Abreu, Manuel. España, f. s. XVIII – ?, s. XIX. Marino.
Muy pocos son los datos que se tienen de este marino español, quien estuvo en el virreinato del Perú entre marzo y noviembre de 1821. No se conoce la ciudad de la que era originario, ni el año de su nacimiento, siendo el único dato conocido el que era capitán de fragata de la Real Armada Española a su arribo al Perú. Fue comisionado por el Rey en 1821 para que se enterara de cuáles eran las exigencias de los patriotas, y tratase de llegar con ellos a un arreglo conciliatorio. Para entender mejor la naturaleza y los prolegómenos de esta misión, será conveniente hacer referencia a los orígenes de la misma y la situación en la Península en ese momento.
El envío de comisionados a América fue un claro síntoma de la nueva política conciliatoria que la Corona española pretendía desarrollar con sus colonias tras el levantamiento liberal de 1820 del general Rafael del Riego. A partir de ese momento, los rebeldes o insurgentes fueron calificados de disidentes y reconocidos como beligerantes. Fernando VII oficializó esta nueva política mediante una proclama-manifiesto dirigida a los americanos, en la cual anunciaba la próxima reunión de las cortes constitucionales que salvarían la situación creada. En ese sentido, estas cortes tomaron dos importantes decisiones: la primera fue la dación de una amnistía para toda la América rebelde, y la segunda el envío de mensajeros de paz para tratar con los insurrectos, obviamente bajo la base de la unión constitucional de ambas partes.
En ese contexto desde Madrid se formaron las comisiones que partirían a los diversos virreinatos y capitanías de América. Así se designaron dos personas para Venezuela, dos a Santa Fe de Bogotá, dos para Chile, tres hacia Buenos Aires y dos para el virreinato del Perú. Estos últimos fueron el brigadier de los ejércitos reales José Rodríguez de Arias y el capitán de fragata Manuel Abreu. Lamentablemente, Rodríguez enfermó apenas llegó a tierra firme y se retiró a La Habana para luego enrumbar hacia España. Por ello, Abreu quedó al mando de la misión embarcándose en el bergantín Nuestra Señora del Carmen con dirección a Portobelo, para desde Panamá dirigirse hacia el Perú. Algunos historiadores mencionan que, en realidad, tanto Rodríguez de Arias como Abreu tuvieron como primera misión visitar el reino de Chile; pero ante la consumación de la independencia en este territorio, se tuvieron que redirigir a Perú, pues la guerra por la independencia se había trasladado a este virreinato, el cual aún permanecía fiel a la Corona.
El historiador peruano Nemesio Vargas nos da una breve descripción de Abreu al referir que “era de pequeña estatura, feo, contrahecho, bonachón, melifluo, de cortos alcances, poco despierto, y, como siempre sucede, con pretensiones de ser vivo. Su trato era fino; su hablar correcto; sus maneras cultas, cualidades todas que los americanos no estaban habituados a ver en los empleados que venían a las colonias” (Vargas, 1903: 155). Llegó a Paita a mediados de marzo de 1821, pasando luego a la bahía de Samanco para iniciar el viaje por tierra hasta Lima.
Fue en este lugar en el cual el marino español decide visitar primero el campamento de San Martín, ante su necesario paso por Huaura. Por ello comunicó al alcalde de Huambacho su deseo de entrevistarse con el general argentino, ante lo cual éste respondió de manera afirmativa el día 23, disponiendo que su lugarteniente José Álvarez de Arenales saliese a su encuentro. Cabe mencionar que Germán Leguía y Martínez anota en su Historia de la Emancipación que Abreu consiguió contactar con San Martín a través de un sargento mayor argentino llamado Esteban Figueroa, quien se desempeñaba como comandante de la costa sur del Santa, el cual comunicó al patriota argentino el deseo de Abreu de conversar con él antes de partir a Lima; ante lo cual decidió aceptar la invitación y otorgarle el permiso respectivo.
Así, el 25 de marzo se produjo el encuentro entre ambos personajes. Abreu permaneció cuatro días en Huaura, tiempo durante el cual se le brindó toda clase de atenciones, disponiéndose que un guardia del Batallón Numancia le diese protección e invitándolo a una serie de paseos y banquetes. Esta experiencia influyó en la opinión que Abreu se formó del general argentino y el ejército patriota, tornando a ser más favorable y halagadora de lo esperado. Por ello, cuando el marino español llegó a Lima el 31 de marzo, y en los días siguientes, tuvo frases elogiosas para con el líder patriota, ocasionando malestar e incomodidad entre el virrey y sus más cercanos colaboradores.
Abreu entregó sus credenciales al virrey La Serna, e inmediatamente pasó a explicar la naturaleza de su misión. Este hecho no cayó muy bien en el bando realista, pues el comisionado mostró su acuerdo con el plan de San Martín, llegando a señalar que el único obstáculo para llegar a la paz era la terquedad de los militares españoles. Sin embargo, su autoridad fue aceptada y respetada pues era un enviado del mismo Rey. En ese sentido, algunos autores españoles han considerado que Abreu se vio dominado por la figura de San Martín, llegando a resaltar que no era la persona indicada para tan delicada misión.
En los días siguientes se iniciaron los contactos para entablar las conversaciones, para lo cual La Serna envío un mensaje a San Martín el 9 de abril pidiéndole que nombrase comisionados para una entrevista. Se convino en nombrar tres comisionados y un secretario sin voto, fijando como el lugar de encuentro la hacienda Punchauca al norte de Lima.
Por el lado realista, Abreu fue nombrado como uno de los comisionados junto al general Manuel del Llano y el doctor José María Galdiano. Tras varios arreglos el 4 de mayo se iniciaron las conferencias en las cuales la posición española se centró en el reconocimiento de la constitución española, además de la suspensión de las hostilidades y el envío a la Península de representantes realistas y patriotas para dirimir la cuestión de la independencia. Mientras tanto los patriotas propusieron como punto principal que se reconociese la independencia de Perú, además de dictarse una constitución provisional y traer a un príncipe Borbón para que asumiera el trono de Perú.
Tras varias semanas de conversaciones el 23 de mayo se firmó un acuerdo por el cual se suspendían las hostilidades por veinte días más y se acordaba una entrevista entre San Martín y La Serna.
Al parecer el virrey estaba de acuerdo con los puntos esgrimidos por los enviados de San Martín, al igual que Abreu; pero los demás oficiales realistas los rechazaron. El 2 de junio se verificó la entrevista pactada, en la cual San Martín propuso formar una regencia presidida por La Serna y dos corregentes, uno nombrado por el virrey y el otro por el argentino, unir los dos ejércitos, declarar la independencia y viajar a España para pedir el nombramiento de un infante como nuevo monarca de Perú. Según la correspondencia de Abreu, el virrey vio aceptable el plan sanmartiniano y sometió el asunto a sus generales, los cuales volvieron a rechazarlo. Ante esa situación, y por factores climáticos, las negociaciones se trasladaron a Miraflores en los primeros días de junio y luego a bordo de la fragata Cleopatra en el Callao. A estas nuevas reuniones los realistas trajeron contrapropuestas que no aceptaban la independencia del Perú, lo cual era un indicativo de que las posturas de los generales más conservadores se habían consolidado. El virrey La Serna se desentendió de las negociaciones, dejando este asunto en manos de los militares como Valdés, Canterac y García Camba.
Este nuevo panorama en el bando realista ocasionó el fin de las conversaciones y el retiro de los patriotas, lo cual se vio reforzado cuando a inicios de julio el virrey y su contingente abandonaron Lima.
Abreu siguió como comisionado estos meses, tratando de mantener las negociaciones que continuaron con la propuesta de armisticio de los patriotas de julio de 1821, la que fue contestada en septiembre con algunas modificaciones no aceptadas por los independentistas. Poco antes de retirarse del Perú, Abreu escribió unas cartas tanto al virrey como a los jefes militares señalándoles los graves errores que habían cometido al no aceptar las propuestas de San Martín. Así, a La Serna lo acusó de timorato y de no tener el valor suficiente para imponerse a sus generales; en tanto que a Valdés le manifestó cómo la postura realista había sido voluble y contradictoria a lo largo de esos meses, dejando pasar una clara oportunidad de llegar a un acuerdo de paz.
Al parecer la definida posición de Abreu de apoyo a las propuestas patriotas le valió hacerse acreedor a un trato distinto de parte de las nuevas autoridades que gobernaban Lima en esos días. En ese sentido, a fines de septiembre, al darse un decreto que prohibía a los españoles salir de su casa después de la oración bajo pena de multa y destierro, se señalaba que sólo estaban exonerados de ese decreto los empleados públicos, los jefes comprendidos en la capitulación del Callao y el comisionado de Su Majestad don Manuel Abreu. Igualmente, cuando a fines de noviembre este capitán de fragata de la Real Armada decidió abandonar Perú, el ministro Bernardo Monteagudo le escribió al director general de Marina para que se le facilitase la salida, a pesar de que no tenía pasaporte ni salvoconducto. Así pues, a bordo del navío Soberbio partió a España el 29 de noviembre de 1821 el comisionado Manuel Abreu, sin tener mayor referencia de su destino en la Península después de consolidada la independencia de Perú en los años siguientes.
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Emilio Candela Jiménez