto de 1874); terminó con él de transitar del campo monárquico al republicano, sirviendo de nexo su antiborbonismo.
Formó parte de los diferentes partidos encabezados por Ruiz Zorrilla desde el exilio: Republicano Reformista (1876), Progresista Democrático (1879), Republicano Demócrata Progresista, a cuya fundación en Biarritz asistió en junio de 1880, y Republicano Progresista (1891), y estuvo implicado en los pronunciamientos de los años 1883 a 1886. Durante este tiempo tomó parte en numerosos actos políticos y firmó, en representación de La Avalancha de Sevilla, la “coalición de la prensa republicana” que se alcanzó en la asamblea de Madrid de junio de 1889. Muerto Ruiz Zorrilla, fue elegido por el partido de la Unión Republicana, de Nicolás Salmerón, diputado por la circunscripción de Madrid en abril de 1903, perteneciendo a la legislatura que acabó sus días en agosto de 1905. Fue accionista fundador de la Institución Libre de Enseñanza (1876) y socio de número del Ateneo de Madrid. Como literato y periodista, publicó poemas en revistas como Álbum Literario (“La Reina de las Flores”, 1888) y artículos en varios periódicos políticos avanzados; en 1903 era colaborador de El Popular de Málaga y redactor de Gente Vieja y en el momento de su muerte, director de El Liberal de Madrid.
Fue presidente de la Asociación de la Prensa Española (1879-1880), y socio benemérito de la misma, y perteneció a la Asociación de la Prensa de Madrid desde su fundación (1895). Dejó varias obras inéditas, algunas dramáticas (El judío, Guerra de hermanos) y otras poéticas (Hojas secas), y fue socio de la Sociedad de Autores Dramáticos y del Liceo Artístico y Literario de Madrid. Entre sus numerosos trabajos literarios, merecen mencionarse una Elegía, las odas García Paredes (1850), Al Dos de Mayo (1855), El Faro de Málaga, A la Ristori (1857) y Ante una tumba, la comedia No hay chanzas con el amor, la leyenda Amor de mujer todo puede ser, los romances El Castillo de Arcos y La Angostura de Bornos, el himno La Libertad, y un estudio crítico sobre Mesonero Romanos, publicado en 1888. También fue un activo miembro de la masonería, en la que alcanzó el grado 33. Siendo Ruiz Zorrilla gran maestre del Gran Oriente de España, fue nombrado gran maestre adjunto el 4 de septiembre de 1872, adoptando en su investidura el nombre simbólico de Juan Bravo (10 de octubre), cargo del que dimitió el 31 de enero de 1873, días antes de dejar su amigo la presidencia masónica. Al dimitir Sagasta de gran maestre en julio de 1880, y siendo propuesto por éste para su antiguo cargo, fue con el nuevo gran maestre, Antonio Romero Ortiz, nombrado gran teniente comendador en mayo de 1881, puesto del que dimitió en diciembre de 1885, si bien continuó colaborando con la Logia, y su Boletín Oficial del Gran Oriente de España, hasta su desaparición en 1889.
Obras de ~: con P. Calvo Asensio y J. de la Rosa González, El premio grande!! Comedia en dos actos y en verso, Madrid, V. de Lalama, 1847; García de Paredes. Drama en tres actos y en verso, Madrid, Est. Tipográfico de A. Vicente, 1848; No hay chanzas con el amor. Comedia en un acto y en verso, Madrid, J. González y A. Vicente, 1848 [reed., 1867]; con C. Suricalday, Un voto y una venganza. Drama trágico en cuatro actos y en verso, Madrid, Imprenta de S. Omaña, 1849; “Al inmortal Quintana” (oda), en J. Marcos Sanchís (ed.), Corona poética dedicada al Excmo. Sr. D. Manuel José Quintana con motivo de su coronación, Madrid, José Rodríguez, 1855; E. Rubí, Un hidalgo aragonés. Comedia en tres actos y en verso, colab. de ~, Madrid, Imprenta de C. González, 1856 (2.ª ed.); Amor de mujer todo puede ser. Leyenda del siglo xvii en verso, Madrid, Imprenta de La Iberia, 1857; “Volar la Santa Bárbara” (cartacontestación) en E. Escalera, Guerra a cuchillo al partido progresista por desleal y antidinástico, por subversivo y antipatriótico, Madrid, Imprenta de La Iberia, a cargo de J. de Rojas, 1864; La literatura, Madrid, Imprenta de La América, a cargo de J. C. Conde, 1870 [1861].
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Gregorio de la Fuente Monge