Ayuda

Martín de Miteza

Biografía

Miteza, Martín de. Idiazábal (Guipúzcoa), p. t. s. XVI – ?, ú. t. s. XVI. Arquitecto.

Martín de Miteza ya se encontraba en Zaragoza en 1540, cuando entró a trabajar al servicio del obrero de villa Juan Castellano. No obstante, el guipuzcoano no formalizaría su afirmamiento hasta pasados dos años, cuando acordó permanecer al servicio del maestro durante otros dos. Por razones difíciles de precisar, Miteza desaparece durante algunos años de la documentación zaragozana y no se vuelve a tener constancia de su presencia en la capital aragonesa hasta el verano de 1550, cuando compareció como testigo en el acuerdo de aprendizaje suscrito entre el joven Juan de Stenega, también de Idiazábal, con el maestro Charles de Mendibe.

A finales de 1551 contrató junto a Juan de San Juan el tendido de un pequeño recinto murado frente a la iglesia y el acceso a la clausura del monasterio de Veruela (Zaragoza), una obra en la que estuvo ocupado durante todo el año siguiente y que entregó concluida en 1553. Para entonces asumió junto a otros profesionales de perfil menos definido la construcción de las parroquiales de Vera de Moncayo y Alcalá de Moncayo (Zaragoza), dos localidades dependientes del enclave cisterciense en las que estuvo trabajando hasta 1554. Al margen de que pudiese tomar parte en otras empresas desarrolladas en el cenobio por esas mismas fechas, lo que está fuera de toda duda es que conocía de primera mano la labor de promoción artística desarrollada en el mismo por el abad fray Lope Marco (1539-1560), por lo que no debe extrañar que el religioso le encargase junto a Juan de Landerri la tasación de todas las obras de fábrica realizadas en la casa y su dominio durante su mandato en el verano de 1559 cuando, acosado por varios miembros de su propia congregación, tuvo que justificar sus abultadas inversiones pecuniarias en este y otros terrenos ante sus superiores inmediatos.

Sus servicios para el que fuera visitador general del Císter pudieron proporcionarle nuevos encargos como la construcción del dormitorio del monasterio cisterciense de La Oliva (Navarra), un compromiso que asumió el 5 de marzo de 1560, pero que debió de simultanear con las obras (1560-1563) acometidas en el de Cambrón (Zaragoza) a instancias del mentor de fray Lope Marco, Hernando de Aragón (1539-1575), el último arzobispo zaragozano de la Casa Real y que, desde luego, dejó inconcluso cuando el prelado, que carecía de maestro de obras desde la desaparición de Charles de Mendibe en 1558, lo llamó a su lado.

El 11 de junio de 1561 contrató con Hernando de Aragón la conclusión de la iglesia de Santa Lucía de Zaragoza, una obra iniciada en 1528 por Juan de Sariñena, abandonada poco tiempo después por la falta de medios económicos de la cofradía que trataba de impulsarla y que había sufrido desde entonces numerosos daños de los que los cofrades trataron de responsabilizar al propio Sariñena, recurriendo al arbitraje del concejo en 1541. Terminados sus trabajos en Santa Lucía para 1562, capitularía por mediación del arzobispo zaragozano la construcción de la iglesia del monasterio cisterciense de Trasobares (Zaragoza) a comienzos de marzo de 1563. Las obras, por las que ingresaba diferentes pagos en otoño de ese mismo año, no debieron de prolongarse mucho tiempo ya que a finales de ese mismo año recibió del prelado el encargo de diseñar y construir la cartuja de Aula Dei en Peñaflor (Zaragoza).

Este nuevo compromiso le obligaría a iniciar un periplo por varias cartujas con el objeto de estudiar sus fábricas y levantar sus plantas para poder extraer de su análisis aquellas soluciones que pudiesen dotar al diseño que había de realizar del máximo de operatividad y funcionalidad. Miteza visitó junto al cartujo Miguel de Bernabé las de Porta Coeli (Valencia) y Valdecristo (Castellón), mientras que Miguel de Riglos, su colaborador en esta empresa, inspeccionó las de Montealegre (Barcelona) y Scala Dei (Tarragona) junto a Miguel de Vera.

Miteza, que ya estaba de regreso en Zaragoza a finales de enero de 1564, fue el encargado de analizar las plantas reunidas y de elaborar junto a los padres Simón Sebastián y Miguel Bernabé el diseño definitivo del complejo, atendiendo a las indicaciones de los religiosos, que le señalaron las múltiples necesidades prácticas que planteaba la estricta regla cartujana.

La primera piedra de Aula Dei se dispuso el 29 de febrero de 1564 y los trabajos comenzaron prácticamente de inmediato bajo la dirección de Miteza que, distinguido como “superintendente y architecto de toda la obra” y contando con el respaldo de Miguel de Riglos como su asistente y del padre Miguel Bernabé como “sobrestante”, dividió la empresa en diferentes partes o “estajos”, delegando su materialización en otros profesionales subcontratados que aceptaron los encargos que recibieron conscientes de que formaban parte de una orquestada concatenación de compromisos, sometiéndose a las directrices de todo tipo —operativas, económicas y temporales— que se les impusieron. Pese a que tuvo que sortear grandes dificultades, como el brote de peste que obligó a suspender los trabajos a finales de junio de 1564, la violenta desaparición de Riglos a comienzos de 1566, o sus propios problemas de salud, que le llevaron a ordenar sus últimas voluntades el 17 de julio de 1567, logró sacar adelante el proyecto y la comunidad de cartujos pudo instalarse en el “claustro grande” el 1 de noviembre de ese mismo año.

Las referencias documentales exhumadas permiten intuir que el prestigio adquirido tras su exitosa experiencia profesional en Aula Dei le permitió reorientar su actividad profesional desde la intervención directa en obras de fábrica hacia cometidos mucho más intelectuales como la planificación de proyectos arquitectónicos en los que se embarcaría en compañía de otros profesionales sobre los que recaería la responsabilidad última de materializarlos. Así actuó cuando contrató junto a Lope Chacho la construcción (1565- 1570) de la desaparecida iglesia parroquial de Quinto de Ebro (Zaragoza), también pudo hacerlo en el caso de la fábrica del templo del colegio de la Compañía de Jesús de la capital aragonesa, para el que debió de facilitar la traza (1568-1569), e incluso en las obras de reforma acometidas en la parroquial de El Pozuelo de Aragón (Zaragoza) entre 1569 y 1571.

Poco tiempo después vendería todas sus propiedades en Zaragoza, abandonando la ciudad en 1573 para regresar a Idiazábal, en donde se le documenta en los años inmediatamente posteriores.

 

Obras de ~: con J. de San Juan, Tercer cerco del monasterio, Veruela (Zaragoza), 1551-1553; Iglesia parroquial, Vera de Moncayo (Zaragoza), 1553-1554; Iglesia parroquial, Alcalá de Moncayo (Zaragoza), 1553-1554; Conclusión de la iglesia de Santa Lucía, Zaragoza, 1561-1562 (desapar.); Iglesia del monasterio cisterciense, Trasobares (Zaragoza), 1563; Cartuja de Aula Dei, Peñaflor (Zaragoza), 1563-1567; con L. Chacho, Iglesia parroquial, Quinto de Ebro (Zaragoza), 1565-1570 (desapar.).

 

Bibl.: C. Gómez Urdáñez, Arquitectura civil en Zaragoza, vol. II, Zaragoza, Ayuntamiento, Delegación de Acción Cultural, 1988, pág. 222; J. Criado Mainar, “La cerca del monasterio de Veruela (1541-1553). Estudio documental y arquitectónico”, en Tvriaso, XII (1995), págs. 55-72; J. Ibáñez Fernández, Splendor Verolae. El monasterio de Veruela entre 1535 y 1560, Tarazona, Centro de Estudios Turiasonenses, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Institución Fernando el Católico, 2001, págs. 82-87 y 190-192; M.ª J. Tarifa Castilla, La arquitectura religiosa del siglo xvi en la merindad de Tudela, Pamplona, Gobierno de Navarra, Departamento de Cultura y Turismo, Institución Príncipe de Viana, 2005, págs. 118 y 440; J. Ibáñez Fernández, Arquitectura aragonesa del siglo xvi. Propuestas de renovación en tiempos de Hernando de Aragón, Zaragoza, CSIC, Institución Fernando el Católico-Diputación de Zaragoza, Instituto de Estudios Turolenses, 2005, págs. 234-306; “La arquitectura del siglo xvi en el monasterio de Veruela”, en J. I. Calvo Ruata y J. Criado Mainar (dirs.), Tesoros de Veruela, Zaragoza, Diputación Provincial, 2006, págs. 174-199.

 

Javier Ibáñez Fernández