Velázquez de la Torre, Juana. ?, m. s. XV – Medina del Campo (Valladolid), V.1504. Ama del príncipe don Juan.
Perteneció a una familia que colaboró estrechamente con los Reyes. Su hermano Pedro de Torres, marido de Inés de Guzmán, fue secretario de la Reina y luego del príncipe Juan. Otro de sus hermanos, Antonio de Torres, participó activamente en la diplomacia de los Reyes Católicos, intervino en las negociaciones con Portugal en 1497, y actuó como embajador ante Luis XI de Francia en 1498; fue también gobernador de las islas Canarias, y colaboró con Cristóbal Colón al tomar parte en el segundo viaje colombino. En 1494 uno de estos dos, al que sólo se denomina Torres, recibió 22 ducados de oro (8250 maravedís) por el gasto de las acémilas que trajeron de Cádiz a Medina del Campo una carga proveniente de “las yslas de la parte de las Yndias”.
La posición de sus hermanos debió de favorecer a Juana, quien, al nacer el príncipe en 1478, hacía poco que había tenido al tercero de sus hijos. Esta circunstancia, sus condiciones físicas, así como su virtud y prudencia, unida a la recomendación de su hermano Pedro, hicieron que la reina Isabel encargara a Juana la crianza de don Juan. Desde ese momento, estuvo al lado del príncipe, aunque hubo algunas ausencias, como la que debió de producirse en 1487, cuando su marido enfermó gravemente en Ávila. Fernández de Oviedo indica que siempre residía con don Juan, y que era servida por la cocina del príncipe y atendida por el mozo de braseros de éste; esa proximidad explica que Maximiliano de Austria se hiciera eco de sus virtudes como educadora de príncipes, y le enviara una carta, en septiembre de 1496, encabezada con un “especialmente querida”; en ella le anuncia que un embajador le hablará de ciertas cosas relativas a su oficio, que espera que acepte. Por su parte, el príncipe, al redactar su testamento poco antes de morir, en 1497, la encomendó a sus padres. Entre don Juan y su ama debió de existir un fuerte afecto, como se desprende de las dos cartas del príncipe, dirigidas a ella, que se han conservado. En la primera, probablemente de 1487, se lamenta por la ausencia del ama, a la que le dice que ha de preferirlo a cualquier otro.
Durante la vida del príncipe, doña Juana se encargó de que tuviera las golosinas que desease, lo cual parece que fue una de sus principales preocupaciones una vez pasado el período de lactancia, a juzgar por lo que se recoge en las cuentas de Gonzalo de Baeza, en las que aparece recibiendo dinero para comprar azúcar (que en 1490 se dice que es de Valencia), y rosas para hacer azúcar rosado; en ocasiones también para comprar miel con el mismo fin. Sirva de ejemplo una nómina de 1495 en la que se dice que se le han entregado dos arrobas y media de azúcar y las rosas necesarias para hacer azúcar rosada, costando todo ello 4400 maravedís; en la mayor parte de los casos sorprende la elevada cantidad de azúcar y rosas adquiridas, como la arroba y media que se compró en 1486 por 3103 maravedís. También se consignan gastos relacionados con otras tareas que doña Juana debía de desempeñar como ama del príncipe, tanto compras para atender el servicio del príncipe en todos sus detalles, como otros asuntos varios, entre ellos las limosnas, como se desprende de que se le reembolsaran, el 20 de marzo de 1493, cinco ducados de oro que había adelantado en limosnas por mandado de la Reina.
Tras la muerte del heredero de los Reyes Católicos, Juana siguió en la Corte, quedando integrada en la casa de Isabel la Católica, como lo demuestra que aparezca en las cuentas de la Reina recibiendo “cinco platicos”, a raíz de la preparación de la dote de la infanta María para su matrimonio con el rey portugués; y sobre todo que su nombre esté recogido en las nóminas (en 1498 y entre 1501 y 1504) en las que se especifican los pagos realizados a las damas, mujeres y criadas, por quitaciones, vestuario y ayuda de costa; ella aparece cobrando 60.000 maravedís anuales. A esto hay que añadir los 40.000 maravedís que se le entregaron en 1502 y 1503 como ayuda de costa; así como otros pagos, entre ellos 125.000 maravedís que recibió ella misma y otros 34.000 que se entregaro a sus hijas, a través de una nómina en la que se recogen diversos pagos realizados en 1497 a damas y mujeres de la casa de la Reina. Además realizó encargos y servicios a la Reina, quien, en los primeros meses de 1504, le entregó 22 ducados de oro para pagar catorce cofres de marfil, dos imágenes, un portapaz, un arca para ornamentos y otras cosas que Juana entregó a ciertos religiosos, así como 50.000 maravedís para comprar lienzos para los hospitales y pobres de la Corte. En ocasiones señaladas, Isabel I le entregó diversas cantidades para atender a las necesidades concretas de su vestuario o ajuar. Por ejemplo, en 1484 recibió 3300 maravedís para un tabardo; en 1490 se le entregaron 15.000 maravedís para una cama y 4000 para comprar tela contray para un manto; en 1495 recibió doce varas de terciopelo negro de dos hilos que costaron 10.800 maravedís; y en 1503 cuatro varas y media de contray retrete para forrar un monjil y unas corderinas; en este momento hacía ya muchos años que era viuda, puesto que su marido murió en 1487. En general, en todo el tiempo que duró su prolongada estancia en la Corte contó con una buena posición, y tuvo criadas, entre ellas María de Sevilla. También tenía esclavos; en 1501 eran al menos cuatro, que había comprado “a los de Níjar”; de ellos la Reina le tomó dos, dándole a cambio 32.000 maravedís.
Debió de ser una mujer interesada en lo que pasaba a su alrededor, y pudo participar de alguna manera en determinados asuntos. Entre ellos, hay constancia de su relación con Cristóbal Colón, quien le dirigió una larga carta quejándose de su suerte, después de que, a finales de 1500, el comendador Francisco de Bobadilla le hiciera volver preso de América. Esto ha hecho pensar que hubo una buena relación entre ambos, y que Juana tenía acceso a los Reyes, pues parece que el almirante esperaba algún beneficio de su mediación.
Antes de esta fecha, en 1494, se cree que el hijo del almirante, Hernando Colón, que fue paje del príncipe, quedó al cuidado de doña Juana en la Corte.
Estuvo casada con Juan Dávila (fallecido en 1487), miembro de una destacada familia abulense, nieto de Gil González Dávila, a quien Juan II premió su fidelidad con el señorío de Cespedosa y Puente del Congosto. De su matrimonio tuvo siete hijos. Tres fueron hijas, de las que dos recibieron el mismo nombre, Isabel de Ávila e Isabel de Velasco (aunque no hay que descartar que se trate de la misma persona); una de ellas aparece como “criada de su alteza” en una nómina del 28 de agosto de 1503 de las cuentas de Gonzalo de Baeza, recibiendo en merced trece varas de terciopelo carmesí por un valor de 34.450 maravedís; probablemente es la misma Isabel de Ávila que en 1494 recibió 2000 maravedís como ayuda de costa.
En 1502 se le pagaron a otra de sus hijas, llamada Juana, 54.000 maravedís que se le debían de quitación y ayuda de costa de los años 1497 a 1499, lo que indica que servía en la Corte.
Los otros cuatro son hijos. El primogénito fue Juan de Ávila, que era mozo de capilla en la casa de la reina Isabel, y luego clérigo y abad de Alcalá la Real; para su vestido entregó la reina 7000 maravedís a Juana en 1489; estudió en la Universidad de París, para lo cual recibió de Isabel la Católica, en 1493, 20.000 maravedís. Años antes, en enero de 1486, el rey Fernando pidió al Papa que concediera a Juan algún beneficio eclesiástico en Aragón de hasta 300 ducados de renta, indicando que estaba muy agradecido a su madre por haber criado a su hijo con gran solicitud; parece que tuvo una barragana llamada Isabel de Tovar.
El segundo fue Francisco de Ávila, que recibió el mayorazgo de sus padres. A éste le siguen Antonio Ponce, comendador de Calatrava y regidor de Ávila, y Cristóbal Velázquez, que murió guerreando contra los musulmanes.
Juana falleció en mayo de 1504 en Medina del Campo, adonde había acudido con la Reina. En el mes de marzo de ese mismo año había redactado su testamento, ante Juan de Aribiz, escribano de la cámara de los Reyes; pidió ser enterrada con el hábito de Santo Domingo, a la izquierda de su marido, Juan Dávila, en Santo Tomás de Ávila. Este Monasterio recibió por sus exequias y las misas en su memoria 7940 maravedís en los meses de mayo y junio de ese año; además fundó allí una capellanía dotada con 100 fanegas de pan y 15.000 maravedís anuales de renta, con la obligación para los frailes de encomendar a Dios, primero a los Reyes Católicos y su hijo don Juan, y luego a ella y a su marido; estableció que si sus hijos no pagaran esa renta en los diez primeros años, el monasterio se quedaría en Bernuy con el carnero y los 4000 maravedís que tenía de renta en la hierba, así como con los frutos y rentas de Serracines que ascendían a 104 fanegas de pan al año. El primer patrono de esta capellanía fue su hijo Juan, quien en 1548 renunció a favor de su hermano Francisco, lo que provocó que la hija de aquél, Juana Velázquez Dávila, reclamase sus derechos al patronato mediante un pleito que interpuso a su tío Francisco.
Según dice el testamento, la Reina, a petición del príncipe, le había cedido la capilla de la Quinta Angustia del Monasterio de Santo Tomás (hoy es la de Santa Catalina); allí están enterrados ella y Juan Dávila. Se desconoce el autor del bello túmulo que corona la sepultura; ha sido atribuido a Vasco de la Zarza y también a Pedro de Salamanca; fue realizado muchos años después de la muerte del ama del príncipe, entre 1549 y 1552, por encargo de su hijo Juan, cuyos restos reposan en la misma capilla. El marido tiene una espada en la mano y está vestido con armadura y cota de malla; doña Juana tiene un traje y manto de corte; en la cabecera están esculpidos sus escudos, roeles en el caso de don Juan y el águila en el de doña Juana.
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María Isabel del Val Valdivieso