Alonso López y Nobal, Bernardo José. Ferrol (La Coruña), 2.XI.1763 – 26.XII.1824. Político, piloto naval.
Aparece en múltiples documentos de su época como José Alonso y López; así firmó una Memoria sobre construcción de una carretera en Galicia (manuscrito de 1804) sus Reflexiones sobre España (manuscrito de 1807), dos actas de la Junta de Galicia en 1810, tres propuestas a las Cortes de Cádiz que están en el Archivo del Congreso de los Diputados y la Constitución de 1812. Fue hombre de mente ilustrada y espíritu liberal. Piloto naval, buen matemático, profesor de la Escuela de Guardiamarinas de Ferrol, con altos conocimientos sobre obras públicas que le llevaron a ser considerado como miembro del grupo de los primeros ingenieros de caminos de nuestro país y a su designación como inspector de caminos; tenía además formación y vocación económica y también redactó estudios históricos sobre Galicia. Incluía entre sus preocupaciones los asuntos de Hacienda, de lo que dejó buena prueba en su actividad como diputado y en algunos de los escritos contenidos en su amplia obra Consideraciones Generales. Y hay quienes dicen que fue masón, aunque no hemos visto prueba documental que apoye tal afirmación. Un libro anónimo (atribuido a Miñano) que traza semblanzas de los diputados del Trienio Liberal se limita a decir confundiendo su nombre con su primer apellido: “LOPEZ, DON ALONSO. Cuitadiño, cuitadiño: buen patriota, buen ingeniero, buen marino, é bon caballeiro”.
No era un científico, aunque tenía formación técnica en navegación e ingeniería de obras públicas y escribía con conocimiento y soltura sobre temas diversos de ciencias naturales; no era un hombre del pensamiento político, pero sabía cuáles eran las reformas necesarias para acabar con una sociedad anquilosada; no era historiador, pero relataba con buena pluma acontecimientos de Galicia y de Ferrol, en particular durante la Guerra de la Independencia, desde la perspectiva de sus ideas políticas; tampoco era economista ni hacendista, pero sorprende el acierto de sus comentarios y propuestas en estos ámbitos y la aplicación de sus conocimientos matemáticos. Era pues persona de la Ilustración con extensos saberes, que utilizó especialmente para el análisis y descripción de su tierra natal, a quien las difíciles circunstancias políticas, sociales y económicas de España durante las primeras décadas del siglo XIX le llevaron a un inequívoco rechazo del Antiguo Régimen y a asumir las ideas liberales de las revoluciones burguesas.
Su vida política comenzó en enero de 1810 cuando fue designado vocal de la Junta Superior de Subsidios, Armamento y Defensa del Reino de Galicia y seis meses más tarde fue elegido diputado de las Cortes Generales y Extraordinarias que abrirían sus sesiones a finales de septiembre de ese mismo año. Cuando llegó a Cádiz su ánimo debía estar desolado por la guerra. El único dato personal que dio en el salón de sesiones el 15 de diciembre de 1812, al presentar una paradójica propuesta para combatir el celibato, muestra que era en esas fechas hombre soltero y solitario
En las tres legislaturas de Cortes del Trienio Liberal en las que fue igualmente diputado por Galicia su espíritu debía estar aún más abatido a causa del aislamiento en que debió vivir por sus ideas liberales durante la etapa absolutista de 1814 a 1820. Y, aun así, a su vuelta a la tierra natal tuvo ánimo para seguir presente en la vida política municipal como primer teniente de alcalde del Consejo de Ferrol en 1823, hasta que a mitad de ese año esta ciudad volvió a capitular ante el ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis que en esta ocasión respaldaba el poder absoluto asumido otra vez por Fernando VII.
La lectura de sus escritos y de los Diarios de Sesiones induce a pensar que era hombre introvertido sin deseos de hablar desde una tribuna pública, sin dones oratorios para hacerlo o tal vez limitado por su voz o alguna enfermedad (sus propuestas fueron habitualmente leídas en el salón de sesiones por uno de los secretarios de las Cortes Extraordinarias). Su patriotismo era inequívoco y así quedó demostrado desde el momento en que estalló la Guerra de la Independencia. Y también fue firme su mentalidad liberal, lo que no dejó de provocarle problemas; la oscuridad del absolutismo le persiguió hasta después de su muerte. Su biógrafo Balas Silva cuenta con aire costumbrista y hálito cervantino que “caliente aún el cadáver de Alonso” se presentó un cura de la villa para depurar su biblioteca. Y no quedó ahí la persecución: “En vida, recibió este patricio insigne el pago que en este país desdichado se da a todos los hombres ilustres; se le tuvo á dieta rigurosa, sin duda para avivarle el ingenio, y después de muerto se trató de hacer odiosa su memoria, pagando á cierto jugador á fin de que durante las altas horas de la noche saliese por las oscuras calles del pueblo envuelto en una sábana dando alaridos y diciendo que era el alma de Alonso López que venía de los infiernos…”.
Aunque varios autores afirman que estuvo desterrado en Francia durante algún tiempo a partir de la vuelta de Fernando VII en 1814, hemos consultado un par de estudios sobre los primeros ingenieros de caminos, apoyados en documentos convincentes, que lo ubican durante esos años en el Bierzo ocupándose de diversas obras públicas; aquí debió de escribir la mayor parte de sus Consideraciones Generales.
El largo recorrido por las sucesivas etapas de la vida de este diputado gallego ha permitido conocerlo como hombre de la Ilustración que cogió con ánimo la pluma para escribir el citado manuscrito de 1807 preocupado por algunos problemas de nuestro país. Se trata de un ensayo sobre los problemas de España redactado con tono ilustrado y con algunas ideas liberales que, a nuestro juicio, no tiene el sustrato de un buen conocimiento del sistema económico de su época y deriva hacia consideraciones históricas y sociales, con la virtud de una perspectiva patriótica muy conveniente en esos momentos. Es la primera vez que Alonso hace público su pensamiento. Fue mucho más preciso y efectivo en sus propuestas de reformas cuando se compromete en la guerra contra Napoleón y después de su entrada en la vida política llega como diputado a las Cortes Extraordinarias de Cádiz.
Se le ve en esta etapa como uno de los vocales más activos de la Junta Superior de Galicia, constituida el 22 de enero de 1810, a la que ayudaba con disposición, conocimientos técnicos y carácter templado. Trabajó sin descanso en algunas fortificaciones urgentes para defenderse de las tropas napoleónicas, en la búsqueda de recursos, dados sus conocimientos de hacienda; y cuando estalló en Ferrol una revuelta de los trabajadores del astillero, a causa de que no recibían sus salarios, que provocó la muerte del comandante general de Marina, Alonso y López fue el miembro de la Junta gallega enviado para calmar los ánimos y poner orden en el asunto; además, aceptó la responsabilidad de sacar adelante la fábrica de fusiles de Jubia. Debía de ser un hombre activo de temperamento sereno y, por lo que sabemos, sin obligaciones familiares, lo cual le permitía estar en todo momento a disposición de la Junta. Su patriotismo, como el de la institución en que se encuadraba su actividad, no tenía fisuras; sabía que se enfrentaba a un duro enemigo al que había que vencer con la acción. Y tenía conocimientos dispares que le facilitaron moverse en el ámbito de las obras y servicios públicos, de los problemas organizativos y técnicos de la fabricación de armas, de cuestiones puntuales de economía y hacienda o de comprensión de conflictos sociales. No fue pues extraño que resultara elegido diputado por Betanzos para las inmediatas Cortes Extraordinarias.
Esta designación lo llevó a Cádiz al final de ese año y entró de lleno en la actividad de las Cortes. Su presencia fue discreta y su actividad incansable. A partir de estos momentos la guerra contra Napoleón le despertó a un mundo nuevo en el que iría construyendo su pensamiento ilustrado en torno a las ideas liberales esparcidas a partir de la independencia de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa.
En estas Cortes Extraordinarias nunca asumió protagonismo en el salón de sesiones, pero desplegó sus ideas políticas y económicas, que configuraron con rapidez su pensamiento y su acción. Cometió errores y a veces parecía anclado en los estudios y preocupaciones de los ilustrados del siglo XVIII; pero predominó su lucidez en los temas de Hacienda y su convencimiento de que había que crear un nuevo orden político, económico y social que acabara con la rígida sociedad estamental del Antiguo Régimen.
Alonso estuvo presente como diputado en estas Cortes desde el día de su sesión constitutiva, celebrada el 24 de septiembre de 1810 en la isla de León, hasta que cerraron sus sesiones en Cádiz el 14 de septiembre de 1813. A lo largo de estos años presentó nada menos que 35 propuestas (que están en los Diarios de Sesiones), algunas de ellas muy complejas, relacionadas con el sistema fiscal, la abolición de los señoríos y de ciertas exacciones eclesiásticas, entre ellas las designadas como Ofrenda o Voto de Felipe IV y Voto de Santiago, así como proposiciones formuladas sobre el proyecto de la Constitución de 1812 y sobre distintas materias políticas y económicas. La vida del diputado gallego en estas Cortes fue laboriosa, aunque se limitaba a presentar sus múltiples papeles; sólo en dos ocasiones participó en los debates aportando sus opiniones por escrito y en una tercera hizo una breve aclaración oral. El Congreso le manifestó su confianza designándolo desde fechas tempranas como miembro de varias comisiones, algunas de ellas de singular importancia (como las de Guerra, Marina y Hacienda).
Hay que destacar que en relación con la Hacienda Alonso fue el diputado que presentó las mejores propuestas y argumentos sobre su arreglo general y contra la contribución extraordinaria de guerra aprobada por la Junta Central y las primeras Cortes, logrando la sustitución de ese tributo por una nueva contribución directa proporcional aprobada por dichas Cortes al final de su legislatura. Una reforma que hizo volver a la Hacienda a la realidad de las cosas, que sería más tarde aprovechada por Martín de Garay. Puede decirse que el diputado gallego captó desde los primeros momentos lo que no llegó a captar Canga Argüelles en 1811 como ministro de Hacienda ni la mayoría de la asamblea gaditana hasta que los defectos de la contribución extraordinaria se hicieron patentes en sus pobres resultados recaudatorios. Fue pues un hombre clave para la introducción efectiva de la imposición personal en España, dirigiéndola con acierto hacia esa contribución finalmente aprobada en Cádiz.
Alonso fue también uno de quienes más insistieron en acabar con privilegios y símbolos del régimen señorial. Y abrió con habilidad la puerta para la abolición de exacciones seculares de la Iglesia, de las cuales el voto de Santiago y el voto de Felipe IV eran las más representativas. Y, por último, él fue el único diputado peninsular que cuando se debatía la Constitución y se debía fijar el número de representantes de España y de Ultramar que debían acudir a las inmediatas Cortes Ordinarias de 1813 tuvo el valor de proponer la igualdad del número de unos y otros. Argüelles reconoció su buen celo dirigido a conciliar los ánimos de ambas partes, pero logró que los diputados rechazaran esa proposición que debió parecerle de una cándida inocencia. Había mucha retórica en las palabras del diputado asturiano sobre la igualdad de derechos de todos los naturales de los territorios españoles.
La vuelta de Fernando VII en 1814 y el retroceso a un absolutismo destructor de la labor de las Cortes lo arrojaron a una etapa oscura de la que solo sabemos con certeza que su aislamiento, voluntad y hábito de trabajo le llevaron a redactar las Consideraciones Generales, publicadas en 1820, en cuyo dispar contenido (una auténtica miscelánea) predomina la Ilustración sin dejar de latir en ningún momento el pensamiento liberal, matizado por la decisión de escribir con prudencia, sin agresividad y sin presunción alguna de sus actividades. La obra tiene nada menos que seis tomos; el tercero incluye varios trabajos de interés sobre contribuciones y deuda pública.
Durante la breve etapa del Trienio Liberal Alonso fue de nuevo diputado por Galicia durante tres legislaturas (las ordinarias de 1820 y 1821 y la extraordinaria de 1821-1822), pero la edad y los desánimos de la política habían minado su entereza moral. Pasó desapercibido, como prueba su ausencia del libro Retratos políticos de la Revolución de España (atribuido a Félix Mejía), aunque aún quedaba el rescoldo del fuego que mantuvo encendido durante la etapa de Cádiz: su última actuación en el escenario de las Cortes del Trienio fue pedir, junto a otros diputados, que la comisión que tenía que pronunciarse sobre el mensaje de Fernando VII a las Cortes provocado por las ocurrencias y desórdenes de Cádiz. Había que reaccionar cuanto antes para la defensa de la Constitución frente a las maniobras del déspota nacional bien asentado en el trono y sus adláteres, cuya posible aparición él mismo había presagiado a finales de 1812.
Cuando acabó la legislatura de 1821-1822, Alonso volvió al Ferrol; fue designado alcalde segundo de su ayuntamiento y tuvo ánimo para resistir hasta los últimos momentos en defensa de la Constitución. Su firma aparece en la proclama patriótica publicada por los munícipes el 30 de abril de 1823, en la que hay que reconocer que se pretendía excluir al rey de los males de aquella España, cargando las tintas sobre un “gabinete desmoralizado y lleno de pasiones, revestido de la más alta hipocresía”. El ilustrado gallego, conocedor de la realidad política española, no podía compartir este planteamiento almibarado alejado de la realidad, menos aún tras la experiencia de lo sucedido en mayo de 1814 cuando Fernando VII volvió de su lujosa prisión de Francia. Pero puso su firma porque era inequívoco partidario de la Constitución de 1812; además esa era la línea seguida por las Cortes Extraordinarias en 1821. No había pues que exigirle mayor lucidez ni decisiones más firmes al ayuntamiento ferrolano ni a un exdiputado que estaba llegando al final de sus días.
Obras de ~: Memoria de Dn. Jose Alonso y Lopez dedicada al Excm. Sºr. Dn. Pedro Acuña, sobre abertura económica de una carretera de Vigo a Benavente con sus ramales a Lugo, Santiago y Pontevedra, 26 de septiembre de 1804 (mss., Archivo Histórico Nacional [AHN], Códices, 1503); Reflexiones sobre las necesidades urgentes de la España, en su Población, Agricultura, Comercio y Marina, 30 de marzo de 1807 (mss., Instituto José Cornide de Estudios Coruñeses, Ayuntamiento de A Coruña); Consideraciones generales sobre varios puntos históricos, políticos y económicos, a favor de la libertad y fomento de los pueblos y noticias particulares de esta clase, relativas al Ferrol y a su comarca, Madrid, los números 1 a 5 publicados en la Imprenta de M. Repullés y el 6 en la Imprenta de Eusebio Álvarez, 1850, 6 ts.
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Javier Lasarte Álvarez