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José Álvarez de Toledo y Dubois

Biografía

Álvarez de Toledo y Dubois, José. La Habana (Cuba), 14.V.1779 – París (Francia), 16.IV.1858. Precursor de la independencia americana y diplomático carlista.

Hijo del capitán de navío de la Real Armada Luis Álvarez de Toledo y de Dolores Dubois, sentó plaza de guardiamarina el 28 de abril de 1795, embarcándose por primera vez el 22 de mayo de 1795 en el navío San Carlos. Alférez de fragata el 14 de octubre de 1795, tuvo desde entonces una intensa vida militar que incluyó varios viajes a América y el ser hecho prisionero en un par de ocasiones por la flota inglesa. En 1808 tomó parte en la conspiración previa a la sublevación de Vigo contra los franceses, y asistió como ayudante del general Riquelme a la batalla de Espinosa de los Monteros.

Tras la retirada de las tropas inglesas de La Coruña pasó a Cádiz, donde fue nombrado teniente de fragata el 23 de febrero de 1809, participando posteriormente en varias operaciones sobre las costas de Galicia y Cataluña.

Durante una nueva estancia en Cádiz fue nombrado diputado suplente por Santo Domingo, defendiendo la igualdad de derechos electorales entre americanos y españoles: “Se nos conceptuaba por bestias, y por incapaces de salir de la esclavitud. Así es como diez y seis millones de hombres eran el objeto de la tiranía y del oprobio a que de nuevo los condenaba la Asamblea de la Isla de León”. Su juicio de las Cortes no podía ser más crítico: “Pasaban días y meses sin que los Representantes de la Soberanía Nacional se acordasen de que había América, ni tampoco de que la Nación sostenía la guerra contra los franceses.

Se creería ver a los antiguos emperadores de Constantinopla, encerrados con el Clero en su palacio, consumiendo días y noches enteras en disputar sobre Teología, mientras las naciones formidables del norte invadían y señoreaban las mejores provincias del Imperio. No se trataba de ejércitos, ni de los recursos indispensables para sostenerlos, y defender la libertad y la independencia del pueblo español”. El 30 de diciembre de 1810 firmó un escrito criticando la postura de Abascal, Villegas y Elío que trataban de hacer frente a los primeros conatos de rebeldía en América. En su opinión, era imposible hacer nada en las Cortes a favor de América, pues los europeos estaban dispuestos “a sostener su preponderancia, y continuar oprimiendo con el mismo yugo esclavizador de los Reyes de España a los habitantes de esta rica y hermosa parte del mundo”. Mantuvo por ello correspondencia con el capitán general de Santo Domingo y el ayuntamiento, pero la muerte del general Sánchez Ramírez, a quien iba dirigida, hizo que cayera en manos de su sucesor, que la consideró subversiva y la denunció al Consejo de Regencia, motivo por el que las Cortes dedicaron una sesión secreta a tratar el tema (7 de agosto de 1811), instruyéndose la oportuna causa, antes de cuya resolución se embarcó hacia Filadelfia, y allí residía cuando se aprobó el código constitucional, que consideró muy poco avanzado, criticando expresamente que no permitiera más religión que la católica. En un folleto publicado entonces presenta a las Cortes de Cádiz como un reducto de absolutistas en el que los afrancesados mantenían posturas de privilegio y propone que los españoles se den una Constitución federal siguiendo el modelo de Estados Unidos, al tiempo que llama a la independencia de la América española.

En agosto de 1813 se puso al frente de una expedición de tres mil hombres, en su mayoría mexicanos y estadounidenses, aunque no faltaban algunos centenares de indios, con la que trató de invadir Texas, pero fue derrotado por el brigadier Arredondo. De regreso a Nueva Orleans colaboró en 1814 en la defensa de la plaza contra los ingleses y siguió laborando en pro de la independencia de México hasta que el 12 de diciembre de 1815 escribió una carta a Fernando VII retractándose de sus anteriores actuaciones y poniéndose a su servicio. De vuelta a la Península en enero de 1817 se presentó al ministro de Estado, García de León y Pizarro, para quien elaboró diversas memorias destinadas a prevenir la independencia de América.

En agosto de 1820 salió de España para tomar baños y viajar después por Europa, habiéndole conferido Fernando VII diferentes comisiones cerca de los soberanos de las principales potencias, “comisiones que le hacían mucho honor; pero que por haber sido secretas no podemos ocuparnos de ellas”. En 1821 marchó a París por orden del Rey y luego a Bayona, donde quedó a las órdenes del general Francisco Javier Elío, que le nombró coronel jefe del Estado Mayor del Ejército que se organizó en las Provincias Vascongadas al mando del general Quesada, con el que hizo toda la campaña hasta su entrada en la Corte.

De allí pasó a Sanlúcar, pues había sido elegido por el Rey para dirigir su correspondencia a la Regencia, y cuando Fernando VII desembarcó en el Puerto de Santa María el 1 de octubre de 1823 le acompañó hasta Madrid.

El 8 de febrero de 1824 se le nombró brigadier de Infantería y el 28 de marzo de 1825 ministro plenipotenciario en las cortes de Luca y Toscana. En 1827 fue nombrado enviado extraordinario y ministro plenipotenciario cerca de los Cantones Cuizos, y el 28 de enero de 1829 obtuvo el mismo cargo en la corte de Nápoles. Durante aquel tiempo se encargó de todas las diligencias diplomáticas que exigió el casamiento de María Cristina de Borbón con Fernando VII hasta que el marqués de Labrador se presentó en Nápoles para pedir su mano. En 1833, siendo ministro plenipotenciario en Nápoles elevó una exposición manifestando su adhesión a don Carlos, por lo que fue exonerado de sus empleos y condecoraciones el 13 de diciembre de ese año. Como representante de don Carlos en Nápoles desarrolló una amplia actividad que puede seguirse en las obras publicadas sobre el tema y en su correspondencia, que se conserva en el fondo Carlistas de la Biblioteca de la Real Academia de la Historia.

El 15 de septiembre de 1849 se dirigió a Isabel II solicitando acogerse a la amnistía y afirmando que durante la guerra trabajó intensamente “para que sin desdoro de los derechos de V. M., pudiese sin derramamiento de sangre, verificarse la reconciliación de toda la augusta familia de V. M. reclamada en el concepto del exponente por los más vitales intereses de la Monarquía”, y que se había retirado a la vida privada al ver fracasados sus intentos. Se le reconoció el grado de brigadier. Jubilado en 1850, en 1851 se le concedió licencia para pasar a Francia y el 27 de octubre se le encargó estudiar el sistema hipotecario francés, remitiendo al Gobierno una extensa memoria sobre el tema el 28 de febrero de 1854 y otra el 10 de octubre de 1856. El 30 de abril de 1856 se le pidió analizase cuanto tuviese relación con el impuesto de hipotecas en Francia.

Estuvo casado con María Tomasa de Palafox y Portocarrero, viuda del duque de Medina Sidonia y hermana del conde de Montijo, que tenía posesiones en Nápoles.

 

Obras de ~: Manifiesto o satisfacción pundonorosa, a todos los buenos españoles europeos y a todos los pueblos de la América, por un diputado de las Cortes reunidas en Cádiz, Filadelfia, 1811; Contestación a la Carta del Indio Patriota con algunas reflexiones sobre el diálogo entre el Entusiasta Liberal y el Filósofo Rancio y sobre las notas anónimas con que ha salido reimpreso el Manifiesto de Don José Álvarez de Toledo, Filadelfia, 1812.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar de Segovia, expediente personal.

Observaciones satisfactorias del mundo imparcial al folleto dado a luz por el Marte-Filósofo de Delaware don José Álvarez de Toledo, reimpreso con notas explanatorias, Charleston, enero de 1812; P. Chamorro y Baquerizo, Estado Mayor General del Ejército Español, Madrid, R. Santacana, 1858, secc. Brigadieres; C. M. Trelles, Un precursor de la independencia de Cuba: don José Álvarez de Toledo [La Habana], Academia de la Historia de Cuba, 1926; A. Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera, “Las relaciones hispano-italianas durante la Primera Guerra Carlista”, en Aportes, 25 (1994), págs. 135-144; J. R. Urquijo y Goitia, Las relaciones entre España y Nápoles durante la Primera Guerra Carlista, Madrid, Actas, 1998.

 

Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera

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