Salvador Carmona, Luis. Nava del Rey (Valladolid), 15.XI.1708 – Madrid, 4.II.1767. Escultor y académico.
Luis Salvador Carmona es una de las figuras mejor conocidas y más valoradas de la escultura cortesana del siglo XVIII. Su biografía, trazada por Ceán y Ponz y ya en el siglo XX por Carbonero, ha sido enriquecida por las monografías de García Gainza y Martín González. La reciente publicación del contrato de aprendizaje del escultor y sobre todo del inventario de bienes ha contribuido a completar su figura.
Compartió su actividad entre la práctica de un arte cortesano por su participación en la gran empresa escultórica del Palacio Real y La Granja de San Ildefonso con el cultivo de la imaginería religiosa en madera, obteniendo en los dos campos reconocidos éxitos. Otra faceta destacable es la de académico por su asistencia a las sesiones desde la Junta Preparatoria de la Academia, de la que llegó a ser teniente director de Escultura.
Su trayectoria artística, muy semejante a la de otros escultores de la época, comenzó por un aprendizaje gremial en el que aprendió el oficio ya iniciado en el taller de ebanistería de su padre. En junio de 1723 tuvo lugar la firma del contrato de aprendizaje con el escultor Villabrille y Ron, que había de durar seis años (1723-1729). Figura como tutor del aprendiz Diego Martínez de Arce, retablista de Medina del Campo, a quien Luis Salvador Carmona debía de conocer desde niño por haberse relacionado sus respectivos padres en Nava del Rey, tal y como sugirió Urrea. En el taller madrileño de su maestro sobresalió por su habilidad entre los demás aprendices y ayudó a Villabrille en la ejecución de las estatuas de San Isidro y Santa María de la Cabeza en el puente de Toledo (1723) y en la de San Fernando del Hospicio de Madrid (1726), en las que la participación de Carmona debió de ser importante pues las menciona en su Memorial (1748). Además de estas esculturas que proporcionarían al escultor experiencia en la labra en piedra, hizo siete esculturas que fueron muy celebradas en la Corte por los inteligentes. Muerto su maestro, trabajó con el yerno de éste hasta 1731, según afirma Ceán.
Este mismo año contrajo matrimonio con Custodia Hernández de Paredes, natural de Medina del Campo, de quien nacerían dos hijos, Andrea y Bruno, y estableció obrador propio primero en la calle Hortaleza y después, desde 1740, en la calle de los Fúcares. En 1755, viudo de su primera mujer, hizo inventario de sus bienes para repartir la dote de Custodia y la mitad de los gananciales entre sus hijos, antes de contraer un segundo matrimonio en 1759, con una joven sevillana, Antonia Ros Zúcaro, que vivía en la casa del Príncipe Pío y gozaba de una alta posición social; pero este matrimonio no había de durar más que dos años. Aquejado por la melancolía y ciego en los últimos años de su vida, murió por accidente.
Entre 1740 y 1767 hay unos años de gran actividad del escultor acompañado por un éxito que irá en aumento. Luis Salvador Carmona se debió aproximar pronto a Olivieri, escultor carrarés llegado a España en 1740, para ponerse al frente del obrador del Palacio Real, ya que en 1743 aparece colaborando en los adornos, máscaras y trofeos que se estaban realizando según el plan trazado por Sacchetti. Asistía también Carmona a la Junta Preparatoria de la Academia que funcionaba desde 1744, dirigida por Olivieri. Dentro de estas relaciones preacadémicas en 1744, encontrándose ya con méritos suficientes y titulándose a sí mismo “antiguo profesor de escultura de esta villa”, presentó a la junta dos modelos en barro —un Hércules y un modelo vivo en postura muy especial—, alegando que había asistido a los estudios de la Academia desde su primer establecimiento y con notable aplicación y solicitaba “se le diese lugar y asiento” después de los maestros y delante de los discípulos al igual que a Felipe Boiston, a lo que la Junta accedió en consideración a su habilidad, “nacimiento, buenas costumbres y maduro juicio”. De esta manera Carmona ampliaba su primer aprendizaje gremial con la formación académica.
No tuvo tanta suerte el escultor cuando en 1748 elevó un Memorial solicitando el título de escultor del Rey, quizá para equipararse con Felipe de Castro, que había recibido tal nombramiento el año anterior. Acompañaba su solicitud con una relación de obras ya ejecutadas y en su asistencia a los estudios de la Academia desde el principio y nombraba como testigos a Baltasar de Elgueta, intendente con quien mantenía excelente relación, Fernando Treviño y a los directores, y añadía una frase jactanciosa muy propia de la época: “Ha contribuido con el mayor empeño a que la nación se aplique a tan honrosas ocupaciones” y “tiene muchos discípulos”. La contestación de los directores Olivieri, Van Loo, Castro y González Ruiz fue negativa y acusa el malestar que había producido el tono pretencioso de Carmona.
Fue necesario esperar hasta 1752 en que, establecida la Academia, fuera nombrado en ese año teniente director de Escultura junto a Pascual de Mena y Michel a las órdenes de Olivieri, director de Escultura de la Real Institución. A raíz de este nombramiento su asistencia a la Academia fue regular y continua. A la muerte de Olivieri fue elegido por votación Pascual de Mena para sucederle, frustrándose así las expectativas de Carmona. Su actividad académica prosiguió sin interrupción hasta 1765 en que pidió la jubilación debido a sus achaques y falta de vista, lo que le concedieron con voz, voto y sueldo.
El trabajo en el Palacio Real y las actividades académicas hicieron que Salvador Carmona estuviera muy bien considerado en los medios artísticos de la Corte y gozara de una amplísima clientela. Entre ella se contaban altos eclesiásticos, como el obispo de Oviedo, Agustín González Pisador, que fue albacea de su segunda esposa, y concedió indulgencias a algunas imágenes realizadas por el escultor cuando aún se encontraban en su obrador. Es el caso del Cristo del Perdón de Nava del Rey.
También Álvaro de Mendoza, arzobispo de Farsalia y capellán del Rey, concedió indulgencias a la Divina Pastora “que tiene en su casa Luis Salvador Carmona” y que el escultor regalaría al Convento de Capuchinas de Nava del Rey. El obispo de Puebla de los Ángeles sufragó la Magadalena de Torrelaguna. Formaban también parte de su clientela la mayoría de los conventos de la Corte, masculinos y femeninos, los jesuitas y las parroquias, oratorios y cofradías de Madrid. También algunos nobles y hombres ilustres de la Corte, como el marqués de Estepa, el marqués de la Bañeza, el conde de Saceda, el marqués de Murillo, el marqués de Belzunce y caballeros de Santiago y del Real Consejo que pertenecían a la Real Congregación de San Fermín de los Navarros. Esta extensa clientela hizo posible los innumerables encargos para Madrid y provincias y la difusión de su obra por diversos puntos de la geografía española, Filipinas e Indias. Carmona no llegó a ser escultor del Rey, pero trabajó a la sombra de la Corona en las parroquias de La Granja y para el propio Felipe V en el Panteón de la Colegiata.
La obra de Luis Salvador Carmona ofrece, al igual que la de otros escultores contemporáneos, una actividad desdoblada: por un lado, las obras de carácter oficial que le hacen participar de las corrientes del arte internacional y, por otro, encargos de imaginería tradicional en los que consigue verdaderas imágenes de devoción. Su colaboración en Palacio comprende, además de algunos adornos, los seis reyes pertenecientes al programa del padre Sarmiento entre los que destacan Felipe IV, inspirado en los retratos de Velázquez, la hermosa doña Sancha y sobre todo Juan V de Portugal, “muy bien planteada y muy bien concluida”, en opinión de Olivieri, que alcanzó la más alta valoración —20.000 reales— de todos los reyes de la serie. También hizo dos medallas para el piso principal. Importante obra es la Medalla del Panteón de Felipe V en La Granja, con el Cristo de la Victoria, realizada en estuco. El busto de mujer velada que conserva la Academia de San Fernando está fechado en 1752, año de su nombramiento como teniente director de Escultura.
El otro plano de su actividad, el de la escultura en madera, exigió al escultor la asimilación de la memoria del pasado de la tradición imaginera. Hizo una difícil síntesis de la imaginería castellana y andaluza. Entre lo castellano la influencia de su maestro Villabrille y Ron debió de ser determinante. También debió de suscitar en su aprendiz la admiración por Manuel Pereira cuyo Cristo del Perdón copió para La Granja (1751), Nava del Rey (1755) y Atienza. La sugestión de Gregorio Fernández se deja sentir en el Crucificado del Museo Nacional de Escultura (Valladolid) y en el Cristo Flagelado del Olivar de Madrid. Entre lo andaluz, ejerció sobre él una gran seducción Pedro de Mena, quien le inspira el modelo para las Vírgenes Dolorosas de La Granja, de la Quinta Angustia de León y Salamanca, así como la Magdalena o Santa María Egipcíaca. Algunas de sus creaciones más personales son la Virgen del Rosario, de la que se conserva una serie bien representada por las de La Granja y Vergara; la Inmaculada de Lesaca, quintaesencia del rococó, y San Miguel Arcángel, en los ejemplares de Vergara, Rascafría e Idiazábal. Algunas de sus santas, como Santa Teresa o Santa Librada, están animadas por un pathos berninesco. Obras como Santa Inés o la Santa Rita de Casia, ambas en La Granja, ofrecen dos versiones de la belleza, la de la elegancia mundana y la austeridad monjil, inspirada en estampas francesas que el escultor tenía en su obrador, “estampas de París y otras partes, de distintas hechuras y láminas que sirven de diseños para la escultura”. Su arte aristocrático y exquisito hace de Salvador Carmona el mejor escultor cortesano del siglo XVIII.
Obras de ~: con Villabrille, San Isidro y Santa María de la Cabeza, puente de Toledo, Madrid, 1723; con Villabrille, San Fernando, Hospicio (hoy Museo Municipal), Madrid, 1726; Adornos, máscaras y trofeos, Palacio Real, Madrid, 1743; Cristo del Perdón, La Granja (Segovia), 1751; Divina Pastora, Convento de Capuchinas, Nava del Rey (Valladolid); Magadalena, Torrelaguna (Madrid); Felipe IV, doña Sancha, Juan V de Portugal, Palacio Real, Madrid; Medalla del Panteón de Felipe V, Cristo de la Victoria, La Granja (Segovia); Mujer velada Academia de San Fernando, Madrid, 1752; Cristo del Perdón, Nava del Rey (Palencia), 1755; Cristo del Perdón, Atienza (Guadalajara); Crucificado, Museo Nacional de Escultura, Valladolid; Cristo Flagelado del Olivar, Madrid; Vírgen Dolorosa, La Granja (Segovia); Vírgen de la Quinta Angustia, León; Vírgen de la Quinta Angustia, Salamanca; Virgen del Rosario, La Granja (Segovia); Virgen del Rosario, Vergara (Guipúzcoa); Inmaculada, Lesaca (Navarra); San Miguel Arcángel, Vergara (Guipúzcoa); Santa Inés, La Granja (Segovia); Santa Rita de Casia, La Granja (Segovia).
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María Concepción García Gainza