Ínigo de Oña, San. Calatayud (Zaragoza), f. s. X – San Salvador de Oña (Burgos), ¿1.VI.1068? Monje benedictino (OSB), abad.
Varias son las fuentes con que se cuenta para conocer la vida de este santo abad, aunque todas tardías.
El sermón atribuido al abad Juan (1088-1115) es la obra más antigua, pero parece haber sido compuesta a finales del siglo XII, siendo por otra parte muy parco en noticias sobre la vida de Íñigo. La tradición afirma que nació en Calatayud de padres mozárabes, pero, en cualquier caso, procedía de la zona navarro-aragonesa.
Ingresó como monje en el monasterio de San Juan de la Peña (Huesca), pero algunos afirman que antes fue ermitaño; otros, en cambio, prefieren situar su etapa eremítica después de su profesión monástica.
Lo único cierto es que en 1035 fue llamado por Sancho el Mayor de Navarra para regir la abadía de San Salvador de Oña (Burgos), fundada en 1011 por Sancho Garcés para su hija Tigridia, aunque al morir la infanta fue reconvertida en monasterio de monjes que seguían la regla de san Benito y los usos cluniacenses.
Durante su abadiato se multiplicaron las donaciones regias y particulares a San Salvador, que fue conformando así un riquísimo patrimonio. La circunstancia de ser panteón real (el mismo Sancho el Mayor fue enterrado allí) acrecentó el prestigio del monasterio. La firma de san Íñigo aparece en muchísimos documentos reales de la época, lo que muestra su cargo de consejero de los reyes García de Navarra, Fernando I y Sancho II de Castilla. Según una tradición tardía, no muy digna de crédito, se hallaría en compañía de santo Domingo de Silos junto al rey García en los campos de Atapuerca el año 1054, primero intentando disuadirlo de entrar en combate contra su hermano, el rey Fernando I, y luego, tras la batalla, ayudándolo a bien morir después de haber sido gravísimamente herido en la lid. Esta batalla tuvo importantes consecuencias para su monasterio, que pasó desde entonces a depender del monarca castellano, sin que por ello se aminorara el favor regio hacia el cenobio.
San Íñigo debió de morir el 1 de junio del año 1068, siendo enterrado en el claustro del monasterio.
En 1163 don Pedro, obispo de Burgos, de acuerdo con el Papa, trasladó su cuerpo a la iglesia y autorizó su fiesta. Consta que Alejandro IV en 1258 y Gregorio XIII en 1575 otorgaron indulgencias a los que visitaran su sepulcro el día de su fiesta. Su nombre fue incluido en el martirologio romano en 1736, pero, salvo en algunos puntos de Aragón, su culto quedó reducido a la diócesis burgalesa.
Bibl.: G. de Argáiz, La soledad laureada por San Benito y sus hijos en las iglesias de España, vol. VI, Madrid, Antonio de Zafra, 1675, págs. 445-447, y vol. VII, págs. 184-202; L. Serrano, El obispado de Burgos y Castilla primitiva, vol. II, Madrid, Instituto Valencia de Don Juan, 1935, págs. 405- 406; J. del Álamo, Colección diplomática de San Salvador de Oña, Madrid, Escuela de Estudios Medievales, 1950, 2 vols.; J. Fernández Alonso, “Enecone”, en Bibliotheca Sanctorum, vol. IV, Roma, Istituto Giovanni XXIII, 1964, col. 1207; M. C. Vivancos, “Los monasterios cluniacenses castellanos: entre la convivencia diaria y los modelos de santidad”, en J. A. García de Cortázar y R. Teja (coords.), El monasterio medieval como célula social y espacio de convivencia, Aguilar de Campoo, Fundación Santa María la Real, 2018, pp. 97-121.
Miguel C. Vivancos Gómez, OSB