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Sancha Alfónsez

Biografía

Sancha Alfónsez. ?, c. 1018 – León, 8.XI.1067. Reina de Castilla y León.

Hija segunda de los reyes de León Alfonso V y su esposa Elvira, pronto se quedó sin madre y la encomendaron a una nodriza gallega, llamada Fronilde, como consta en un documento de Alfonso V, fechado el 30 de diciembre de 1020, por el que acota para Fronilde, en recompensa a estos servicios, el monasterio gallego de San Esteban de Piavela. Documentalmente, pocas más noticias se conocen de su adolescencia y juventud hasta su matrimonio, aunque debe suponerse que pasó la mayor parte de este tiempo como domina o abadesa seglar del monasterio de San Juan y San Pelayo de la ciudad de León, disfrutando y gobernando el Infantado, poderosa institución, dote de las princesas solteras leonesas, consistente en multitud de monasterios, lugares y súbditos repartidos por todo el Reino. Así aparece en un documento de 1043, donde se señala que Sancha había sido “abbatissa” en el monasterio de San Juan y San Pelayo, y la misma Reina lo confiesa en documento solemne de 1063.

En 1028, moría atravesado por una flecha en el cerco de Viseo, el rey de León Alfonso V. Dejaba dos hijos, un varón de once años, que ceñía la Corona con el nombre de Vermudo III, y Sancha, un año o dos más joven, y fue ahora cuando esta infanta empezó a sonar en la historia. Castilla, condado independiente, comenzó a ser gobernado, en 1017, por otro jovencito, García Sánchez, cuando apenas habría sobrepasado los siete años. Alfonso V de León pretendió ensanchar su reino a costa del oeste de Castilla y las mismas pretensiones alentaba Sancho III el Mayor de Navarra, por el Este. León, en la minoría de Vermudo III, ya no era un peligro. Sí lo era, en cambio, el Rey de Navarra con gran poderío e ideas expansionistas que, además, aspiraba a la tutoría del conde García de Castilla en razón de que la esposa del navarro, Munia, era la hermana mayor del conde castellano. En esta coyuntura, Castilla buscó la ayuda de los leoneses, proponiendo el matrimonio de su conde con Sancha, la hermana del monarca leonés, pedían también que el conde recibiese el título de Rey. A ambas peticiones accedieron los leoneses: al matrimonio, porque era garantía, también para León, contra las amenazas del Rey de Pamplona, y a la pretensión de título real, porque León, en su categoría de imperio, necesitaba reinos feudatarios para sostener su idea imperial.

El conde-infante preparó un viaje a León para conocer a su prometida. Le acompañaba una lucida escolta. También se ofreció para asistirle, su cuñado el Rey de Navarra. El ejército navarro acampó en las afueras de la ciudad imperial, se dice que en Sahagún, bien distanciado del castellano. El conde hizo situar a los suyos en el cercano arrabal de Trobajo, y él solo, sin escolta, se dirigió al monasterio de San Juan y San Pelayo (hoy de San Isidoro), donde se alojaba Sancha. Según el relato transmitido por las crónicas, y mantenido por la tradición, se encontraron a las puertas del monasterio, y allí le asesinaron, en los brazos de su novia, los hijos del conde Vela, familia huída de Castilla.

Rodrigo Vela fue quien le asestó el golpe mortal, que, a su vez, había sido el padrino de bautismo del conde. Era el 13 de mayo de 1029. Los castellanos recogieron el cadáver de su señor, asesinado a los trece años, y lo llevaron a enterrar al Monasterio de Oña.

La infanta Sancha, de quien dicen las crónicas que fue “antes viuda que casada” y que, “medio muerta, mezclaba, con lúgubre llanto, sus lágrimas con la sangre del infante muerto, clamando que también a ella la habían asesinado”, hizo erigir en el Panteón Real de León, situado a los pies de la iglesia del Monasterio de su residencia, un cenotafio con la esgrafía del conde, de cuerpo entero, bello y joven, acompañado de la inscripción funeraria que todavía se puede leer: “H[ic] R[equiescit] Infans Domns Garsia, qui venit in Legionem, ut acciperet Regnum, et interfectus est a filiis Velae comitis”. El 15 de noviembre y el 30 de diciembre de 1028, se encuentra, por primera vez, a la infanta Sancha suscribiendo diplomas con su hermano Vermudo III.

El infante García había muerto sin sucesión y el rey de Navarra, Sancho Garcés III, se adjudicó el condado de Castilla, alegando que su esposa Munia era la hermana mayor del conde fallecido. Muy pronto, Sancho entregó el condado castellano a su hijo segundogénito, Fernando, aunque reservándose para sí el gobierno. Sancho había conseguido en León la adhesión de un grupo de condes, que formaban el “partido navarro”, y logró, con su ayuda, casar a Fernando con Sancha, la hermana del rey leonés, anteriormente prometida del conde García. Se celebró la boda en 1032, año en el que Fernando contaría unos once años. La novia recibía como dote, real o aparente, las tierras entre los ríos Cea y Pisuerga, de tiempo atrás controvertidas entre León, Castilla y ahora también Navarra.

De los primeros años del gobierno de Fernando y Sancha en Castilla no hay documentación fiable, aunque sí consta que estuvo siempre dirigido por Sancho el Mayor. Murió éste en 1035, y es a partir de esa fecha, cuando el conde Fernando tomó el título de rey de Castilla. Poco tiempo iban a durar la paz y la bonanza entre los Reinos de Castilla y León. La muerte del Rey de Navarra había devuelto a Vermudo III el reinado sobre León, pero este joven rey deseaba recuperar las tierras orientales del reino que, tan contra su voluntad, se adjudicaban como dote de su hermana Sancha, y declaró la guerra a su cuñado Fernando de Castilla. Éste pidió ayuda a su hermano García, rey de Navarra. A comienzos de septiembre de 1037 se trabó la batalla entre ambos ejércitos en el valle de Tamarón, y en el trance murió alanceado el Rey leonés, Vermudo, que fue sepultado en el cementerio real de la capital de su reino. No dejaba sucesión y con él desaparecía del Reino de León la dinastía asturiana. Fernando, vencedor, reclamó para sí la Corona leonesa, ya que todos los derechos sucesorios recaían sobre su esposa Sancha, única heredera legítima. Los condes leoneses se opusieron a las pretensiones de Fernando y, únicamente, por la intervención de Sancha, a quien en León siempre se la quiso y se la respetó, abrieron las puertas de la capital a Fernando y a los Ejércitos castellanos. Por fin, el 22 de junio de 1038, Fernando era ungido rey de León en la Catedral de Santa María. El día anterior (miércoles, 21 de junio de 1038), ambos reyes, Fernando y Sancha, que se intitulaban reyes de Castilla y de León, suscribieron un diploma de donación, en sí intrascendente, pero de notable importancia histórica por el gran número de confirmaciones y roboraciones de magnates castellanos y leoneses y las tres últimas líneas del documento: “Istum testamentum rouorauerunt quando ego rex domno Fredinando in Legione introibi et ordinacione acepi; cum cuncti uiri Castelli et Legionensis hic fuerunt in uno, rouorauerunt et confirmauerunt”.

Durante los primeros dieciséis años del reinado, Fernando y Sancha hubieron de emplearse en pacificar el Reino de León, someter a los condes rebeldes y reorganizar la Iglesia. No les fue posible, dicen las crónicas, emprender acciones en las fronteras contra los moros, amenazados, además, como estaban por el hermano de Fernando, García, rey de Pamplona. A lo largo de los años de 1033 y 1042, la reina Sancha fue dando a luz a sus cinco hijos, por este orden: la primera, Urraca, en Castilla, los cuatro siguientes en León: Sancho, Elvira, Alfonso y García. Todos le sobrevivieron y los cinco alcanzaron el título de rey.

A través de los diplomas se puede documentar los itinerarios de ambos reyes en esta primera etapa. Las crónicas sólo dicen que fueron tiempos de grandes promesas pero de escasa eficacia. Se puede comprobar que durante estos años Fernando y Sancha, acompañados, a veces, de toda su familia visitaron rincones muy apartados de León, Castilla, Galicia y Asturias. Recorrían los territorios de sus reinos siempre juntos, en nombre de ambos se redactaban los documentos y juntos los roboraban. Los motivos de estos desplazamientos eran muy variados: peregrinación a monasterios y santuarios, reunión de juntas, corrección de desmanes, implantación y dispensación de justicia.

Todo iba a cambiar en el Reino de León. El rey de Navarra, García, venía intrigando e incomodando a su hermano Fernando, el monarca leonés. Después de varios intentos de apaciguamiento por parte de éste, los ejércitos de uno y otro trabaron batalla en el valle burgalés de Atapuerca el 1 de septiembre de 1054, en ella pereció García, a pesar de la petición de la reina Sancha para que se respetase la vida de su cuñado. Fernando quedó libre para emprender acciones bélicas contra los islamitas. Comenzó, con la ayuda de su esposa Sancha, por asegurar la paz de sus reinos y la reforma de sus iglesias. En la primavera de 1055, convocaron el célebre concilio de Coyanza, a las orillas del río Esla (hoy Valencia de Don Juan). En ese mismo año emprendieron las campañas de Portugal, diez años de lucha constante, todos los que le quedaban de vida al rey Fernando, durante los cuales fue sometiendo a las taifas de España, haciendo feudatarios a sus Reyes y obligándoles a pagar fuertes tributos. Sucesivamente, fueron cayendo las ciudades de Lamego y Viseo, para culminar con la toma de Coimbra en 1064. Hubo expediciones contra Toledo, Badajoz y Mérida, logrando los leoneses y castellanos siempre la victoria, haciendo tributarios a los reyes moros.

Entre tanto, según las crónicas, la reina Sancha se prodigaba en la Corte atendiendo a iglesias y monasterios. Afirman que Fernando no sólo obtuvo el Reino de León por su esposa Sancha, sino que también le ayudó a gobernarlo, distinguiéndose siempre por su prudencia —spiraculum prudencie, le llamaba su marido— y perspicacia en las complicaciones de la guerra. Lucas de Tuy llega a decir que, mientras el rey Fernando combatía a los moros en todos los frentes, la reina Sancha procuraba caballos y armas y cuantos pertrechos eran necesarios para la guerra. Aparece siempre al lado de su esposo, a veces, en el mismo frente de guerra, y supo convertirlo en un auténtico leonés, que olvidando éste los monasterios de Castilla, que había elegido para sepultura de su cuerpo, adoptase el cementerio de San Juan y San Pelayo de León; con este motivo los reyes Fernando y Sancha construyeron de piedra el templo de estos santos titulares, derruyendo el anterior que Alfonso V había levantado de tapiales, después de la destrucción de Almanzor, y con él introdujeron el arte románico en el reino.

En la expedición a Mérida, le salió al encuentro al- Mu‘tađid, taifa sevillano, rogando al rey Fernando que no le despojase del reino, comprometiéndose a pagarle un crecido tributo. Fernando le exigió, además, la entrega de un cuerpo santo. A recogerlo envió a Sevilla una lucida embajada, que llegó a León, en el otoño de 1063, con los restos mortales del doctor de las Españas, san Isidoro, para engrandecer el nuevo templo que los reyes acababan de construir en la Corte. Se prepararon grandes fiestas, con asistencia de obispos, abades y nobles. El 21 de diciembre consagraron el templo y el 22 celebraron la fiesta de la traslación de san Isidoro. Hubo banquete fastuoso y fabulosa donación de monasterios, villas y joyas al templo, algunas de ellas todavía permanecen en la Real Colegiata de San Isidoro y forman el conocido como “Tesoro de León”. Aprovecharon, también, las fiestas para celebrar Cortes y repartir entre sus cinco hijos los Reinos: Castilla para Sancho, León para Alfonso, Galicia para García, Zamora para Urraca, Toro para Elvira.

Clausurada la asamblea, Fernando se dispuso a conquistar Coimbra y toda la Corte peregrinó a Compostela a impetrar la protección del Apóstol. Después de seis meses de asedio, capituló la capital del Mondego el 9 de julio de 1064. En 1065, Fernando se propuso la conquista de Valencia y trazar una línea del Atlántico al Mediterráneo, cerrando el avance de los reinos del Norte hacia el Sur, quedando él de árbitro en toda la España musulmana. Comenzó castigando a su súbdito, el taifa de Zaragoza al-Muqtadir, que se había negado a pagar las parias a que se había obligado.

Avanzó hacia Valencia y, ya a punto de conquistar la ciudad, hubo Fernando de volver precipitadamente a León, aquejado de una gravísima enfermedad. Llegó a la Corte el 24 de noviembre, ya agonizante, y fallecía el día 27 de 1065. Lo inhumaron en el Panteón Real que él y su esposa habían inaugurado dos años antes. Sancha se retiró a un monasterio, sin duda, al cabeza del Infantado, donde había sido abadesa en su adolescencia. Hizo colocar en el cementerio de la iglesia una lápida con los acontecimientos más sobresalientes de la vida de su esposo y la concluye con estas palabras: “Sancia Regina Deo dicata peregit”. Otros dos años después, el 8 de noviembre de 1067, dejaba este mundo su esposa Sancha. La enterraron junto a su esposo. En el cobertor de su sepulcro le dieron el título de “reina de toda España”. En un documento de Arlanza se la intitula, por primera vez en nuestra historia, como “regina imperatrice”.

 

Bibl.: H. Flórez, Memorias de las Reinas Católicas, vol. I, Madrid, A. Marín, 1761, págs. 137-151; L. Serrano, Cartulario de San Pedro de Arlanza, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1925, año 1056, págs. 117 y 119; J. Pérez Llamazares, Historia de la Real Colegiata de San Isidoro de León, León, Imprenta Moderna, 1927; R. Menéndez Pidal, El romanz del infant García y Sancho de Navarra antiemperador, Madrid, Centro de Estudios Históricos, 1934; Historia Silense, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1959 (ed. crítica por Dom J. Pérez de Urbel, O.S.B., y A. González Ruiz-Zorrilla); L. Núñez Contreras, Colección diplomática de Vermudo III, Rey de León, Sevilla, 1977 (col. Historia, Instituciones, Documentos, 4), págs. 381-414; A. Viñayo González, “Reinas e infantas de León, abadesas y monjas de San Pelayo y San Isidoro”, en Semana de Historia del monacato cántabro-astur-leonés, Oviedo, Monasterio de San Pelayo, 1982, págs. 123-135; J. M. Fernández del Pozo, Alfonso V Rey de León. Estudio histórico-documental, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1984 (col. León y su Historia. Miscelánea Histórica, V); R. Ximenius de Rada, Historia de Rebus Hispaniae sive Historia Gothica, Tournhout, Brepols, 1987 (cura et studio J. Fernández Valverde); P. Blanco Lozano, Diplomática de Fernando I (1037-1065), León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1987; M. E. Martín López, Patrimonio Cultural de San Isidoro de León. A. Serie documental, I/1. Documentos de los siglos X-XIII, León, Universidad, Cátedra de San Isidoro de la Real Colegiata, 1995; M. Lucas Álvarez, La documentación del tumbo de la catedral de Santiago de Compostela. Estudio y edición, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1997, docs. 65 y 66, págs. 184-188; Lucas Tudensis, Chronicon Mundi, Turnhout, Brepols, 2003 (cura et studio E. Falque).

 

Antonio Viñayo González