Díaz de la Vega, Rodrigo. ?, s. XIV– c. 1375. Vigesimosexto maestre de la Orden de Alcántara.
Hijo de Diego Laso de la Vega y de Elvira Salcedo, fue hermano, por tanto, de Elvira Íñiguez, madre de algunos bastardos de Enrique II, entre ellos de Alfonso de Noreña.
Fue hombre de la absoluta confianza de Enrique II, de modo que, siendo comendador mayor de la Orden de Alcántara, fue destacado como representante del nuevo régimen en la Corte aragonesa, y allí se hallaba cuando en el transcurso de 1370 la facción enriqueña de la Orden, acaudillada por su clavero, Diego Martínez, expulsó de su sede conventual al maestre Melen Suárez, legitimista y filoportugués, obligándole a refugiarse en tierras del vecino reino bajo la protección de Fernando I. Este hecho venía a poner colofón a una desleal y sorprendente trayectoria del maestre con la que Enrique II quiso terminar de manera inmediata transmitiendo al capítulo de la milicia su deseo de que fuera elegido un nuevo maestre, y que tan alta dignidad recayera en un incondicional suyo como era Rodrigo Díaz de la Vega. Probablemente el clavero Diego Martínez esperaba ser el beneficiario de la nueva elección, y quizá con él estuviera un sector significativo de la oligarquía capitular, pero lo cierto es que fue respetada la voluntad del Monarca, y Rodrigo Díaz de la Vega fue convertido en maestre sin siquiera estar presente en el acto de elección.
De él esperaba el Rey la plena reintegración de la Orden a la obediencia trastamarista y la eliminación de la proclividad de algunos enclaves de su señorío a favor del monarca portugués, incluso después de que se formalizasen las paces de Alcoutim en marzo de 1371. Rodrigo Díaz de la Vega que, con su presencia en las Cortes de Toro de aquel año, avalaba el programa restaurador de la dinastía Trastámara, se aplicó a su cometido, especialmente cuando a partir de julio de 1372 Fernando I de Portugal quiso romper los acuerdos alcanzados en Alcoutim, y sumándose a las ensoñaciones del nuevo pretendiente al trono de Castilla, Juan de Gante, se dispuso de nuevo a hacer la guerra a Enrique II. Éste, sin embargo, se adelantó penetrando en Portugal —la villa de Alcántara fue paso preferente de las tropas castellanas—, y el maestre de Alcántara, junto al de Santiago, el conde de Niebla y otros vasallos andaluces del Rey, contribuyó decisivamente a neutralizar, a comienzos de 1373, una ofensiva que hubiera resucitado el filolusismo de no pocos enclaves del señorío alcantarino.
Hay que reconocer, sin embargo, que no fue el maestrazgo de Rodrigo Díaz de la Vega un momento de especial brillantez para la Orden de Alcántara. Es muy poco lo que sabemos de su gestión, reducida a confirmar media docena de privilegios concedidos por sus antecesores a algunas villas de su señorío, entre ellos el que en enero de 1372 otorgó al concejo de Morón, que diez años antes a punto estuvo de ser enajenado del patrimonio alcantarino por un acuerdo establecido por el maestre Suero Martínez con el rey Pedro I.
No sabemos exactamente cuándo murió el maestre Rodrigo Díaz de la Vega. Probablemente a finales de 1375. En los primeros meses de 1376 gobernaba ya la Orden su sucesor, Diego Martínez. Dejó un hijo del mismo nombre que sería freire alcantarino.
Bibl.: F. Lopes, Crónica de D. Fernando, ed. de S. Dias Arnaut, Porto, s. f., págs. 331 y 339; F. de Rades y Andrada, Chronica de las Tres Ordenes y Cauallerias de Sanctiago, Calatraua y Alcantara, Toledo, 1572 (ed. facs. Barcelona, 1980), Chronica de Alcantara, fols. 31r.-v.; A. de Torres y Tapia, Crónica de la Orden de Alcántara, Madrid, Imprenta de Gabriel Ramírez, 1763, II, págs. 131-137 y 182; P. López de Ayala, Crónicas, ed. de J. L. Martín, Barcelona, Planeta, 1991, pág. 460; B. Palacios Martín (ed.), Colección Diplomática Medieval de la Orden de Alcántara (1157?-1494), I. De los orígenes a 1454, Madrid, Editorial Complutense, 2000, págs. 466-469; F. Novoa Portela, “La Orden Militar de Alcántara y la monarquía castellana durante los primeros Trastámaras (1369-1390)”, en Anuario de Estudios Medievales, 34, 1 (2004), en especial págs. 86-89.
Carlos de Ayala Martínez