Ayuda

Diego Rodríguez Lucero

Biografía

Rodríguez Lucero, Diego. Moguer (Huelva), s. m. s. XV – Sevilla, 28.XII.1534. Inquisidor de Jerez de la Frontera y de Córdoba y canónigo de la Catedral de Sevilla.

Era natural de Moguer, tierra de conversos y villa señorial bajo la jurisdicción del linaje de los Portocarrero.

Sus padres fueron Juan Lucero y Marina Rodríguez, la Carriona. Su hermana, Juana Suárez Lucero, se casó con Pedro González de Albornoz, el Bermejo, de cuyo matrimonio nació Diego Rodríguez Lucero, en quien su tío (el inquisidor), cuyo nombre y apellidos llevaba, resignó su canonjía número seis de la Catedral de Sevilla. Tomaría posesión de ella el 11 de febrero de 1535. Este sobrino tuvo un hijo natural con la jerezana Isabel Pérez Gallegos, Luis Lucero de Albornoz, que, siendo ya racionero de la referida Catedral, obtuvo otra canonjía (la número siete) el 7 de octubre de 1583. Otro sobrino del inquisidor, Rodrigo Lucero, ejercería como corregidor en Santo Domingo.

Y en torno a 1496, Antón Rodríguez Lucero era alcalde mayor de San Juan del Puerto, aunque oriundo de Moguer, la patria común de los Lucero. A pesar de llevar los mismos apellidos, no se tiene constancia documental del grado de parentesco con el inquisidor.

Diego Rodríguez Lucero, en el contexto parentelar de una familia de eclesiásticos y magistrados y siendo ya bachiller en Decretos, fue nombrado maestrescuela de la iglesia de Almería en 1492. Al menos entre 1493 y 1495 actuó como inquisidor “de la herética parvidad” y como juez de bienes confiscados en Jerez de la Frontera (obispado de Cádiz). En 1499, inmediatamente después de haber sido elegido el arzobispo de Sevilla Diego de Deza inquisidor general (el 1 de septiembre), Lucero se hizo cargo del Tribunal de la Inquisición de Córdoba el día 7 de aquel mismo mes.

A partir de esta fecha y hasta 1506 todas sus acciones inquisitoriales (indiscriminadas inculpaciones heréticas, masiva detención de personas importantes gran parte de ellas conversas, copiosa confiscación de bienes, etc.), siempre aceptadas por el secretario del Rey Juan Ruiz de Calcena, fueron amplia y duramente contestadas por las autoridades civiles y eclesiásticas de Córdoba. El punto álgido de este enfrentamiento se alcanzó con la celebración del multitudinario auto de fe en 1504, a partir de cuyo momento toda la ciudad se opuso frontalmente al temido e implacable inquisidor.

El paroxismo de su intransigencia religiosa la demostraría al año siguiente de 1505 al procesar como judaizante al venerable jerónimo fray Hernando de Talavera, arzobispo de Granada, a quien le repugnaba la antievangélica distinción entre cristianos nuevos y viejos.

En 1506, con la llegada de Felipe I el Hermoso a Castilla y el reforzamiento político de las elites nobiliarias a nivel local (el marqués de Priego y el conde de Cabra no aceptaban al corregidor), se radicalizaron los enfrentamientos sociales, religiosos y políticos, agravados por una durísima crisis económica (escasez de la producción agraria, alza de precios, etc.). En esta nueva situación política se suspendieron los procesos contra los conversos y se depuso al inquisidor general Diego de Deza y al inquisidor de Córdoba Diego Rodríguez Lucero. En este clima de descontento generalizado, el pueblo de Córdoba, instigado por el marqués de Priego, Pedro Fernández de Córdoba, alcalde mayor de la ciudad a la vieja usanza, asaltó la cárcel de la Inquisición, ubicada en el alcázar real de los reyes cristianos; e intentó linchar a Lucero, que huyó a lomos de una mula.

En 1507, con el nombramiento de fray Francisco Jiménez de Cisneros como inquisidor general de la Corona de Castilla (5 de junio) y el regreso de Nápoles del rey Fernando V como gobernador de Castilla, se dio un golpe de timón a los “sucesos de Córdoba”, que ambos estadistas conocían bien a través de pormenorizadas informaciones (como la elevada al rey Fernando por Gonzalo de Ayora a través del principal secretario real Miguel Pérez de Almazán). El problema étnico-religioso de los conversos se atemperó aceptándose el statu quo social de unas minorías conversas influyentes. El problema inquisitorial se moderó con la detención de Lucero y la convocatoria de una asamblea general —“Católica y Venerable Congregación”, según Galíndez de Carvajal— en Burgos en 1508. Reunida desde el 1 de junio hasta el 10 de julio, esta asamblea lamentó la falsedad de los testigos, liberó a los presos, restituyó a vivos y muertos su honor y fama, ordenó reedificar las casas demolidas consideradas infundadamente sinagogas y borró de los libros las injustas sentencias del Tribunal de Córdoba.

El problema político se orientó entonces a favor de un poder soberano del Rey en menoscabo del poder territorial del reino, desterrando de Córdoba el 18 de octubre de 1508 al todopoderoso marqués de Priego, sobrino del Gran Capitán.

Detrás de esta acción individual de Lucero, caracterizada por un exaltado radicalismo religioso, se desarrollaron tres procesos concomitantes, que explican en definitiva la alta significación de aquel protagonismo estelar. En primer lugar está la actuación de unas minorías conversas, “conversos viejos” frente a “conversos nuevos” según Juan Gil (2000-2001), influyentes políticamente y poderosas económicamente, en el marco de una sociedad conflictiva, liderada por las aristocracias locales de rancio abolengo nobiliario (los Fernández de Córdoba entre otros linajes distinguidos). En segundo lugar se halla el problema religioso, que, si bien tuvo como centro la “herética pravedad” de los conversos, lo que realmente supuso fue una lucha entre la jurisdicción ordinaria de la Iglesia; los obispos de Córdoba a la sazón fueron Juan Rodríguez Fonseca (1499), Juan Rodríguez Daza (1505) y Martín Fernández Angulo (1510), y la específica de la Inquisición (Lucero). Y en tercer lugar hay que hablar del problema político por el que se pugnaba dialécticamente por organizar la sociedad desde un poder central fuerte (Fernando V), o desde un poder compartido entre los poderosos nobles locales (marqués de Priego y conde de Cabra), muy bien relacionados con los conversos, y un rey (Felipe I el Hermoso), que no debía de ser otra cosa que el primus inter pares en el gobierno de la sociedad.

Lucero —el Tenebrero, según Pedro Mártir de Anglería y el “inspirado por Satanás” en palabras del padre Sigüenza— murió el 28 de diciembre de 1534 después de haber sido una de las piedras angulares de un edificio social (lucha contra las minorías conversas), religioso (defensa de la ortodoxia religiosa) y político (creación del Estado Moderno) muy complejo a finales del XV y principios del XVI.

 

Fuentes y bibl.: Archivo de la Catedral de Sevilla, Autos Capitulares, secc. I, serie 1.1., lib. 14, 10 y 11 de febrero de 1535, fols. 447v.-449v.; Pruebas de limpieza de Luis Lucero de Albornoz (1583), 1602, serie 1.12., letra L, n.º 9; Fondo Histórico General, secc. IX, leg. 182, doc. 98; Archivo General de Simancas, Registro General del Sello, n.º 2115, Córdoba, 4 de junio de 1492, fol. 68; Registro General del Sello, n.º 1388, Barcelona, 25 de mayo de 1493, fol. 159; Registro General del Sello, n.º 1259, Madrid, 13 de marzo de 1495, fol. 232; Registro General del Sello, n.º 3915, Burgos, 2 de noviembre de 1495, fol.

180; Registro General del Sello, n.º 1207, Morón, 10 de julio de 1496, fol. 110; Archivo Histórico Nacional, Inquisición, lib. 1263, fols. 15r.-20r. y 26r.-31r.; Archivo Municipal de Córdoba, Actas capitulares, 15 y 22 de junio de 1506; 8 y 10 de julio de 1506; 25 y 27 de agosto de 1507; 22 de octubre de 1507; Tribunal de Inquisición, 03.07, C-90, docs. 2 y 3; Biblioteca Capitular de Sevilla, Colección Vázquez Venegas, sign., 59-6-11; Biblioteca Nacional de España, ms. 6591, fols. 6v., 15r., 16r.-24r., 32r.-v.; ms. 10334, 44; Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, A-12 (9-12), fols. 116r.-118r. y 152r.-156v.

J. Gómez Bravo, Catálogo de los obispos de Córdoba y breve noticia histórica de su Iglesia Catedral y obispado, vol. I, Córdoba, Oficina de D. Juan Rodríguez, 1778, págs. 389-403; G. Matute i Luquin, Colección de los Autos generales i particulares de fe celebrados por el tribunal de la Inquisición de Córdoba, Córdoba, Imprenta de Santaló, Canalejas y Compañía, 1836; L. Maraver y Alfaro, Historia de Córdoba: desde los tiempos más remotos hasta nuestros días, vol. I, Córdoba, 1863, fols. 36v.-61r.; J. H. Edwards, “La revolte du marquis de Priego à Cordoue en 1508, symptôme des tensions d’une société urbaine”, en Mélanges de la Casa de Velázquez (1976), págs. 165- 172; J. Meseguer Fernández, “Documentos históricos diversos. II: El cardenal Cisneros, Inquisidor General”, en Archivo Ibero-Americano. Revista Trimestral de Estudios Históricos, XXXIX, 153-154 (1979), págs. 165-205; J. A. Llorente, Historia crítica de la Inquisición en España, Madrid, Hiperión, 1980; B. Yun Casalilla, Crisis de subsistencias y conflictividad social en Córdoba a principios del siglo XVI. Una ciudad andaluza en los comienzos de la Modernidad, Córdoba, Diputación Provincial, 1980; J. A. Ollero Pina, “Una familia de conversos sevillanos en los orígenes de la Inquisición: Los Benadeva”, en Hispania Sacra. Revista de Historia Eclesiástica, 40 (1988), págs. 45-105; R. Gracia Boix, “El inquisidor Diego Rodríguez Lucero”, en MonteMayor. Revista de la Cultura (Moguer), 2 (1991), págs. 31-37; T. Azcona, “La Inquisición española procesada por la Congregación General de 1508”, en P. Fernández Albaladejo, J. Martínez Millán y V. Pinto Crespo (coords.), Política, religión e inquisición en la España Moderna. Homenaje a Joaquín Pérez Villanueva, Madrid, Universidad Autónoma, 1996, págs. 89-163; J. Gil, Los conversos y la Inquisición sevillana, Sevilla, Universidad-Fundación El Monte, 2000-2001; F. Fernández de Bethencourt, Historia genealógica y heráldica de la Monarquía española. Casa Real y grandes de España, vol. VI, Sevilla, Fabiola de Publicaciones Hispalenses, 2003, págs. 102-112.

 

José Manuel de Bernardo Ares

Personajes similares