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Isma'il b. Di-l-Nun

Biografía

Ismā‘Īl b. Ḏī-l-Nūn: Abū Muḥammad Ismā‘īl b. ‘Abd al-Raḥmān b. Ḏī-l-Nūn du-l-Ri’āsatayn, al Ẓāfir.?, 390 H./1000 C. – Toledo, 435 H./1043 C. Primer dinasta de los Banu Ḏi-l-Nūn y auténtico fundador del reino de taifas de Toledo.

Al decir del historiador cordobés Ibn Ḥayyān, que fue su contemporáneo, Ismā‘īl fue el primero de los reyes de taifas en romper con la autoridad central, y luego fue imitado por los otros. Se ignora, sin embargo, la fecha y las condiciones de esta secesión. Ismā‘īl hizo de Toledo uno de los más brillantes, activos y prósperos reinos de taifas.

Toledo conservaba el renombre de haber sido la urbe regia de los visigodos, de ahí que los árabes la conocieran también con la designación de Madīnat al-Mulūk (ciudad de los reyes). Como capital de la frontera o Marca Media —así como Zaragoza lo era de la Marca Superior y Badajoz, de la Marca Inferior— era una circunscripción militarizada, por eso pudo mantener una cuasi independencia frente a Córdoba hasta la época califal. Al producirse las guerras civiles que acabarían con el califato a principios del siglo XI, Toledo volvió a ser independiente, ayudada como siempre por su posición inexpugnable.

El primer personaje que formó una jefatura política (riyāsa) en la ciudad parece que fue el cadí Abū Bakr Ya‘iš b. Muḥammad, hacia 1010; pero al cabo de un tiempo fue expulsado por los toledanos, refugiándose entonces en Calatayud, ciudad en la que moriría hacia 418 o 419/1027-1028. Tras este episodio otros personajes trataron de adueñarse de la ciudad, entre ellos un tal Ibn Masarra, que no tardó en ser depuesto por los toledanos. Otras fuentes insisten en que el poder en la ciudad y sus distritos lo tomó ‘Abd al-Raḥmān b. Manyūh o Matiyo, pero que le sobrevino la muerte y heredó su dominio ‘Abd al-Malik b. ‘Abd al-Raḥmān b. Manyūh o Matiyo, que no supo conducirse como debía —a juicio de los toledanos— y lo depusieron. Parece que los habitantes de Toledo dieron el poder y depusieron a otros dos individuos más, según recoge Ibn ‘Idari, finalmente decidieron enviar una misiva a ‘Abd al-Raḥmān b. Ḏi-l-Nūn, señor de Santaver, ofreciéndole la dirección de la taifa toledana. Éste les envió para hacerse cargo del poder a su hijo Ismā‘īl.

Los Banū Ḏi-l-Nūn eran una familia beréber de la tribu Hawwāra, que llegaron a Hispania en los primeros tiempos de la conquista islámica del país. Sus descendientes aparecen aposentados desde los tiempos de Muḥammad I (238/852-273/886) en Santabariyya o Santaver, antigua Centobriga, lugar harto estratégico y de difícil acceso sobre un altozano, no lejos de la confluencia del Guadiela y del Tajo. Santaver denominaba en principio tanto al distrito o a la cora, como a su capital, hasta que en el siglo IX estos beréberes —que en el proceso de arabización de los siglos VIII al X cambiaron su gentilicio de Zannūn por Ḏu-l-Nūn— funden la ciudad de Uclés (Uqlīš), que en adelante sería la capital de la cora.

Durante los dos primeros siglos de dominio árabo-islámico los Banū Ḏi-l-Nūn fueron uno de los linajes más importantes de la Marca Media, citados frecuentemente en las fuentes por sus continuos alzamientos frente al poder central y por las sumisiones subsiguientes a ese poder. Una vez desaparecido el califato de Córdoba, luego de la deposición y del asesinato del último chambelán amirí, volverían a su antigua autonomía desde el primer decenio del siglo XI. Durante la guerra civil que siguió, los Banū Ḏi-l-Nūn apoyaron al califa Sulaymān al-Musta‘īn (400/1009 y 403/1013-407/1016), quien otorgaría a ‘Abd al-Raḥmān b. Ḏi-l-Nūn el título de Nāṣir al-Dawla (defensor del Estado) por su defensa de la frontera contra los cristianos norteños, dándole también confirmación y nombramiento como señor de Santaver, junto con Huete, Uclés y Cuenca; enseguida el dunnūní adoptaría una línea de conducta totalmente independiente. Se sabe, en fin, que ‘Abd al-Raḥmān b. Ḏi-l-Nūn confió en 409/1018 a su hijo Ismā‘īl, que tenía a la sazón dieciocho años, la plaza de Uclés. Unos años más tarde, y después de la destitución de los sucesivos gobernadores de Toledo, los toledanos acogieron a Ismā‘īl b. ‘Abd al-Raḥmān b. Ḏi-l-Nūn como soberano de la ciudad y sus distritos. Y aunque, según recoge Ibn Jaldūn, hubo una minoría que manifestó su hostilidad al nombramiento de un príncipe de la familia beréber Banū Ḏi-l-Nūn, no se opuso a su entrada en la ciudad, por que vieron en él un medio para sacar a Toledo de la anarquía reinante.

La entronización de Ismā‘īl señala la culminación de la lucha de las gentes de Toledo a lo largo de tres siglos contra la soberanía cordobesa. La independencia que los toledanos habían intentado alcanzar sin éxito, bajo el caudillaje de un buen número de rebeldes, fue realizada con Ismā‘īl, “el primero de los reyes de taifas”. No cabe duda de que este soberano puso las bases de la gran taifa toledana que ocupaba territorialmente lo que había sido otrora la Marca Media —o sea, la vasta región de Castilla-La Mancha situada entre Sierra Morena y el Sistema Central— ya que se extendía su efectivo dominio desde Guadalajara y Talavera en el norte hasta Murcia en el sur, destacando en la política, cultura y economía de su siglo. Ahora bien, el principal valedor de Isma‘īl en la ciudad fue un personaje local ilustre de entre sus gentes, Abū Bakr b. Yaḥyà b. Sa‘īd b. al-Ḥadīdī, que llegó a adquirir tal relevancia en la urbe que le daban el apelativo de “jeque de la ciudad” (Sayj al-balda); pues, a más de ser persona de gran conocimiento e inteligencia, era experto en administración. El “joven Ismā‘īl b. Ḏi-l-Nūn —como recoje Ibn ‘Iḍārī—, no decidía un asunto sin él y le pedía consejo en las cosas más importantes”. Esto trajo no pocos problemas, dado que la influencia de Ibn al-Ḥadīdī en las decisiones políticas del emir atizaba la animadversión de otra facción de las gentes de Toledo. El valido del emir moriría asesinado muchos años más tarde de la muerte de Isma‘il.

Asentado su dominio sobre Toledo con la ayuda de Ibn al-Ḥadīdī, el emir, que se había adornado con los títulos Ḏu-l-Ri’āsatayn (el poseedor de la doble jefatura) y al-Ẓāfir (el triunfador), en política exterior persiguió tres objetivos principales: en primer lugar, buscar la legitimación de los Banū Ḏi-l-Nūn (ya que en Toledo había cierta tradición de un caudillaje electivo) mediante la defensa de las fronteras del reino contra los ataques cristianos; segundo, manifestar abierta oposición a toda política expansionista por parte de las demás taifas vecinas; en tercer, y último lugar, presentar absoluta hostilidad a cualquier intento de reunificación de al-Andalus bajo una soberanía centralizada fuera de Toledo, combatiendo con las armas o diplomáticamente las pretensiones de califas o supuestos califas.

Efectivamente, la abolición definitiva del califato por los notables de la ciudad de Córdoba en 422/1031, no borró del ánimo de muchos andalusíes su devoción por los omeyas, ya que eran símbolo de unidad, prestigio y poder. Así pues, el restablecimiento de la dinastía omeya se convirtió en la principal causa legitimista, que fue enarbolada tanto por auténticos creyentes en ella, como por aquellos cuyas ambiciones personales empujaban a obtener el apoyo de la gente e izarse así al poder. No fue otra la intención de Abū l-Ḥazm Ŷahwar (422/1031-435/1048), gobernante de la asamblea cordobesa —de hecho un régulo taifal más— cuando escribió a Ismā‘īl, entre otros reyes, invitándole a reconocer la primacía de Córdoba, aplaudiendo el celo que manifestaba defendiendo las fronteras de los ataques cristianos del norte y procurando seguridad a los distritos que tenía encomendados, recordándole que la prosperidad y firmeza del Estado consistía en su unión. Ismā‘īl contestó a tal misiva, diciéndole al cordobés que debía contentarse con mandar en el rincón que de prestado tenía en Córdoba, mientras sus vecinos se lo permitieran, que por su parte no reconocía en al-Andalus ni fuera de él más soberano que al del cielo.

Ismā‘īl b. ‘Abd al-Raḥmān b. Ḏi-l-Nūn tuvo que enfrentarse a lo largo de su reinado con el problema de los aspirantes al califato, cosa que sembraría el desorden en sus dominios, e incluso a pondría en peligro la integridad de su reino (tal como sucedió en la zona de Calatrava cuando se dio el caso del falso Hišām II) amenazando la estabilidad de su trono. Tuvo, en efecto, que enfrentarse a las pretensiones de Abu l-Ḥazm Ŷahwar y en dos ocasiones a las maniobras de los abadíes de Sevilla, que suscitaron el falso califa Hišām II. En general, este problema gravitó durante todo su reinado, pero Ismā‘īl lo contrarrestó con una política de independencia absoluta del reino de Toledo, negándose a jurar lealtad o sumisión a ningún pretendiente al califato. Se dice que en una ocasión declaró: “Para la defensa y conservación de mi poder estoy presto a luchar contra el mismo al-Ṣiddīq” (primer califa del Islam); y que en otra ocasión dijo: “Tiene derecho al poder quien lo tiene efectivamente. Yo no elijo para el poder más que a mí mismo y no me someto a nadie”. Ismā‘īl luchó contra los cristianos con suerte diversa, pero supo salvaguardar sus fronteras sin pagar jamás parias, cosa de la cual no se libraron sus sucesores. El historiador cordobés Ibn Ḥayyān, conocido por su hostilidad hacia él, no pudo negar sus méritos políticos y militares, y reconoció su grandeza, su modestia y su devoción en la defensa de las tierras del Islam.

De lo poco que se conoce de Ismā‘īl b. ‘Abd al-Raḥmān b. Ḏi-l-Nūn, se puede afirmar que fue hombre de mano firme y activo en la lucha y en las intrigas de la política y la diplomacia. En un ambiente turbulento y en una ciudad presta siempre a rebelarse, llegó en poco tiempo a constituir un reino, a consolidar su poder y a dominar los territorios de su estado como señor absoluto. Poseía refinada cultura, hablaba el árabe con elocuencia, pese a ser de etnia beréber, pues su familia estaba arabizada desde hacía muchos años. Conocía de memoria las obras de antiguos poetas árabes, él mismo componía poesía. Según algunos eruditos, fue compilador de una antología parecida a la compuesta por el tunecino al-Ḥusrī (muerto en 413/1022) que lleva por nombre Zahr al-adab; pero desgraciadamente se ha perdido y no conocemos nada de su contenido ni de su valor literario. En todo caso, se sabe que se interesaba por la cultura y se rodeaba de gentes de saber; el interés de los Banū Ḏi-l-Nūn por la ciencia es un caso notable entre los reyes de taifas, puesto que siempre prefirieron rodearse de sabios que de literatos. En la corte toledana no hubo nunca poetas de primer orden, de ahí que algunos autores manifestaran hostilidad hacia Ismā‘īl calificándolo de avaro. En realidad, tal acusación no carece de fundamento en lo que a los poetas se refiere, éstos, acostumbrados a la prodigalidad de los omeyas o de otros reyes de taifas, no hallaban en la corte toledana los subsidios a los que se creían merecedores, pues allí sólo la ciencia era realmente atendida y considerada por el rey y sus sucesores.

Ismā‘īl se preocupaba de tener unas finanzas saneadas, a fin de hacer frente a los gastos del Estado —cuya más grande partida se le iba en el ejército— y tener bien pertrechadas y abastecidas las fortalezas de la frontera norteña. Vigilaba la entrada regular de impuestos y cuidaba de la hacienda pública. Sus gastos suntuarios eran modestos, llegando por todo ello a acumular grandes riquezas. Un cronista posterior, confundiéndolo con su sucesor, dice de él: “Ismā‘īl fue muy semejante a aquellos facciosos (o sea, los régulos de taifas), pero más pequeño que ellos en diversiones y prodigalidades, y más grande en esfuerzo”. Ismā‘īl b. ‘Abd al-Raḥmān b. Ḏi-l-Nūn murió en el año 435/1043, dejando bien afianzado el trono de uno de los reinos taifales más poderosos, si no el más fuerte, sus límites eran: al este el reino de Zaragoza y los principados independientes de Alpuente y Albarracín; al sureste los reinos esclavones de Denia y Valencia; al oeste el reino de Badajoz; al norte el Sistema Central lo separaba de los reinos cristianos. Le sucedió su hijo Yaḥyà, conocido como al-Ma’mun, que llevaría su dinastía a su apogeo.

 

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Felipe Maíllo Salgado