Peláez, Gonzalo. Conde de Asturias. ?, c. 1070 – Portugal, 1138. Conde, alférez real.
Gonzalo Peláez nació en el seno de una poderosa familia instalada en el centro de Asturias. Su padre, Pelayo Peláez, era descendiente por vía ilegítima del rey Vermudo II, pero no llegó a alcanzar a lo largo de su vida cargos de responsabilidad y debió vivir como uno de los segundones de una de las familias más ricas de la región. De su matrimonio con Mumadomna Mayor González nacieron al menos dos hijos: Gonzalo y Teresa Peláez.
Gonzalo Peláez pudo haber nacido hacia el año 1070, pero, al igual que ocurre con el resto de los nobles de la época, no se conservan noticias de su vida anteriores al ingreso en la edad adulta. Así, en la última década del siglo XI su participación como testigo en algunos documentos del rey Alfonso VI atestiguan una tímida presencia en los círculos cortesanos; del mismo modo, su estancia en Galicia hacia 1098-1100 hace posible que haya servido a Raimundo de Borgoña y a la infanta Urraca, gobernadores de la región.
Hay que esperar, sin embargo, al reinado efectivo de doña Urraca (1109-1126) para encontrar a Gonzalo Peláez encumbrado en puestos de alta responsabilidad política. A partir del año 1113, figura como gobernador o “tenente” del espacio central de Asturias, llamado entonces Asturias de Oviedo, donde habría ejercido facultades de gobierno, fiscalidad y justicia. En consecuencia, sus relaciones locales y su consideración en círculos cortesanos experimentarán en estos años un clima de franca prosperidad: así, en 1113 recibió del obispo de Oviedo don Pelayo la mitad de la hacienda rural de Almunia (Candamo), y debe ser él quien en 1118 obtuvo, junto a su esposa Mayor Muñoz, una donación de la reina Urraca en el valle del Araduey.
La fortuna de Gonzalo Peláez se apagó, sin embargo, a la muerte de la Reina. En 1126 ocupó el Trono su hijo Alfonso VII, y la Crónica de este Monarca refleja con sesgos muy negativos la actitud del noble asturiano.
Según este testimonio, Gonzalo Peláez se habría mostrado renuente a la autoridad del nuevo Rey incluso desde antes de su coronación. Documentos menos tendenciosos certifican, por el contrario, que Alfonso VII confirmó los poderes de Gonzalo Peláez en Asturias e incluso llegó a incrementarlos, al otorgarle en 1130 el título condal. Más aún, entre 1131 y 1132, Gonzalo Peláez ocupó la dignidad de alférez o comandante de los Ejércitos del Rey.
No están claros, sin embargo, los motivos por los que desde 1132 Gonzalo Peláez va a protagonizar una larga serie de rebeliones contra la autoridad real tras perder su condición de alférez. Dice la Crónica de Alfonso VII que en ese año, estando las tropas regias congregadas en Atienza, se descubrió que Gonzalo Peláez y su pariente Rodrigo Gómez conspiraban contra el Rey. La reacción del Monarca fue contundente: detuvo a Rodrigo y a todos sus seguidores, pero Gonzalo Peláez logró escapar a sus dominios asturianos y se refugió en el estratégico castillo de Tudela, en el centro de la región. Hasta allí lo persiguió el Monarca al frente de sus tropas, y en los meses siguientes se llegó a un pacto por el que el conde depuso su actitud y recibió en compensación el usufructo, durante un año, de tres fortificaciones menores en el valle del Trubia: los castillos de Proaza, Buanga y Alba de Quirós.
Pasado el año, sin embargo, la actitud del conde Gonzalo no pareció haber cambiado, y el Rey encargó reprimir la rebelión a otros dos poderosos magnates asentados en Asturias: por un lado el conde Suero Vermúdez, primo del rebelde, y con él al joven Pedro Alfonso, sobrino del conde Suero y llamado a convertirse él mismo en máxima autoridad de la región algunos años más tarde. Los problemas, con todo, se prolongaron durante bastante tiempo: en 1134 aún se recordaba que el conde Gonzalo permanecía rebelde en el castillo de Buanga, y el enfrentamiento debió de continuar hasta bien entrado el año 1135, en que por fin se avino a pactar su rendición.
Alfonso VII se coronó como Emperador en mayo de 1135. Con ello se consolidaba como heredero de la tradición imperial leonesa y también como árbitro político de la España cristiana. Gonzalo Peláez, de nuevo reconciliado con el Monarca, se incorporó a la Corte regia pocos días antes de la ceremonia solemne de la coronación; había pactado una tregua cuyos términos se desconocen, y en esos días participó como testigo en algunos documentos otorgados por el Monarca.
Sin embargo todo parece hablar de su rendición, ya que pocos días más tarde el mismo Alfonso VII dispuso de los bienes territoriales de Gonzalo Peláez en beneficio de otros dos magnates. En efecto, la confiscación era una de las consecuencias de las rebeliones contra el Rey, y las celebraciones del momento no obstaron para que Alfonso VII hiciese firme su derecho.
Los testimonios relativos a lo que ocurriría a continuación con el conde Gonzalo Peláez son escasos y contradictorios. La Crónica del Emperador, que habla de otros dos episodios de rebeldía del conde antes de su muerte, proclama su benevolencia al decir que el revoltoso fue agraciado con nuevas mercedes, pero los documentos de la época desmienten dicha lectura. Tras abandonar la Corte regia en julio de 1135, un testimonio de diciembre de ese mismo año le sitúa en el castillo de Buanga, donde se había rebelado con anterioridad, acaso protagonizando un nuevo episodio de resistencia al poder real. En fin, en marzo de 1136 se reincorporó a la comitiva regia y acompañó al Monarca buena parte del año; luego, su pista se pierde en el mes de noviembre. De hacer caso al testimonio cronístico, cabría pensar que regresó a Asturias para levantarse de nuevo contra el Emperador, pero la tendenciosidad de ese texto no permite asegurar dicha interpretación.
Lo único cierto es que en octubre de 1137 Gonzalo Peláez hace su última aparición documental y se encuentra en Coímbra, desterrado en la Corte de Alfonso de Portugal. Dice la Crónica de Alfonso VII que aún allí intentó el conde Gonzalo mover a la guerra para regresar a Asturias; pero ya no era joven, y, como recuerda la misma crónica, murió lejos de su tierra. Ocurrió esto en marzo de 1138; el año de su muerte fue recogido en la Catedral de Oviedo, con la que había mantenido buenas relaciones en su juventud, y dice la Crónica que sus vasallos trasladaron sus restos de regreso a Asturias.
Gonzalo Peláez ha sido recordado con frecuencia como representante de los aristócratas que en los siglos centrales de la Edad Media se rebelaban contra el poder de los Monarcas. La parcialidad de las informaciones existentes sobre sus rebeliones obliga, sin embargo, a rechazar el arquetipo del noble insidioso para considerar sus rebeliones en el contexto de la tensión por el poder que dividía a reyes y nobles.
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Miguel Calleja Puerta