Pacheco de Toledo, Francisco. Ciudad Rodrigo (Salamanca), c. 1508 – Burgos, 23.VIII.1579. Eclesiástico, canónigo, arzobispo, cardenal y diplomático.
Francisco Pacheco fue el segundo hijo de Juan Pacheco y Ana de Toledo, sobrina del duque de Alba. Su hermano mayor, Rodrigo, fue el I marqués de Cerralbo, título concedido por el emperador Carlos V en 1553. Tras estudiar en Salamanca, Francisco fue ordenado sacerdote por su tío el cardenal Pedro Pacheco y Villena el Tridentino, quien alcanzaría las cotas más altas en la carrera eclesiástica y política, que ocupó las sedes de Mondoñedo, Ciudad Rodrigo, Pamplona y Jaén, y pasó a ser cardenal de Santa Balbina, inquisidor y el teólogo protagonista de la política imperial en Trento —de ahí el sobrenombre—, terminando como virrey y gobernador de Nápoles, no sin antes estar a punto de ser elegido Papa en el cónclave de 1559, meses antes de morir.
Francisco, beneficiado por el favor de su todopoderoso tío, completó una brillante carrera eclesiástica y diplomática. Tras su paso por Salamanca, donde trabó amistad con Gaspar Zúñiga y Avellaneda, arzobispo de Santiago, y con Francisco de Vitoria, su maestro de Teología, bajo cuya dirección se licenció el 4 de agosto de 1547, pasó algún tiempo en Florencia invitado por Cosme de Médicis tras su beneficio en Roma. Antes de ser canónigo de Toledo (1555), su tío Pedro le nombró canónigo de Ciudad Rodrigo en 1553, cuando se hallaba en Florencia, pero no llegó a tomar posesión del puesto hasta 1561, tras la muerte del cardenal Pedro Pacheco.
Su primera misión como diplomático tuvo lugar en Bruselas, adonde fue enviado como embajador ante su amigo Cosme, duque de Florencia, quien tras temerse un inminente ataque de los franceses contra Siena, aparece como salvador de tan crítica situación. Posteriormente, en 1556, se pudo ver a Francisco Pacheco interviniendo como secretario del duque de Alba en las negociaciones de paz entre Felipe II y el papa Pablo IV; el 20 de septiembre del mismo año fue el encargado de exponer ante la comisión de cardenales las condiciones previas que imponía el virrey de Nápoles, las cuales fueron consideradas duras por el Papa. El 27 de noviembre de 1556, el duque de Alba y el cardenal Carlos Caraffa, legado del Papa, acordaron prolongar la tregua cuarenta días más, tras su acuerdo en Ostia, donde además se decidió enviar a dos embajadores ante Felipe II, uno de las cuales sería Francisco Pacheco.
Su éxito a la hora de conducir las negociaciones, se vio premiado al quedar aprobadas por Felipe II las condiciones pactadas anteriormente entre el duque de Alba y el cardenal Caraffa, llegando a una paz definitiva, no sin antes sufrir la ira del papa Pablo IV que no aceptaba la concordia ofrecida por el rey de España. A pesar de todo y en contra de lo esperado, el 26 de febrero de 1561, el mismo Pablo IV nombró cardenal a Francisco Pacheco a petición de Cosme de Médicis y su esposa Leonor de Toledo, de quien era pariente lejano. Tras su nombramiento pasó unos meses en Ciudad Rodrigo, donde fue obsequiado con una corrida de toros y la confirmación de la canonjía que ya poseía desde 1553. Curiosamente fue él mismo quien prohibió después a los clérigos la asistencia a los festejos taurinos.
Hasta 1564 no recibió Pacheco las insignias cardenalicias con el título de la iglesia de Santa Susana (14 de julio de 1564), pasando a la de Santa Prudencia el 7 de febrero de 1565, para finalizar en la de Santa Cruz in Jerusalem de Roma (17 de noviembre de 1565). Su preparación jurídica y su tacto a la hora de tratar los asuntos políticos le sirvieron para ser uno de los seis cardenales elegidos para juzgar a Inocencio del Monte, que había sido encarcelado por escándalo público. Además, fue nombrado protector de los Reinos de Castilla por Real Cédula de 18 de abril de 1564. Cuando el Concilio de Trento pasaba por su etapa final, y tras haber sido renovada su convocatoria por Pío IV —quien confirmó los decretos del concilio el 26 de enero de 1564, decretos que fijarían los modelos de fe y las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX—, Pacheco tuvo que hacer frente en la curia a cuestiones como el proceso de Carranza, la Guerra de Malta, el matrimonio de los sacerdotes alemanes, la canonización de fray Diego de Alcalá o la división de Cartagena y Orihuela. Por entonces el cardenal fue testigo de las quejas del papa Pío IV, quien poco antes de morir declaraba no haber sido tratado como merecía por Felipe II y sus ministros.
El cónclave para la elección del nuevo papa, tras la muerte de Pío IV en 1565, se celebró entre el 20 de diciembre de 1565 y el 7 de enero de 1566, del que salió elegido Pío V, quien reorganizó enseguida el Tribunal de la Inquisición Romana poniendo al frente de él a cuatro cardenales, siendo Pacheco uno de ellos. Durante su etapa como inquisidor formó parte del Tribunal que juzgó a Carranza. El embajador español en Roma, Requesens, quizá esperando un trato de favor, no entabló buenas relaciones con Pacheco, que se mostraba firme en sus decisiones políticas y no atendía a favoritismos.
En 1567, el cambio en la política española repercutió negativamente en la vida política del cardenal. Cuando el duque de Alba partió para Flandes, Rui Gómez y Espinosa se convirtieron en los árbitros del gobierno, con lo que Pacheco perdió influencia en la curia; además, Felipe II le nombró obispo de Burgos y Juan de Zúñiga sustituyó a Requesens como embajador. Zúñiga trató de desacreditar a Pacheco siempre que pudo, pues la amistad de éste con el duque de Florencia creaba recelos entre los políticos españoles en Roma. A pesar de todo, Pacheco siguió en la Ciudad Eterna hasta 1574.
El duque de Florencia, Cosme de Médicis, intentó formar parte de la liga que Felipe II estaba creando en Roma, para lo que alegaba ser gran duque de Toscana —título concedido por Pío V sin contar con las cortes española y alemana—, además de contar con la influencia de Pacheco, pues éste, que en un principio había sido excluido de la comisión para la liga gracias a los negativos informes que Zúñiga mandó a Felipe II, después fue nombrado plenipotenciario junto con Zúñiga y Granvela. El resultado fue la victoria española en Lepanto derrotando a los turcos (1571). A la muerte de Pío V (1572) fue elegido Papa el boloñés Gregorio XIII, no sin la ayuda de Cosme de Médicis y el cardenal Granvela.
En 1572 Francisco Pacheco fue nombrado arcediano de Ciudad Rodrigo, de donde ya era canónigo, dando más tarde ambos cargos a su sobrino Diego Pacheco, hijo de Rodrigo, I marqués de Cerralbo. El 28 de agosto de 1574, el Papa concedió a Luis Manrique el beneficio y préstamo de Santiago de Écija por renuncia de Francisco Pacheco, quien, a pesar de haber sido nombrado obispo de Burgos el 1 de mayo de 1567, siendo consagrado el 28 de octubre como titular de Santa Cruz, no ocuparía la prelatura hasta pasados unos años. Desde esa fecha hasta 1575 nombró gobernador de la diócesis a Lorenzo Hernández, deán de Zamora, y obispo auxiliar a Gonzalo de Herrera, teólogo titular de Laodicea, sin que desde Roma dejara de preocuparse por su diócesis.
El 22 de octubre de 1574 el papa Gregorio XIII elevó a la diócesis de Burgos al rango de metrópoli, meses antes de que Pacheco hiciera la entrada solemne en ella (3 de marzo de 1575). El hecho más relevante en su nuevo destino fue la celebración de un sínodo diocesano con el fin de aplicar los decretos disciplinares de Trento, conservando algunas normas anteriores, que tuvieron vigor hasta 1905. Además, trató de elevar el nivel cultural del clero entregando a los jesuitas el Colegio de San Nicolás. También intentó transformar dicho Colegio en Universidad, pero topó con la oposición del rey Felipe II.
Francisco Pacheco falleció en el Palacio Arzobispal de Burgos el 23 de agosto de 1579 y fue sepultado en la capilla que había mandado construir en Ciudad Rodrigo y que hoy lleva el nombre de Cerralbo, linaje al que pertenecía el cardenal.
Fuentes y bibl.: Archivo General de Simancas, Catálogo V, Patronato Real (834-1851), I, Valladolid, 1946, n.os 911, 1568, 1585-1588, 1591-1592, 1594, 1602, 1616, 1618, 1659 y 2559.
G. Moroni, Dizionario di erudizione storico-ecclesiastica, L, Venecia, 1851, págs. 98-99; M. Hernández Vegas, Ciudad Rodrigo, la catedral y la ciudad, vol. II, Salamanca, 1935, págs. 93-102; D. Mansilla, “El Seminario conciliar de San Jerónimo de Burgos”, en Hispania Sacra, 7 (1954), págs. 22- 25 y 48-51; “La reorganización eclesiástica española del siglo XVI”, en Anthologica Annua, 5 (1957), págs. 87-104; J. Pérez Carmona, “El Cardenal Pacheco en las sesiones VI-VIII del Concilio de Trento”, en Burgense, 2 (1961), págs. 319-381; N. López Martínez, “Notas documentales sobre el cardenal D. Francisco Pacheco de Toledo, primer arzobispo de Burgos”, en Burguense, 9 (1968), págs. 339-362; A. Martín González, El Cardenal Don Pedro Pacheco, obispo de Jaén, en el concilio de Trento. Un prelado que personificó la política imperial de Carlos V, Jaén, Instituto de Estudios Giennenses, 1974; J. Goñi, “Pacheco de Toledo, Francisco”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, suplemento I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1987, págs. 567-571; V. de Cadenas y Vicent, El concilio de Trento en la época del emperador Carlos V, Madrid, Hidalguía, 1990; M. Fernández Álvarez, La España del Emperador Carlos V, Introducción de R. Menéndez Pidal, Madrid, Espasa Calpe, 1990; A. Franco Silva, El señorío Toledano de Montalbán. De Don Álvaro de Luna a los Pacheco, Cádiz, Universidad, Servicio de Publicaciones, 1992; J. I. Tellechea Idígoras, “El cónclave de Paulo IV. Cartas del cardenal Pedro Pacheco”, en Cuadernos de Investigación de Historia. Seminario Cisneros, 18 (2001), págs. 379-405; A. M. Rouco Varela, Estado e Iglesia en la España del siglo XVI, tesis leída en la Universidad de Murcia, Madrid, Editorial Católica, Facultad de Teología San Dámaso, 2001; J. García Oro, Cisneros: un cardenal reformista en el trono de España (1436-1517), Madrid, La Esfera de los Libros, 2005.
César Ramos Iglesias