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Narciso Práxedes Soria

Biografía

Soria, Narciso Práxedes. Madrid, 1786 – 13.XI.1854. Platero de oro y diamantista.

Perteneció a una extensa familia de artífices plateros. Su padre, Narciso Severo Soria fue maestro de muchos aprendices y uno de los artífices con mayor poder económico de la Corte. Sus hermanos Fernando y Manuel y su sobrino Víctor, ejercieron también como plateros de oro. Tres de sus hijos Ildefonso, Juan y Antonio, continuaron sus pasos.

Inició su formación con su padre, quien solicitó para él la cédula de aprendizaje el 30 de agosto de 1803. Realizó el primer examen de aprendices el 2 de diciembre de 1805 sin obtener ningún premio. El 28 de julio de 1807 consiguió, a petición de su padre, el título de mancebo. En la relación de oficiales anunciada por el Colegio de San Eloy el 1 de enero de 1808, figura soltero y domiciliado en la calle de las Carretas, 21. El 26 de abril de 1813 se presentó al examen de maestría dibujando una sortija en forma de lanzadera y ejecutando el medallón reseñado con el número 14 del Libro de Dibujos del gremio. El 31 de mayo fue aprobado, prestó juramento e ingresó en el Colegio.

Contrajo matrimonio con la hija del también platero de oro Juan Vilar.

El 9 de junio de 1815 fue nombrado platero de oro y diamantista de Cámara en sustitución de su suegro, fallecido recientemente. Sin embargo, no disfrutó plenamente del cargo hasta 1823, fecha de la muerte del también platero Pedro Sánchez Pescador. Además, obtuvo el cargo de jefe del Real oficio del Guardajoyas de la Reina, otorgado por Fernando VII el 13 de noviembre de ese mismo año. Ocupó cargos corporativos. En junio de 1819 fue elegido mayordomo y el 22 de noviembre fue nombrado director de los exámenes de los aprendices. Asimismo, el 9 de junio de 1822 se le nombró aprobador de la facultad de oro y en 1829 tesorero del Colegio - Congregación.

En 1828, con motivo de la ejecución de la custodia del Monasterio de El Escorial se produce un enfrentamiento entre Soria y el platero broncista Manuel José de Urquiza.

El 3 de julio de 1840 se le convocó a la Junta extraordinaria del Colegio, en la que se trató del anuncio público realizado por el Ayuntamiento, en relación con el derribo de la iglesia de San Salvador, en la que la Corporación tenía importantes propiedades. El 5 de abril de 1842, se le escogió para formar parte de la comisión que elaboró el nuevo reglamento de la Sociedad Artística en que iba a convertirse el Colegio-Congregación de San Eloy a raíz del Decreto de 9 de marzo de 1842.

En octubre de 1844 viajó al extranjero para conocer nuevas técnicas y diseños. En este año se le concedió un sueldo anual de 10.000 reales y se nombró a su hijo Ildefonso ayudante del oficio de Guardajoyas.

Desde el principio de su carrera, mantuvo tienda abierta en la calle de las Platerías (actual calle Mayor), en el número 81 y su situación económica fue floreciente como demuestran sus contribuciones al gremio y los obsequios que envió al Colegio con motivo de los concursos de aprendices.

Aunque comenzó trabajando para el rey Fernando VII, el mayor número de joyas las realizó para sus hijas. El 8 de marzo de 1843 recibió el encargo de la ejecución de dos aderezos de brillantes y topacios del Brasil para la reina y la infanta Luisa Fernanda. Los aderezos estaban compuestos de collar, pendientes y alfiler.

El 16 de abril de ese mismo año realizó, para que la reina luciera todo el brillo y esplendor propio de su real persona en la apertura de las Cortes, un magnífico bandeau con 348 brillantes y seis perlas y dos broches para manillas de ocho hilos de perlas cada uno.

En 1852 recibió el encargo más importante de su carrera: la ejecución de la corona, el rostrillo y el resplandor de la imagen de la Virgen de Atocha y de la corona del Niño que la acompaña, uno de los pocos conjuntos de joyas cortesanas que han llegado hasta nuestros días y que se conserva, actualmente, en el Palacio Real de Madrid. El encargo, realizado por la reina Isabel II, se produjo a raíz del atentado del cura Merino. Este intentó apuñalar a la Reina en la galería de Palacio el 2 de febrero de 1852, cuando la Reina se dirigía a dar las gracias a la Basílica de la Virgen de Atocha por el nacimiento de la infanta Isabel. La Reina, que resultó ilesa, en acción de gracias donó todas las joyas que llevaba puestas ese día. El aderezo que lucía la Reina formado por diadema, collar, pulseras y anillos estaba guarnecido de diamantes y topacios. El conjunto de joyas regaladas a la Virgen se completó por suscripción popular. Las joyas de la Virgen de Atocha reúnen una bella combinación de brillantes y topacios engastados en bocas cerradas y al aire, sobre una base de plata sobredorada. La corona de la Virgen y la del Niño tienen la misma hechura y responden a un diseño muy popular: un aro formado por tres franjas cuajadas de pedrería, la central más ancha, sobre el que se coloca una crestería a base de hojas de trébol enlazadas con motivos vegetales. De ella parten los ocho imperiales repitiendo el diseño del aro, pero con dos franjas de brillantes encerrando una de topacios, que se unen en la parte superior soportando la bola y la cruz. El rostrillo presenta un diseño vegetal con cintas entrelazadas de perfiles calados y un copete en la parte superior. El resplandor tiene un arco de diseño vegetal adornado de brillantes y diecinueve topacios ovalados del que parten ráfagas adornadas a intervalos por fajas de brillantes. La corona y el rostrillo de la Virgen, según F. Martín, llevan una inscripción en el reverso alusiva a la donación y al artífice que realizó las joyas.

El conjunto se completaba con un ramo de brillantes montados en plata y un seviné, esmaltado de verde y guarnecido con brillantes montados en oro. Ambas piezas han desaparecido. Soria realizó también un collar del Toisón de Oro y un Collar de la Orden de Carlos III que también luce actualmente la Virgen en ocasiones destacadas.

Debió contar, para la ejecución de este conjunto, con la colaboración de su discípulo Manuel de Diego Elvira.

Además de estas joyas, en el Archivo General de Palacio se documentan gran cantidad de piezas cuyo paradero se desconoce, como un brillante gordo valorado en 16.000 reales que en su calidad de diamantista entregó para la dote de la infanta Luisa Teresa, duquesa de Sessa o un “bandeau” y unos pendientes para la reina guarnecidos con brillantes.

El duque de Osuna le encargó un aderezo de brillantes y zafiros engastados al aire para su hija Josefa Girón y Pimentel con motivo de su boda valorado en 475.715 reales.

Sus diseños fueron muy bellos y su trabajo muy apreciado por el alto valor técnico. Por último, destacamos el alfiler de brillantes y la sortija solitario encargados por la reina Isabel II para ser regalados al pintor de Cámara Vicente López, en premio a la acertada ejecución de su retrato que acababa de remitirse a París para la reina María Cristina, madre de Isabel II.

También desarrolló en su obrador la actividad de platero de plata. Como muestra se conserva un palillero inspirado en la fuente de la Cibeles.

Fueron tantas las obras realizadas para Palacio, que cuando su familia realizó el inventario de sus bienes tras su fallecimiento, encontraron un crédito contra la Real Casa por obras realizadas para su Majestad que según los libros ascendía a 1.204.733 reales.

Murió el 13 de noviembre de 1854 después de solicitar varios permisos para tomar las aguas en Sacedón (Guadalajara).

 

Obras de ~: corona, rostrillo y resplandor de la imagen de la Virgen de Atocha y de la corona del Niño, 1852.

 

Bibl.: F. A. Martín, “Joyeros y diamantistas reales en las colecciones del Patrimonio Nacional” en Reales Sitios (Madrid), n.º 71 (1982); J. M. Cruz Valdovinos, Exposición de dibujos. Gremio de joyeros y plateros de Madrid, Madrid, 1985; A. Aranda Huete, “Panorama de la joyería española durante el reinado de Isabel II”, en Boletín del Museo e Instituto “Camón Aznar” (Zaragoza), LXVIII (1997), págs. 5-24; “Narciso Práxedes Soria”, en Dictionnaire International du Bijou, Paris, Les Editions du Regard, 1998; F. A. Martín, “La ofrenda de Isabel II”, en La joyería española de Felipe II a Alfonso XIII, Madrid, Nerea, 1998, pág. 190.

 

Amelia Aranda Huete