Negrete y Falla, Pedro Celestino de. San Esteban de Carranza (Vizcaya), 19.V.1777 – Burdeos (Francia), 11.IV.1846. Teniente general.
Hijo de José de Negrete y Lama, escribano público del Valle de Carranza (Encartaciones de Vizcaya) y de Margarita de Falla y Bollaín-Ahedo, nació en el seno de una ilustre familia vizcaína.
En julio de 1792, cuando aún no había patente de guardia marina, ingresó en el Ejército procedente del Seminario de Vergara, donde había cursado estudios, por lo que sólo hubo de sufrir exámenes de contadas materias (esencialmente Navegación). Embarcado en la fragata Tesis, hizo sus primeras navegaciones de Ferrol a Pasajes transportando tropas a la frontera francesa en el curso de la guerra contra la Convención. También desempeñó otros servicios llevando armas de Holanda a La Coruña, esta vez a bordo de la fragata Santa Catalina. Firmada la paz con la República francesa (1795), embarcó en los navíos Astuto y Miño en 1796, cargando azogue desde el puerto de Trieste al de Veracruz, pero, declarada la guerra con Inglaterra, no pudo seguir su destino y, tras no pocas dificultades, arribó a Cartagena.
Su innata predisposición para el cálculo y el dibujo propiciaron que en 1802 fuese designado para formar parte de la comisión encargada del levantamiento de cartas náuticas en la costa de Veracruz, saliendo de Cádiz con rumbo a Nueva España, precisamente el día en que cumplía veinticinco años. Iba a las órdenes del capitán de navío Ciriaco Ceballos, experto hidrógrafo, que había sido designado comandante del apostadero de Veracruz. Desde este puerto se trasladó a Campeche con los bergantines Alerta y Saeta, trabajando en la comisión hidrográfica, cuando una nueva guerra con los ingleses le obligó a volver a Veracruz, ascendiendo en ese tiempo a alférez de navío y teniente de fragata.
Producido un fuerte motín en Veracruz en 1808, su decisiva actuación frente a los sediciosos salvó la vida del capitán de navío Ceballos, al que logró embarcar en una goleta americana que lo condujo a Nueva Orleans; regresó a Veracruz para proseguir sus tareas profesionales, entre las que no faltaba la lucha contra los corsarios —que realizaban peligrosas incursiones por todo el golfo de México—, haciendo numerosas presas y consolidando su fama de excelente marino.
En octubre de 1810, a consecuencia del aspecto amenazador que tomaba la revolución insurgente, fue destinado a las órdenes del capitán de navío Porlier, comandante de la fragata Atocha, nombrado por el virrey Francisco Javier Venegas comandante de la provincia de Toluca, ciudad sitiada por más de veinte mil mexicanos insurgentes. Porlier tuvo que organizar a toda prisa una potente columna en la que figuraban jefes y oficiales del apostadero de Veracruz, entre los cuales se encontraba el capitán de fragata Pedro Celestino Negrete, al que pronto se le nombró jefe de Estado Mayor de la división y le otorgó el virrey el grado de teniente coronel del regimiento provincial de Puebla; en 1812 ascendió sucesivamente a coronel y brigadier.
Durante más de nueve años Negrete luchó contra los partidarios de la independencia vistiendo el uniforme del ejército, lejos de las obligaciones profesionales que le habían llevado a Nueva España. Y se produjo una transformación que no fue ajena para muchos de los oficiales españoles del virreinato. Así, a comienzos de 1821 el jefe supremo de las fuerzas españolas en el virreinato, general Itúrbide, llegó a un entendimiento con el de las fuerzas rebeldes, general Guerrero, y ambos proclamaron en Guadalajara el llamado Plan de Iguala, por el que se proclamó a México nación independiente bajo los principios de la conservación de la religión católica, instauración de una monarquía vinculada a la familia de Fernando VII y la unión de españoles y mexicanos en términos de perenne amistad.
Esta situación forzó la dimisión del virrey Apodaca, reemplazado por Juan O’Donojú, que reconoció la independencia en esos términos y firmó con Itúrbide el Tratado de Córdoba. Negrete, al igual que otros compañeros, sintiéndose enraizado en el país, se unió al Plan de Iguala, siendo ascendido a teniente general y nombrado gobernador de las provincias de Nueva Galicia, Zacatecas y San Luis de Potosí.
La situación se complicó al romper Itúrbide lo estipulado en el Plan de Iguala y coronarse a sí mismo como emperador de México, por lo que en las luchas subsiguientes Negrete se pasaría al bando de los partidarios del sistema republicano; éstos, al triunfar, eligieron un poder ejecutivo formado por un triunvirato en el que figuraba el marino vizcaíno, que en un alarde de modestia pidió volver al grado de coronel por entender excesivo el concedido por el efímero emperador.
Después de algunas revueltas, Negrete decidió abandonar el poder y se retiró plenamente de la vida política. Vivió algún tiempo en Veracruz y en la propia capital mexicana como un simple ciudadano y desoyó requerimientos para incorporarse de nuevo a las actividades de gobierno. Tras la revolución del padre Arenas en 1827, los españoles que habían tomado parte en la puesta en marcha de la independencia mexicana fueron perseguidos e ingresó Negrete en prisión, donde pasó algunos meses en espera de ser indultado, después de lo cual el capitán de navío Negrete, sin rango militar alguno en México y España, fue obligado a abandonar el antiguo virreinato. Emprendió entonces un penoso viaje iniciado en Nueva Orleans y finalizado en Burdeos, donde falleció en 1846, viudo de María Josefa Olavarrieta y Valdés, con quien tuvo un hijo: José de Negrete y Olavarrieta.
Finalizaba así la peripecia humana de un marino que se vio envuelto en los acontecimientos más confusos de la vida de América; un hombre siempre fiel a los intereses de México, adonde no pudo volver, ni tampoco a España, su país nativo, donde había sido proscrito.
Bibl.: J. L. Sariego del Castillo, Historia de la Marina Española en la América Septentrional y el Pacífico, Sevilla, José L. Sariego del Castillo, 1975; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, Madrid, Alianza, 1981; J. Montoro, Los virreyes españoles en América, Barcelona, Mitre, 1984.
José Ramón Cervera Pery