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Vermudo III

Biografía

Vermudo III. ?, 1017 – Tamarón (Burgos), 30.VIII.1037. Rey de León, último Rey de la dinastía astur.

Era hijo de Alfonso V y de Elvira Menéndez. Tenía once años cuando mataron a su padre ante los muros de Viseo el 7 de agosto de 1028. En su minoridad va a estar acompañado por su madrastra la reina doña Urraca, hermana de Sancho el Mayor de Navarra. Alfonso V había logrado el restablecimiento de las estructuras, la disciplina común que sigue a la vigencia continuada del conjunto de normas legales establecidas y una preeminencia del reino-imperio leonés.

En los primeros meses del reinado del joven monarca muchos nobles van a intentar romper esa disciplina que Alfonso V había impuesto sublevándose por las diferentes partes del reino. Documentos posteriores nos dicen que “así como la muerte se llevó al gran príncipe Alfonso se mostraron entonces muy altivos los adversarios de la iglesia en toda la tierra que regía el ya nombrado príncipe”. Y nos dan los nombres de alguno de ellos. Ecta Rapinatiz lo hace en la zona de Astorga apoderándose de bienes de esta diócesis y el propio obispo astorgano Jimeno muere en uno de los encuentros con los sublevados. En la misma zona matan al delegado regio Berino que actuaba contra los malvados. En Galicia tuvo lugar la mayor rebelión de estos años protagonizada por Oveco Rudesíndiz, que tenía por delegación de Alfonso V el mandato sobre Lugo y una serie de castillos en atención a que era primo de la reina Elvira Menéndez. Muerto Alfonso, la reina Urraca reclamó el territorio que estaba bajo el dominio del conde gallego, pero Oveco se hizo fuerte con los suyos en Lugo. Vermudo llegó a este lugar haciendo huir al rebelde, reclamándole todos los territorios que su padre le había confiado. El conde desoyó el requerimiento del monarca, abandonó sus deberes de fidelidad y servicio y se acogió al patrocinio del conde Rodrigo Romániz. En el año 1029 fue sometido el rebelde y todos sus bienes fueron dados a la iglesia de Lugo. Es manifiesto el sentido de generalidad territorial en que hubieron de mostrarse los diversos rostros del desorden como se ve también por la sublevación de Fernán Gutiérrez, conde de Monzón.

A comienzos del año 1029 todo parece haberse calmado por el testimonio documental que se posee, que afirma la presencia de Vermudo ya afirmado en su trono y gobernando el reino-imperio.

El 13 de mayo de 1029 tenía lugar el acontecimiento dramático narrado en el Romanz del infant García.

Este suceso que aconteció en la ciudad de León habría de tener grandes consecuencias para el condado de Castilla y tendría un gran eco en literatura. Se trata de la muerte del joven García Sánchez cuando vino a León a visitar a su prometida Sancha, hermana de Vermudo III. García Sánchez había sucedido a su padre Sancho García en el año 1017 a la tierna edad de siete años. En torno al pequeño conde aparece enseguida una camarilla entre los que se encuentran el obispo de Burgos-Oca, algunos miembros de la familia condal, la madre del conde, Urraca, y su tía la abadesa de Covarrubias.

La documentación nos ha dejado la huella de la división dentro del grupo que detenta la tutoría del conde entre los partidarios de un acercamiento a la casa de Navarra gobernada por su cuñado Sancho el Mayor y los que buscan una alianza con León donde reina su primo Alfonso. Y unos y otros aprovechan la debilidad del conde para enriquecer sus respectivas casas nobiliarias. En 1021 muere la condesa madre Urraca y muchos nobles que rodean a García se muestran más proclives a una buena relación con el rey leonés. En 1027 García, ya mayor de edad, prescinde de la camarilla nobiliaria que le había rodeado hasta entonces. Era hora de contraer matrimonio y sus consejeros se inclinan por Sancha, hija de Alfonso V. La boda se había fijado para la primavera del año 1029.

Lo que ocurrió después viene relatado en una de las piezas más impresionantes de la epopeya castellana, el Romanz del Infant García, que nos narra el trágico fin del último descendiente varón de Fernán González. El conde García Sánchez se dirigió a León acompañado de su cuñado el rey de Navarra. En Monzón fue recibido con todos los honores por Fernán Gutiérrez y pusieron rumbo a la capital del reino leonés. El conde con su comitiva se dirigió al cercano pueblo de Trobajo y allí estableció su campamento, mientras Sancho de Navarra lo hacía a una mayor distancia. Deseoso de ver a su futura esposa, se internó García en León con cuarenta caballeros. Mientras los novios hablaban cerca de la iglesia de San Juan Bautista, llegaron desde las Somozas Íñigo y Rodrigo Vela con sus gentes y, después de provocar una discusión, mataron a varios caballeros castellanos, acometieron al joven conde y le asesinaron, sin hacer caso de los desesperados gritos de la joven novia que contaba a la sazón con quince años de edad. Los cantares de gesta, las crónicas posteriores y los juglares afirman que doña Sancha llevaba como dote las discutidas tierras que estaban entre el Cea y el Pisuerga y todas las luchas posteriores, incluida la de Vermudo III y Fernando, estaban motivadas por esta donación que llevaría aparejada la concesión del título de rey para los condes castellanos. El estudio de la documentación ha llevado a historiadores de nuestros días a mantener que esto es una falsa imagen, pues no hubo nunca tal dote, ni tales tierras estuvieron regidas nunca por los condes de Castilla, ya que allí estaban los condes de Carrión desde hacía más de ciento cincuenta años.

La muerte de García Sánchez en León legitima ya la acción abierta de Sancho de Navarra en Castilla, pues el condado pasaba a manos de su esposa, Mayor, hermana del conde asesinado. Sin embargo, no está en su propósito la anexión de Castilla, antes, al contrario, respeta la unidad territorial y jurídica de la mandación y la transmite como tal en herencia a su segundo hijo Fernando designado como conde bajo la autoridad teórica del rey de León. Nada tuvo que ver Vermudo con la muerte de García Sánchez, pues, al parecer, se encontraba en Asturias.

No se encuentra aún explicación a que los notarios de algunos documentos de finales del año 1029 y enero de 1030 hagan mención a “rey Sancho en León y en Castilla”, o nos digan que “el rey Sancho reinaba en Nájera, en Castilla y en León”, pues la documentación leonesa de estos meses no deja lugar a dudas en cuanto a que en León reina e impera Vermudo.

Lo que sí parece producirse ahora es un acercamiento en estos meses entre ambas coronas y hasta se habla de un pacto en el que Sancho, como hermano de la reina Urraca madrastra de Vermudo III, sería el protector del joven monarca leonés. No se olvide que la madre de Sancho y de Urraca era Jimena de la familia leonesa de los Flaíniz, uno de cuyos miembros era gobernador de la ciudad de León, y asidua en la Corte leonesa después de la muerte de Alfonso en 1028. Urraca participa activamente en las acciones de gobierno como se puede ver por la documentación de estos años. En 1032 el acercamiento a Navarra es mayor, si cabe, al producirse el matrimonio del segundogénito del rey navarro, Fernando, con Sancha la malograda prometida del conde García. Este matrimonio se ha de entender como un indicio de las buenas relaciones entre ambas Casas reales.

A mediados del año 1032 vuelven los conflictos internos y las sublevaciones nobiliarias contra Vermudo III en todo el reino de León. Dos matrimonios de Villafalé proclaman su desobediencia al monarca y se acogen al patrocinio de Fernán Gutiérrez.

En Lugo el conde Rodrigo Romániz capitaneaba una banda de vascones y lombardos que se dedicaron a saquear y devastar el territorio. En tierras de Compostela Sisnando Galiáriz, nieto de Menendo González, con sus cinco hermanos y otros rebeldes depredó diversos lugares y dio muerte a varios hombres. También en Tierra de Campos se dejó sentir la rebelión de varias familias poderosas. Todo ello nos hace pensar en un desorden interno que algunos historiadores han atribuido a la influencia navarra. A ello hay que unir que este año se produce una sequía general que trajo consigo pérdidas de cosechas y hambre generalizada.

El propio obispo Vistruario de Santiago de Compostela que había sido padrino del rey Vermudo, “pisoteó con sus costumbres depravadas la doctrina de la santa vida y fue arrojado a la cárcel” por el monarca.

Todos estos desórdenes producidos en los años 1032 y 1033 hacen posible la intervención de Sancho el Mayor de Navarra en el reino de León en el año 1034, lo que ha dado lugar a diferentes interpretaciones por los cronistas e historiadores no siempre concordantes con la documentación de la época.

El 9 de enero de 1034 nos dice la documentación que rige el “reino imperio Vermudo rey de León”, confirmando el documento aparece el obispo leonés Servando. Cuatro días más tarde aparece “el serenísimo gran príncipe Sancho, por la gracia de Dios rey piadoso y grande”, “protegido por la virtud de Cristo, Servando, por la gracia de Dios obispo de León” en la propia documentación leonesa. A finales de este mes de enero se encuentra a Vermudo III en Sahagún donde el presbítero Florencio recibe el monasterio de San Pelayo sito en Grajal de Campos. En confirmación del documento el monarca recibe un caballo rosillo con su silla y su freno. También viene confirmado este documento por el obispo Servando.

De Sahagún partió Vermudo para Galicia con el fin de someter a los rebeldes y seguir con la conquista iniciada por su padre del territorio portugalense. Entre febrero y diciembre del año 1034 está Sancho y su Corte en León. Los documentos nos dicen que “reinando el serenísimo príncipe nuestro Sancho, rey de León”. Sampiro es elevado a la dignidad episcopal de Astorga a mediados de este año por el rey navarro.

La última vez que se encuentra la referencia al reinado de Sancho en la documentación leonesa es el 2 de febrero del año 1035. Algunos historiadores han interpretado la intervención de Sancho en el reino de León en este año 1034 como una muestra de las supuestas ambiciones imperialistas y conquistadoras del rey navarro. Esta versión dada ya por la Crónica Silense y las en ella inspiradas, ha hecho que algunos historiadores nos presentaran a Sancho como un invasor lleno de pretensiones, manteniendo continuamente un estado de enemistad entre su Corona y el Trono leonés.

Las circunstancias por las que pasaba el reino de León en los años de la minoría de Vermudo, la presencia de la reina navarra al lado de su hija Urraca, madrastra del joven monarca, hace pensar a otros que esta presencia se debiera más a un deseo protector de la autoridad de Vermudo. La historiografía más reciente ha llegado a la conclusión de que la presencia de Sancho se debiera a un acuerdo y no a una manifestación de hostilidad. Se asistiría, por tanto, a un lenguaje exagerado de los escribas en las calendaciones de sus documentos que tan sólo pretenden recoger la presencia efectiva de la monarquía navarra en estas tierras. Es así como se entiende la conducta del obispo Servando a quien se ve confirmando documentos ya al lado de Vermudo, ya al lado de Sancho, o la de Sampiro el fiel cronista de los reyes leoneses, aceptando la dignidad episcopal de manos del rey navarro.

Por otra parte, no se tienen noticias de castigos, ni de confiscación de bienes de nadie que hubiese participado en la entrega de territorios a Sancho, antes bien, todos continúan en sus condados. No hay noticia alguna en los documentos de la época que nos indique la existencia de batallas o algo que se pareciese a una guerra. Es difícil suponer que el día 2 de febrero del año 1035 “reine Sancho desde Ribagorza hasta Astorga” y el 15 del mismo mes esté Vermudo “rey por la gracia de Dios, juntamente con mi esposa la reina Jimena, que el Señor afirme el cetro de nuestro reino”, en Palencia confirmando a la sede palentina y a su obispo Poncio las propiedades y los débitos de una serie de lugares que se extendían hasta Santillana.

Confirman este documento los obispos Servando de León y Sampiro de Astorga, amén de otros obispos y magnates que son los mismos que figuran en las confirmaciones de los documentos extendidos bajo el mandato de Sancho. Ésta es la primera noticia del matrimonio de Vermudo con Jimena que la mayor parte de los historiadores hacen derivar de la familia condal castellana de acuerdo con el epitafio de su tumba, y otros de la navarra, dado que en Castilla no era frecuente tal nombre.

La documentación tan lacónica como siempre en estos años de la Alta Edad Media sigue dándonos pocos datos sobre las actividades del rey. Dada la unilateralidad de la documentación que ha llegado hasta nosotros, los monasterios y las iglesias siguen recibiendo cuantiosas donaciones ratificadas por el rey y su esposa. El último documento real que se nos ha conservado de este reinado es del 9 de junio del año 1037 en el que Vermudo y Jimena conceden al monasterio de Celanova la jurisdicción sobre los hombres que habitan en el territorio del monasterio y sobre los que vengan a habitar en él, territorio que queda perfectamente delimitado. Este mismo año se iba a producir el triste final del joven rey leonés, último de la dinastía astur.

No se saben los motivos de la enemistad de Vermudo III y su cuñado Fernando. Lo cierto es que ambos se enfrentaron en la batalla de Tamarón y que el combate fue muy duro y mortífero por ambas partes, al decir de los cronistas. Con el fin de romper el orden del ejército enemigo, el valiente rey leonés incitó a su caballo, famoso por su ligereza, del que los cronistas han conservado su nombre, “Pelayuelo”, probablemente porque fuese aquel caballo rosillo que recibió Vermudo del presbítero Florencio cuando le concedió el Monasterio de San Pelayo de Grajal, y se lanzó contra el enemigo. No pudo ser seguido por sus fieles por lo que se vio solo y sin defensa cayendo víctima de una lanzada que le atravesó la cara. Ocurría este dramático suceso a finales de agosto de 1037. El Salterio de Fernando I dice que “murió en la guerra el fuerte guerreador Vermudo en la feria IV del mes de septiembre del año 1037”. Un obituario de la catedral de León sitúa el hecho el 30 de agosto: “Este mismo día fue muerto en combate el rey don Vermudo”, pudiendo, pues, coincidir con la fecha del Salterio, si bien este día fue martes y no miércoles.

El que mejor resume el sentir de los cronistas e historiadores antiguos sobre este monarca es, sin duda, el autor de la Crónica Silense cuando dice: “Y a mí al escribir ahora sobre la muerte de tan gran rey y considerar la nobilísima dignidad de su cetro, me invade un dolor profundo. Él constituido rey en su niñez, no se sintió atado a las apetencias lascivas, propias de su edad, sino que, sobreponiéndose a ellas desde el comienzo de su reinado, comenzó a regir las instituciones públicas y a defenderse de las gentes perversas como padre piadoso y providente [...]. He aquí cómo muere el justo y nadie se para a considerarlo”.

 

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José María Fernández del Pozo