González de Lara, Pedro. Conde de Lara. ?, s. m. s. XI – Bayona (Francia), 1130. Noble.
Conde castellano, tenente de Lara, hijo de Gonzalo Núñez de Lara I y de su esposa Goto Núñez. Las primeras referencias a este magnate son algo confusas, pues en la segunda mitad del siglo XI existen varios personajes de este nombre en la Corte de Alfonso VI de León y Castilla. Puede que fuera armiger real en los años posteriores a la derrota cristiana en Sagrajas y algunos han sugerido su marcha a Tierra Santa, junto al conde de Toulouse, entre 1091 y 1106, aunque no existen pruebas concluyentes.
Entre 1107 y 1108 ocupó la alferecía real y recibió la dignidad condal. Fue probablemente partidario del enlace matrimonial entre Urraca —heredera al trono castellano y viuda de su primer esposo— y el conde Gómez González, del linaje de los Salvadórez. Esta decisión debió de determinar su oposición a Alfonso I el Batallador, monarca navarro-aragonés que se desposó con la Reina y ocupó varias comarcas castellanas.
Fallecido Gómez en la batalla de Candespina (1111), Pedro González de Lara vino a sustituirle en el liderazgo de la nobleza de la región. Durante los años siguientes, época de gran inestabilidad política para Castilla, el conde apoyó a su Soberana, haciendo frente, desde sus tenencias de Lara, Palenzuela o Peñafiel, al dominio territorial ejercido por Alfonso el Batallador, quien llegó a controlar Soria, Toledo, Castrojeriz, Carrión y Burgos.
Aunque es posible que en 1117 Pedro González entrara momentáneamente en contacto con el monarca navarro-aragonés, lo cierto es que no sólo se mantuvo al lado de Urraca, sino que afianzó aún más su influencia en la Corte. A ello contribuyeron la deposición del mayordomo regio, Gutierre Fernández, el fallecimiento del conde Pedro Ansúrez y el matrimonio de Rodrigo González de Lara con la infanta Sancha, hermana de la Reina.
El avance de Alfonso I por tierras del Duero y Extremadura en 1119 revalorizó la importancia estratégica de los dominios de Pedro González de Lara. Éste fue capturado por Gutierre Fernández y llevado preso al castillo de Mansilla, en lo que parece una reacción de un sector de la nobleza cortesana frente a la desmedida influencia del conde. Sea como fuere, al año siguiente se hallaba de nuevo junto a la Reina, acompañado de otros nobles castellanos y riojanos. Por tanto, la reacción fallida de aquéllos vino, en última instancia, a reafirmar la influencia del Pedro González de Lara y sus partidarios, fundamentalmente del sector oriental castellano.
La ascendencia del conde sobre la Corte perduró a lo largo de los años siguientes, avivada por la relación sentimental que tenía con la Soberana. Según las fuentes, Urraca y Pedro González tuvieron dos hijos, Fernando Pérez, Furtado, y Elvira Pérez. Aunque Jiménez de Rada opina que el conde pretendía hacerse con el reino, esta interpretación parece poco acertada, fruto del contexto político que vivió el arzobispo toledano a principios del siglo XIII. Muy al contrario, de haber pretendido el reino se hubiera encontrado con la frontal oposición de Alfonso Raimúndez —futuro Alfonso VII—, quien, sin embargo, no dudó en mantener en lo posible la obediencia al magnate.
En 1126 accedió al Trono Alfonso Raimúndez, no sin encontrar la inicial oposición de un sector importante de la nobleza, en contra del probable predominio de los nobles gallegos, aquellos que habían apoyado al entonces infante desde hacía años. Lo cierto es que, entre los nobles rebeldes, se hallaban los hermanos Pedro y Rodrigo González de Lara, aunque, al poco tiempo, acabaron aceptando la autoridad del Rey. Este regreso a la obediencia de Alfonso VII pudo motivar la defección de otros nobles castellanos, quizá recelosos del poder inusitado alcanzado por el tenente de Lara durante el reinado anterior. Sea o no cierto, entre estos nobles se encontraban Rodrigo Gómez de Bureba, Gutierre y Rodrigo Fernández de Castro y García García de Aza, quienes abandonaron a Alfonso el Batallador en 1127, al igual que hicieron las ciudades de Burgos y Carrión.
La fidelidad de Pedro y Rodrigo González de Lara se mostró relativa, pues ambos se opusieron al enfrentamiento con el monarca navarro-aragonés, que avanzaba con su ejército por tierras castellanas. Aunque Alfonso VII logró la paz con Alfonso I en Támara y el nuevo sometimiento de los Lara, éstos volvieron a rebelarse en 1129, cuando el Monarca se hallaba en Atienza, preparando un nuevo enfrentamiento con el Batallador.
Pese a lo indicado por algunas fuentes, la actitud de los Lara no ha de interpretarse desde una hipotética deslealtad o enemistad hacia el Rey y sus nobles, sino desde la conjunción de varios factores. Entre ellos, hay que destacar la situación de los dominios de Pedro González, que se extendían desde Lara hasta Peñafiel, Torremormojón y Dueñas. Si se considera la presencia de Alfonso I en tierras sorianas, la Bureba y Castrojeriz, se comprende la importancia que tenía para Alfonso VII la obediencia de los Lara, así como la actitud variable de éstos, pues no les convenía un enfrentamiento abierto con el aragonés. En estas circunstancias, Pedro González y el conde Beltrán de Risnel, vasallo del Batallador, fueron apresados en Palencia y enviados a León a principios de 1130. Los nobles fueron obligados a entregar sus fortalezas a cambio de la libertad, aunque no pudo evitarse un nuevo levantamiento castellano a favor del tenente de Lara. Al no lograr sus objetivos, Pedro González abandonó el reino y acudió al monarca navarro-aragonés, mientras Alfonso VII ocupaba la tenencia de Lara, entregaba su castillo a Ordoño Gustioz y daba nuevo fuero a la villa. Junto a Pedro González y Beltrán de Risnel, yerno de Lara por haber casado con su hija Elvira —hija de Urraca—, se había revelado Rodrigo González en sus tenencias de Liébana y la Asturias de Santillana. Contra éste actuó Alfonso VII, mientras su hermano Pedro se hallaba en Bayona al lado de Alfonso el Batallador.
El monarca navarro-aragonés asediaba por entonces aquella fortaleza costera, dominada por Alfonso Jordán, conde de Toulouse. Pedro González y el conde tolosano se enfrentaron “como dos leones” y, a resultas del combate, el de Lara falleció a los pocos días.
Según Jiménez de Rada, opinión que siguió Salazar y Castro, Pedro González se casó con la condesa Eva Pérez de Traba, hija del conde Pedro Froilaz y viuda de García Ordóñez. Sin embargo, investigaciones posteriores permiten dudar de esta versión, atribuyendo a esta dama un origen norte-pirenaico, sin que se haya podido precisar con exactitud su genealogía. Si bien algunos autores la consideran hija de Aimerico de Rochechuart, también es posible que fuera hija de Ponce Hugo de Ampurias y Sancha de Urgel, hermana de Armengol V y, por tanto, pariente del conde castellano Pedro Ansúrez. Sea como fuere, esta dama se casó con el conde García Ordóñez antes de 1106 y, tras su muerte, contrajo matrimonio con el tenente de Lara. Juntos tuvieron varios hijos, de entre los que destacaron los condes Manrique y Nuño Pérez. Además, el matrimonio engendró a Álvaro, Rodrigo, María y Milia Pérez, esta última casada con el conde Gómez González. A esta descendencia hay que sumar la habida con la reina Urraca que, aparentemente, gozó de pleno reconocimiento social.
Respecto a sus propiedades, destaca el señorío ejercido sobre las villas de Tardajos y Jaramillo Quemado, a las que concedió fuero entre 1127 y 1130. Además, sus descendientes poseyeron un considerable patrimonio en las comarcas meridionales de la actual provincia de Burgos y en zonas de Soria y Palencia.
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Antonio Sánchez de Mora