Álvarez de Toledo y Zapata, Francisco. Toledo, 1452 – Valladolid, 5.IX.1523. Canónigo, maestrescuela, fundador de la Universidad de Toledo, defensor del levantamiento de las Comunidades.
Nació en Toledo en torno a 1452, de ascendencia conversa. Era hijo de Juan Álvarez de Toledo y de Catalina Zapata. Su hermano Fernando fue secretario de los Reyes Católicos. De su niñez, juventud y formación existen pocos datos. Se doctoró en ambos Derechos. Su carrera de honores comenzó en Roma, donde fue familiar del papa Sixto IV. Gozó de la amistad personal de los cardenales toledanos Pedro González de Mendoza y de Francisco Jiménez de Cisneros, los cuales delegaron en él para tomar posesión de la sede toledana en 1483 y en 1495, respectivamente.
Con el cardenal Mendoza, a quien acompañó en 1500 hasta Granada, colaboró personalmente en la conversión de los moros, y con el cardenal Cisneros, del que fue su vicario general, contador de rentas, participó en 1509 en la conquista de Orán con un grupo de ochenta hombres armados pagados de su peculio. Cumplió el testamento de su hermano Pedro López de Toledo procurando la fundación del monasterio femenino franciscano de San Miguel de los Reyes o de los Ángeles, ayudando también con sus propias rentas. Fue receptor del subsidio apostólico de 1482 a 1497.
Fue procesado por la Inquisición en la segunda mitad del año 1500, acusado de herejía, a causa del revuelo organizado en toda Castilla por el inquisidor de Córdoba, Diego Rodríguez Lucero. A petición del reo, su causa fue encomendada por Julio II al cardenal Cisneros el 11 de marzo de 1506, quien lo declaró libre de toda sospecha el 4 de noviembre de 1507.
Practicó el mecenazgo al estilo renacentista. Donó 3.000 ducados para restaurar el monasterio de San Bernardo de Toledo y contribuyó con otras cantidades a la restauración de dos templos de la misma ciudad.
Habiendo regresado a Toledo desde Roma y ejerciendo como maestrescuela de la catedral primada, obtuvo del papa Inocencio VIII la Bula Etsi nos, fechada el 7 de mayo de 1485, por la cual se le facultaba para fundar y organizar un colegio de escolares para clérigos pobres, especialmente para los adolescentes que servían en la catedral como clerizones. Éstos debían manifestar su inclinación al estado eclesiástico y haber cursado ya un año de Gramática antes de ingresar en él. Fue el primer colegio-seminario de España.
Para comenzar su andadura, el cabildo le cedió un edificio propiedad de la Obra y Fábrica en la parroquia de San Andrés, hasta que Francisco pudo comprar uno nuevo muy cerca del antiguo en los terrenos que hoy ocupa el seminario de Toledo. Lo dotó con casi cuatrocientos ducados, nombró al rector y dictó las primeras Constituciones bajo la advocación de santa Catalina. Posteriormente serían adaptadas por el canónigo obrero Diego López de Ayala y redactadas de forma definitiva por su sobrino Bernardino Zapata, maestrescuela de la catedral, siendo confirmadas por Carlos V y por Juana en 1529. El papa León X, en 1522, un poco antes de su fallecimiento, elevó el Colegio al rango de Universidad Pontificia con derecho a conferir grados académicos. A partir de la segunda mitad del siglo xvi ésta quedó bien afianzada y dotada con veinte cátedras, destacando las de Artes, Teología, Derecho y Medicina. Sus aulas fueron frecuentadas desde el primer momento por los alumnos del Colegio de Nuestra Señora de los Infantes y por los del Colegio de San Bernardino. La universidad se extinguiría en 1845.
Una circunstancia que marcó su vida en Toledo fue la toma de postura pública en favor del levantamiento comunero, logrando dar una gran fuerza al movimiento. Juntamente con el canónigo Pedro Suárez formaron parte de la junta comunera. Su casa era lugar habitual de reuniones. Allí parece que los regidores rebeldes redactaron los capítulos que la embajada de Toledo debía llevar al Rey. Una vez que la ciudad de Toledo tomó la decisión de enviar una delegación a las Cortes de Santiago en 1520, Francisco Álvarez reunió a los canónigos para informarles de los planes del ayuntamiento y para proponer que el cabildo se ofreciese a los regidores apoyando todas las acciones que emprendiesen. En un principio consiguió que el cabildo se solidarizase con el ayuntamiento, si bien después cada una de estas instituciones tomaría rumbos distintos. A pesar de simpatizar abiertamente con el movimiento comunero, Francisco se opuso a que Antonio de Acuña ocupase el arzobispado de Toledo, como pretendía. Igualmente mostró su rechazo a la petición de que el cabildo entregase el oro y las alhajas que poseía la catedral como apoyo a los comuneros.
Fracasado el levantamiento, Carlos V, en 1522, hizo público un perdón general del que se exceptuaron algunas personas que se habían significado a favor de la revuelta; uno de los veinte toledanos exceptuados fue Francisco Álvarez Zapata, que fue procesado y encarcelado en Valladolid. En su defensa expuso los grandes servicios que había prestado a la causa real y los daños que había evitado, sosteniendo además que, poco a poco había moderado su postura inicial y que él se había opuesto a la entrega del oro del cabildo y a la exigencia de que éste jurase a la Comunidad.
También indica que fue el primero y el que más procuró y defendió en el cabildo las dos veces que quedó vacante la diócesis que no se hiciese elección de prelado, pues se debía acatamiento y servicio a Su Majestad. En efecto, se había negado a la elección para la mitra toledana del arzobispo de Zaragoza a la muerte del cardenal Cisneros, y a la de Francisco de Mendoza y Antonio de Acuña tras el fallecimiento de Guillermo de Croy. Contradijo igualmente las predicaciones de Santamarina y los intentos del obispo de Zamora de ser nombrado gobernador del arzobispado.
Por todo ello tuvo que ausentarse de Toledo entre junio y noviembre de 1521. En todo caso, se acogía al perdón otorgado por el prior de San Juan en octubre y pedía la libre absolución. La sentencia le fue favorable, pero no pudo disfrutar de ella porque había muerto en la cárcel.
Murió el 5 de septiembre de 1523, estando preso en Valladolid a causa de su apoyo al levantamiento de las Comunidades. Anteriormente había otorgado testamento el 7 de diciembre de 1520, dejando como heredero al Colegio de Santa Catalina, y había redactado un codicilo en Valladolid el 1 de enero de 1523.
El 3 de marzo de 1524 su cuerpo fue trasladado a Toledo.
Fue sepultado con solemnes pompas fúnebres en tierra de su propiedad, en el lugar donde tenía su casa y la sede del Colegio y Universidad de Santa Catalina.
Al día siguiente, el cabildo le dijo una misa solemne con sermón, que predicó el agustino fray Dionisio Vázquez.
Bibl.: J. Meseguer, “Álvarez de Toledo Zapata, Francisco”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de la Historia Eclesiástica de España, suplemento I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1987, pág. 24; F. Martínez Gil, La ciudad inquieta. Toledo comunera, Toledo, IPIET, 1993; A. Fernández Collado, La catedral de Toledo en el siglo xvi. Vida, arte y personas, Toledo, Diputación Provincial, 1999; M.ª J. Lop Otín, El cabildo catedralicio de Toledo en el siglo xv. Aspectos institucionales y sociológicos, Madrid, Fundación Ramón Areces, 2003.
Ángel Fernández Collado