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Juan de Castilla y Enríquez

Biografía

Castilla y Enríquez, Juan de. Palencia, 1460- 1461 – 13.X.1510. Presidente del Consejo Real de Castilla, obispo, catedrático y secretario del Consejo de Inquisición.

Hijo de Sancho de Castilla y de Beatriz Enríquez, Juan fue el tercero de cinco hermanos: Pedro, un hermano fallecido, Diego e Inés.

Su padre fue un personaje muy conocido de Castilla que desarrolló un papel muy importante en Palencia, participando en las turbulencias que se llevaron a cabo contra Enrique IV y a favor de Alfonso e Isabel en la guerra de sucesión y en la campaña granadina.

Tuvo un papel importante como jefe de la Casa del príncipe heredero don Juan. Es conocido que recibió muchas mercedes en metálico, en tierras y en señoríos; sobrevivió a su hijo; ya que Juan de Castilla lo menciona en su testamento.

Su madre, Beatriz Enríquez, estaba emparentada con los almirantes de Castilla.

De sus hermanos, Pedro dejó la primogenitura por ingresar en la Orden de los Jerónimos, y al haber fallecido otro hermano, aquélla recayó en Juan de Castilla.

Por intervención paterna fue elegido para una canonjía en la iglesia de San Antonio o de San Antolín.

De esta canonjía se deducían dos hechos importantes: por una parte, obtenía el usufructo de un beneficio nada despreciable que le permitió desarrollar sus estudios posteriores, y, por otra, se preparaba para acceder a otros beneficios eclesiásticos.

Debió recibir la tonsura clerical perteneciendo a un estamento muy dominante y de prestigio en Castilla.

Hacia 1475 se traslada a la Universidad de Salamanca, donde cursó Lógica, Dialéctica y Artes Liberales.

Se le plantea la duda entre elegir Teología o Derecho y al decidirse por la carrera eclesiástica optó por la carrera de Derecho. Desde el punto de vista de sus estudios su verdadero padre fue Juan Alfonso de Benavente.

No se puede precisar la fecha en la que adquiere su título de bachiller en Derecho Canónico realizado sobre decretos y decretales.

A causa de una enfermedad de estómago estuvo a punto de abandonar los estudios (murió a los cincuenta años). Fue nombrado rector (1485-1487) de la Universidad de Salamanca como medida para retenerlo en la institución, ya que tenía pensado abandonarla a causa de las gastritis crónicas que padecía.

Obtuvo el deanazgo de Sevilla (tras la renuncia de J. Arias por consejo de los Reyes Católicos), las rentas de tal dignidad eran las principales de Castilla, después de las episcopales, prebenda que le sirvió para continuar sus estudios y adquirir un gran rango en los círculos salmantinos.

El 7 de septiembre se sometió a la prueba académica llamada Repetición, lecciones solemnes que pronunciaban los graduandos o catedráticos titulares ante sus facultades o respectivas universidades, prueba que se realizó ante numeroso público. Las conclusiones de las mismas venían a demostrar el ambiente de Castilla desde el punto de vista religioso: los excomulgados y la posible acción de la Inquisición; la presentación de obispos por parte de los Reyes; confiscación de los bienes contra cualquier reo de la propiedad o de lesa patria. Siendo rector hizo oposiciones a la cátedra de Vísperas, vacante por ausencia del doctor de Oropesa, consejero de los Reyes.

La actividad académica de Juan de Castilla iba muy encaminada a conseguir el doctorado y a instalarse en la universidad ganando alguna de las cátedras de Cánones, proyecto que no se pudo llevar a cabo por su desgaste físico y porque los Reyes Católicos le necesitaban como letrado del consejo.

El 27 de abril de 1489 recibió el nombramiento como letrado del Consejo Real, siendo reconocido en ese momento como licenciado en Decretos, deán de Sevilla y capellán. Lo que demostraría que había recibido las órdenes sagradas.

Dentro del Consejo fue asignado a la Sala de Justicia donde se resolvían los pleitos llegados directamente a la Corte, sala famosa en toda Castilla porque representaba toda la justicia de los Reyes Católicos.

Fue en ese tribunal donde ejerció su papel como inquisidor (1498).

El Consejo era habitualmente itinerante siguiendo a la Corte salvo en algunos momentos: cuando se desplazaba por períodos largos o cuando eran muy cortos.

El Consejo no era muy numeroso pero sí efectivo, los consejeros eran elegidos muy selectivamente, los funcionarios se convertían en ejecutores de las medidas regias y en personas que aportaban ideas, sugerencias, planes de gobierno, hacienda, administración central, local y reforma religiosa. Su competencia en la sala de justicia abarcaba varios asuntos: sustanciaba las causas llegadas a la sala donde se asesoraban con otros letrados; trataba negocios menores encomendados por los Reyes o por el mismo Consejo y asesoraba en cuestiones administrativas.

Como letrado del Consejo de Inquisición prestó sus servicios durante cinco o seis años, instituido como plana mayor de la institución con competencia y sueldo.

Fue obispo de Astorga. En líneas generales era costumbre que los Reyes y por lo mismo los Reyes Católicos, buscaban naturales de sus reinos de clase media que fueran reconocidos por su honestidad de costumbres —generalmente letrados.

La sede de Astorga desde la perspectiva financiera era de muy escasos recursos, sin embargo, como obispo tuvo que hacer frente a varios problemas: conseguir la exención de sus iglesias y de los clérigos del impuesto de alcabala a no ser que comprasen o vendiesen por mercadería; precaver la intromisión de personas laicas en la jurisdicción de las diócesis o que pudieran tener lugares diocesanos en encomienda; conseguir que los vasallos pudiesen arrendar a su vez bienes y rentas eclesiásticas del obispo, deán y cabildo y defender los beneficios eclesiásticos de los clérigos fallecidos, para que no se entrometiesen personas laicas.

Juan de Castilla fue obispo de Salamanca, debido a la constante movilidad que se imponía para los obispos para mejorar la posición eclesiástica. Los servicios prestados durante diez años en la Corte le hacen llegar, por tanto, a la sede de Salamanca, desde un área judicial y administrativa.

El mencionado nombramiento para el obispado de Salamanca no fue beneficioso ni positivo, debido a los graves enfrentamientos que se produjeron entre él y el cabildo y que fueron causa de graves problemas para la iglesia. En estos enfrentamientos se pueden apreciar dos momentos. Partiendo de la base de que el cabildo necesitaba una reforma, Juan de Castilla intentó realizarla pero pretendía realizarla bajo su propia jurisdicción, no respetó la concordancia a la que se había llegado en 1499, por lo que fue necesario que el grave conflicto pasara a manos del arzobispo de Toledo, Mesina, y Oviedo, todo esto sin descontar las interferencias del arzobispo de Santiago llamado por los miembros del cabildo. El arcediano Francisco de Palencia apeló la sentencia de la Rota, poniendo de manifiesto que Juan de Castilla encarcelaba contra todo derecho a canónigos y beneficiados sin intervención de los jueces del cabildo. Resultado en el que el obispo no salió beneficiado. Hay que señalar que aunque la reforma era un hecho esencial en el ámbito castellano, Juan de Castilla no hizo más que provocar graves conflictos. La segunda parte del conflicto comenzó a principios de 1504. Con un rigor inusitado, hizo prisionero a Álvaro de Salcedo, arcediano de Ledesma.

Las grandes diferencias fueron esta vez puestas en manos de los Reyes Católicos, los cuales pidieron una prórroga debido a que por entonces estaban en unas difíciles condiciones físicas.

En la última etapa de su vida se refugió en Palencia viviendo con su hermana Inés en la casa solariega. Es sabido que su hermana Inés le trató como una madre en las diversas enfermedades que tuvo. Parece que es en Palencia donde encuentra sosiego y tranquilidad después de los graves conflictos que había protagonizado en Salamanca Tuvo un hijo natural que llevaría su mismo nombre. El 11 de junio de 1509 realizaba una donación a favor de su hijo de dos mil ducados, cincuenta y siete mil maravedís de juro y dos pares de casas. En su testamento se aprecian razonamientos teológicos iniciales y las devociones personales, sobre todo a san Pedro, cabeza de la Iglesia. Estuvo en posesión de muchos beneficios eclesiásticos a los que dedicó alguna manda: canonjía de Palencia; préstamos de Esguevillas, Cevicotravero, Morpeces, Villamizar; canonjía de Toledo, que en realidad nunca llegó a tener; deanazgo de Sevilla, que dejó al ser nombrado para Astorga; y obispado de Salamanca.

Los destinatarios de su testamento fueron su padre, que le sobrevive, su hermano Diego, su hermana Inés y su prima Ana Manrique, condesa de Castro. Favoreció a muchos criados, a diversos conventos y muy especialmente a la iglesia de Salamanca. La cantidad dejada en forma de legados y mandas sumaba la cantidad de 17.595.809 maravedís. Se sabe que no era el numerario lo más importante de su economía. Los albaceas, según Tarsicio de Azcona, levantaron una relación de la plata que se hallaba en su poder. Tasaron el marco a 2.210 maravedís y dio la cantidad de 10.407.678 maravedís. El dinero situado en juros se elevaba a la cifra de 2.016.000 maravedís, arrojando un total de 12.423.628 maravedís. Dejaba su biblioteca particular, que era considerada una de las mejores se su tiempo. De todos estos bienes queda como legítima sucesora la iglesia de Salamanca. No hay que olvidar que Juan de Castilla había recibido su formación humana, espiritual y jurídica en Salamanca. La plata que le dejaba se destinaba a las obras de la nuevacatedral; la biblioteca para el enriquecimiento del cabildo y, por tanto, de la Universidad de Salamanca.

Un testamento ampliamente disputado por algunos familiares e importantes instituciones, como la Cámara apostólica.

 

Bibl.: A. Martín de Salazar, Colección de memorias y noticias del gobierno general y político del consejo superior de Castilla, Madrid, 1764; J. Galíndez Carvajal, Anales breves del reinado de los Reyes Católicos, en C. Rosell (ed.), Crónicas de los reyes de Castilla: desde don Alfonso el Sabio, hasta los Católicos don Fernando y doña Isabel, Madrid, M. Rivadeneyra, 1878 (col. Biblioteca de Autores Españoles, 70), pág. 538; M. Á. Ladero Quesada, La hacienda real castellana entre 1480 y 1492, Valladolid, Universidad, 1967; T. de Azcona, Juan de Castilla, Rector de Salamanca. Su doctrina sobre el derecho de los reyes de España a la presentación de obispos, Salamanca, Universidad Pontificia, 1975; T. de Azcona, “Castilla, Juan de”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, suplemento I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1987, págs. 117-118.

 

María Luisa Bueno Domínguez