Piñerúa Álvarez, Eugenio. Toro (Zamora), 12.II.1854 – Madrid, 6.II.1937. Químico, farmacéutico, profesor.
Hijo de un industrial acomodado, a los siete años ingresó en el Seminario Conciliar de Valladolid. La formación clásica y humanista adquirida allí le fue de mucha utilidad para su futuro como profesor e investigador.
Interesado por la historia de la química, su dominio del latín le permitió traducir las obras básicas de los alquimistas, en particular las del obispo de Ratisbona, el Doctor Universalis Alberto Magno (1193-1280), maestro de santo Tomás de Aquino, seguidor de las doctrinas aristotélicas y dominador de un extenso conocimiento enciclopédico en Ciencias Naturales, Filosofía, Teología, Astrología y Metalurgia.
El monje Alberto, también llamado el Aristóteles de la Edad Media, sostenía que la materia estaba compuesta de una sola materia prima y en la descripción de la relación entre el azufre y los metales introduce ideas asociadas con la afinidad química. En este concepto básico para la descripción de la estructura de la materia fundamenta Piñerúa sus contribuciones más sobresalientes como profesor, investigador y divulgador de la ciencia.
Fuera ya del Seminario, a los catorce años terminó el bachillerato e inició los estudios en la Facultad de Ciencias de Valladolid, licenciándose en 1871. Se inició como profesor de Matemáticas en el Colegio San Zoilo regentado por los jesuitas en Carrión de los Condes. Atraído por las ideas científicas del naturalista y profesor irlandés John Tyndall (1820-1893), defensor del materialismo como la verdadera filosofía de la ciencia, tradujo en 1876 sus Sobre la radiación (1865), de quien también se tradujeron, en 1888, El Materialismo, La ciencia y el clero y La evolución histórica de las ideas científicas. Tyndall, a la sazón profesor de la Royal Institution londinense, figura entre los primeros accionistas de la Institución Libre de Enseñanza, a la que Piñerúa fue afín, creada en 1876, bajo el liderazgo ideológico de Francisco Giner de los Ríos.
Trasladada la familia a Santiago de Compostela, cursó en aquella Universidad los estudios de Farmacia que concluyó en 1873. El director del Instituto Jovellanos de Gijón le encargó las Cátedras de Historia Natural y de Fisiología e Higiene en 1877, pasando al año siguiente a desempeñar la de Agricultura Elemental. En esta etapa de su carrera profesional inició la publicación de libros de texto y otras contribuciones al fomento y mejora de la enseñanza de las Ciencias Experimentales. Su Memoria sobre el material científico de los Institutos de Segunda Enseñanza fue distinguida en la Exposición Internacional de París de 1876. En 1879 accedió, por oposición, a la plaza de farmacéutico del Hospital Provincial de Oviedo, donde permaneció hasta 1890. En Oviedo tuvo ocasión de practicar el análisis químico por el que se sentía atraído en las fábricas de pólvora y explosivo Santa Bárbara y La Manjoya, practicando métodos por los que se interesaron prestigiosos analistas alemanes. Hubo de abandonar esta ocupación por los fuertes dolores de cabeza que le producía. Con ocasión de la epidemia de cólera sucedida en 1884, fue nombrado vicepresidente de la Comisión Facultativa de Higiene de Oviedo, teniendo una destacada y reconocida actuación para combatir la enfermedad, a través de sus intervenciones como autoridad delegada del Gobierno y mediante la publicación de artículos en la prensa local y regional aconsejando cómo comportarse para erradicar aquel mal.
Por sugerencia del químico alemán Otto Schott, que residía en Oviedo al frente de una industria sobre extracción de yodo de las algas marinas y más tarde dirigiría la fábrica de instrumentos cinéticos Carl Zeiss, Piñerúa inició sus investigaciones encaminadas a la realización del doctorado, que concluyó en 1886 con la defensa de una tesis sobre “Reacciones a temperaturas altas y consideraciones cristalogénicas”.
Para ampliar estudios y mejorar los métodos de análisis químico, Piñerúa inició una primera estancia en Francia que luego extendió a otros países europeos investigando en electroquímica, química analítica y toxicología, centrándose en el análisis de sustancias orgánicas y gases. Aparecieron artículos suyos en Revue de Chimie Analytique, en Répertoire de Pharmacie en los Comptes Rendus de l’Académie des Sciences de Paris, A las que siguieron otras tan prestigiosas como Chemical News, Gaceta Chimica Italiana o Physikalische Chemische Zentralblatt, entre otras. De su estancia en París, donde trabajó en reconocidos laboratorios químicos, quedó grata memoria entre quienes lo conocieron, como atestiguan alumnos suyos posteriormente residentes en París, como es el caso del químico y miembro del Gobierno de Azaña durante la Segunda República, José Giral Pereira (1879-1962), encargado del apunte biográfico de Piñerúa en la publicación Cuestiones Químicas y Pedagógicas (1925), que como homenaje en su jubilación sufragaron y le dedicaron sus discípulos, más de doce mil, que pasaron por su cátedra madrileña; publicación que contiene buena parte de los discursos y artículos de Piñerúa. El premio Nobel de Química de 1906, el francés Henri Moissan (1852-1907), en su Traité de chimie minérale, publicación en cinco tomos que se convirtieron en la referencia obligada para los químicos inorgánicos, detalla los métodos ideados por Piñerúa para purificar las sales de cobalto y de niquel.
Los repertorios de reactivos como el Reattivi e reazioni (1911) o el Merck’s Reagenzien-Verzeichniss (1913) recogen un elevado número de reacciones con el nombre de Piñerúa.
En 1890 obtuvo, de nuevo por oposición, la Cátedra de Química General de la Facultad de Ciencias en la Universidad de Santiago. En 1893 pasó a ocupar la misma Cátedra en la Universidad de Valladolid, terminando, finalmente, por opositar en 1896 a la misma Cátedra de Química General en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, en Madrid.
No tuvo éxito en el primer intento, al parecer por la injustificada animadversión de algunos miembros del Tribunal que optaron por declararla desierta. Ante el nuevo anuncio de oposiciones, recurrió, sin éxito, contra el Tribunal nombrado, con el consiguiente decaimiento de ánimo que no le impidió continuar sus trabajos de investigación y las publicaciones de textos y artículos. El Real Consejo de Instrucción Pública declaró de mérito sus Principios de Química mineral y orgánica y su Tratado de Química. En 1899 consiguió, al fin, la anhelada cátedra en la Central, que por regla general era el legítimo deseo de la mayoría del profesorado universitario de la época por razones de prestigio, promoción personal y sueldo. Entre 1901 y 1924, año en que se jubiló, se ocupó además de la Cátedra de Análisis Químico Especial correspondiente al período de doctorado en aquella Universidad.
En 1903 se creó en Madrid la Sociedad Española de Física y Química que en 1928, con motivo de las Bodas de Plata, fue distinguida como Real por Alfonso XIII.
Esta institución, como otras surgidas en aquellos años, forman parte del empeño regeneracionista y modernizador de quienes denominados globalmente como “generación del 98” abrieron vías para el progreso cultural, científico, educativo y social que caracterizó el primer tercio del siglo XX español. Piñerúa formó parte de la primera Junta Directiva, presidida por Echegaray.
La intención primordial de aquella Sociedad, origen de las actuales Reales Sociedades Españolas de Física y de Química, era fomentar la investigación; situar a España a la altura de los países más avanzados de Europa y América en ciencia original e industria propia. Decididos a crear “medio natural científico”, animaron a los socios a enviar sus trabajos de investigación con tal de que contaran “con un poquito de originalidad”, empezando por los propios miembros de la Junta. Piñerúa publicó en los Anales de la Sociedad parte de sus investigaciones realizadas en el Laboratorio de Química General de la Universidad de Madrid sobre reactivos químicos, posible asociación de la fluorescencia de las fosforitas de Logrosán con fenómenos radioactivos, estudio específico de algunas reacciones químicas, etc., dando a conocer también métodos y resultados del trabajo realizado en Francia.
Entre los libros de texto, que publicó bastantes con sucesivas ediciones, los numerosos artículos científicos en revistas nacionales y extranjeras, las colaboraciones en la prensa y los discursos académicos, cabe destacar el discurso de apertura del curso académico de 1893 a 1894 en la Universidad Literaria de Santiago, Los grandes problemas de la Química Contemporánea y de la Filosofía Natural, que a lo largo de sus 243 páginas recorre la historia de la química, referenciada con las obras fundamentales, antiguas y modernas, que hasta entonces se habían ocupado de los fundamentos filosóficos y de las contribuciones conceptuales, experimentales y metodológicas de la ciencia química. Un estudio crítico en torno a la afinidad química que era el centro de las investigaciones encaminadas a establecer el cómo y el porqué de la constitución de las sustancias. Piñerúa siempre fue partidario de la teoría atómica de la materia que otros ponían en entredicho, sobre todo los energetistas, que, capitaneados por Mach y Otswald, consideraban innecesaria la “ficción de los átomos”. Además de la actualizada bibliografía consultada, Piñerúa contó con las opiniones de científicos a los que encuestó directamente o por carta, entre los que se cuentan: Ostwald, Ramsay, Berthelot, Ditte, Ferreira da Silva, Carracido, Meyer, Calderón Arana, Mascareñas Hernández, van’t Hoff, Arrhenius, Schiff, Lieben, Luanco. El discurso, traducido al alemán y al húngaro y muy bien acogido en las revistas internacionales, despertó la curiosidad del prestigioso químico Dimitri I. Medeléiev, que solicitó un ejemplar al autor. No fue así en España, donde se le prestó poca atención en los medios científicos, acaso por las polémicas surgidas en torno a Piñerúa, a quien no se le dio acceso a la Real Academia de Ciencias, cuando en opinión de quienes se interesaron por su vida y su obra reunía sobrados méritos.
En 1910 ingresó en la Real Academia de Medicina, adscrito a la Sección de Higiene Pública y Privada, ocupando la vacante producida por el fallecimiento de Gabriel de la Puerta Ródenas. El discurso versó sobre un tema de mucha actualidad entonces: la necesaria aplicación de los análisis químicos y bacteriológicos al agua destinada al consumo. Apostillado por el presidente de la Academia, Julián Callejo, con una llamada de atención a higienistas, agricultores, ingenieros y gobernantes a que se apliquen al buen uso del agua para el progreso de nuestro país “cada día más oprimido y anonadado ante los portentosos adelantos de otras naciones”.
Otras distinciones con las que contó Piñerúa fueron: individuo de número de la Sociedad Económica de Amigos del País de Santiago; individuo correspondiente del Real Instituto de Ciencias de Coímbra y de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona; delegado oficial de España en el VI Congreso Internacional de Química Aplicada de Roma (1906) y en el VII, celebrado en Londres (1909); presidente de la Asociación Nacional de Químicos; vicepresidente del Comité Español de la Federación Internacional de Sociedades Químicas; presidente de la Unión Farmacéutica Nacional, individuo del Real Consejo de Sanidad; diputado provincial de Madrid.
En 1907, el liberal Amalio Jimeno, ministro de Instrucción Pública, puso en marcha una iniciativa pedagógica que no cristalizaría hasta años después, en 1909, en que el conservador Faustino Rodríguez Sampedro decretó la creación de la Escuela Superior del Magisterio. En ella habían de formarse, entre otros, los futuros profesores de las Escuelas Normales, de las que salían titulados los maestros de escuela, y los inspectores de primera enseñanza. La creación del centro supuso la culminación del programa reformador del sistema educativo español largo tiempo defendido por los gobiernos liberales, inspirado en los principios pedagógicos de la Institución Libre de Enseñanza. Fueron profesores de la Escuela: Álvarez Buylla, Luis de Hoyos Sainz, Martínez Strong, Ortega y Gasset, Beltrán y Rózpide, Lázaro Ibiza, Plans Freyre, Domingo Barnés, Rufino Blanco, Juan Zaragüeta, Luis de Zulueta, Concepción Saiz, entre los que alcanzaron más nombradía. El primer director de la misma fue Eugenio Piñerúa, que cesó en el puesto dos años después porque se dispuso que la dirección fuera desempeñada por un profesor del centro, y Piñerúa no lo era por incompatibilidad con el desempeño de la Cátedra de Química General en la Universidad Central. La Escuela se mantuvo hasta 1932, en que se creó la Sección de Pedagogía en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Aquel nombramiento de Piñerúa al frente de un centro en el que tantas esperanzas se habían puesto es un indicador del prestigio docente que alcanzó a los largo de su vida profesional.
Defendió y practicó la atención por igual a la docencia y a la investigación en las enseñanzas universitarias, de las que son buena prueba sus contribuciones científicas, sus libros de texto y, sobre todo, el testimonio de sus alumnos.
Casado con una dama aristocrática, padre de familia numerosa, compaginó su dedicación a la investigación y la docencia con su pasión por la música y el coleccionismo de obras de arte que hicieron de su casa un auténtico museo.
Obras de ~: Lecciones de Agricultura elemental, Gijón, 1877; Memoria acerca de las Estaciones agronómicas alemanas, Oviedo, 1879; Estudios microbiológicos y profilaxis del cólera, Oviedo, 1884; Profilaxis pública y privada del cólera o reglas que han de seguirse para evitar el contagio colérico, Oviedo, Flores Pintado, 1885; Sistemas de unidades absolutas empleadas actualmente, Oviedo, 1886; El aire, los animales y los vegetales, Ribadeo, 1887; Memoria acerca del análisis químico completo de las aguas de Borines, Oviedo, 1889; Química general o filosófica, Santiago, 1893; Los grandes problemas de la Química contemporánea y de la Filosofía Natural, discurso inaugural del curso académico de 1893 a 1894, Santiago, José M. Paredes, 1893; Química moderna. Principios de química mineral y orgánica, Valladolid, Andrés Martín, 1898; Tratado de Química mineral o inorgánica. I. Metaloides, sus principales compuestos y aplicaciones, 1899, II. Metales, 1906, III. Química orgánica, 1906, Valladolid, Andrés Martín; Programa de Química General, Madrid, 1900; Tratado elemental de química, Madrid, Hijos de J. H. García y Prudencio Pérez Velasco, 1906-1913, 3 vols.; Procedimientos para depurar y esterilizar las aguas destinadas a la alimentación de las grandes urbes, discurso de recepción pública, Real Academia de Medicina, Madrid, Est. Tipográfico, 1910; Tratado elemental de química y sus aplicaciones a la Medicina, Artes e Industria, Madrid, Ramón y Velasco, 1916-1921, 3 vols.; Educación moral o ética, discurso inaugural del curso académico de 1920 a 1921, Madrid, Universidad Central, Imprenta Colonial; Ideas antiguas y modernas acerca de la constitución de la materia de las sustancias corpóreas, última conferencia, curso académico de 1923 a 1924 postrero de su labor oficial docente, Madrid, Imprenta Clásica Española, 1924; Cuestiones químicas y pedagógicas por el Dr. E. Piñerúa, Madrid, Antonio Marzo, 1925; Actualidades científicas de química inorgánica, discurso inaugural de curso, Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, Julio Cosano, 1926.
Bibl.: J. Giral, “Boceto Biográfico de Don Eugenio Piñerúa Álvarez”, en Cuestiones químicas y pedagógicas por el Dr. E. Piñerúa, Madrid, Antonio Marzo, 1925, págs. 7-26; R. Roldán Gutiérrez, “Piñerúa y Álvarez (Eugenio)”, en Diccionario biográfico y bibliográfico de autores farmacéuticos españoles, vol. IV, Madrid, Gráficas Valera, 1958-1963, págs. 107-115; J. M. López Piñero et al., Diccionario histórico de la ciencia moderna en España, vol. II, Barcelona, Ediciones Península, 1983, págs. 179-181; V. Matilla, “Piñerúa y Álvarez”, en 202 Biografías Académicas, Madrid, Real Academia de Medicina, 1987, págs. 143-144.
Antonio Moreno González