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Antonio Meulener Verdeguer

Biografía

Meulener Verdeguer, Antonio. Algeciras (Cádiz), 16.IV.1861 – 17.VIII.1912. Militar e inventor.

Era hijo de Antonio Meulener Casano, militar perteneciente al Cuerpo de carabineros, y de Marcelina Verdeguer Nacasino. Ingresó en la Academia de Infantería de Toledo en agosto de 1877, de la que salió promovido a alférez en 1880 y con el número uno de su promoción.

Fue su primer destino el Regimiento de las Antillas, al que se incorporó en Granada y en el que permaneció escaso tiempo, pues muy pronto obtuvo el pase a la situación de reemplazo en Madrid, que había solicitado con objeto de disponer de tiempo para preparar el ingreso en la Escuela de Estado Mayor, al que no llegaría a presentarse.

En marzo de 1882 trasladó su residencia a Ávila y en agosto se le concedió plaza de alumno en la Academia de Administración Militar, en la que causó baja a petición propia dos meses después, para volver de reemplazo a Madrid.

Su espíritu inquieto le hizo cambiar con frecuencia de destino, por lo que durante los años siguientes, hasta su ascenso a teniente en 1885, sirvió en el batallón de Escribientes y Ordenanzas del Batallón de Reserva de Fraga, Batallón de Depósito de Algeciras, Batallón de Reserva de Algeciras y Regimiento de Infantería de Extremadura, dedicando su tiempo libre a la investigación en las materias de balística, química y metalurgia, y en el desarrollo y mejora de diversos aparatos topográficos y criptográficos.

Fruto de sus trabajos fue la presentación en Madrid, en el mes de junio de 1885, de un aparato conocido como “bastón de Meulener”, instrumento destinado a la realización rápida y sencilla de levantamientos topográficos de campaña, al tener incorporados una brújula, un goniómetro, un heliógrafo y un barómetro, mientras en el interior del cuerpo del bastón se alojaban un termómetro, un telémetro, una linterna, un anteojo, un podómetro y otros instrumentos de medición y cálculo.

Sus vastos conocimientos científicos hicieron que fuese nombrado ayudante de profesor de la Academia General Militar, entonces en Toledo, a la que se incorporó tras su ascenso a teniente. Su precaria salud causó que solicitase frecuentemente licencias por enfermedad, viéndose obligado a solicitar la baja de la Academia en octubre de 1886. Destinado al Regimiento de Tetuán, no pudo incorporarse a él por hallarse enfermo en Algeciras, teniendo que solicitar el pase a la situación de reemplazo, en la que se mantendría hasta abril de 1888, cuando volvió destinado al Regimiento de Extremadura, del que pasó al de la Reina, ambos de guarnición en Algeciras, plaza en la que residiría hasta 1892.

En enero de 1891 fue nombrado ayudante de campo del general José Gámir Maladeñ, comandante general del Campo de Gibraltar, al que acompañó en 1892 a Palma de Mallorca y Vitoria, por haber sido nombrado aquél, sucesivamente, capitán general de las islas Baleares y de las Vascongadas.

Cesó en el cargo de ayudante en agosto de 1893 para pasar destinado al Batallón de Cazadores de Estella, en Vitoria, destino en el causó baja en agosto del año siguiente por haber sido ascendido a capitán, volviendo a los pocos días a ser nombrado ayudante de campo del general Gámir, que se encontraba en situación de cuartel en Madrid, cesando en este cargo en el mes de mayo de 1895.

Tras pasar unos meses sirviendo en el Regimiento de Reserva de las Antillas, en Toledo, en enero de 1896 pasó a desempeñar el cargo de ayudante de campo del general don Julio Seriñá Raimundo, capitán general de Aragón, pero el fallecimiento de éste doce meses más tarde le obligó a retornar a Algeciras, destinado al Regimiento de Reserva de Ronda, en el que permaneció escaso tiempo ya que en abril de 1897 volvió a ser nombrado ayudante de campo, esta vez del general Ángel Aznar Butigieg, director de la Escuela Superior de Guerra, a cuyo lado se mantuvo los cuatro meses siguientes, pasando destinado en agosto a la zona de Reclutamiento de Getafe.

En mayo de 1899 pasó en comisión a la Fábrica de Armas de Toledo para realizar estudios y experiencias relacionados con un cañón-torpedo fruto de su inventiva, continuando en esta situación hasta noviembre de 1901. Basado en las piezas de artillería en uso en el Ejército español, había desarrollado de forma artesanal un cañón, un proyectil y una pólvora de propulsión, realizándose varias pruebas que parece ser que no dieron los resultados apetecidos.

El general Agustín Luque Coca, capitán general de Andalucía, le eligió ayudante de campo en febrero de 1902 y Meulener le acompañó a Madrid cuando le nombraron ministro de la Guerra. Meulener continuaba dedicado a sus investigaciones sobre el fallido cañón-torpedo y para facilitar su trabajo, el general Luque le concedió en diciembre de 1905 una comisión de tres meses para Algeciras.

En mayo de 1906 obtuvo el empleo de comandante y destino en el Ministerio de la Guerra, consiguiendo dos años después una Cruz blanca al Mérito Militar como recompensa a una regla criptográfica por él inventada en 1894.

En febrero de 1912 se le concedió una comisión de servicio reservada en Algeciras durante los meses de marzo y abril, que se le prorrogó durante los meses siguientes y que se vio interrumpida con motivo de su fallecimiento.

Las investigaciones realizadas durante los últimos años de su vida permanecen en el más absoluto de los secretos. Los únicos datos que se tienen sobre ellas proceden de la pluma del general Bermúdez de Castro, sin que hayan podido ser contrastados.

Parece ser que Meulener se hallaba trabajando desde 1905 en un revolucionario explosivo al que había dado el nombre de Tóspiro, con el que a través de una serie de explosiones sucesivas se alcanzaba una potencia muy superior a la de cualquier otro explosivo entonces en uso.

En el verano de 1912 se realizaron las primeras pruebas, eligiéndose para ello una zona en los montes de Toledo, en la que se colocó ganado para evaluar los efectos. Cuando tras el disparo del cañón reconoció la zona el general Bermúdez de Castro, según sus palabras, “la impresión fue profunda; no hallé ni un árbol, ni un hierbajo, ni rastro alguno de ganado, ni piedrecilla en el suelo. Los campesinos del lugar estaban aterrados; la Guardia Civil me informó que la explosión de la granada había sido como un terremoto y que de los rebaños cercanos no habían hallado ni sangre, ni pelos, ni huesos”.

Meulener falleció poco después, atribuyéndose su muerte al resentimiento de su delicada salud como consecuencia de los gases tóxicos respirados durante los reconocimientos a la zona de la explosión. Antes de abandonar este mundo parece ser que destruyó las fórmulas de su explosivo, asustado por sus efectos.

Sobre estos hechos no se posee otra información que la proveniente del artículo que con el título de “Un rasgo español” escribió el general Bermúdez de Castro en ABC el 19 de julio de 1953, no habiéndose hecho eco del mismo la prensa local toledana de aquellos tiempos ni haber aparecido información al respecto en la Memoria de la Comandancia de la Guardia Civil de Toledo correspondiente a dicho año.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar, Secc. 1ª, leg. M-3063.

Bermúdez de Castro, “Un rasgo muy español”, en ABC (Sevilla), 19 de julio de 1953, pág. 41; A. Torremocha Silva, Antonio Meulener: el Oppenheimer español, Córdoba, Almuzara, 2024.

 

José Luis Isabel Sánchez

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