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Damián López de Haro

Biografía

López de Haro, Damián. Toledo, 27.IX.1581 baut. – Isla Margarita (Venezuela), 24.VIII.1648. Fraile calzado de la Orden de la Santísima Trinidad (OSST) y obispo de Puerto Rico.

Hijo legítimo de Antonio López de Haro y Catalina de Valladolid, personas nobles y principales, cristianos viejos, descendientes de los mozárabes, fue bautizado el 27 de septiembre de 1581. Terminados los estudios de Gramática Latina, vistió el hábito en el convento de la Trinidad calzada de su ciudad natal el 14 de febrero de 1598 y profesó el 28 de febrero de 1599. Allí mismo cursó la Filosofía, y la Teología en Salamanca (1604-1608). En torno a este último año recibió la ordenación sacerdotal. Al finalizar las etapas de lector y presentado, en 1620 obtuvo el grado de maestro en Sagrada Teología otorgado por la Orden. En el Capítulo celebrado en el convento de Madrid en 1624, fue elegido definidor y segundo visitador de la provincia religiosa. También ocupó el cargo de redentor general de cautivos, aunque no viajó a Argel.

Hombre grave, prudente y docto (los contemporáneos le catalogan de “perfecto gramático”, “eminente teólogo” y “varón grande en letras y religión”), desempeñó el cargo de ministro de los conventos de La Guardia (Toledo, 1612-1615), Zamora, Arévalo (Ávila), Cuenca (1621-1624), Talavera de la Reina (Toledo, 1627-1630), Medina del Campo (Valladolid) y dos trienios del de Madrid (1634-1637; 1639- 1642). En todos ellos dejó la impronta de sus dotes de organizador, restaurador de edificios y administrador de los bienes de la comunidad. Cuando en 1644 tuvo que reparar los destrozos causados por el saqueo holandés en la casa episcopal de Puerto Rico, recordará esa etapa anterior: “Después que vine, he tenido de labrar cocina y demás oficinas, estrella que me ha seguido desde que nací”.

Fue también consultor-calificador del Santo Oficio de la ciudad de Cuenca; calificador del Consejo Supremo de la Santa y General Inquisición desde el 13 de diciembre de 1627; en 1639-1640, visitador apostólico de la provincia trinitaria de Andalucía por letras del nuncio L. Campeggi y orden de Su Majestad (empresa en la que “padeció algunos trabajos y le amenazaron de muerte”), y vicario general de la Orden.

Ejerció también el ministerio del púlpito y el de la pluma. En 1615 recibió el título de predicador general por lo mucho que había trabajado en el anuncio del Evangelio desde los veintidós años de edad. Sobresalió en los púlpitos de Madrid y en las iglesias catedrales de Toledo, Salamanca, Segovia y Zamora. Resto de sus sermones son los impresos dedicados al Nacimiento de Cristo (Toledo, 1614), a la Virgen en la fiesta de la Asunción (Cuenca, 1621) y a los santos Ignacio de Loyola y Francisco Javier (Cuenca, 1622); y el predicado en Puerto Rico con motivo de las honras fúnebres en honor de su santidad Urbano VIII, de la emperatriz María de Austria, de la reina Isabel de Borbón y del príncipe Baltasar Carlos (Madrid, 1649). De lo segundo, el libro Donativo real (Madrid, 1625), escrito para recaudar fondos en favor de la maltrecha Hacienda Real, y los prólogos, censuras y aprobaciones de libros ajenos.

Siendo ministro de la casa de Madrid fue presentado por el Consejo de Indias para ocupar la sede episcopal de Puerto Rico. Felipe IV dio su aprobación el 24 de enero de 1642. Pocos meses después salió elegido ministro provincial de Castilla, León y Navarra. En este nuevo oficio, se dedicó a visitar la provincia religiosa y a pedir consejo a personas prudentes y sabias antes de aceptar el episcopado. Tras la aceptación, el nuncio G. B. Panzirolo abrió (13 de enero de 1643) un interrogatorio de vita et moribus del padre Damián, en el que declararon varios trinitarios de Madrid. El 9 de febrero fue propuesto oficialmente para el cargo ante la Santa Sede. El padre Luis Petit, ministro general de la Orden, le dio licencia (París, 18 de febrero) para aceptar el oficio, y Urbano VIII le otorgó el fiat el 13 de julio. Por esos meses, también fueron frecuentes las peticiones del obispo preconizado a Su Majestad solicitando ayuda para sufragar los gastos de aviamiento del viaje y para atender las necesidades de la mesa episcopal.

La doble prelacía (ministro provincial y obispo electo) le creó un cargo de conciencia. Se lo expuso a Felipe IV y éste le ordenó (29 de septiembre de 1643) que siguiera en el provincialato hasta el 21 de abril de 1644. Insatisfecho de la respuesta, pues la flota de Nueva España saldría para el Nuevo Mundo en torno a esas fechas, el padre Damián refirió los daños espirituales que sufrirían sus diocesanos si no llegaba a la sede, vacante desde 1641. El Monarca reconsideró el asunto y decidió: “El obispo venga luego a su residencia, y gobierne la Orden el que señalare su superior”.

Libre de las responsabilidades conventuales, López de Haro se dedicó a ultimar los trámites que le quedaban antes de emprender el viaje transoceánico: el 17 de diciembre de 1643 juró ante el escribano real que guardaría fielmente lo dispuesto por el título del Patronato Real, y se embarcaría en la primera ocasión que hubiese “para ir a residir en su iglesia”, según lo dispuesto por las Leyes de Indias y el breve de Su Santidad.

Con las bulas papales en su poder, Haro acudió a Felipe IV para que le despachara “los ejecutoriales en la forma que se acostumbra y se ha hecho con sus antecesores”.

Visto y aprobado todo en el Consejo, Su Majestad expidió la real cédula por la que mandaba al gobernador de Puerto Rico que, viendo las letras originales o su traslado autorizado, diese a fray Damián López de Haro la posesión del Obispado y le dejase hacer su oficio pastoral.

Al preconizado obispo le faltaba la consagración episcopal. Como en muchas ocasiones los obispos destinados al Nuevo Mundo habían sido consagrados en España y algunos se habían negado después a cruzar el Atlántico, Felipe III solicitó que fuesen ordenados en las Indias. Pero en el caso de López de Haro, Felipe IV, en atención a las peculiaridades del obispado puertorriqueño (distante de los circunvecinos y expuesto a peligrosas navegaciones en un mar infestado de piratas, con la posibilidad de no encontrar prelado ordenante), solicitó la dispensa pontificia para que el trinitario se pudiera consagrar antes de partir. Y López de Haro fue consagrado en su convento de Madrid el 14 de febrero de 1644.

En los últimos meses de su estancia en España, Damián se dedicó a buscar los miembros de la “familia” que le acompañarían al Caribe. Consiguió reclutar, al menos, dos religiosos trinitarios, dos criados y un esclavo.

Embarcado en la nao Santiago, del mercader inglés Ricardo Suic, salió del puerto de Cádiz el 22 de abril de 1644, con la flota de Nueva España a cargo del general Marín Carlos de Mencos. A causa de calmas y vientos contrarios, tardó veintitrés días en llegar a las Canarias. En el segundo tramo de la travesía se sintió tan indispuesto que perdió el apetito y temió perder la vida. El 13 de junio siguiente desembarcó en Puerto Rico, donde fue recibido según las disposiciones del ceremonial romano y “con muchas demostraciones de singular alegría, con danzas y comedias, toros y cañas”.

Poco tardó en tomar el pulso a la sede. A partir de septiembre, dirigió varios escritos al Rey y funcionarios del Consejo de Indias en los que presentaba un panorama económico-social sombrío, entreverado con los elogios a la belleza natural del lugar y a los frutos del campo. Había llegado a una “islilla falta de bastimentos y dineros”, destruida por los huracanes y el saqueo de los piratas, sumida en la pobreza, con pocos habitantes, insuficiente clerecía y guarnición militar, sin comercio, ausencia del situado, carestía de la vida, moneda pobre y escasa... Y daba la voz de alarma sobre un peligro interno: el elevado número de portugueses —entre vecinos, soldados y frailes dominicos y franciscanos—, en connivencia con gentes del exterior, podía hacer peligrar la plaza.

Nada más tomar posesión emprendió la tarea apostólica: además de consagrar los santos óleos, confirmar, conferir órdenes sagradas y predicar, hizo la visita pastoral de la catedral, ajustó las cuentas de más de veinte años, cumplió con la Caja Real y dejó libre a la Iglesia “de diferentes tributos que pagaba sin causa ni razón”, a satisfacción de todos. Y planificó la celebración de un sínodo diocesano y la visita a los anexos venezolanos.

Actividad sin parangón en la historia de la Iglesia en Puerto Rico fue la asamblea sinodal. El saqueo holandés de 1625 y el huracán de 1642 dejaron destruida la ciudad; entre las numerosas pérdidas, el archivo diocesano: López de Haro se encontró sin “un papel de resulta de visita, ni memoria de algún sínodo que se hubiese celebrado” por qué regirse, y se resolvió “a dar nuevas leyes haciendo cuenta que fundaba de nuevo la Iglesia”. Anunció la convocatoria el 5 de diciembre de 1644, y celebró las sesiones durante los días 30 de abril y 1-2 de mayo de 1645. Basado el cuerpo legal en el Concilio tridentino, con algún influjo también del sínodo provincial dominicano (1622-1623) y ajustado a los derechos eclesiástico, civil e indiano, más las disposiciones reales, los participantes aprobaron por unanimidad ciento ochenta y siete constituciones, “las más de ellas contra muchos abusos y corruptelas”.

Como las nuevas leyes necesitaban la anuencia real, las remitió a Madrid urgiendo su pronta aprobación. El Consejo de Indias se limitó a modificar la cláusula ochenta sobre la recepción de los breves pontificios, y Felipe IV autorizó la impresión y ordenó su cumplimiento (5-9 de septiembre de 1646). El libro salió a luz pública a principios de 1647. La obra jurídica de Haro tendría vigencia durante siglos en la diócesis de Puerto Rico.

A Damián le urgía viajar a los anexos del oriente venezolano, encomendados a su Obispado. Nada más llegar a la sede había recibido noticias del maltrato que sufría la Iglesia por culpa de los gobernadores incultos. Ya en la primera carta a Su Majestad (20 de septiembre de 1644) se lo hizo saber: “En acabando la visita de esta iglesia, pasaré a las otras islas”. Una semana después comunicaba a Juan Díez de la Calle, funcionario del Consejo de Indias: cumplidas las tareas pastorales en Puerto Rico, “luego pasaremos a la Margarita y a Cumaná, si Dios fuere servido”. Y decidió cruzar el mar Caribe “con toda presteza y aliento”. Fletó por su cuenta una fragata y zarpó del puerto de San Juan el 23 de mayo de 1645 con dirección a la isla Margarita. Las desfavorables condiciones marinas alargaron el viaje de ocho días a treinta y cuatro. Después de barloventear por todas las ladroneras de los corsarios, atracó en Cumaná, en Tierra Firme.

Pensaba Damián que la visita pastoral a los anexos le llevaría un año, pero en ella consumió los tres que le quedaban de vida, sin poder llegar a todos los núcleos misionales por la vastedad del lugar, las dificultades de los viajes, los asuntos complejos que encontró y la venida de la muerte. Visitó personalmente, “con no pequeñas tribulaciones y trabajos”, las islas Margarita, Coche, Cubagua y Punta de Mosquitos, y en Tierra Firme, Cumaná, Nueva Andalucía, Nueva Barcelona y Tarragona, Puerto Santo y los valles de Guayacán, Maracapana, Río Caribes y Carúpano.

Para la provincia de Barcelona, San Cristóbal de los Cumanagotos, isla de la Trinidad, San Martín, Santo Tomé de la Guayana y la nueva población de la boca del río Guárico, comisionó al padre Juan de Rivas, cura de la Margarita, y al dominico Lucas de la Carrera Osorio.

Los dos centros principales de su actividad pastoral fueron Cumaná y la Margarita. En la primera ciudad discurrió el primer año, y pudo comprobar lo que ya sabía: la inmunidad y libertad eclesiásticas, violadas; la pobreza de la Iglesia, extrema; los sacerdotes, injuriados; los indios, oprimidos... Inició una segunda etapa epistolar —cartas y memoriales estremecedores— con destino a la metrópoli y a la Real Audiencia de Santo Domingo en busca de ayuda, aún a sabiendas de la dificultad de recibirla, dada la necesidad urgente del remedio y la lejanía de los destinatarios.

Hacia mediados de 1646 viajó a la isla Margarita, desde entonces su centro de apostolado. Fruto del trabajo misionero, redactó allí unas Constituciones pastorales para los anexos, como aplicación de las sinodales. Las firmaba en La Asunción el 23 de diciembre de 1647.

Convencido de gobernar el Obispado más pobre de la cristiandad, quiso asegurar la cobranza de los diezmos para sanear la economía diocesana, proveer la mesa episcopal, el sustento de los clérigos y el mantenimiento de la fábrica de los templos. Testigo de que las autoridades militares y civiles no pagaban a la Iglesia lo establecido y desviaban las entradas pertenecientes a la Real Hacienda en beneficio propio, lo hizo saber al Consejo de Indias, infructuosamente.

Protector de los aborígenes, comprobó el trato injusto que recibían los indios de manos de los gobernadores prepotentes y encomenderos desalmados, y salió en su defensa con patéticos memoriales dirigidos a la Corte, al cardenal de Toledo Baltasar Moscoso Sandoval y a Su Santidad.

Guardián de la fe católica y defensor de la inmunidad y libertad eclesiásticas, presionó a Francisco Santillán, gobernador de la Margarita, por su negativa a cumplir una constitución sinodal sobre la cobranza de los diezmos; encarceló a Juan de la Cueva, asesor legal de dicho gobernador y amigo del de Cumaná, por la misma razón; procesó a Pedro Luis de Salazar, oidor de la Real Audiencia, por difundir en los anexos doctrinas contra la fe; y a Diego Guajardo, gobernador de la isla de San Martín, por haberse proclamado pontífice de la plaza militar: a todos les aplicó las censuras de la bula In coena Domini.

Los gobernadores reaccionaron contra Damián con cartas al Consejo, y Gregorio de Castellar, gobernador de Cumaná, se vengó al ejecutar en el prelado la real provisión de las fuerzas: cercó la casa episcopal con una escuadra de veinte soldados y le dejó sin comer, beber ni dormir durante treinta y seis horas (4-5 de mayo de 1646).

Maltratado en los anexos e imposibilitado de cumplir su misión, el obispo esperaba el amparo de la Corte, pero en vano: fueron más atendidas las quejas de los gobernadores, y el Consejo le acusó de haberse inmiscuido en la administración de los diezmos y de haber actuado como inquisidor y no como ordinario. Duros golpes para un obispo sabio, prudente y apostólico, que había cifrado su oficio pastoral en buscar la gloria de Dios, el servicio a la Iglesia, el bien de sus diocesanos y la fidelidad al Monarca.

Por Orden Real, en enero de 1648 se desmanteló el fuerte de la isla de San Martín. La tropa fue conducida a Puerto Rico. A causa de las pésimas condiciones de vida, los soldados habían contraído una epidemia de peste, y la llevaron a su nuevo destino, donde murió mucha población. También se propagó en la isla Margarita a través de un barco procedente de la sede episcopal. Entre las víctimas, se encontraba fray Damián López de Haro. Los informes enviados a la Corte con tan infausta noticia le catalogaban de obispo pobre, misionero y santo. Dos años antes de la muerte había sido propuesto por el Consejo (27 de agosto de 1646) para el Obispado de Cuba, y en 1648 para el Arzobispado de Santo Domingo.

 

Obras de ~: Sermon del Nacimiento de Christo S. N. y de los santos Innocentes, y del santo Innocente de la Guardia, Toledo, Viuda de Pedro Rodríguez, 1614; Guirnalda de la Virgen para la fiesta de su Gloriosa Assumpcion, texida de las flores de los Santos, y Padres de la Iglesia, Cuenca, Domingo de la Iglesia, 1621; Sermon de los Santos Padres, y Maestros S. Ignacio de Loyola, fundador de la Compañia de Iesus, y S. Francisco Xauier, vno de sus diez primeros hijos, y compañeros en la fundacion de la Compañia de IESUS, Cuenca, por Domingo de la Iglesia, 1622; Donativo Real, [...] y Exhortacion Religiosa a los Pueblos, Madrid, Luis Sanchez, 1625; Carta-relación a Juan Díez de la Calle, Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 3047, fols. 1r.-8v. (Carta-relación a Juan Díez de la Calle, ed. crít., paleogr. de P. Medrano Herrero, San Juan de Puerto Rico, Universidad Interamericana, 2005); Constitvciones sinodales hechas por el Ilustrissimo y Reuerendissimo señor Don Fray Damian Lopez de Haro, Obispo de la ciudad de San Iuã de Puerto-Rico, Islas de Barlouento, Prouincia de Cumana, y demas anexos à ella, Madrid, Catalina de Barrio y Angvlo, 1647; “Memoriales del obpõ de San Juan de Puerto Rico sobre Diuersas Causas Espirituales y de concienzia pertenecientes al Gouierno del dho obpado”, Madrid, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, ms. 9/1025, fols. 188r.-237r.; Constituciones de resulta de la visita que hizo el Reverendísimo Señor, Maestro Don Fray Damián López de Haro, obispo de San Juan de Puerto Rico y sus anexos, del Consejo de Su Majestad, 1647 (ed. en Á. Huerga, Constituciones pastorales de las Iglesias del Oriente venezolano (1604-1752), Ponce, Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, 1998, págs. 121-155); Fúnebre aclamación de Nuestro Santísimo Padre Urbano VIII, Pontífice Máximo de la Iglesia, Serenísimas Señoras Doña María de Austria, Emperatriz de Alemania, y Doña Isabel de Borbón, Reina de España, Don Baltasar Carlos de Austria, Príncipe jurado, heredero de dos Mundos, nuestros Señores, Madrid, 1649.

 

Fuentes y bibl.: Archivio Segreto Vaticano, Processus Consistorialis, v. 43, fols. 243r.-251r.; Santo Domingo, 535A, 902, 2517; Indiferente, 192, 2852; Contratación, 1188, 5427, 5539, 5789.

G. González Dávila, Teatro Eclesiastico de la Primitiva Iglesia de las Indias Occidentales, Vidas de svs Arzobispos, Obispos y cosas memorables de svs sedes, t. I, Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1649, fols. 295-296; N. Antonius, Bibliotheca Hispana Nova, I, Matriti, apud Joachimum de Ibarra, 1783, pág. 263; A. de la Asunción, Diccionario de escritores trinitarios de España y Portugal, II, Roma, 1899, págs. 15-18; V. Murga, “El Obispo Dn. Fr. Damián López de Haro”, en Boletín. Revista diocesana de Ponce (1943), págs. 349-354, (1944), págs. 119- 125, 333-344 y 391-398, (1945), págs. 29-36, 127-130 y 147-148; J. Rivera de Álvarez, “El obispo fray Damián López de Haro y su carta-relación a Juan Díaz de la Calle”, en Atenea, II, 2 (1965), págs. 9-12; S. Perea, “Mural del obispo fray Damián López de Haro”, en Horizontes, XIV, 28 (1971), págs. 41-49; J. Rivera de Álvarez, “López de Haro, Fray Damián”, en Diccionario de literatura puertorriqueña, t. II, v. II, San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1974, págs. 839-842; C. Campo Lacasa, Historia de la Iglesia en Puerto Rico (1511-1802), San Juan de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1977, págs. 74-80 y 298-305; V. Murga y Á. Huerga, Episcopologio de Puerto Rico, III, Ponce, Universidad Católica de Puerto Rico, 1989, págs. 89-121; Á. Huerga, La evangelización del Oriente venezolano, Ponce, Universidad Católica de Puerto Rico, 1996, págs. 143-170; P. Medrano Herrero, Don Damián López de Haro y don Diego de Torres y Vargas, dos figuras del Puerto Rico barroco, San Juan, Plaza Mayor, 1999; “Damián López de Haro y Diego de Torres y Vargas, ¿escritores encontrados?”, en Focus, II, 2 (2003), págs. 29-42; “De Madrid a Puerto Rico: Viaje del obispo Damián López de Haro a su diócesis en 1644”, en Trinitarium, 12 (2003), págs. 85-108; Damián López de Haro en la historiografía puertorriqueña, Roma, Secretariado General Trinitario, 2004; “Retrato espiritual de Damián López de Haro en los cuatro últimos años de su vida” y “Puerto Rico en la correspondencia del obispo Damián López de Haro”, en Trinitarium, 13 y 16 (2004 y 2007), págs. 7-33 y págs. 33-56, respect.

 

Pío Medrano Herrero, OSST

 

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