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Bernardo de Balbuena

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Biografía

Balbuena, Bernardo de. Valdepeñas (Ciudad Real), c. 1562 – San Juan de Puerto Rico (Puerto Rico), 11.XI.1627. Escritor.

No se posee ningún documento oficial que certifique la fecha y el lugar de nacimiento de Bernardo de Balbuena, pero sí documentos indirectos (a los que alude Horne) que permiten atestiguar que nació hacia el año 1562 en Valdepeñas. Tampoco existe ningún documento sobre la fecha en que Balbuena se trasladó a América; sin embargo, todo hace suponer que lo haría en 1564, llevado por su padre, quien estaba afincado en la Nueva España desde joven y al que se le otorga una licencia en ese año para regresar a su hacienda de Nueva Galicia.

El primer documento directo sobre Balbuena es del año 1585 y hace referencia a que es estudiante en México. También, a través de otros documentos como son la “Carta al Arcediano Don Antonio Ávila”, contenida en la edición de su Grandeza Mexicana, la “Introducción” a su Bernardo y, particularmente, el memorial de 1592, que redacta conjuntamente con su padre y al que se añaden otros importantes documentos que llegan hasta el año 1607 (conservado en el Archivo de Indias), se pueden establecer con bastante fiabilidad los datos biográficos de Balbuena antes y después de 1585, tal como minuciosamente ha realizado Horne. Su infancia y los años de juventud hasta 1580, aproximadamente, transcurrieron en distintos lugares del actual estado de Jalisco —Compostela, San Pedro Lagunillas, Guadalajara—, donde su familia poseía tierras e influencias, realizando estudios en Guadalajara en los años anteriores a 1580, fecha en la que se traslada a México para estudiar en uno de sus colegios. En la “Carta al Arcediano” alude a que “siendo colegial en uno de sus colegios” obtuvo el primer premio en tres justas literarias que se celebraron en México, lo que nos muestra su incipiente vocación literaria. Estas justas se celebraron en los años 1585, 1586 y 1590, fechas en las que está en México, aunque desde el año 1586 residía en Guadalajara.

En 1586, o muy poco antes, fue ordenado sacerdote, iniciando su carrera eclesiástica. Su primer destino fue la capellanía de la Audiencia de Guadalajara, donde permaneció hasta 1592, año en el que pasa a desempeñar el puesto de cura de San Pedro Lagunillas, situación que perdura hasta el año 1602 en que se traslada a México. En ese año Balbuena tiene cuarenta años y no ha logrado prosperar en la carrera eclesiástica ni en la literaria, puesto que, aunque ya en esa época tenía escrita su novela pastoril El Siglo de Oro en las selvas de Erífile y gran parte de su poema épico Bernardo, todavía no había editado ningún libro. Sus ansiedades literarias se unen a las profesionales y su ida a México se le presentó como la única tabla de salvación en aquel momento. Ya en México, hacia 1603, reflejaba en el capítulo cuarto de su Grandeza Mexicana, a través de numerosos tercetos, el hastío y la desesperación por haber vivido tanto tiempo en aquel remoto mundo rural de San Pedro Lagunillas: “Pueblos chicos y cortos todo es brega,/ chisme, murmuración, conseja, cuento,/ mentira, envidia y lo que allí se llega/ [...] porque vivir en tierras miserables/ son galeras de Dios en este mundo”. No menos expresivo es el final de su “carta al Arcediano”, donde señala, refiriéndose a México: “fuera de esta rica ciudad casi de todo punto desierto y acabado, en lo que es trato de letras, gustos, regalos y curiosidades de ingenio”.

De 1602 a 1604 Balbuena pasó la mayor parte del tiempo en México, tratando de conseguir algún puesto eclesiástico tanto en esa ciudad como en Tlaxcala, Guadalajara e, incluso, Lima, tal como se deduce de distintos informes que aluden a sus solicitudes (J. Horne, 1940: 48-51). La publicación de sus obras literarias podía ser una buena baza para lograr ese objetivo, tal como se demuestra en el hecho de que la Grandeza Mexicana apareciese en el mismo año en dos ediciones distintas por su dedicatoria, la de Ocharte, dirigida al arzobispo de México, y la de Dávalos, dirigida al conde de Lemos, presidente del Consejo de Indias. Al no conseguir su propósito decide viajar a España para poder seguir más directamente las gestiones tendentes a lograr una mejor posición eclesiástica. Gracias a la información suplementaria de Valladolid (1604), añadida al citado memorial de 1592, se sabe que en 1604 obtuvo la licenciatura por la Universidad de México.

En 1606 llega a España. Previamente había enviado el Siglo de Oro para su publicación y trae consigo cartas de recomendación que pasarán a formar parte del memorial citado de 1592-1607. En 1607 consigue el doctorado en Santa Teología por la Universidad de Sigüenza y en 1608 se publica su Siglo de Oro, lo cual añadía unos méritos indudables en que apoyar sus peticiones de un cargo eclesiástico. El resultado fue su nombramiento como abad de Jamaica, el 29 de abril de 1608, en el que intervino decisivamente Pedro Fernández de Castro, conde de Lemos, al que de nuevo había dedicado el libro recién publicado.

Hasta el verano de 1610 Balbuena no salió para América. Tal dilación se debió principalmente a la necesidad de conseguir de Roma las bulas necesarias para ejercer su cargo en Jamaica. Durante este período intentó publicar el Bernardo, tal como atestigua la aprobación de Mira de Amescua fechada el 9 de febrero de 1609. Sin embargo, parece ser que los gastos ocasionados por su traslado a América le impidieron realizar su propósito. Hacia 1615 vuelve a intentar publicar el Bernardo, como se evidencia por el momento en que escribe el “Prólogo” en el que se menciona: “este libro, que pudiera haber salido a dar cuenta de sí muchos años ha, pues de diez que se le concedieron de privilegio, son pasados más de seis”. Teniendo en cuenta que el privilegio firmado por Amescua es del año 1609, hacia 1615 Balbuena creía que por fin su libro se editaría, algo que no ocurrió y por razones que se desconocen.

Cartas e informes, propios y ajenos, permiten reconstruir bastante fielmente la biografía de Balbuena desde su llegada a Jamaica hasta su muerte. Horne (J. Horne, 1940: 61-114) los utiliza exhaustivamente, mostrando a un hombre que es calificado en distintos informes como “pacífico, prudente y sabio”, prototipo de una clase social alta que lucha por conseguir privilegios y mejorar su situación personal. El título de abad era honorable, pero Jamaica era un lugar pobre y con difícil comunicación. De ahí que, por una parte, solicite que la abadía se convierta en obispado y, por otro lado, que le trasladen a México, Tlaxcala o Lima. Balbuena no conseguiría volver a México, la ciudad que tanto había ensalzado, pero sí logró el puesto que ambicionaba, el de obispo, al ser nombrado el 31 de agosto de 1619 para ocupar la vacante de Puerto Rico.

Balbuena llega a Puerto Rico en 1623, después de estar en Santo Domingo parte de los años 1622 y 1623, participando en el concilio allí celebrado en esas fechas, y donde fue consagrado como obispo. Aunque con parecidos problemas de aislamiento que Jamaica, Puerto Rico era un lugar más grande y próspero. Allí pasó el resto de sus días hasta su muerte en 1627. Antes, en 1625, tuvo que sufrir el incendio de su casa y la pérdida de su biblioteca que, lo mismo que la ciudad de San Juan, fue arrasada por piratas holandeses. Sin embargo, obtuvo la compensación, en aquellos últimos años de su vida, de ver publicado su largo poema Bernardo en el año 1624.

No se tiene constancia de que, al margen de las tres señaladas, otras obras suyas quedasen en manuscrito a la espera de ver la luz editorial. Sin embargo, en el soneto de Miguel Zaldierna de Mariaca que aparece en los preliminares de la Grandeza Mexicana se alude a otras obras: “Danos tu Universal Cosmografía,/ de antigüedades y primores llena,/ el divino Cristianos, la Alteza/ de Laura, el Arte nuevo de poesía,/ y sepa el mundo ya quién es Balbuena”. Ninguna otra mención se conserva referente a estas obras que, probablemente, no pasarían de ser proyectos literarios.

La Grandeza Mexicana se publicó en México en 1604. El poema, que alcanza los tres mil versos, es un canto elogioso a la ciudad de México, panegírico que entronca con la tradición humanística que ve la ciudad como el centro de la cultura. Como antecedentes, relativos a la ciudad de México, pueden citarse obras de Francisco Cervantes de Salazar, Juan de la Cueva y Eugenio de Salazar, si bien todas ellas son muy inferiores literariamente al poema de Balbuena. La exagerada alabanza que hace de la ciudad, al margen de reflejar un tópico en este tipo de obras, es fruto de su más íntimo modo de sentir. Los años anteriores, vividos en San Pedro Lagunillas y Culiacán, fueron penosos para él y su llegada a México reavivó su amor a la ciudad, en la que podía ver colmadas sus aspiraciones culturales y sociales. Por eso, la Grandeza Mexicana es, al contrario de la conocida obra de fray Antonio de Guevara, una “alabanza de corte y menosprecio de aldea”. El poema se acompaña de dos textos en prosa, de mayor extensión que el propio poema (“Carta al Arcediano” y “Compendio apologético en alabanza de la poesía”), cuya finalidad es mostrar la erudición del autor. La utilización de la literatura como medio de elevación social explica, en definitiva, este tipo de textos.

El Siglo de Oro en las selvas de Erífile se publicó en Madrid en 1608. Se trata de una novela pastoril que se distancia del modelo habitual, la Diana de Montemayor. Balbuena entronca directamente con el modelo más clásico del género, la Arcadia de Sannazaro, y a través de él con Virgilio y Teócrito. Carente de acción, el Siglo de Oro se presenta a los lectores como una obra estática, adecuada para el deleite reposado que cada una de sus páginas presenta. Sigue Balbuena fielmente las directrices de Sannazaro, imitando, en el sentido renacentista del término, tanto desde el punto de vista estructural como temático, la obra del autor italiano. De esta forma, renueva, en un momento en que el género pastoril está en decadencia, los elementos sustanciales de este tipo de obras, cuyas directrices vienen marcadas por el espíritu idealista renacentista de la “armonía”.

Por último, respecto del poema épico El Bernardo o victoria de Roncesvalles, publicado en 1624 en Madrid, cabe decir que fue la obra más ambiciosa de Balbuena. Escrito entre 1585 y 1600, diversas circunstancias impidieron su publicación hasta la fecha indicada. Su monumentalidad (más de cuarenta mil versos) ha sido un inconveniente para el lector actual, restringiendo su conocimiento a los especialistas, que le han dedicado grandes elogios. El Bernardo está influenciado por Boyardo, Ariosto, Ovidio, Virgilio y los poemas homéricos. Descripciones e historias —en las que domina lo fantástico sobre lo histórico— se acumulan de tal modo que el lector apenas es capaz de seguir la historia principal, centrada en el personaje de Bernardo del Carpio. La inventiva de Balbuena encuentra aquí sus máximas posibilidades a través de imágenes y metáforas audaces, superando su habitual estilo manierista mediante estructuras que tienden al barroquismo.

 

Obras de ~: Grandeza Mexicana, México, 1604 (ed., est. preliminar y notas de J. C. González Boixo, Roma, Bulzoni, 1988); Siglo de Oro en las selvas de Erífile, Madrid, 1608 (ed., est. preliminar y notas de J. C. González Boixo, Veracruz, Editorial de la Universidad Veracruzana, 1989); El Bernardo o victoria de Roncesvalles, Madrid, 1624; Poesía lírica, antología, est. prelim. y notas de M. Barchino, Ciudad Real, Diputación, 1999.

 

Bibl.: M. Fernández Juncos, Don Bernardo de Balbuena, obispo de Puerto Rico. Estudio biográfico, crítico, San Juan de Puerto Rico, Las Bellas Letras, 1884; J. Horne, Bernardo de Balbuena. Biografía y crítica, Guadalajara (México), 1940; F. Pierce, “El Bernardo of Balbuena: a baroque fantasy”, en Hispanic Review, XIII (enero de 1945), págs. 1-23; “L’allégorie poétique au XVI siècle. Son évolution et son traitement par Bernardo de Balbuena”, en Bulletin Hispanique, LI, n.º 4 (1948-1949), págs. 382-406, y LII, n.º 3 (1950), págs. 191-228; J. G. Fucilla, “El Siglo de Oro de Bernardo de Balbuena y sus fuentes”, en Relaciones hispanoitalianas, Madrid, Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1953, págs. 77-99; J. Rojas Garcidueñas, Bernardo de Balbuena, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, 1958; J. C. Fucilla, “Bernardo de Balbuena”, en Estudios sobre el petrarquismo en España, Madrid, CSIC, 1960, págs. 259-295; J. Entrambasaguas, “Los sonetos de Bernardo de Balbuena”, en Revista de Letras, n.º 4 (1969), págs. 483-504; F. López Estrada, “Un libro pastoril mexicano: Siglo de Oro de Bernardo de Balbuena”, en Anuario de Estudios Americanos, XXVII (1970), págs. 787-813; c. muñoz fillol, “Bernardo de Balbuena en sus obras”, en Cuadernos de Estudios Manchegos, n.º 2 (1971), págs. 35-134; J. B. Avalle-Arce, “Bernardo de Balbuena”, en La novela pastoril española, Madrid, Istmo, 1974, págs. 209-214; F. Monterde, “Balbuena y su alabanza de México”, en Aspectos literarios de la cultura mexicana, México, Seminario de Cultura Mexicana, 1975, págs. 13-38; J. Pascual Buxó, “Bernardo de Balbuena y el manierismo novohispano”, en Studi Ispanici, 1977, págs. 143-162; G. Bellini, “Presence italiane nell’opera di Balbuena”, en Storia delle Relazioni Letterarie tra l’Italia e l’America di lengua spagnola, Milano, Cisalpino-Goliardica, 1977, págs. 39-44; A. Roggiano, “Bernardo de Balbuena”, en VV. AA., Historia de la Literatura Hispanoamericana, t. I, Época colonial, Madrid, Cátedra, 1982, págs. 213-224; G. Sabat-Rivers, “Balbuena: Géneros poéticos y la epístola épica a Isabel de Tobar”, en Texto crítico, X, n.º 28 (enero-abril de 1984), págs. 41-66; J. C. González Boixo, “La influencia italiana en el Siglo de Oro en las selvas de Erífile de Bernardo de Balbuena”, en Cuaderni di Letterature Iberichi e Iberoamericane, n.º 6 (1987), págs. 5-22; T. Barrera, “Los ‘Emblemas’ de Alciato en la Grandeza mexicana de Bernardo de Balbuena”, en VV. AA., España e Italia. Un encuentro de culturas en el Nuevo Mundo, Roma, Bulzoni, 1991, págs. 23-36; J. C. González Boixo, “El Siglo de Oro en las selvas de Erífile de Bernardo de Balbuena: su posición en la novelística pastoril hispánica”, en Edad de Oro, n.º X (1991), págs. 117-124.

 

José Carlos González Boixo