Domingo de Silos, Santo. Cañas (La Rioja), c. 1000 – Santo Domingo de Silos (Burgos), 20.XII.1073. Abad benedictino (OSB), restaurador del monasterio de Silos.
Nació alrededor del año mil, sin que se pueda precisar exactamente la fecha, en el seno de una familia modesta dedicada a la ganadería. No perteneció al linaje de los Manso, como han repetido muchos de sus biógrafos, basados en una lectura errónea de un texto de Gonzalo de Berceo. En su mocedad cuidó del rebaño paterno, pero pronto se dio a los estudios con la finalidad de ordenarse de presbítero. Desempeñó el ministerio sacerdotal en su pueblo durante año y medio, pero transcurrido este tiempo marchó a la soledad como ermitaño. Su primer biógrafo, Grimaldo, que fue discípulo de Domingo, no logró arrancarle el secreto del lugar de su retiro, pero una tradición que se remonta al siglo XIII lo sitúa en una cueva junto a Laguna de Cameros (La Rioja).
Año y medio estuvo Domingo retirado en el desierto antes de solicitar su ingreso en el Monasterio de San Millán de la Cogolla, que para entonces practicaba ya la Regla de San Benito. Nada se sabe de sus primeros años en la vida monástica hasta que fue nombrado, en fecha desconocida, prior del Monasterio de Santa María de Cañas, dependencia de San Millán en su pueblo natal, que encontró desprovista de todo. Dos años dedicó Domingo a su restauración, consagrando la iglesia como colofón de sus esfuerzos.
Durante su estancia en Cañas falleció su madre, a la que, se ignora por qué razón, Domingo negó los últimos auxilios aunque consintió enterrarla en sagrado.
El éxito de la restauración de Santa María de Cañas movió al abad y a los monjes de San Millán a reclamar la vuelta a la casa madre de Domingo, que fue nombrado prior o prepósito, cargo que debió de desempeñar después de 1036 y antes de 1041. La responsabilidad del prior era grande en una comunidad tan numerosa como la emilianense y con un abad al que sus obligaciones hacían estar casi todo el tiempo fuera del cenobio. Por eso no extraña que sea Domingo y no el abad quien deba hacer frente a las pretensiones abusivas del Rey de Navarra, don García.
El Monarca se presentó en San Millán exigiendo la entrega de bienes para paliar sus propias necesidades, pero Domingo se negó rotundamente a entregar al Rey lo que, en virtud de las leyes eclesiásticas, era inalienable.
La firme actitud de Domingo no doblegó el ánimo de don García, que logró del abad la destitución del prior y su envío al monasterio de Tres Celdas, dependencia emilianense. No contento con ello, el Monarca navarro siguió exigiendo a Domingo la entrega de unas pretendidas donaciones anteriores, por lo que el monje no tuvo más recurso que buscar asilo en la Corte del rey Fernando de Castilla.
Inmediatamente, Domingo fue nombrado por el Monarca castellano abad del Monasterio de San Sebastián de Silos, antiguo cenobio fundado a finales del siglo ix o principios del x, pero al que las algazúas (razias) de Almanzor habían reducido a una extrema miseria. Es muy probable que Domingo tomara posesión del cargo el 24 de enero de 1041, y en él perseverará hasta su muerte.
A partir de este momento, Domingo dedicará todos sus esfuerzos a la restauración material y espiritual de Silos. Contará para ello con la ayuda regia, manifestada en diversas donaciones, y poco a poco otros monasterios de menor entidad, como el de San Miguel de Montesinos, se irán integrando en la comunidad silense. En 1067, Sancho II dona al monasterio de Silos el de Santa María de Duero, y para entonces la comunidad silense se regía ya por el código benedictino.
La muerte de este Rey en Zamora, en 1072, se consideró en Silos como alevosa y no dudaron en acusar directamente a Alfonso VI como autor del regicidio.
Quizás por ello el nuevo monarca inaugura al año siguiente una larga serie de donaciones reales a favor de San Sebastián, que le tuvo a partir de entonces como uno de sus más insignes bienhechores.
De la restauración material llevada a cabo por Domingo apenas queda nada. Amplió la iglesia de una sola nave preexistente y la convirtió en una pequeña basílica de tres naves, pero es muy improbable que comenzara las obras del actual claustro románico. En cambio, aún quedan testimonios del impulso que dio al scriptorium monástico, produciendo obras de alta calidad, como el ejemplar de las Etimologías isidorianas, obras del presbítero Ericonus, rematado el 24 de agosto de 1072 (hoy en la Bibliothèque Nationale de France, N.a.l. 2169).
Como era habitual en los abades de su tiempo, Domingo participó en destacados acontecimientos eclesiales, como el Concilio de Coyanza (1055), la traslación de los restos de los santos Vicente, Sabina y Cristeta desde Ávila al cercano monasterio de San Pedro de Arlanza (hacia 1062) o la deposición de las reliquias de san Isidoro en León (1063). La documentación conservada permite afirmar que Domingo iba al menos una vez al año a Burgos, estampando su firma en donaciones regias o particulares junto a los obispos y abades del reino.
Domingo murió en Silos el 20 de diciembre de 1073. Fue enterrado en un sepulcro antropomorfo junto a la puerta de la iglesia, al exterior, según la costumbre vigente entonces, pero muy pronto (el 5 de enero de 1076) fue exhumado y colocado en un nuevo sepulcro en el interior de la nave del Evangelio, lo que suponía una canonización en toda regla. Desde entonces recibió culto, convirtiéndose su sepulcro en un importante centro de peregrinación durante los siglos XII y XIII. Durante toda la Edad Media fue muy invocado como redentor de cautivos, pero a partir del siglo XVI los monjes divulgarán su fama como abogado de los felices partos, devoción que se ha mantenido hasta hoy. Su nombre fue incluido en el martirologio romano el 9 de mayo de 1733, con ocasión de la nueva traslación de sus restos a la urna de plata donde hoy reposan.
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Miguel C. Vivancos Gómez, OSB