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Pablo Morillo y Morillo

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Biografía

Morillo y Morillo, Pablo. Conde de Cartagena (I), marqués de la Puerta (I). Fuentesecas (Zamora), 5.V.1775 – Baréges (Francia), 27.VII.1837. Militar.

Nació en una familia campesina de Zamora. En 1791 se alistó en el Real Cuerpo de Infantería de Marina y fue destinado a Ferrol, donde se casó con Joaquina Rodríguez, quien falleció en 1805 y con la que no tuvo hijos. En la guerra contra la Francia revolucionaria participó, en 1793, en el desembarco en la isla de San Pedro en Cerdeña y en el sitio de Tolón, donde fue herido y, en 1794, en el desembarco de Labrada y en el sitio del castillo de la Trinidad en Rosas (Gerona). Contra Inglaterra, a bordo del San Isidro, combatió en la batalla del cabo San Vicente (14 de febrero de 1797), donde cayó prisionero, siendo liberado poco tiempo después. En octubre de ese año fue ascendido a sargento segundo y destinado a Cádiz, donde participó en su defensa contra el ataque inglés de 1797. En la batalla de Trafalgar (21 de octubre de 1805) fue herido combatiendo a bordo del San Ildefonso, que sería apresado por la flota de Nelson. Pablo Morillo pasó los siguientes tres años acuartelado en Cádiz a la espera de ser destinado a uno de los pocos barcos supervivientes de la derrota.

Con la invasión de Napoleón, Pablo Morillo renunció a su mediocre carrera en la Marina y se alistó en el cuerpo de voluntarios de Llerena, donde, gracias a su experiencia militar, fue nombrado subteniente, participando en la batalla de Bailén (19 de julio de 1808), a las órdenes del general Francisco Javier Castaños.

Tras esta victoria estuvo combatiendo a los franceses por tierras de Extremadura (acciones de Elvas, Almaraz y Calzada de Oropesa) y el 20 de diciembre fue ascendido a teniente. En enero de 1809 fue nombrado capitán y enviado a Galicia. Llegó a Vigo, donde el comandante de la guarnición francesa, sitiada por partidas guerrilleras, se negaba a rendirse a civiles reclamando un militar de alta graduación.

Morillo era el único oficial presente pero su rango de capitán no era suficiente, por lo que sus hombres y los guerrilleros que cercaban la plaza le proclamaron coronel y con esta investidura concluyó las negociaciones de rendición de Vigo. La reacción francesa fue inmediata y el mariscal Michel Ney ocupó Santiago de Compostela, para dirigirse hacia Vigo. Morillo se interpuso en su camino en el puente de Sampayo (7-8 de junio de 1809), Pontevedra, donde le obligó a retirarse.

Esta victoria fue decisiva para Pablo Morillo, ya que a resultas de ella el alto mando español le confirmó el rango de coronel, su fama se extendió entre soldados y guerrilleros, que le conocerían como “el León de Sampayo” y fue el origen de la formación del Regimiento de la Unión, unidad que le acompañaría durante muchas campañas. Al mando de este Regimiento fue destinado a tierras extremeñas y andaluzas, donde pasó los siguientes tres años reclutando hombres para el Ejército, obteniendo suministros y combatiendo a las partidas guerrilleras que no acataban las órdenes del alto mando español. El bautismo de fuego del nuevo regimiento tuvo lugar en septiembre de 1810, en Fuenteovejuna, donde fue herido en el hombro izquierdo y su inexperiencia como jefe a punto estuvo de hacerle perder el combate contra un enemigo muy inferior en número. Su estricto cumplimiento de las órdenes recibidas y sus continuas victorias hicieron que, en marzo de 1811, fuese ascendido a brigadier y, en abril de 1812, nombrado jefe de división de Infantería a las órdenes del general Sir Rowland Hill, comandante del ala derecha de Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington.

Pese a que Morillo tuvo que abandonar la libertad de movimientos de la que hasta entonces disfrutaba para pasar a integrase en una unidad extranjera, a la larga, le terminaría resultando muy provechoso pues tendría la ocasión de aprender sobre el funcionamiento de un ejército bien organizado y porque le terminaría otorgando la confianza de Wellington, lo que sería definitivo para su carrera. A las órdenes de Hill, participó en la llamada sorpresa de Arroyo Molinos (28 de octubre de 1811), en la que vencieron a un cuerpo del ejército francés al mando del general Jean Girard. Después de esta victoria, Morillo recibió órdenes de Castaños de volver a operar por su cuenta, tarea en la que pasaría más de año y medio. 1812 sería decisivo, pues la invasión de Rusia obligó a Napoleón a retirar muchas de sus mejores tropas de España, permitiendo que el ejército español y sus aliados ingleses tomasen la iniciativa que, tras la victoria de Arapiles (22 de julio de 1812), les llevaría a entrar triunfalmente en Madrid. Pese a estos buenos augurios, sería un éxito de corta duración, pues los ingleses hubieron de retirarse de nuevo hacia Portugal al fracasar su intento de ocupar Burgos.

La ofensiva final se inició a mediados de 1813 y tuvo su punto culminante en la batalla de Vitoria (21 de junio de 1813), en la que Morillo, al mando de sus hombres, inició el ataque aliado marchando contra las posiciones francesas fuertemente defendidas del Alto de la Puebla. La intervención de Pablo Morillo fue decisiva para la victoria aliada, sus hombres demostraron una férrea disciplina y él mismo se distinguió al permanecer en el campo de batalla pese a haber sido herido al principio del combate. Su comportamiento en la batalla le valió ser ascendido, apenas dos semanas más tarde, a mariscal de campo, y Wellington le eligió para ser uno de los pocos generales españoles que le acompañarían en la próxima invasión de Francia.

Pese a que Morillo gozaba plenamente de la confianza de Wellington, las relaciones entre las tropas españolas y las inglesas no siempre fueron fáciles. La escasez de suministros durante el duro invierno en el Pirineo provocó algunos incidentes al considerar los soldados españoles que el alto mando inglés privilegiaba a sus compatriotas. Para Wellington era prioritario asegurar la disciplina pues necesitaba contar con el apoyo o, al menos, la pasividad, de la población local. Morillo estaba en una posición muy delicada, pues, aunque compartía las quejas de sus hombres, no podía permitir desobediencia alguna. La situación se resolvió imponiendo Wellington un castigo a las tropas españolas, que sería prontamente levantado. En febrero de 1814, los franceses, al mando del mariscal Jean de Dieu Soult, a punto estuvieron de hacer fracasar el avance aliado en las cercanías de Motte de Garris, pero el resuelto ataque de la división de Morillo les obligó a replegarse. Más tarde fue enviado a sitiar la plaza de Navarrenx, tarea en la que se encontraba cuando llegó la noticia de la abdicación de Napoleón en Fontainebleau (6 de abril de 1814).

Con el regreso de Fernando VII, la Administración española se apresuró a abordar la multitud de problemas que estaban sobre la mesa y, entre los más urgentes, el encontrar una adecuada respuesta a los hechos que habían sucedido en tierras americanas, donde la autoridad del Monarca se había puesto en duda.

De las varias opciones barajadas se optó por el envío de una fuerza expedicionaria y como su jefe se nombró, en agosto de 1814, a Pablo Morillo como uno de los generales más prestigiosos con los que contaba el Ejército español. Morillo se trasladó a Cádiz para organizar todos los detalles y en esta ciudad tendrían lugar dos hechos muy importantes para su futuro: allí se integró en los círculos políticos liberales y conoció a María Josefa de Villar, perteneciente a una acaudalada familia vinculada al comercio con América, con la que se casó por poderes en 1816.

En apenas unos meses se reunieron más de doce mil hombres, entre Infantería, Caballería y Artillería, y numerosos buques de escolta y transporte que zarparon el 17 de febrero de 1815. Que una España agotada tras varios años de guerra contra los franceses fuese capaz de semejante esfuerzo da prueba tanto de la prioridad otorgada por las autoridades a esta misión como de las dotes de organización de Pablo Morillo.

Con la intención de guardar el secreto sobre los verdaderos objetivos de la expedición se había dicho que su destino era Montevideo, y no sería hasta estar en alta mar cuando Morillo comunicó a sus hombres que se dirigían a pacificar Costafirme, es decir, el virreinato de la Nueva Granada. La flota fondeó el 2 de abril frente a las costas de Venezuela y un día antes Morillo fue ascendido a teniente general.

Las instrucciones recibidas por Morillo establecían que los objetivos principales de la expedición eran “la tranquilidad de Caracas, la ocupación de Cartagena de Indias y el auxiliar al Gefe que mande en el Nuevo Reyno de Granada” y también señalaban que “los deseos de S. M. quedarán enteramente satisfechos si esto se consigue con el menor derramamiento de sangre de sus amados vasallos”. Para lograr la tranquilidad de Caracas se le ordenaba sofocar el levantamiento en Isla Margarita que, bajo el liderazgo de Juan Bautista Arismendi, se había erigido en uno de los principales bastiones independentistas. Tras un desembarco algo accidentado y después de reducir una desesperada, aunque poco organizada, resistencia, Morillo tomó posesión de la isla el 11 de abril de 1815. Rechazando el consejo de Tomás Morales, sucesor de José Tomás Boves al mando de los llaneros, Morillo perdonó a Arismendi y a los demás jefes de la insurrección y, dejando una pequeña guarnición para asegurar el orden, zarpó hacia el continente. En el corto viaje se incendió el navío San Pedro de Alcántara, con el que se hundieron la mayoría de los pertrechos de la expedición, entre ellos la casi totalidad de la artillería y la caja que contenía más de un millón de pesos. Esta pérdida sería de enormes consecuencias, pues obligó a Morillo a tener que recurrir a las arcas del virreinato para el sostenimiento de su tropa, lo que le acarrearía enfrentamientos con las autoridades locales y le enajenarían el apoyo de gran parte de la población, especialmente entre las capas más acomodadas. Morillo entró en Caracas (8 de mayo de 1815), donde permaneció sólo el tiempo necesario para reorganizar sus tropas y partir a cumplir el siguiente punto de sus instrucciones: ocupar Cartagena de Indias.

Morillo había estudiado muy bien las defensas de la plaza y extraído correctamente las lecciones de la victoria de Blas de Lezo contra el ataque del almirante inglés Edward Vernon en 1741, por lo que decidió que había de rendir la plaza por hambre, evitando a toda costa un ataque directo. Cercó Cartagena por tierra y mar y, mientras esperaba la rendición de la ciudad, recibió la noticia de que Arismendi se había rebelado de nuevo y exterminado a toda la guarnición de isla Margarita. Este hecho marcaría un antes y un después en la actitud de Morillo frente a los independentistas, a los que, a partir de este momento, aplicaría una política de mano dura sin contemplaciones.

No obstante, cuando capituló Cartagena de Indias (6 de diciembre de 1815), tras ciento dos días de asedio, Morillo hizo todo lo que estuvo en su mano para socorrer a los habitantes: se abrieron fosas comunes, limpiaron las calles, fumigaron las casas y repartió una “sopa económica” con lo obtenido mediante una suscripción voluntaria entre jefes y oficiales. Ocupada la plaza, determinó emprender camino hacia el interior del virreinato, en esta ocasión no estaba dispuesto a cometer el mismo error que en Isla Margarita, por lo que dictó medidas drásticas para asegurar su retaguardia.

Usando el mismo sistema empleado en la Península Ibérica con los afrancesados, abrió procesos a los principales jefes independentistas que no habían conseguido escapar en los últimos días del asedio, y nueve de ellos fueron ejecutados (los nueve mártires de Cartagena de Indias).

En enero de 1816, Morillo partió a la reconquista de la Nueva Granada. Dividió sus fuerzas en cinco columnas que, actuando de manera coordinada, barrieron de Norte a Sur todo el territorio obteniendo en pocos meses un éxito total en todos los frentes. Cansado de recibimientos apoteósicos por parte de una población que pocos meses antes había brindado idénticos homenajes a los hombres de Bolívar, Morillo entró de incógnito en Santafé de Bogotá el 27 de mayo de 1816. Convencido de que solamente la firmeza extirparía el germen de la independencia, aplicó una durísima represión en la que cayeron gran parte de la elite social e intelectual novogranadina. En los seis meses que Morillo permaneció en Bogotá se pronunciaron y ejecutaron noventa y seis sentencias de muerte, cincuenta y ocho de ellas en la capital. Durante este tiempo Morillo emprendió la reorganización del ejército expedicionario, pero también tomó medidas sobre la educación, la economía, obras públicas, etc., superando con mucho las atribuciones derivadas de sus instrucciones, por lo que no tardó en enfrentarse con las autoridades locales y especialmente con el propio virrey Francisco Montalvo. Las acusaciones y pleitos entablados contra Morillo darían como resultado que entre el 31 de julio de 1817 y el 9 de junio de 1818 le fueron suspendidos sus amplios poderes.

En enero de 1817, Morillo consideraba cumplida su misión de pacificación en Nueva Granada y decidió que había llegado el momento de dar el golpe de gracia al movimiento independentista en Venezuela.

Pese a que el regreso estaba plenamente justificado, a la larga supondría ceder la iniciativa al enemigo.

En los Llanos la situación había cambiado completamente, pues los llaneros, que bajo Boves habían sido la columna vertebral de los realistas, habían sido atraídos por Bolívar y José Antonio Páez, y contra ellos Morillo envió parte de sus tropas. En isla Margarita la rebelión de Arismendi había vuelto a transformarla en eje de la estrategia independentista por lo que Morillo montó una invasión cuidadosamente planificada. Apoyado por la escuadra mandada por José María Chacón, desembarcó en la isla el 15 de julio de 1817 y, tras vencer la férrea resistencia de los defensores que incluso lograron vencer a las tropas del general José Canterac en Matasiete (31 de julio de 1817), consiguió hacerse con el control de la mayor parte de la isla.

Pero cuando se disponía a acometer la pacificación del interior y la victoria parecía al alcance de la mano, llegaron noticias sobre la derrota realista en la batalla de Mucuritas (28 de enero de 1817), que suponía la pérdida de los Llanos, por lo que se vio obligado a renunciar a la conquista de la isla y volver al continente.

Cuando Morillo entró en Caracas, comprobó que la situación no era tan grave como le habían dicho, pero ya era tarde para volver sobre Margarita, por lo que no le quedó más remedio que proseguir su campaña. A partir de este momento, Morillo pasaría el resto de su tiempo en América obsesionado por enfrentarse a Bolívar en una batalla campal que decidiese, de una vez para siempre, el destino de estas tierras. Pese a vencer en el Hato de la Hogaza (2 de diciembre de 1817), sólo pudo enfrentarse a partidas guerrilleras de escasa entidad. En su búsqueda de Bolívar, fue sorprendido por éste en Calabozo (11 de febrero de 1818), donde resistió tres días de asedio del que sólo pudo escapar con dificultades. Morillo ejecutó brillantemente la retirada y en El Sombrero se preparó para recibir al enemigo, al que inflingió una severa derrota el 15 de febrero de 1818. Tras pasar de nuevo por Caracas para acallar los rumores sobre su muerte, reemprendió la campaña y en la batalla de La Puerta (16 de abril de 1818) obtuvo una importante victoria frente al propio Bolívar, que apenas logró escapar ileso. La victoria de Morillo en La Puerta tuvo dos importantes consecuencias: poco tiempo después se le restituirían sus poderes y, un año más tarde, le sería concedido un título de nobleza. Gravemente herido de un lanzazo en el costado, Morillo hubo de guardar reposo en Caracas, pero aprovechó para enviar a sus generales en una ofensiva en la que cosecharon numerosas victorias.

Pese a la avalancha de éxitos, las tropas que habían llegado con Morillo desde la Península llevaban varios años combatiendo sin tregua y empezaban a dar muestras de cansancio. Con la llegada de las lluvias, terminó la campaña de 1818 y Morillo tuvo que esperar hasta principios de 1819 para reanudar la búsqueda de Bolívar, a quien seguía empeñado en derrotar en una batalla definitiva. Bolívar, por su parte, decidió llegado el momento de lanzar una ofensiva contra Bogotá con el objetivo de controlar los cuantiosos recursos del virreinato de la Nueva Granada. Mientras las tropas de Morillo eran entretenidas por los llaneros de Páez, Bolívar cruzó los Andes y, tras derrotar a las pocas fuerzas que habían quedado de guarnición mandadas por el general José María Barreiro en las batallas del Pantano de Vargas (25 de julio de 1819) y Boyacá (7 de agosto de 1819), entró en Santafé de Bogotá. Pese a estas derrotas, en las que Morillo no estuvo presente, Fernando VII le concedió los títulos de conde de Cartagena y marqués de La Puerta (17 de diciembre de 1819). Con los independentistas controlando los enormes recursos del virreinato y con sus tropas agotadas, la única esperanza de Morillo estaba en obtener refuerzos desde la Península, pero el alzamiento de Rafael Riego en Cabezas de San Juan (1 de enero de 1820) dejó bien claro que éstos nunca llegarían. El nuevo Gobierno liberal, por convicción o por necesidad, identificando la causa liberal en la Península con la independentista en América, cambió la política de enfrentamiento por una de conciliación, enviándole instrucciones a Morillo para que concluyese un acuerdo que permitiese una salida honrosa. Dado que las fuerzas de Bolívar también necesitaban de una tregua para asimilar su triunfo, tras complicadas negociaciones, se firmaron los Tratados de Trujillo (25 de noviembre de 1820), que fueron ratificados en la entrevista personal que mantuvieron Morillo y Bolívar en el pueblo venezolano de Santa Ana (27 de noviembre de 1820).

Poco más le quedaba por hacer a Morillo en tierras americanas. Con la salud seriamente quebrantada, pues a la grave herida recibida en la batalla de La Puerta y a una caída del caballo sufrida en Caracas a finales de 1818 se le sumaban hemorroides y escorbuto, embarcó hacia Europa.

En abril de 1821 Morillo llegó a Madrid y poco después hubo de salir al paso de ataques sobre su actuación en América publicando en su defensa el Manifiesto que hace á la Nación Española el teniente general don Pablo Morillo, etc…. El Gobierno liberal moderado le nombró capitán general de Castilla la Nueva y, entre sus responsabilidades, estaba el garantizar el orden público de la capital, que defendió contra exaltados, “batalla de las platerías” (18 de noviembre de 1821), y contra absolutistas, al sofocar la rebelión de la guardia real en julio de 1822. Cuando los liberales exaltados se hicieron con el poder e iniciaron la represión de los moderados, Morillo, a quien apodaban el Trabuco, tuvo que huir, pero fue detenido y encarcelado en Madrid. Poco tiempo pasó en prisión, ya que, ante los insistentes rumores de intervención militar extranjera, el Gobierno exaltado necesitaba de todos sus generales con experiencia y Morillo fue nombrado jefe del Segundo Ejército de Reserva (13 de febrero de 1823) destinado a Galicia, donde luchó con éxito contra partidas de guerrillas realistas. Pese a ocupar un importante cargo militar con el Gobierno exaltado, Morillo estaba desengañado sobre el futuro de los liberales y la llegada a Galicia de las tropas del general Jean Raymond Charles Bourke, parte de los Cien Mil Hijos de San Luis enviados a España para restaurar a Fernando VII en su trono absoluto, le dio la oportunidad de cambiar de bando. Ya integrado en las filas realistas, se enfrentó a los liberales gallegos venciéndoles en la segunda batalla del Puente de Sampayo el 24 de julio de 1823. No obstante esta victoria, el nuevo Gobierno absolutista no le perdonó su pasado liberal, por lo que hubo de exilarse en Francia, donde pasó los siguientes siete años. Regresó a España a finales de 1830, retirándose a la vida privada.

A finales de 1832, ante la proximidad de la muerte de Fernando VII y la debilidad de la posición de la reina María Cristina y de su hija, la futura Isabel II, fue llamado de nuevo por el Gobierno y nombrado capitán general de Galicia, donde combatió el levantamiento carlista, hasta que su salud le obligó a retirarse al balneario de Baréges, en el Pirineo francés, donde falleció el 27 de julio de 1837.

 

Obras de ~: Manifiesto que hace á la Nación Española el teniente general don Pablo Morillo, conde de Cartagena, marqués de la Puerta, y general en gefe del Ejército Expedicionario de Costafirme con motivo de las calumnias é imputaciones atroces y falsas publicadas contra su persona en 21 y 28 del mes de abril último en la gaceta de la Isla de León, bajo el nombre de Enrique Somoyar, Impreso en Caracas por don Jacinto Gutiérrez (reimpr. en Madrid, Imprenta calle de la Greda á cargo de su regente don Cosme Martínez, 1821).

 

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Gonzalo M. Quintero Saravia

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