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Beltrán Castro y de la Cueva

Biografía

Castro y de la Cueva, Beltrán de. Cuéllar (Segovia), 20.I.1547 – Madrid, 1618. Militar, teniente general, caballero de la Orden de Alcántara.

Beltrán de Castro, caballero de la Orden de Alcántara, fue un destacado militar español hijo de Pedro Fernández de Castro, quinto conde de Lemos y marqués de Sarria. La primera noticia que se tiene de su carrera militar lo sitúa al servicio de Felipe II en la jornada de anexión de Portugal, en 1580. Allí, según Antonio de Escobar, ejerció el cargo de capitán (Recopilación, fol. 2v.) y destacó en algunas acciones bélicas (fol. 46v.). Sin embargo, su fama no procede de esta jornada a Portugal, sino de su actuación en las Indias. Beltrán de Castro era hermano de Teresa de Castro, que se había casado en 1562 con García Hurtado de Mendoza, el cuarto marqués del Cañete.

García ejerció de virrey del Perú entre 1589 y 1596, y fue precisamente esta conexión con su cuñado la que hizo que Beltrán de Castro pasara a Indias, posiblemente acompañando a su hermana y al flamante virrey, en 1589.

Al servicio del virrey realizó Castro su mayor hazaña, la captura en el océano Pacífico del corsario inglés sir Richard Hawkins, en 1594. Hawkins había salido de Plymouth en 1592 con cuatro navíos de entre doscientas y trescientas toneladas, y penetró en el Pacífico por el estrecho de Magallanes en 1594, conservando una sola de sus naves, la Dainty (Campos Harriet, 1969: 159-160). Inmediatamente, el capitán Juan Martínez de Leiva partió con una fragata de Valparaíso al puerto del Callao para dar noticia de las correrías del inglés por las costas chilenas, y para poner sobre alarma al virrey (Fernández Duro, 1897: 97). Éste realizó con rapidez asombrosa los preparativos necesarios para enviar una flota contra Hawkins.

El virrey nombró general de la misma a su cuñado, Beltrán de Castro, que estaba a cargo de seis barcos, como señala una Relación que conserva el Museo Naval de Madrid y que detalla la composición de la flota: las naos Capitana, con veintiocho piezas de bronce, y Almiranta, con treinta, el galeón San Juan, y tres pataches, con “cuatro piecezuelas y esmeriles por las proas de cada patache, y treinta arcabuceros y mosqueteros cada uno” (pág. 398). Castro avistó al inglés al amanecer del domingo de la Santísima Trinidad de 1594, en Chincha o en Cañete, según las fuentes, y se dispuso a atacar cuando se levantó una terrible tormenta: “Descubriose un día al amanecer el pirata sobre el puerto, mas habiendo él primero visto nuestra armada, solicitó la huida con notable presteza.

Quiso ganársele don Beltrán, más fue imposible por levantarse casi al instante recísimo temporal” (Suárez de Mendoza, Hechos, pág. 136). La tempestad no sólo permitió que escapara Hawkins, sino que también dañó irremediablemente las naves de Castro, pues rompió el mastelero de la nave Capitana y desarboló el galeón San Juan. Por ello, la castigada flota española hubo de regresar al puerto del Callao.

Allí, Castro y el virrey volvieron a dar muestras de su presteza reequipando la flota, ya que, según Suárez de Figueroa “nombrose por Capitana la que había ido antes por Almiranta, y por Almiranta la Galizabra apercibida, bajel pequeño más famoso. A esto se añadió una lancha, como para descubridora de ensenadas y caletas” (Suá, Hechos, pág. 137). Con estos navíos, Castro buscó cuidadosamente al inglés “recorriendo la costa en conformidad de la orden que llevaba, sin dejar puerto, cala ni caleta que no reconociese, temerosos no les quedase en alguna” (Relación de lo sucedido desde diez y siete de mayo, pág. 402). Por ello, consiguieron avistar a Hawkins la víspera del día de santa Isabel, en 1594 (Campos Harriet, 1969: 162), día “jueves, último de julio” (Relación de lo sucedido desde diez y siete de mayo, pág. 402). La batalla subsiguiente duró más de dos días, y exigió varios hechos heroicos tanto de parte de los capitanes españoles como de Hawkins, que estuvo a punto de apropiarse del estandarte de la nave de Castro. Sin embargo, al final Castro consiguió rendir la Dainty y sus tripulantes, a quienes prometió tratar como a soldados capturados “en buena guerra”. La Dainty estaba tan dañada que estuvo a punto de irse a pique, como narran el propio Castro (pág. vii) y la Relación de lo sucedido desde diez y siete de mayo “les pareció que el navío inglés se iba a pique, como en efecto se fuera si el general Miguel Ángel [Felipón] no pasara como por mandado del señor don Beltrán pasó a remediarlo, que mediante su buena maña y diligencia e industria hizo tomar el agua, y aseguró el navío y puso en recaudo lo que en él había quedado” (pág. 408).

Castro llevó su trofeo y prisioneros al Callao y a Lima, ciudad que les acogió con luminarias y otras celebraciones (Hawkins, The Observations, pág. 157).

En Lima, hizo todo lo posible por mantener su palabra, y trató bastante bien a los prisioneros ingleses, especialmente a Hawkins, que en sus Observations le manifiesta gratitud eterna. Desgraciadamente, Castro no pudo evitar que algunos ingleses cayeran en manos de la Inquisición. Este caballeroso esfuerzo por cuidar a sus prisioneros es la última noticia que se tiene de lavida de Castro, que debió de regresar a Madrid con el virrey en 1596.

Su hazaña marítima produjo mucha literatura, pues Pedro de Oña lo relata en los cantos XVIII y XIX de Arauco domado (1596) y Lope de Vega en los cantos II y III de La Dragontea (1598). Además, se conserva el relato que hicieron dos de los protagonistas de la acción, el propio Beltrán de Castro y Hawkins, cuyas relaciones se suman a otras de la época.

 

Obras de ~: “Relación de lo sucedido acerca de las diligencias e prevenciones que se hicieron por orden del marqués de Cañete, Virrey de estos reinos del Pirú, para buscar al general Richarte Aquinés, de nación inglés, que entró este año de noventa y cuatro por el Estrecho de Magallanes en esta Mar del Sur, y ansimismo de lo que hizo don Beltrán de Castro hasta rendir el dicho inglés”, en Un incunable limeño hasta ahora no descrito, ed. de J. T. Medina, Santiago de Chile, Elzeviriana, 1916, págs. v-vii.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias, Panamá, 43, n. 99, 22/7/1594; Panamá, 43, n. 102, 07/08/1594.

A. de Escobar, Recopilación de la felicísima jornada que la Cathólica Real Majestad del Rey don Phelipe, nuestro señor, hizo en la conquista del Reyno de Portugal, Valencia, Pedro de Huete, 1586; P. de Oña, Arauco domado, Lima, Antonio Ricardo de Turín, 1596; C. Suárez de Figueroa, Hechos de don García Hurtado de Mendoza, cuarto marqués de Cañete, 1613, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1864, págs. 1-206 (col. de Historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, vol. V); F. Campos Harriet, Don García Hurtado de Mendoza en la historia americana, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1969; Relación de lo sucedido desde diez y siete de mayo de mil y quinientos noventa y cuatro años, que don García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y visorrey y capitán general de estos reinos y provincias del Perú, Tierra Firme y Chile por el Rey nuestro señor, tuvo aviso de haber desembocado por el Estrecho, y entrado en esta Mar del Sur Richarte Áquines, de nación inglesa, pirata, con un navío. Hasta dos de julio, día de la Visitación de Nuestra Señora, que don Beltrán de Castro y de la Cueva, que fue por general de la Real Armada, le desbarató, venció y rindió, y de las prevenciones de mar y tierra que para ello se hicieron, en Colección de documentos y manuscriptos compilados por Fernández de Navarrete, vol. XXVI, Nendeln, Kraus-Thomson, 1971, págs. 397-410; C. Fernández Duro, Armada española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, vol. III, Madrid, Sucesores de Rivadeneira, 1987; L. de Vega Carpio, La Dragontea, ed. de Antonio Sánchez Jiménez, Madrid, Cátedra, 2007; Anónimo, Beltraneja, ed. de J. Montero y A. Sánchez Jiménez, Lima, Academia Peruana de la Lengua, 2020; F. Andújar Castillo et al. (eds.), La correspondencia del I marqués de los Vélez, Almería, Instituto de Estudios Almerienses, 2021, pág. 437.

 

Antonio Sánchez Jiménez

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