Ibn ‘Ammār: Abū Bakr Muḥammad b. ‘Ammār b. Ḥusayn b. ‘Ammār. Silves (Portugal), 422 H./1031 C. – Sevilla, 479 H./18.IV.1086-7.IV.1087 C. Literato y visir de la corte abadí de Sevilla.
Abū Bakr Muḥammad b. ‘Ammār es, sin duda, uno de los personajes más célebres del período taifa. Al igual que otras relevantes figuras de su época, destacó en los ámbitos de la política y de las letras, habiéndose conservado parte de su producción poética. Su importante papel en ambos terrenos se combina con una trayectoria personal muy agitada, llena de vicisitudes, en la que se suceden momentos de auge y de completa postración, todo lo cual genera un perfil biográfico de tintes casi novelescos. La actuación de Ibn ‘Ammār está marcada por su relación personal y política con el soberano abadí al-Mu‘tamid y destaca por su enorme ambición política y su afán por emprender arriesgadas aventuras y empresas personales que acabaron suponiendo su final.
Ibn ‘Ammār era natural de una pequeña localidad rural cercana a la ciudad hoy portuguesa de Silves, la aldea de Šannabūs. Sus orígenes no hacían presagiar, en absoluto, su destino, ya que procedía de una familia humilde y sin antecedentes en el ámbito de la política, carente por completo de relevancia social y económica. Tras iniciar su formación en Silves, marchó a Córdoba, donde completó sus destrezas poéticas, dando, desde entonces, rienda suelta a su vocación literaria, dedicándose a recorrer la Península ganándose la vida con su talento, el cual le abrió las puertas de la carrera política, pues la poesía cortesana era entonces una de las principales vías de propaganda para los soberanos y de promoción personal para los vates. Su golpe de fortuna le vino gracias a una casida compuesta en alabanza del soberano abadí al-Mu‘taḍid, en la que elogiaba la derrota que había infligido a los beréberes, siendo desde ese momento inscrito entre los poetas cortesanos oficiales. A partir de entonces se inicia su ascenso, muy ligado a su estrecha amistad con el príncipe heredero abadí, que gobernaría más tarde como al-Mu‘tamid, personaje, asimismo, de fuerte vocación poética. Como indica metafóricamente una crónica árabe, Ibn ‘Ammār llegó a estar más unido a al-Mu‘tamid que los pelos de su pecho y más cercano a él que las venas de su cuello.
Dentro de su trayectoria política se pueden distinguir dos etapas, separadas por el acceso al poder de su amigo y mentor al-Mu‘tamid en 461/1069. El imparable ascenso de Ibn ‘Ammār se inicia antes de su proclamación y se sitúa hacia el año 455/1063, cuando Silves fue conquistada y anexionada a la taifa sevillana. El soberano al-Mu‘taḍid otorgó el gobierno de la ciudad a su hijo y heredero, quien se llevó consigo a Ibn ‘Ammār. Pero al-Mu‘taḍid no veía con buenos ojos la enorme influencia del visir sobre su hijo, por lo que decidió apartarlos, siendo desterrado Ibn ‘Ammār, que buscó refugio en Zaragoza. No pudo regresar hasta que en el año 461/1069, al-Mu‘tamid sucedió a su padre y desde entonces ganó tal confianza que, como señala el cronista al-Marrākušī, “lo hizo participar en lo que no hace uno participar a su hermano ni a su padre”.
Se inicia a partir de entonces la ascendente carrera de Ibn ‘Ammār, que dio comienzo en su tierra natal, pues en principio eligió convertirse en gobernador de Silves, si bien no permaneció allí mucho tiempo, siendo pronto requerido por al-Mu‘tamid, quien lo convirtió en su primer ministro. Ibn ‘Ammār se hizo imprescindible por su sagacidad, reflejada en la célebre anécdota en la que se cuenta cómo libró los dominios abadíes de la presión de Alfonso VI ganándole una partida de ajedrez.
Pero su sagacidad se tornó pronto en audacia, lo que acabó produciendo la ruptura entre el soberano y su visir y, finalmente, selló el destino de éste. Su afán de protagonismo lo llevó a tratar de ampliar los dominios abadíes como forma de promoción personal, si bien sus empresas no culminaron con éxito y, a la postre, fueron la causa de su muerte. Completada en la etapa de al-Mu‘taḍid la anexión de los territorios del Occidente andalusí, las miras de Ibn ‘Ammār se dirigieron a la zona del Levante, donde sus objetivos principales fueron Granada y Murcia, pero en ambos fracasó, a pesar de que no dudó en aliarse con el enemigo cristiano para lograr sus metas. El rey zirí ‘Abd Allāh nos ofrece en sus Memorias un detallado relato del fracasado empeño de Ibn ‘Ammār por adueñarse de Granada, ofreciéndonos una pésima imagen del visir sevillano, criticando su desmedida ambición y su afán por lograr un dominio personal, traicionando, así, a su soberano.
La negativa de ‘Abd Allāh de pagar parias a Alfonso VI fue el momento propicio aprovechado por Ibn ‘Ammār para entablar relación con el rey cristiano y pactar con él la conquista de Granada, para lo cual acordaron construir una fortaleza desde la que hostigarla, eligiendo el emplazamiento de Belillos, desde el que podían fácilmente atacar y devastar la rica vega granadina. La empresa, sin embargo, no prosperó, pero Ibn ‘Ammār había empeñado su compromiso y debía grandes sumas a Alfonso, por lo que siguió excitando su codicia para adueñarse de la ciudad del Darro, hasta que, finalmente, el rey ‘Abd Allāh se vio forzado a aceptar el pago de parias a Alfonso VI como única forma de subsistir. Ello lo libraba de la amenaza cristiana mientras que Ibn ‘Ammār, en cambio, no pudo ver cumplido su objetivo de tomar Granada.
Seguidamente dirigió su atención hacia Murcia, de la que trató de apoderarse en dos ocasiones, aunque de nuevo sin éxito. La primera vez buscó la alianza de Ramón Berenguer II, conde de Barcelona, a quien prometió una alta suma a cambio de su ayuda, poniendo como garantía del pago a al-Rašīd, hijo y heredero de al-Mu‘tamid. Las tropas sevillanas y catalanas salieron en expedición y atacaron Murcia, pero, al no llegar el dinero prometido, tanto Ibn ‘Ammār como al-Rašīd fueron presos por el conde, aunque finalmente liberados, a cambio del pago de un fuerte rescate por al-Mu‘tamid. La segunda tentativa de tomar Murcia la llevó a cabo con la ayuda de Ibn Rašīq, gobernador de la fortaleza de Bal’ (Vilches o Vélez). Ambos se apoderaron de Mula, población clave en el abastecimiento de Murcia, que cayó al poco tiempo en manos de Ibn Rašīq, mientras que Ibn ‘Ammār ya había regresado a Sevilla. Contando con apoyos internos, lograron apresar al señor murciano, Ibn Ṭāhir, y seguidamente Ibn Rašīq hizo proclamar al soberano abadí. Era el año 1079-1080 y Murcia pasaba a engrosar los dominios de la taifa sevillana. Allí se trasladó Ibn ‘Ammār, quien pronto comenzó a mostrar veleidades de independencia, como revela con contundencia el relato de las Memorias del soberano zirí, que resulta muy elocuente de la actitud del visir sevillano y de sus veleidades en Murcia:
“La conducta seguida por Ibn ‘Ammār en Murcia fue desastrosa: su altanería para con las gentes, su vida libertina y su pasión por el vino le enajenaron el afecto de los habitantes. Su actitud para con Mu‘tamid era una fingida obediencia que frisaba en la rebeldía. Llegó incluso a herir públicamente su honor, satirizándolo por cosas de que Dios había librado al príncipe. Obró, pues, como los hombres más bajos y ruines”.
De esta forma, Ibn Rašīq supo hacerse pronto con el dominio de la situación, aprovechando para ello la salida de Ibn ‘Ammār de la ciudad en embajada hacia Alfonso VI “con el pretexto de ocuparse de la suerte de los territorios de Levante vecinos al suyo, por si podía apoderarse de ellos (por ejemplo, de Santa María de Albarracín), y para ver si contrarrestaba el daño que le infería Ibn Rašīq”, según el testimonio del emir granadino. En esta situación, Ibn Rašīq se apoderó de Murcia, tras haberse ganado a sus habitantes, de forma que, enemistado con al-Mu‘tamid por su actitud y privado de Murcia, Ibn ‘Ammār hubo de buscar nuevos apoyos, encontrando acogida junto a Ibn Hūd de Zaragoza, ciudad en la que había estado cuando fue desterrado por al-Mu‘taḍid.
A partir de entonces se inicia la fase descendente de la carrera política de Ibn ‘Ammār. En sus Memorias, el emir granadino explica la enemistad entre él y al-Mu‘tamid como consecuencia del trato desdeñoso del visir hacia al-Rašīd, el heredero abadí, No obstante, su trágico final se vincula al asunto de Segura, cuya toma ofreció Ibn ‘Ammār a Ibn Hūd cuando se acogió a él tras perder el control de Murcia a manos de Ibn Rašīq. La ciudad había estado hasta entonces en manos de al-Mu‘tamid, que la había evacuado, detentando su control un esclavo de Sirāŷ al-Dawla, hijo de ‘Alī b. Muŷāhid, señor de Denia, el cual pretendía entregarla al soberano abadí. Para atraerlo al lado de Ibn Hūd, Ibn ‘Ammār se fue a hablar con dicho esclavo, pero lo que éste hizo fue apresarlo y enviárselo a al-Mu‘tamid.
Uno de los hijos del soberano abadí, al-Rāḍī, fue el encargado de trasladarlo, siendo llevado a Córdoba, donde estaba entonces al-Mu‘tamid, cargado de cadenas y montado en una mula, para servir de escarnio al pueblo, “humillado, temeroso y pobre, sin poseer más que la ropa puesta”, como afirma con elocuencia el cronista al-Marrākušī. Una vez en la capital hispalense fue encarcelado en el alcázar al-Mubārak, lo cual hizo alimentar su esperanza de poder recuperar la libertad y ganar de nuevo la confianza de al-Mu‘tamid, especialmente tras entrevistarse con el soberano. Sin embargo, Ibn ‘Ammār precipitó los acontecimientos, ya que, adelantándose a los actos del soberano abadí, divulgó desde su encierro la conversación entre ambos, manifestando su confianza en ser pronto liberado. Encolerizado, al-Mu‘tamid asesinó en persona a su visir a golpes de hacha, como narra de manera pormenorizada el cronista al-Marrākušī, tras lo cual ordenó enterrarlo en el propio alcázar. Era el año 479/18 de abril de 1086-7 de abril de 1087.
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Alejandro García Sanjuán