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Joan Caro

Biografía

Caro, Joan. Valencia, s. m. s. xv – 12.III.1524. Mer­cader, racional de la ciudad y capitán general del ejér­cito de la Germanía de Valencia.

Hijo de un maestro del refinador de azúcar de la ciudad de Valencia, era considerado, en los prolegó­menos de la revuelta agermanada, el más influyente miembro del gremio de azucareros. Llegó a comercia­lizar buena parte del azúcar producido en la comarca valenciana de la Safor. Su cuñado, Bartomeu de Cas, tenía arrendado, en nombre de Caro, el trapig (mo­lino de azúcar) de Joan de Borja, duque de Gandía, el más importante centro de transformación de azúcar de todo el reino. Disponía de otro agente comercial, Sancho de Felizes, que, en Cádiz, compraba azúcar de las Canarias y lo exportaba a Flandes. En la ges­tión financiera contaba con la estrecha colaboración del sienés Juan Bautista Burgarini, cuya banca gestio­naba la mayor parte de sus transacciones comerciales. Poseía, además, una tienda en Valencia en sociedad con Burgarini, para la venta de azúcar y elaboración de dulces.

Se casó con Beatriu Ferrer, perteneciente a una aco­modada familia de ciutadans, y llegó a acumular una considerable fortuna cimentada en inmuebles urba­nos, préstamos —censales— a particulares y deuda pública municipal. Más que un simple menestral, Joan Caro era un acaudalado mercader, arquetipo de la emprendedora clase mercantil valenciana de comienzos del Quinientos que, junto con juristas y notarios, vio en la Germanía —movimiento esen­cialmente menestral— la posible vía para establecer las reformas que facilitaran su entrada en el ejecutivo municipal.

Caro fue uno de los fundadores de la Germanía, entrando en el círculo del pelaire Joan Llorenç por medio del tejedor Guillém Sorolla, quien vio en Caro el capitalista que necesitaba la incipiente organización agermanada para financiar y presidir sus embajadas ante Carlos V. Así, en la segunda embajada de la Ger­manía a la Corte —en enero de 1520, en Fraga— Caro negoció con el poderoso Guillermo de Croÿ, se­ñor de Chièvres, sobre la facultad que Carlos V había dado al pueblo, y después anulado, respecto al uso de las armas, asegurándole que, como el emperador de­seaba marchar cuanto antes a recibir la corona impe­rial y le sería imposible visitar Valencia, el pueblo y el estamento real aceptarían el juramento de los fueros y privilegios valencianos por medio de un procurador. La consecuencia de la astucia de Caro —sobornos a los consejeros flamencos incluidos— fue la revoca­ción de la prohibición del uso de las armas al pueblo, derogación que los líderes agermanados consideraban esencial para alcanzar sus metas.

Caro fue, además, uno de los electos por la Germa­nía para llevar a la práctica su programa respecto a la administración de justicia. Su misión consistía en re­visar los procesos y las sentencias en que se sospechase que se había actuado sin equidad respecto al pueblo. El 10 de septiembre de 1520 fue elegido racional de la ciudad de Valencia. Se trataba de una importante magistratura que comportaba gran influencia en el gobierno municipal, porque el racional supervisaba los gastos e ingresos, además de ser el instrumento mediante el cual la Monarquía había controlado el municipio valenciano. Su elección, aunque atípica —el cargo siempre había recaído en un ciutadà—, no fue protestada, ya que, dada su gran experiencia financiera, se confiaba en él para poner orden en la hacienda municipal. Caro controló con eficacia la contabilidad del municipio, pero no se decidió —en parte por propio interés, pues era, como se ha indi­cado, un inversor en deuda pública municipal— a reformar un sistema impositivo considerado injusto por los agermanados. Era más partidario de sanear las finanzas municipales antes de proceder a cualquier innovación que implicase la supresión de algunos im­puestos, y con ello hacer peligrar el pago de los inte­reses de la deuda pública. La lentitud que comportaba su proyecto provocó, sin embargo, que los gremios más sensibilizados por este asunto —especialmente el de los radicales velluters (terciopeleros)— procedie­ran, en febrero de 1521, a la abolición de la totalidad de los impuestos enmedio de violentos tumultos. Fue éste el hecho que marcó la ruptura definitiva entre las dos tendencias que habían coexistido sin graves en­frentamientos hasta entonces dentro de la Germanía: la moderada, encabezada por Joan Caro, y la radical, dirigida por Vicent Peris.

En mayo de 1521 el enfrentamiento armado en­tre la Germanía y el virrey y los nobles se presen­taba inevitable. Fue nombrado capitán general del pueblo el jurat en cap Jaume Ros, quien a los pocos días renunció al cargo. Entonces, Caro, que se con­sideraba el único capaz de controlar la situación y de llegar a una capitulación honrosa con el virrey, con­sensuó con la Junta de los Trece y los síndicos de los gremios su candidatura a la capitanía general. Ade­más, logró que su nombramiento fuese legitimado por el Consell de la ciudad para dejar así patente que las tropas a sus órdenes marchaban en defensa del patrimonio real y no únicamente para humillar a los nobles. Caro proclamó que tomaba el mando del ejército del pueblo en nombre del emperador y de la reina Juana, y exigió al Consell recursos para abastecer el ejército y evitar los saqueos. Como sabía que su socio Burgarini —arrendador de los impues­tos municipales— tenía en su poder mil quinientas libras de dicha recaudación, solicitó a los consellers que obligaran a Burgarini a entregarle dicha canti­dad. El día 24 de junio de 1521, Caro se presentó con la artillería en Alcira, donde las tropas popula­res, abandonadas por Ros, se encontraban acampa­das, enfrentándose desde un primer momento con los capitanes del sector radical por la estrategia que debía seguirse. Caro era contrario a atacar la forta­leza de Játiva —como pedían los radicales—, debido a su carácter de prisión de Estado y en la que se hallaba preso Fernando de Aragón, duque de Calabria. El plan estratégico de Caro consistía en llegar por el valle de Aguas Vivas a la Valldigna, donde se en­contraba el ejército del virrey. Una vez frente al ene­migo, con un solo combate quedaría resuelto el con­flicto y se evitaría la ruina del reino. Si la Germanía conseguía la victoria no habría fortaleza alguna que se le resistiese para tomarla y saquearla. Todo ex­perto general —afirmó— sabía que primero había que ir adonde se encontraban los enemigos y des­pués dirigirse a conquistar el botín.

La maniobra propuesta por el capitán general fue rechazada por todos por considerarla demasiado te­meraria. Aquella noche se escucharon en el campa­mento voces pidiendo la muerte de Caro. Conocida su precaria situación, los jurados le pidieron que re­gresase de inmediato a la capital. En Valencia, Caro se negó a realizar ninguna subrogación de su capita­nía como le pedía el Consell, porque lo único que deseaba era desentenderse de todo lo relacionado con el ejército y evitar responsabilidades. Convenció a sus partidarios de que la mejor opción para acabar con la guerra era conseguir que el infante Enrique de Aragón y Pimentel accediese a constituirse en me­diador entre ellos, los moderados, y el virrey. Para ello se le enviaría una embajada y Caro se prestó a presidirla porque, habiendo fracasado en su aven­tura militar, deseaba demostrar que, al menos, conti­nuaba siendo un hábil diplomático. Así, consiguió la promesa del infante de acudir a Valencia, a cambio de que se lograra la capitulación de la agermanada Morvedre (Sagunto), lo que, de momento, resultó imposible.

El 10 de septiembre de 1521, Caro presidió otra em­bajada, esta vez al virrey en Peñíscola, el cual exigió la completa desaparición de la organización agermanada en la ciudad antes de regresar a ella. Cuando al fin el virrey entró en Valencia, confirmó a Joan Caro en su puesto de racional de la ciudad. Deseando congra­ciarse con el virrey, Caro se esforzó en convencer a los oficios de que aportasen hombres al ejército realista para la reducción de las poblaciones de Játiva y Alcira, que aún permanecían rebeldes. También participó, en julio de 1522, como delegado de los gremios en las negociaciones con el arzobispo de Santiago, Alonso de Fonseca, enviado por el papa Adriano VI para ne­gociar la capitulación de las dos ciudades. No obs­tante, los oficiales reales y municipales presionaban al virrey para que procediera a destituirle como racional e iniciar su proceso criminal por traidor agermanado, cosas ambas necesarias para la completa extirpación de los peligrosos restos de la Germanía que aún per­vivían en el gobierno municipal y en la ciudad. Pero el virrey sólo se decidió a actuar contra Caro cuando vio segura la rendición de Játiva y Alcira, y con ella cuando vio la posibilidad de privar a la ciudad de Va­lencia de refuerzos en caso de tumultos.

El proceso contra Joan Caro se inició el 23 de oc­tubre de 1522, bajo la acusación de ser el principal dirigente de la revuelta, además de aceptar, a pesar de ser consciente de la ilegalidad de la elección, tanto el cargo de racional de la ciudad como el de capi­tán general del pueblo. Viéndose perdido, Caro con­siguió huir a la Corte, esperando obtener clemencia del emperador, quien, no obstante, ordenó su en­carcelamiento en la fortaleza de Simancas. En 1524, Germana de Foix solicitó de Carlos V el traslado de Caro a Valencia para proceder a su ejecución. Con­sideraba la virreina que la misma ciudad, que en un tiempo había contemplado la asombrosa promoción en la vida pública de Joan Caro, debía ser el escenario de su trágico fin.

 

Bibl.: M. de Viciana, Crónica de la ínclita y coronada ciu­dad de Valencia. Libro IV, Valencia, 1566 (ed. de J. Iborra, Valencia, Universidad, 2005); R. García Cárcel, Las Ger­manías de Valencia, Barcelona, Edicions 62, 1975; E. Du­rán, Les Germanies als Països Catalans, Barcelona, Curial, 1982; Cròniques de les Germaníes, Valencia, Eliseu Climent, 1984; V. Vallés Borràs, “Germania i senyoriu: la Baronia de Carlet”, en Al-Gezira, 3 (1987), págs. 133-157; “Rela­cions entre la Junta dels Tretze de la Germania de la ciutat de València i els síndics del poble de la vila d’Alzira”, en Al-Gezira, 6 (1990), págs. 275-284; Bases ideológicas y programa reivindicativo de la Germanía, Borriana, Ediciones Histórico Artísticas, 1990; R. Pinilla Pérez de Tudela, Valencia y doña Germana. Castigo de agermanados y problemas reli­giosos, Valencia, Generalitat Valenciana, 1994; V. Vallés Borràs, “Vida pública i mort de Joan Caro, mercader”, en VV. AA., L’univers dels prohoms. Perfils socials a la València baix-medieval, Valencia, Eliseu Climent, 1995, págs. 257-291; V. Vallés Borràs, “La Germanía (1519-1522). Un movimiento social en la Valencia del Renacimiento”, en VV. AA., Conflictos y represiones en el Antiguo Régimen, Va­lencia, Universidad, Facultad de Geografía e Historia, De­partamento de Historia Moderna, 2000, págs. 11-20; V. Vallés Borràs “Les ambaixades de la Germania davant Carles I”, en L’Avenç, 244 (2000), págs. 36-60; “Notarios y juristas al servicio de la Germania”, en Estudis, 26 (2000), págs. 203-225; La Germanía, Valencia, Institució Alfons el Magnànim, 2000.

 

Vicente J. Vallés Borràs