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Beato Francisco Morales Sedeño

Biografía

Morales Sedeño, Francisco. Madrid, 14.X.1567 − Nagasaki (Japón), 10.IX.1622. Sacerdote dominico (OP), mártir y beato.

Era hijo del licenciado Morales, fiscal del Real Supremo Consejo de Castilla. Llamó a las puertas del Convento de San Pablo de Valladolid, donde abrazó la vida religiosa para cursar los estudios de Filosofía y Teología en el prestigioso Colegio de San Gregorio de la misma ciudad castellana. Durante algún tiempo fue profesor de Filosofía en el Convento de San Pablo, pero optó por pasar a Extremo Oriente cuando el padre Miguel de Benavides, recién nombrado obispo de la diócesis filipina de Nueva de Segovia, visitó los conventos dominicanos para reclutar voluntarios decididos a evangelizar en Oriente.

Aceptada su petición de pasar a Filipinas, se dirigió a Sevilla para embarcarse hacia Manila. Cuando todo estaba preparado para la salida, se anunció en la capital hispalense que aquel año no habría flota para México, vía obligada en la ruta hacia la colonia oriental española, porque piratas ingleses habían saqueado la ciudad de Cádiz. A pesar de todo, el obispo Benavides consiguió que saliera una barcada pues quedaban en Sevilla bastantes religiosos que deseaban salir cuanto antes para Oriente.

El padre Francisco Morales fue nombrado presidente de la misión, pero un nuevo inconveniente vino a evitar la salida de aquella nave, pues se trataba de una embarcación de carga y tan reducida de tamaño que los pasajeros tenían que estar acurrucados. Al menor oleaje, las aguas del mar podían bañar el barco por dentro y por fuera hasta el toldo. No obstante, la divina impaciencia movió a los religiosos a zarpar en esta nave hasta México. El viaje fue incómodo pero tuvieron la suerte de que en los sesenta días de travesía no llovió más que dos veces. El trayecto satisfizo a los pasajeros porque pudieron descansar en cubierta y llegar sin percances hasta México. Tras su llegada a Nueva España, tuvieron que esperar varios meses hasta poder reembarcar en Acapulco para atravesar el océano Pacífico hacia Filipinas. No obstante, también la navegación hasta Manila fue tranquila, de modo que pudieron llegar felizmente, en 1598, los veintiocho religiosos presididos por el padre Morales. Su entrada en la capital filipina tuvo lugar, precisamente, cuando se estaba celebrando una solemne procesión a la catedral y tanto el padre Benavides, ya consagrado obispo de Nueva Segovia, como los nuevos misioneros fueron recibidos con alegría y alborozo.

En Manila, el padre Morales ocupó cargos académicos y administrativos en el Convento de Santo Domingo, realizó una gran labor como predicador de los españoles en Manila y, en 1601, como prior del mismo convento. Este cargo le puso en contacto con algunos japoneses que acudieron a él para solicitar el envío de dominicos a Japón. La actitud devota y reverente que los japoneses manifestaban y la insistencia con que lo pedían movieron al padre Morales a acudir al superior provincial, a la sazón el padre Juan de Santo Tomás Ormaza, el cual compartía sus deseos. Una carta enviada por el señor feudal de Satsuma y los buenos oficios de León Kichiyemon, capitán de un barco japonés, influyeron decisivamente en el proyecto fundacional de la misión dominicana de Japón. Una vez solucionado el problema de la legitimidad de la ida de los religiosos a Japón donde, según breve del papa Gregorio XIII (1583), no podían evangelizar los religiosos no pertenecientes a la Compañía de Jesús, pudo procederse al embarque. El grupo, integrado por los padres Alonso de Mena, Tomás Hernández, Tomás de Zumárraga y el hermano lego fray Juan de la Badía, zarpó de Manila en junio de 1602 y, tras un mes de navegación, llegó a la región de Satsuma, la actual provincia de Kagoshima.

Sus primeros pasos en la nueva misión tuvieron como escenario una pequeña isla llamada Koshiki. Allí establecieron el primer convento de dominicos en tierras japonesas y, en 1606, con la ayuda del señor feudal de Satsuma, el que les había animado por carta a ir a Japón, crearon otra base de actividad misionera en Kyôdomari con el fin de extender su radio de acción a otros territorios de la isla de Kyûshû. Sin embargo, la tranquilidad y bonanza iniciales duraron muy poco.

En mayo de 1609, los misioneros se vieron obligados a dispersarse por diversos lugares de Japón. El padre Morales eligió Nagasaki, donde fundó, en 1610, casa e iglesia que dedicó a Santo Domingo. Su personalidad ganó la estima y veneración de los cristianos, pero, por eso mismo, fue uno de los expulsados en 1614 por los perseguidores. Afortunadamente, con la ayuda de sus fieles, logró volver a Nagasaki desde alta mar. Se refugió durante algún tiempo en la casa de un hijo del gobernador, pudiendo disfrutar así de una relativa libertad de movimiento. Al ser nombrado superior de la misión dominicana (1617), se dedicó a la dirección de las asociaciones dominicanas, como la Orden Tercera y las cofradías del Rosario, de la Caridad y del Santo Nombre de Jesús. Estas agrupaciones estaban muy bien organizadas y, en conformidad con el espíritu comunitario típico del pueblo japonés, fueron de gran ayuda en la evangelización y mantenimiento de la fe cristiana.

Fue también notable el celo del padre Morales en la atención y ayuda a los misioneros y cristianos encarcelados o agobiados por la persecución.

Finalmente, fue arrestado (1619) cuando se encontraba en la casa de un cristiano; fue conducido a la Audiencia de Nagasaki y trasladado después a una diminuta isla llamada Ikinoshima, entre Kyûshû y Corea.

Posteriormente, fue recluido en la cárcel de Suzuta, en Ômura, donde solían ir a parar los misioneros y los destacados fieles cristianos que caían en manos de los perseguidores.

Aun desde la cárcel envió cartas e informes a los superiores de Manila, consoló a los perseguidos y recabó ayudas para los pobres. Finalmente, el 10 de septiembre de 1622, moría abrasado a fuego lento en la colina de Nishizaka, junto con algunos de sus compañeros.

El papa Pío IX le elevó a los altares con el título de beato el 7 de julio de 1867. Su fiesta se celebra el 10 de septiembre.

 

Obras de ~: El principio que tuvo la Orden de Nuestro Padre Santo Domingo para venir a Japón, 1620, APSR, ms. t. 301, fols. 85-91; “Relación al Capítulo Provincial de 1604 en Manila”, en J. López, Historia de Santo Domingo y su Orden, s. f., fols. 268v.-269; Cartas (ms. en Archivo de la Provincia del Santo Rosario [APSR], t. 19 y 301); Relaciones (sobre diversos acontecimientos de la misión dominicana).

 

Bibl.: H. Ocio, Compendio de la reseña biográfica de los religiosos de la provincia del rosario, Manila, Colegio de Santo Tomás, 1895, pág. 34; J. M. González, “Morales, Francisco”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1973, pág. 1738; J. Delgado, El Beato Francisco Morales, O. P., Mártir del Japón, Madrid, Instituto Pontificio de Teología, 1985; P. G. Tejero y J. Delgado, “Mártires de Japón”, en Testigos de la fe en Oriente, Madrid, Secretariado de Misiones Dominicanas, 1987, págs. 28-30; H. Ocio y E. Neira, Misioneros Dominicos en el Extremo Oriente, vol. I, Manila, Life Today Publications, 2000, págs. 74-75; J. González Valles, “Beato Alfonso Navarrete y 19 compañeros mártires”, en J. A. Martínez Puche (dir.), Nuevo año Cristiano (septiembre), Madrid, Edibesa, 2001, págs. 181-182.

 

Jesús González Valles, OP

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