Ordóñez, García. Conde de Nájera y Calahorra. El Crespo de Grañón, García de Cabra, Boca torcida. ?, s. xi – Uclés (Cuenca), 1108. Magnate castellano, repoblador de Logroño, ayo del infante Sancho Alfonso, adversario más caracterizado del Cid Campeador.
Fue uno de los personajes más relevantes en el entorno de Alfonso VI (1065-1109) y conde gobernador de La Rioja durante cerca de treinta años. Se desconoce la fecha de su nacimiento, que pudo producirse hacia 1062-1063, siendo de edad semejante a la del Cid. Las fuentes cristianas le denominan, en ocasiones, el Crespo de Grañón y García de Cabra, y las musulmanas, Boca torcida. Pertenecía a una familia enraizada en los territorios del norte y nordeste de Castilla, y su padre, Ordoño Ordóñez, figura en los diplomas de Fernando I —con el rango de alférez (armiger regis) en el año 1042— y suscribe varios de Sancho II (1065-1072). Padre e hijo confirman juntos en el diploma de dotación por Sancho II de la sede episcopal de Oca (18 de marzo de 1068). Entre los años 1067 y 1070, García Ordóñez figura como gobernador de Pancorbo, fortaleza castellana que el rey Sancho II había reintegrado a Castilla a expensas de Navarra. Eran los inicios de la carrera de quien llegó a ser una figura clave en el complejo proceso de ampliación y ajuste de límites del sector oriental de Castilla, que tuvo lugar a finales del siglo xi. La adhesión de García Ordóñez a Alfonso VI en 1072, cuando se produjo el asesinato de Sancho II, debió de ser inmediata y sin condiciones. A partir de esa fecha, comparece en sesenta y tres diplomas reales, cifra sólo superada por el magnate Pedro Ansúrez. Consta que fue alférez del rey castellano-leonés durante un corto período de tiempo, a lo largo del año 1074. Tuvo varios hermanos, de los que destacan Rodrigo Ordóñez, que fue también alférez de Alfonso VI entre 1081 y 1085, y otorgó en 1092 una amplia donación a la Catedral de Burgos, en la que se hace constar su parentesco con García; y Teresa Ordóñez, casada con Alvar Díaz, otro personaje relevante, que fue tenente de Oca entre 1089 y 1107 y figura en más de treinta diplomas alfonsinos a partir de 1073. Una hija de García Ordóñez estuvo casada con Sancho Sánchez, personaje de familia real, que ostentó el título de conde de Navarra o de Pamplona.
La incorporación a Castilla de La Rioja —el condado de Nájera-Calahorra o regnum najerense, según se cita en los diplomas de la época—, acaecida en 1076, tras el asesinato de Sancho IV de Navarra, constituyó un acontecimiento decisivo en la carrera de García Ordóñez. Su nombre no figura en el fuero de Nájera, ni en la confirmación del fuero de Calahorra, otorgados por Alfonso VI ese mismo año, pero en 1077 aparece, en dos diplomas de La Rioja, un García “conde en Nájera”, en el que se ha visto tradicionalmente a García Ordóñez (Sandoval, Moret, Menéndez Pidal). Hasta la muerte del rey navarro, había ejercido el gobierno sobre Nájera Íñigo López, señor de Vizcaya, a quien Alfonso VI se lo habría quitado para hacer entrega de él a García Ordóñez. Autores más recientes (Reilly) estiman probable que el referido García, conde Nájera en 1077, fuese en realidad García Jiménez o Íñiguez, hijo del señor de Vizcaya. Según esa hipótesis, plausible, el nombramiento de García Ordóñez como conde y tenente de La Rioja, que sólo se documenta de forma segura a partir de 1080, habría tenido lugar en el año 1077 a raíz de un segundo viaje de Alfonso VI a La Rioja, con el fin de consolidar su autoridad en la zona. También por entonces García Ordóñez contrajo matrimonio con Urraca de Pamplona, hermana del extinto rey navarro, un enlace de contenido netamente político, en el que se presiente la intervención del rey castellano. En los diplomas figuran ambos consortes desde 1081. Poco después, tras la muerte en la batalla de Rueda (1083) de su cuñado Ramiro, hermano también de la condesa Urraca, García Ordóñez recibió el gobierno de la tierra de Calahorra, y con él el control de La Rioja en su conjunto. A partir de 1089 porta también el título de señor de Grañón. Un documento de 1103 le denomina “Comite Garsia, dominante Calagurra, et Naiera et Granioni”. García Ordóñez hizo gala de eficacia en circunstancias que eran delicadas, y supo granjearse el favor incondicional del Rey. En el preámbulo del fuero de Logroño (1095), tras señalarse que él y su esposa Urraca habían fundado aquella villa real y recomendaron a Alfonso VI que otorgase el fuero, el Rey se refiere a ellos en términos singularmente encomiásticos: de García afirma que era “comes fidelissimus” y, de ambos esposos, que eran “gloria de mi reino”.
En los diplomas reales, y, por tanto, en el círculo de la Corte, la presencia del conde Ordóñez se intensifica a partir del año 1087, y no cesa hasta su muerte acaecida en la batalla de Uclés (1108). Disponía de patrimonio fuera de La Rioja, y, así, en 1095 concedía fuero a Fresnillo de las Dueñas, en las proximidades del Duero. Fue García Ordóñez agente activo de las aspiraciones de su Rey en dirección al Ebro. En torno al año 1095 promovió, según se ha dicho, la repoblación de Logroño, en el punto más estratégico de La Rioja, que se efectuó según el llamado derecho de francos. También actuó repetidamente en la zona del valle medio del Ebro, en relación con los reyes de la taifa de Zaragoza, vasallos a la sazón del rey de Castilla. En noviembre de 1096 participó, junto con Gonzalo Núñez de Lara, en una expedición de apoyo a Mostain de Zaragoza, con el objetivo de auxiliar a la plaza de Huesca, que Pedro I de Aragón, tras un prolongado asedio, estaba a punto de conquistar. El rey aragonés les derrotó en la batalla de Alcoraz (18 de noviembre de 1096), y el conde García permaneció prisionero durante cierto tiempo. En el fuero de Miranda (1099) —cuya autenticidad ha sido puesta en duda— Alfonso VI manifiesta que su otorgamiento, que se concibe como proyección del fuero logroñés, se produce por recomendación del conde Ordóñez y de Urraca, su mujer. Otros diplomas reales recuerdan que, por orden de Alfonso VI, García Ordóñez se ocupó, en 1106, de la repoblación de los páramos de Garray, en las cercanías de Numancia.
Las relaciones entre García Ordóñez y el Cid constituyen un aspecto singular de la biografía de ambos. García figura como garante o avalista, junto con el conde Pedro Ansúrez, en la carta de arras que el Cid otorgó a Jimena en julio de 1074. Se hallaba a la sazón en buenas relaciones con quien iba a convertirse en su enemigo irreconciliable. El enfrentamiento entre ambos, que el Cantar del Mío Cid magnifica, se produjo en fecha no bien determinada, probablemente en 1079, cuando Alfonso VI encargó a García Ordóñez, que probablemente no era todavía conde de Nájera, la misión de reclamar al rey de Granada el pago de parias atrasadas, y, al Cid, similar empresa respecto del reticente al-Mu‘tamid de Sevilla. García Ordóñez, en compañía de otros nobles castellanos, cumplió su cometido y, en un segundo momento, a instancias del rey granadino, que se hallaba por entonces enemistado con el de Sevilla, emprendió una acción militar en contra de éste. El Campeador, quien a su vez había obtenido de al-Mu‘tamid el tributo exigido, se erigió en defensor suyo, pues se trataba de un vasallo del rey de Castilla que había satisfecho sus deudas y se hallaba bajo su protección. Según la Historia Roderici, Rodrigo Díaz derrotó por completo en Cabra a García Ordóñez y a los caballeros que le acompañaban, causando a su hueste numerosas bajas, obtuvo a sus expensas un importante botín y retuvo cautivo al conde durante tres días. El Cantar del Mío Cid añade el dato, célebre pero improbable, de que el Cid, además, le infringió la suprema vejación consistente en mesarle las barbas. Las fuentes cidianas señalan que aquella acción del Campeador, en contra de quien disfrutaba del favor real, se halla en el origen de su ulterior desavenencia con Alfonso VI.
El segundo episodio destacado en la confrontación del Cid con García Ordóñez se produjo bastantes años más tarde, en 1092, con motivo de una acción que Alfonso VI, con el apoyo del rey de Aragón, del conde de Barcelona y de las flotas de Génova y de Pisa, emprendió sobre el Reino de Valencia, con la intención de imponer sobre esa ciudad el protectorado castellano, objetivo que finalmente el Rey no pudo conseguir. Entretanto el Campeador, que veía amenazados todos sus proyectos, tomó represalias no en contra de su Rey sino sobre los dominios de García Ordóñez, su inveterado adversario, a quien consideraba un mal consejero de Alfonso VI, y, con apoyo de tropas de la taifa de Zaragoza, se adentró en La Rioja, saqueando su territorio a sangre y fuego al decir de las crónicas. García Ordóñez, si bien desafió inicialmente al Campeador, rehuyó el combate, y Rodrigo Díaz, finalizada la campaña, pudo retirarse con acopio de botín y abundancia de cautivos. Aquella acción del Cid, de apariencia reprobable, señaló el final de la tensión existente entre él y Alfonso VI.
La crónica de Jiménez de Rada recoge la noticia de que Alfonso VI confió a García Ordóñez la crianza de su hijo y heredero, el infante Sancho, habido de las relaciones del Rey con la princesa musulmana Zaida. En la primavera de 1108, el rey Alfonso, ya anciano y achacoso, puso a su hijo, del que las fuentes dicen que “era todavía niño”, al frente de un ejército importante, del que formaban parte el conde García Ordóñez, ayo del príncipe, Alvar Fáñez y otros condes y capitanes de la región de Toledo, con el objetivo de liberar la plaza de Uclés, a la que había puesto sitio Tamín, hijo del emir almorávide Alī b. Yūsuf. La batalla se celebró en los alrededores de Uclés el 29 de mayo de 1108. Tras una carga inicial victoriosa de la hueste cristiana, los contingentes de Murcia y Valencia desbordaron por las alas a los castellanos y envolvieron su campamento. El infante y García Ordóñez, con otros muchos caballeros, trataron de refugiarse en el castillo de Belinchón, donde murieron, a manos, al parecer, de los mudéjares que allí vivían. La misma crónica, inspirándose en un cantar de gesta o romance, refiere que el conde murió con dignidad sobrecogedora, protegiendo con su cuerpo al de Sancho, cuyo caballo se había derrumbado.
El juicio peyorativo de Ramón Menéndez Pidal sobre García Ordóñez, a quien califica de “la más alta eminencia de vulgaridad”, no se justifica, pues fue un eficaz servidor de su Rey en muchas empresas, repoblador y procónsul de La Rioja, donde aseguró con éxito el proceso de su incorporación a la Corona de Castilla, agente activo asimismo de las aspiraciones de Alfonso VI en dirección al Ebro y repoblador de los páramos de Numancia.
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Andrés Gambra Gutiérrez