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Santiago de Irisarri Zacarías

Biografía

Irisarri Zacarías, Santiago. San Sebastián (Guipúzcoa), c. 1700 – Cádiz, c. 1759. Comerciante, primer factor de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas en Cádiz y caballero de la Orden de Santiago.

Hijo de Gabriel de Irisarri y de Jacinta de Zacarías, vecinos de San Sebastián, la figura de Santiago representa muy bien la del comerciante vasco que, tras iniciarse en los intercambios mercantiles en el puerto easonense, se trasladó a Cádiz en el primer tercio del siglo XVIII, y allí logró hacerse con una gran fortuna gracias a las oportunidades del tráfico ultramarino.

Los primeros contactos de Santiago Irisarri con el mundo mercantil los desarrolló en San Sebastián, su ciudad natal. Allí debió de conocer a los comerciantes más ilustres de la ciudad y su Consulado, de tal manera que, cuando fundaron la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, en 1728, no dudaron en nombrar a Irisarri, establecido ya en Cádiz, factor de la misma en este puerto. Al mismo tiempo, se incorporaba como accionista de la sociedad mercantil con dieciséis acciones.

La elección fue muy acertada, a la vista de la actividad desplegada en apoyo del tráfico de la caraqueña.

Por una parte, fue Irisarri quien se ocupó del pago de los derechos devengados por la Compañía al Seminario de Mareantes de San Telmo (Sevilla). Por otra, facilitó géneros para los bajeles de la sociedad con destino a Venezuela, realizando numerosos adelantos.

También logró interesar como accionistas de la Compañía a otros comerciantes residentes en Cádiz.

Estas y otras operaciones hicieron que, en 1752, Irisarri fuera nombrado director honorífico de la Guipuzcoana en Cádiz.

El mundo de Santiago de Irisarri no se limitó al ámbito gaditano. Las relaciones que siguió manteniendo con sus paisanos y también el conocimiento de los secretos del tráfico colonial, le sirvieron para que numerosos comerciantes vascos le otorgaran poderes para liquidar créditos y realizar compensaciones al otro lado del Atlántico. Los envíos y venta de géneros a los diferentes reinos y provincias de América, le proporcionaron pingües beneficios. Por añadidura, presentado en Madrid en 1740, un proyecto de compañía con sede en Cuba por el también accionista de la Compañía de Caracas Martín de Aróstegui, Irisarri adquirió acciones de lo que sería La Real Compañía de La Habana.

Sus conocimientos y relaciones con altos funcionarios de la Corte hicieron que pudiera contar con ellos para que defendieran sus intereses en Madrid.

En 1757, por ejemplo, Santiago era representado en las juntas de accionistas de la Compañía de Caracas por José de Céspedes, agente fiscal del Tribunal de la Contaduría Mayor de Cuentas. Ese mismo año, Irisarri participaba activamente en los giros de letras sobre Ámsterdam y otras plazas europeas, como parte de sus servicios a la Compañía Guipuzcoana.

La política familiar seguida por Irisarri responde al modelo de otros tantos comerciantes que unían sus intereses económicos a través del matrimonio, y también trataban de perpetuarse en ciertos cargos por medio de sus parientes más cercanos. Santiago contrajo matrimonio con Josefa Antonia Coghen, hija de Tomás Antonio Coghen Montefrío e Inés Vanhabre, pertenecientes ambos a los círculos mercantiles de Cádiz. El esquema se repetía en los hijos del matrimonio Irisarri- Coghen. Así, la hija mayor, Inés, se casó en 1750 con José Ignacio Zurbituaga Tellechea, al que su suegro, Santiago Irisarri, le introdujo en los negocios familiares y también en el organigrama de la Compañía de Caracas.

Zurbituaga, natural de Bermeo pero vecino de Cádiz, se encargó, primero, del pago de derechos devengados por la caraqueña, a San Telmo, y luego, fue apoderado de la misma en Cádiz hasta casi el cierre de la empresa, en 1785, además de director de la provisión de víveres a la Marina. Por su parte, la hija pequeña de los Irisarri-Coghen, Tomasa, se casó con otro vasco, José de Aguirre, vecino de Cádiz, caballero de la Orden de Santiago, comendador de Barra y capitán de navío.

Del éxito de Irisarri en los negocios dan buena cuenta los bienes legados tras su fallecimiento. Además de la fundación de una capellanía y diversas limosnas para costear un retablo, o para conventos religiosos, dejaba un patrimonio superior al millón de pesos. La composición del mismo —muebles, joyas, géneros coloniales, créditos, libros, cuadros, plata, etc., además de cuatro fincas urbanas— es una buena muestra del ascenso económico de Irisarri.

Además, y después de demostrar su hidalguía, obtuvo merced de hábito de la Orden de Santiago.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Provincial de Cádiz, sig. 2.184, fols. 197-198, 4468, fols. 1-3v., 4483, fols. 744-747v.

M.ª M. Gárate Ojanguren, La Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, San Sebastián, Doctor Camino, 1990; “Navarros y guipuzcoanos unidos en empresas económicas del siglo xviii”, en Revista Internacional de Estudios Vascos, t. XXXVII (San Sebastián, Eusko Ikaskuntza) (1992), págs. 25-42; Comercio Ultramarino e Ilustración. La Real Compañía de La Habana, San Sebastián, Colección Ilustración Vasca, 1993; V. E. Martínez del Cerro González, Una comunidad de comerciantes: navarros y vascos en Cádiz (segunda mitad del siglo xviii), Sevilla, Junta de Andalucía, 2006.

 

María Montserrat Gárate Ojanguren

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