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Plácido Luzuriaga

Biografía

Luzuriaga, Plácido. Narvajas (Álava), c. 1518 – Monasterio de Herrera (Burgos), 8.XI.1605. Monje cisterciense (Ocist.), abad, historiador y místico.

Pertenecía a una familia distinguida alavesa, y dio muestras de inclinación a la vida del claustro. ingresó en la Orden de los hijos de san Bernardo, recibiendo el hábito de manos del abad fray Plácido de Ocampo en 1624. Sus progresos en las virtudes y en las letras fueron llamativos. Henríquez le cuenta entre los santos y bienaventurados de la Orden en su Menologio Cisterciense el 8 de noviembre; también se ocupa de él fray Antonio de Heredia incluyéndole entre los santos y bienaventurados de la Orden benedictina, y lo citan asimismo autores extranjeros entre los santos y venerables .

Se ocupaba en los ejercicios comunes de todo religioso, dedicando gran parte de su tiempo a la formación cultural. En tiempos de fray Andrés de Zuazo desempeñó los cargos de procurador y archivero del monasterio. Muchas noticias de la historia de Herrera han llegado hasta nosotros gracias a su solicitud y competencia .

En 1563 al finalizar su trienio fray Juan de Bujedo le nombró sucesor suyo .

Después de todas estas prelacías y otros oficios públicos, desempeñó uno peculiar en la Congregación, el de visitador de las siete casas, cuyo alcance está contenido en las definiciones. También desempeñó el cargo de definidor o consejero íntimo del general .

Seguidamente se retiró al monasterio de Herrera .

Falleció a los setenta y dos años de vida religiosa, y fue inhumado en el claustro a la entrada del Capítulo, sin el menor epitafio distintivo, como cualquier otro monje anónimo. Una vez, al abrir su sepultura para enterrar a otro monje, en 1629, se halló su cuerpo totalmente incorrupto. Esta incorrupción continuó de manera que en una segunda vez que se abrió su sepultura, en 1664, con ocasión de tener que enlosar el claustro, en tiempo del abad fray Bartolomé Cid, para igualar el suelo y creyendo que estaba demasiado somero el cuerpo del padre Luzuriaga, volvieron a abrir su sepulcro para ahondarle más, y entonces según la crónica: “Para esto descubrieron todo el cuerpo y le hallaron tan entero y tratable que le sacaron y le pusieron sobre una silla, endonde estubo sentado como si estuviera vivo todo el tiempo que se tardo en ahondar la sepultura, sin que causasse mal olor ni pusiesse horror a los circunstantes, y después le volvieron a meter en su misma sepultura. Esto sucedió cinco años antes que yo tomasse el santo hábito y lo oí decir assi a muchos que lo vieron y a los mismos lo oyeron algunos religiosos que oy viven” .

No consta que dejara obras escritas, aunque es probable que, habiendo sido archivero del monasterio, dejara manuscritos, que se hayan perdido.

 

Bibl.: R. Calderón, Catálogo de varones ilustres que han florecido en el monsaterio de Herrera, s. l., s. f. (en Archivo Histórico Nacional, sign. 1.106); A. Heredia, Vidas de santos y santas de la orden de N. P. San Benito, t. IV, s. l., s. f., pág. 213; C. Henríquez, Menologium Cisterciense, Antuerpiae, 1664 (8 de noviembre); J. J. Landázuri y Romarate, Obra histórica sobre la provincia de Álava, Los Varones Ilustres alaveses, Vitoria, Baltasar Manteli, 1798 (vol. III, Vitoria, 1976, págs. 299-301).

 

Damián Yáñez Neira, OCSO