Campano, Miguel Ángel. Madrid, 1948 – Cercedilla (Madrid), 5.VIII.2018. Pintor.
Nacido en Madrid, fue alumno en la Academia de Rafael Hidalgo Caviedes, donde inició su relación con la pintura, y realizó estudios de Arquitectura y Bellas Artes en Madrid y Valencia, respectivamente, dejando ambos incompletos. Sus primeras exposiciones individuales tienen lugar a finales de la década de los sesenta, imbuido por cierto automatismo que, rápidamente, dará paso a una abstracción geométrica, con notables influencias del colectivo de artistas conquense del momento —Gerardo Rueda y, muy especialmente, Gustavo Torner y Jordi Teixidor—, en una serie de objetos, collages y construcciones planas de madera pintadas con acrílico y pinturas sintéticas, de entre las cuales destaca la serie titulada La ventana, realizada entre 1973 y 1974.
Durante los años 1976-1977 se establece en París, donde su obra escapará de la estricta vigilancia del orden geométrico gracias a la incorporación de nuevos recursos expresivos, propios de la abstracción gestual y de la action painting norteamericana. En esta senda, José Guerrero será una notable influencia para su trabajo de entonces.
Ya dentro de la década de los ochenta —en la que entra avalado por su inclusión en muestras polémicas y fundamentales como 1980 y Madrid D.F., puntos de arranque de un determinado modo de entender la revitalización pictórica que se venía gestando desde años atrás—, su pintura mantiene dos vertientes paralelas: por un lado, una abstracción esencialista y despojada y, por otro, un naturalismo colorista, agitado y vivo.
Su trabajo desde entonces se organizó en largas series temáticas en las que Campano investigó variantes formales y estilísticas a medida que se fueron desarrollando, y donde la mirada a la historia del arte antiguo es una herramienta fundamental. Así, en Por la ruta de Cézanne recorrió los itinerarios del pintor francés, tanto mentales como físicos, en busca de la tradición moderna; y en Los náufragos, que partía del cuadro de Delacroix, o en las series en torno a las alegorías de Poussin en el Louvre —El Diluvio, La Grappa y Ruth y Booz—, se enfrentó con los maestros y con la pintura del Romanticismo y del Clasicismo.
Esa última serie citada, Ruth y Booz, fue la antesala que llevó Campano en 1999 a su exposición en el Palacio de Velázquez de Madrid del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en la que mostró una magnífica selección de los trabajos realizados desde su cambio de residencia de París a Mallorca a lo largo de la década de 1990. En ellos su mirada se concentraba en esas herencias más cercanas del cubismo y del constructivismo. Una pintura minimizada en sus formas hasta extremos reductivistas, porque, como indicó entonces el crítico Santiago Olmo, encargado de la muestra citada y uno de sus mejores intérpretes, “al tratar del deshojamiento y de la desnudez de la pintura de Campano cuando a principios de los años noventa empleaba como paleta básica blancos y negros, no es sólo la carga simbólica de los colores blanco y negro la que determina esta apreciación, sino que es esencialmente la función del blanco como soporte del negro como trazo y acción, del dibujo primero y después la pintura. Se trata de la acción de contrarios más eficaz y clara para obtener resultados perceptibles por la vista. Pero la austeridad y el despojamiento en el que se sumerge Campano van más allá, reducen los instrumentos y las herramientas pictóricas, desde los colores hasta los materiales conceptuales y la forma, representación, ficción, narración, etc.”.
Sin embargo, ese color que permaneció durante años excluido de su obra —si acaso susurrado en una gama tenue de los ocres del fondo del propio lino de base que se asoma entre la imprimación y la pintura—reapareció con una sensualidad jugosa y acusadísima en muchas de sus obras de finales de los noventa, en una gama restallante de rojos, fucsias, magentas, rosas y carmines. A continuación, ya en los primeros años del nuevo siglo, empleando como fondos telas indias teñidas a mano, su paleta se aguó hasta lo acuarelado, al tiempo que una nueva sensualidad de corte expresionista reapareció protagonizando unos lienzos de aire leve y espontáneo.
Obras de ~: La ventana, 1973; Vocales, 1980; El Zurdo, 1980; Montaña, 1981-1983; Naufragio, 1982; La grappa, 1985; Omphalos, 1985; Bodegón, 1988; Nature morte, 1989; Ruth y Booz, 1990; 4-12-92, 1992; E. H. 1, 1993; 25-4-93, 1993; Dilip, Jitu I, II y III, 1994; Plegaria, 1995; Ángeles, 1998; Teye, 1998; Elias (d’aprés Daniel Buren), 1996-1999; Binisalem, 2000; Que te den café, 2003.
Bibl.: J. A. Aguirre, Miguel Ángel Campano, Madrid, Galería Amadís, 1972; J. M. Bonet, Á. González García y F. Rivas, 1980, Madrid, Galería Juana Mordó, 1979; J. M. Bonet, Miguel Ángel Campano, Sevilla, Galería Juana de Aizpuru, 1980; Á. González García, Madrid DF, Madrid, Museo Municipal-Ayuntamiento-Delegación de Cultura, 1980; Saint-Loup, La División Azul. Cruzada española de Leningrado al Gulag, Madrid, Fuerza Nueva, 1980; F. Rivas, Miguel Ángel Campano, Madrid, Galería Egam, 1984; Á. González García, Miguel Ángel Campano, Madrid, Galería Fernando Vijande, 1986; V. Puig, Miguel Ángel Campano, Palma de Mallorca, Sala Pelaires, 1987; F. Rivas, Miguel Ángel Campano. Pinturas 1988-89, Madrid, Galería Juana de Aizpuru, 1989; J. M. Bonet, Campano. Pintura 1980-1990, Valencia, IVAM, Centre del Carme, 1990; S. Olmo, Miguel Ángel Campano. Ruth y Booz, Zaragoza, Banco Zaragozano, 1993; Campano. 1979-1993, Vigan (Francia), Espace Fortant, 1994; S. Olmo y O. Muñoz, Miguel Ángel Campano, Madrid, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 1999; Ó. Alonso Molina y F. Huici, “Una conversación con Miguel Ángel Campano”, en Arte y Parte (Santander), n.º 21 (1999).
Óscar Alonso Molina