González Santos, Manuel José. Granada, 1.I.1767 – 20.VIII.1848. Escultor y pintor.
Nació predestinado al ejercicio de las artes plásticas como hijo de un escultor, Juan Felipe González Santisteban (1744-1810). Su madre, Josefa de los Santos, natural de Capileira (Granada), falleció en 1777. Manuel González fue bautizado el 8 de enero en la parroquia granadina del Salvador y desde su infancia conoció el tradicional ambiente de taller, desoxigenado en la mecánica reiteración de modelos consagrados y bien trabados mediante alianzas matrimoniales. Así lo demuestra el complejo entramado familiar que liga a su padre, Felipe González, con los también escultores Martín de Santisteban, Juan de Salazar y Juan de Arrabal. Felipe González había sido discípulo de Torcuato Ruiz del Peral, y éste, a su vez, de Diego de Mora, cuyo círculo familiar entroncaba directamente con la herencia estética del gran Alonso Cano. No extraña, pues, la citada continuidad, palpable sobre todo en las imágenes devocionales de madera policromada producidas por las gubias de Manuel González.
Esta formación tradicional se completó con la académica al ingresar como alumno en 1777 en la recién creada Escuela de Dibujo de Granada, promovida por la Sociedad Económica de Amigos del País y más tarde dotada por la Corona, de la que González acabaría siendo profesor. En este medio conoció al escultor zaragozano Joaquín Arali, formado en la Corte con Juan Pascual de Mena y que dirigió la escuela entre 1789 y 1792, o al barcelonés Jaime Folch, también director de Escultura de la misma, antes de retornar en 1805 a la Escuela de Nobles Artes de Barcelona.
Pero con ser importantes estos contactos, al joven escultor le influyó más el magisterio del marsellés Miguel Verdiguier, laborante en Granada entre 1780 y 1805, ocupado entre otras cosas en el remate de la decoración escultórica de la gran fachada barroca de la catedral de Granada. Y junto a ello, la incomparable lección estética que el propio arte granadino podía ofrecerle, quintaesenciada en Alonso Cano, como motor vivificador de la escuela, lugar común señalado por los críticos y biógrafos de Manuel González.
Esta etapa de formación transcurrió bajo la disciplina paterna en el domicilio familiar de la calle del Gallo (donde en el siglo xvii vivieron los Mora, importante saga de escultores del Barroco granadino), en la desaparecida parroquia de San Miguel del barrio del Albaicín, en la que aparecían avecindados buena parte de los escultores granadinos de la época. Los padrones parroquiales revelan la estabilidad del núcleo familiar, del que falta la madre desde 1777, con Manuel y su hermano José, y en el que a partir de 1786 aparece la segunda esposa de su padre, María Micaela Guerrero, y los hijos que el nuevo matrimonio iba teniendo, la mayoría fallecidos con corta edad. En el bautismo de uno de ellos, Miguel Ezequiel, en 1794, figura el propio Manuel González como testigo. Desde 1797 González se emancipó, cabe entender que con taller propio; aparece avecindado junto a una tía materna, de nombre Isabel, en la calle de Elvira, esquina con la placeta del Correo Viejo, collación de la también desaparecida parroquia de Santiago. Allí permaneció avecindado, salvo un ínterin en la de San Miguel entre 1806 y 1813, al menos hasta 1818, pasando después a residir en la collación de Santa Escolástica, en la que fue enterrado.
Los éxitos comenzaron a llegar tempranamente. Como alumno consiguió el tercer premio de escultura en el concurso convocado por la citada Sociedad Económica en 1781 entre profesores y alumnos de la Escuela. El concurso había consistido en modelar una cabeza de muchacho existente en la escuela, y la recompensa recibida por el aún joven escultor fue una medalla de plata de cinco onzas. Repitió premios en parejos concursos en los años siguientes: segundo de escultura en 1783 y el mismo premio de escultura y tercero de pintura en 1785. Ello fue cimentando su fama y exigiendo mayores encargos, de los que desgraciadamente muy pocos pueden fecharse con certeza.
Su figura se aupó al primer plano de la cultura granadina de su época desde comienzos del siglo xix, en que pasó a ser profesor de la Escuela de Dibujo (que en la práctica funcionaba como una de Bellas Artes) y participó en círculos liberales. De hecho, en diciembre de 1803 fue expulsado por alborotador y readmitido poco después. En las juntas de la escuela constan agradecimientos en enero y marzo de 1806 por los dibujos donados por el artista con destino a la enseñanza.
Al decir de sus coetáneos fue muy competente en esta disciplina y también eminente en la pintura, aunque sus obras en ambos campos no resultan por ahora conocidas, salvo la policromía del retablo de San José de Granada (1820). Al tiempo que regalaba a la Escuela (Academia de Bellas Artes de 1.ª Clase desde 1808) el boceto para el grupo de la Santísima Trinidad que realizaba para la catedral en 1807, recibía la mitad del sueldo ordinario de los profesores de la escuela (1.500 reales anuales) y el sueldo completo desde el año siguiente.
Artista maduro, a esta época deben de corresponder algunas de sus obras más celebradas, como la Virgen de la Soledad de la iglesia granadina de Santo Domingo, procedente de la demolida parroquia de Santa Escolástica y de la que existen sendos estudios en barro en la catedral y en el Museo de Bellas Artes de Granada.
Justifica sobradamente el juicio de un crítico coetáneo, Giménez Serrano, quien lo consideró como el “último vástago de la escuela granadina de Cano”, al reinterpretar el cercano modelo de los Mora y Ruiz del Peral, con novedad iconográfica y sobriedad académica, cercana a otra que dejó en Granada el escultor aragonés Juan Adán (iglesia de las Angustias). Esta última tónica impera en el grupo de la Trinidad que corona el retablo de la capilla de San Miguel de la catedral de Granada (1804-1807), donde labora junto al citado Adán, quien apreció sus cualidades artísticas y quiso llevárselo a la Corte, a lo que el escultor granadino no accedió.
En edad madura, el 16 de agosto de 1806 contrajo matrimonio con Salvadora González Michel en la parroquia de San José, para avecindarse la pareja en la vecina de San Miguel, donde consta inmediata descendencia, como atestiguan los bautizos de los hijos, Juan en 1807, Salvadora en 1811 y Manuel José en 1813. El año 1810 marcó cierta inflexión en su biografía.
El 22 de septiembre fue enterrado su padre en la parroquia de Santiago, nombrando albacea a su hijo Manuel y herederos a todos sus vástagos. Superaba por entonces el artista los cuarenta años y alcanzaba notoria fama al culminar los relieves de la embocadura del desaparecido teatro del Campillo, inaugurado por el gobierno invasor francés. Era nombrado por entonces director honorario de la Academia de Bellas Artes de Granada.
Poco después acometía la que es su única obra pictórica identificada: la policromía del retablo mayor de la parroquia de San José de Granada. El retablo, trazado por Ventura Rodríguez, fue ensamblado por Francisco Vallejo y adornado con hermosos relieves por Jaime Folch (1787-1791). González realizó la policromía entre febrero y octubre de 1820 y consistió en el jaspeado y dorado del retablo, incluyendo los relieves de Folch, en blanco, cobrando por ello más de 20.000 reales. Una inscripción en el interior del retablo reza que este adorno pictórico fue realizado “por el famoso y célebre escultor Don Manuel González”.
En la docencia académica le cupo el honor de ser maestro (siquiera en un primer momento) del gran escultor neoclásico José Álvarez Cubero, muerto prematuramente en Roma en 1830, así como de José Tomás, escultor de cámara. Tanto sus obras como su magisterio aureolaron su figura, como avala la jugosa semblanza que de él hizo el pintor e historiador granadino Manuel Gómez-Moreno González: “Era muy buen escultor, al que alcancé a conocer muy viejo, siendo yo niño; era pequeño de cuerpo y de mirada penetrante. Sus ideas eran de las que profesaban muchos en su época, de las más avanzadas en sentido liberal, pudiendo conceptuarlo como incrédulo. Cuando se perdieron los cuadros del museo [de Bellas Artes, recién creado tras la desamortización], recayeron sobre él algunas sospechas. Por no conservar con el respeto y veneración debidas a las imágenes recogidas de las iglesias y llevadas al museo, el Sr. D. José de Castro y Horozco dispuso que se volvieran a dedicar al culto, como me dijo este señor. Sus ideas no tenía empacho ni cuidado en transmitirlas a sus numerosos discípulos que lo conceptuaban como oráculo”.
Contrastan estas impresiones con una producción plástica de marcado carácter devocional, fiel a la inercia iconográfica y funcional de la imagen sacra, firmemente enraizada en el gusto popular. Sin embargo, testimonios contemporáneos afirman que en alguna ocasión utilizó manos de esculturas procedentes de conventos desamortizados para emplearlas en sus propias obras.
Septuagenario ya, el escultor participó en las principales instituciones culturales granadinas de la época, lo que avala la nombradía alcanzada en vida. La Sociedad Económica de Amigos del País le nombró socio de mérito de la misma el 5 de diciembre de 1834.
Desde 1837 participaba en una comisión científica provincial preparatoria de la creación del Museo Provincial de Bellas Artes y el 7 de septiembre de 1839 fue elegido vocal de la Junta de Intervención de objetos aplicables a las Ciencias y a las Artes de la Comisión Provincial de Monumentos, creada en 1835 con motivo de la desamortización de Mendizábal, comisión presidida por el citado Castro y Orozco, marqués de Gerona, para formar un primer inventario de bienes desamortizados. Para ella llevaba algún tiempo tasando la valía de los efectos procedentes de los conventos suprimidos. También en 1839 participaba en la creación del Liceo Artístico y Literario, con la presentación en la sesión inaugural de un Cristo en la cruz y un altorrelieve de cabezas de ángeles en mármol, por lo que en 1840 se le expedía título de socio de mérito del mismo. En 1842 redactaba, junto al profesor de pintura Antonio López Garrido, el primer inventario conservado del Museo de Bellas Artes. Su propio domicilio se convirtió en centro de reunión de literatos y artistas, algunos discípulos suyos, entre ellos Luis Fernández Guerra (duque de Gor), José Salvador de Salvador, el citado José Giménez Serrano (secretario de la Comisión de Monumentos) o Manuel Fernández y González.
Su obra resulta variada en temática y materiales. La imaginería devocional en madera policromada aparece perfectamente representada por el Niño Jesús Nazareno del convento de los Ángeles, la citada Virgen de la Soledad, la Dolorosa de las Cuevas de la abadía del Sacromonte y la Divina Pastora del convento de las capuchinas, hoy en el de capuchinos, o la imagen del trinitario San Juan Bautista de la Concepción, en la iglesia granadina de Nuestra Señora de Gracia, además de múltiples obras repartidas por las provincias de Granada y limítrofes e incluso por América, según declaración del hermano del escultor (1859).
Otro tono tiene el grupo de la Santísima Trinidad que corona el retablo de San Miguel de la catedral, modelado en yeso en contraste con el relieve marmóreo de Adán en el mismo retablo, aunque constan obras en mármol del propio González. Por último, la iconografía profana se mostraba en el desaparecido teatro del Campillo y en el proyecto para una estatua de Mariana Pineda (1820), por iniciativa del Ayuntamiento de la ciudad y del artista Julián Romea, de tamaño colosal, con un niño a los pies, del que sólo se conserva un tosco modelo de cabeza en yeso en el Museo de Bellas Artes de Granada.
Le acompañaron las fuerzas hasta el final de sus días.
Falleció en la mañana del 20 de agosto de 1848, “de inflamación”, según reza en la correspondiente partida de defunción parroquial. Hacía casi treinta años que había testado, dejando dispuesto un entierro humilde, acorde a los escasos bienes que logró reunir, y cinco misas rezadas, según costumbre de la época. Activo a los ochenta y un años de edad, dejaba inconclusa una imagen de San Diego de Alcalá para la parroquia de Dúrcal (Granada), donde hoy se venera. También fue aficionado a las ciencias exactas y a la arqueología.
Menos conocido como pintor, el escultor granadino Manuel González ofrece en su biografía y ejecutoria los interesantes perfiles del testigo y protagonista de una época de transición en la que se conoce la crisis y liquidación del Antiguo Régimen, la lenta agonía del Barroco y la recepción de los nuevos modos neoclásicos, y los cambios en la enseñanza y producción de las artes derivados del paulatino reemplazo de los tradicionales talleres por las nuevas Academias de Bellas Artes.
Obras de ~: Virgen de la Soledad, iglesia de Santo Domingo, Granada, f. s. xviii; Niño Jesús Nazareno, convento de los Ángeles, Granada, f. s. xviii; Divina Pastora, convento de capuchinos, Granada, f. s. xviii; San Juan Bautista de la Concepción, iglesia de Gracia, Granada, f. s. xviii; Dolorosa de las Cuevas, abadía del Sacromonte, Granada, f. s. xviii o p. s. xix; Santísima Trinidad, catedral, Granada, 1807; Policromía del retablo mayor, iglesia de San José, Granada, 1820; Cabeza de Mariana Pineda, Museo de Bellas Artes, Granada, 1820; San Diego de Alcalá, iglesia parroquial, Dúrcal (Granada), 1848.
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Juan Jesús López-Guadalupe Muñoz