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Antonio de Maluenda y García

Biografía

Maluenda y García, Antonio de. Burgos, 1492 – Salamanca, 8.V.1580. Teólogo benedictino (OSB), abad, conciliarista.

Hijo del matrimonio formado por los nobles Martín de Maluenda y Álvarez de Castro (fallecido en 1530) y Juana García de Castro (fallecida en 1529), enterrados en la iglesia de San Gil de Burgos y emparentados con Lope Pérez de Maluenda, Andrés y Luis de Maluenda y Gonzalo Rodríguez de Maluenda, regidor de Burgos. Tenía cinco hermanos, el más célebre de los cuales fue el doctor Pedro de Maluenda, discípulo de Vives en Lovaina, lector de Artes y doctor por la Sorbona, capellán del Rey, que intervino en la polémica suscitada por las afirmaciones teológicas del cardenal Mendoza y en los coloquios con los protestantes en Worms y Ratisbona (1540-1541), disputó con Butzer (1546), y asistió al Concilio de Trento (1551) y a la Dieta de Augsburgo (1555); tenía, además, un hermanastro llamado fray Francisco de Maluenda, que había tomado el hábito benedictino en el monasterio de San Juan de Burgos en 1523.

Antonio de Maluenda tomó el hábito en el monasterio de Montserrat (Barcelona), perteneciente a la Congregación Observante de San Benito el Real de Valladolid, el 27 de marzo de 1524. La ocasión de su ingreso en aquel monasterio la cuenta el Libro Becerro del monasterio de San Juan de Burgos, que dice: “Fue de raro ingenio y muy inteligente en negocios diferentes.

De mancebo siguió las letras y después la Corte del emperador Carlos V, donde fue paje de Monsieur Grambella, canciller mayor que era de su Majestad Cesárea. En nombre de Grambella ejecutaba la secretaría de lo tocante a España, por ser grande escribano y aritmético. Una noche, jugando con otros compañeros arrestó y perdió 17.000 ducados, que para pagar el tercio de ocho mil alemanes le había dado el César.

Y suponiéndole justamente enojado, determinó para declinar las iras huir de la presencia del Emperador”.

Fue a Montserrat, porque aquel monasterio gozaba del derecho de asilo para los deudores. Allí tomó el hábito y “luego pagó con su legítima y la de sus (dos) hermanas (Beatriz e Isabel) casi toda la deuda. Estudió Artes y Teología en Montserrat y ésta también en Salamanca”, que hay que situar entre 1527 y 1532, donde se supone se graduó de maestro en Teología.

Se mostró devoto y celoso de la autoridad de la Iglesia Romana, cuando en una de las dos veces que fue procurador general de la Congregación de Valladolid en Roma, disputó ante el papa Pablo III, quien luego solicitó su presencia en el Concilio de Trento en carta del 22 de octubre de 1545, al que no pudo asistir por ser anciano y carecer de los medios económicos correspondientes, dice un cronista de su monasterio.

Pero de hecho sólo tenía cincuenta y tres años. En 1552 se hallaba en Salamanca, donde asistió al intento de reforma del monasterio benedictino de Santa Ana de la misma ciudad.

Fue uno de los visitadores apostólicos encargados de la implantación de las nuevas Constituciones de la Congregación de 1563, llamadas “de Madrid”, en los monasterios de Burgos, La Rioja e Irache, en Navarra.

Asimismo, fue procurador del monasterio de San Juan de Burgos en los Capítulos Generales de 1559 y 1571, definidor general de la Congregación (1559- 1562), suplente de visitador (1571-1574), visitador general (1577-1580) y dos veces abad de San Juan de Burgos (1559-1562, 1565-1568). Disputó públicamente con el cardenal Mendoza, arzobispo de Burgos, el cual pidió su deposición como abad al abad general de la Congregación, después de retirarle las licencias para predicar y confesar en su diócesis. Pero la Inquisición dio la razón al padre Maluenda. Dicha disputa surgió a raíz de haber afirmado el cardenal en un sermón que el cuerpo de Cristo se unía a la carne del que lo recibía, de manera real, natural y sustancialmente, y así “la carne de Cristo se hazía una carne con la del que le rescibía dignamente”. Maluenda afirmaba que esto era un error teológico, porque si la Eucaristía se convirtiera en el cuerpo del que lo recibe, éste dejaría de ser lo que era, como en la transubstanciación eucarística el pan deja de ser pan, quedando sólo los accidentes.

En el libro becerro del monasterio de San Juan de Burgos, un cronista anónimo le elogia diciendo: “Era la conversación del Maestro Maluenda llena de variedad de cosas y casos que había visto, experimentado y observado en Alemania, Francia, Flandes e Italia, cuyas lenguas entendía y hablaba con toda perfección como la nativa española, que con sus buenas prendas, con sus venerables canas, buena presencia y apacible rostro, atraía a las gentes y se hacía respetar de todos; y los suspendía oyendo con admiración su conversación tan apacible, como llena de gravedad religiosa y de saludable doctrina”. Y que fue siempre muy amante de la castidad, cuya virtud conservó siempre desde que entró en religión, como lo manifestó a personas de su confianza. Fue también muy celoso de la predicación y doctrina evangélicas, tanto que por ellas “padeció grandes trabajos, encuentros y peligros de la vida”. Murió con gran fama de teólogo y predicador, aunque no dejó manuscritos de teología ni sermones, al menos no han llegado hasta nosotros, quizás porque se perdieron.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Inquisición, leg. 2130.

M. Martínez Añíbarro, Intento de diccionario biográfico y bibliográfico de autores de la Provincia de Burgos, Madrid, Manuel Tello, 1889, págs. 328-329; L. Ruiz-García Sainz de Baranda, Escritores burgaleses. Continuación al ‘Intento de un Diccionario bio-bibliográfico de autores de la provincia de Burgos’ de Martínez Añíbarro y Rives, Alcalá de Henares, Imprenta de la Escuela de Reforma, 1930, pág. 288; M. Muñoz, “El P. Maestro fray Antonio de Maluenda”, en Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos de Burgos, 5 (1941), págs. 558- 568; J. Blázquez, “Teólogos españoles del siglo xvi. D. Francisco de Mendoza (1508-1566). Su doctrina acerca del cuerpo místico”, en Revista de Teología Española, 4 (1944), págs. 257- 273; A. Piolanti, “De naturali cum Christo unitate libri quinque del Cardenal Mendoza”, en Lateranum. Nova Series (Roma), año XIII, n.os 1-4 (1947); M. Muñoz (ed.), Libro Becerro del monasterio de San Juan de Burgos, Burgos, 1950, págs. 144-147; A. de Yepes, Crónica general de la Orden de San Benito, est. prelim. y ed. de J. Pérez de Úrbel, vol. III, Madrid, Atlas, 1960 (Biblioteca de Autores Españoles, t. 125), págs. 251-252; N. López Martínez, “El Cardenal Mendoza y la reforma tridentina en Burgos”, en Hispania Sacra, vol. 16 (1963), págs. 61-77; E. Zaragoza Pascual, “El libro de bienhechores del monasterio de San Juan de Burgos”, en Studia Silensia, II (1977), pág. 684; Los generales de la Congregación de San Benito de Valladolid, vol. III, Burgos, Aldecoa, 1980, págs. 375, 379; I. Tellechea Idígoras, La polémica entre el cardenal Mendoza y el abad Maluenda, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1980; E. Zaragoza Pascual, “Monjes profesos de Montserrat (1493-1833)”, en Studia Monastica, vol. 33 (1991), pág. 336; “Abadologio del monasterio de San Juan Bautista de Burgos (Siglos xi-xix)”, en S. López Santidrián (dir.), San Lesmes en su tiempo, Burgos [Facultad de Teología del Norte de España], 1997, págs. 359-363; E. Zaragoza Pascual, “Documentación inédita sobre la reforma de la Congregación de Valladolid (1560-1567)”, en Studia Monastica, vol. 43 (2001), pág. 161.

 

Ernesto Zaragoza Pascual

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