Bournonville y Melun, Alejandro Hipólito Baltasar de. Príncipe de Bournonville (I), en Flandes, duque de Bournonville (II), en Francia. Bruselas (Bélgica), 1620 – Pamplona (Navarra), 20.VIII.1690. Virrey de Navarra y de Cataluña.
Descendía originariamente de una familia flamenca procedente de una rama de los condes de Guiness, entroncada con la dinastía real de Federico de Sicilia.
Era el primogénito de los cuatro hijos habidos en el matrimonio celebrado en Bruselas el 4 de septiembre de 1611 entre Anne de Melun (Evreux, 1591 – Amberes, 18.X.1666) y Alexandre de Bournonville, II conde de Henin-Lietard, vizconde de Barlin, Baron de Houllefort, Señor de Capres (14.IX.1585 – 22.III.1656), a quien el rey Enrique IV de Francia le concedió el 22 de octubre de 1608 el título de duque de Bournonville, nombrándole par de Francia, mientras que en España se le concedió por merced del rey Felipe III la Grandeza de España y del rey Felipe IV recibió el collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, en Bruselas el 6 de diciembre de 1624. El I duque de Bournonville era coronel de la Infantería Valona y más tarde maestre de campo del más antiguo Tercio de Valones, con los que combatió en Flandes e Italia. Fue chambelán del Emperador del Sacro Imperio y del archiduque Alberto de Austria, príncipe soberano de los Países Bajos, para quien gobernó Lille y Douai.
Más tarde sirvió tres embajadas: una al Emperador y dos al rey de Francia. Acusado y condenado por conspiración, huyó a Francia en 1636, donde pasó el resto de su vida, hasta que falleció en Lyon, el 21 de marzo de 1656. Ese año sucedió en la merced francesa de duque de Bournonville, Alejandro de Bournonville y Melun, que contrariamente a su padre había permanecido leal dentro de la esfera de influencia española de los Países Bajos, precisamente contra la política expansionista de Luis XIV que había enfrentado a España y Francia en la Guerra de los Treinta Años.
En efecto, había comenzado distinguiéndose como capitán de corazas, por lo que se le promovió a coronel de Infantería Alemana, en 1641. Dos años más tarde, fue nombrado gobernador de Ham en Westfalia, plaza que defendió frente a Hesse y el ejército sueco del general Philipp Christoph von Königsmarck, conde de Königsmarck, pasando entonces a gobernar la plaza de Meppen en la Baja Sajonia. El 3 de agosto de 1645 se halló como general de las tropas imperiales mandadas por Johann von Werth en la segunda batalla de Nordlingen, quedando al mando del ejército cuando sus superiores cayeron prisioneros de las fuerzas francesas mandadas por Henri de la Tour d’Auvergne, vizconde de Turenne, y por Luis de Borbón, duque de Enghien y futuro príncipe de Condé. En 1646, volvió al gobierno de Ham, colaborando en la conservación y defensa de las plazas de Frisia Oriental y obligando a Königsmarck a levantar los sitios de Meppen y Paderborn. Por estas acciones y el socorro a otras varias plazas, fue ascendido a general de Batalla en 1648, nombrándole, asimismo, el emperador Fernando III su gentilhombre de cámara.
Por su parte, el rey Felipe IV de España le restituyó en los estados de su Casa —que el Consejo de Finanzas de Flandes había confiscado a su padre—, tras haberse concluido el Tratado de Münster de 30 de enero de 1648, por el que España reconoció la total independencia de las Provincias Unidas.
Una vez concluidas las guerras entre las Provincias Unidas y los Países Bajos españoles, ambos territorios se aliaron para continuar la guerra contra Francia, pasando entonces Bournonville a combatir en territorios franceses junto al duque de Wittemberg para dar apoyo al príncipe de Condé, su antiguo enemigo, que había ofrecido sus servicios al rey Felipe IV, luego que el cardenal Mazzarino, primer ministro de Luis XIV, ordenara su detención como consecuencia de haber encabezado la revuelta nobiliaria de “La Fronda” en Francia. Condé le proporcionó el mando de la artillería e infantería española, hallándose Bournonville en los sitios de Rethel y Rocroi, donde fue gravemente herido. En 1652, pese a que el vizconde de Turenne había derrotado al príncipe de Condé frente a los muros de París, lo que obligó a éste a huir a los Países Bajos españoles, se continuó con la campaña francesa, aunque en franco retroceso. En 1654 se encontraba en Arras cuando los franceses forzaron las líneas, siendo el último en abandonar las trincheras durante la retirada a Cambrai. Después defendió durante casi medio año las plazas de Condé y de Valenciennes, esperando a que Juan de Austria y el príncipe de Condé llegaran a levantar el sitio. Por esta acción, el rey Felipe IV le hizo merced del título de príncipe de Bournonville, en Flandes, anexo a su Estado de Bughenhout en Brabante, por Despacho fechado en Madrid a 12 de julio de 1658.
Entre tanto, luego que hubo fallecido su padre, casó en Bruselas el 14 de mayo de 1656 con Jeanne Ernestine d’Aremberg, hija de Charles Philippe d’Aremberg, VI duque de Aarschot, caballero del Toisón de Oro, y de la segunda esposa de éste, Isabelle Claire de Berlaymont. Enviudó Bournonville el 10 de octubre de 1663, si bien de esta unión al menos hubo cuatro hijos: un varón, Alexandre Albert de Bournonville, que sucedió posteriormente en las mercedes nobiliarias y mayorazgos de su padre, y tres mujeres: Anne Marie, Isabelle Therese y Marie Françoise de Bournonville.
Gobernó entonces, Bournonville, el condado de Artois, pero luego que, en 1659, fue cedido por el Tratado de los Pirineos, y, después que en tiempos del reinado de Carlos II se continuó cediendo plazas de Flandes a Francia por el Tratado de Aquisgrán (1668), pasó a Bruselas en 1672 para encargarse de su fortificación y del mando de las tropas. Continuó la guerra en Alemania cubriendo la baja por enfermedad de Montecuccoli como mariscal general del Imperio (y gentilhombre de cámara del Emperador) para combatir a los franceses y al elector de Brandemburgo.
En 1676 llegó a España Bournonville como maestre de campo general con destino en Cataluña, siendo además nombrado miembro del Consejo de Guerra, y como tal persuadió al duque de Parma, a la sazón virrey de Cataluña, sobre la necesidad de atacar el Rosellón.
Momentáneamente pasó a Sicilia, después de haberse sublevado este reino, para derrotar a los insurgentes y recuperar Messina.
En octubre de 1678, volvió a España a jurar su cargo como virrey de Cataluña, nombramiento a elección de Juan José de Austria, a la sazón quien llevaba las riendas del poder real en España desde 1677.
Ya debía conocer bastante del principado, pues su sangre había entroncado también con grandes familias catalanas como los Vilademany, los Cruïlles o los Perapertusa, de la mano del menor de sus hermanos, Juan Francisco Benjamín de Bournonville. La credencial de nombramiento, de carácter trienal, tenía fecha de 21 de junio de 1678 e incluía el de capitán general de Cataluña.
Su virreinato, que se prolongó hasta el año 1684, coincidió con los años de paz subsiguiente a la firma del tratado de Nimega entre España y Francia, por la cual se recuperaba la plaza de Puigcerdà en la Cataluña norte, y antes de la reanudación de un nuevo conflicto entre ambas monarquías con la ruptura de la tregua de Ratisbona. Ante ello, y como prevención, durante su tiempo se realizó una importante tarea de construcción de fortificaciones en el litoral, así como también de galeras y fragatas. En la misma línea, hubo que levar y mantener los tercios para posibles tareas de defensa fronteriza, pues en efecto la frontera pirenaica no cesó de sufrir continuados ataques de la monarquía vecina y, entre los cometidos del virrey, figuraba el de procurar el máximo número de hombres; no en vano, Bournonville era un militar veterano y formaba parte del Consejo Supremo de Guerra. En lo interior, su mandato no significó novedad alguna a las ya resquebrajadas esperanzas de Cataluña de recibir la visita del monarca Carlos II para jurar sus constituciones.
Igualmente, la presencia continuada de un ejército diseminado por doquier, al arbitrio de un conflicto con Francia que prácticamente era ya una amenaza y una realidad casi constante, iba a encender poco a poco los ánimos de una población rural sometida de continuo a los alojamientos y otras contribuciones no menos arduas dirigidas al mantenimiento de las tropas.
Por otro lado, en lo referente a la situación económica del principado, Alejandro de Bournonville pudo ver cómo se atisbaba una cierta recuperación, acompañada de una incipiente estabilidad monetaria, de los precios de los cereales y sobre todo el florecimiento de brillantes proyectos y memoriales realizados por individuos y grupos vinculados a la vida comercial. Dicho movimiento proyectista se orientaba hacia el desarrollo industrial y coincidía con la lenta pero efectiva introducción de la nueva pañería y también hacia el desarrollo mercantil, con la reactivación de nuevas rutas más prosperas como el área atlántica. Definido por su cariz proteccionista y colaboracionista con la política estatal, se enmarcaba en un período de auge de una cierta descentralización económica del territorio catalán que favoreció la difusión de florecientes centros en diversas comarcas. Fueron los suyos, pues, los tiempos de Narcís Feliu de la Penya, exponente de aquellos grupos, que tantas obras escribiera en pro de dicho resurgimiento, entre las cuales destacan el Político Discurso y el Fénix de Cataluña, ambas de 1681 y 1683 respectivamente. Fue también el momento en que se fundaba en la ciudad de Barcelona la Junta General del Comercio, concretamente en el año 1679.
Concluido su virreinato catalán, Bournonville pasó, entre 1686 y 1690, a ejercer el cargo de virrey de Navarra.
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Mariela Fargas Peñarrocha