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Pedro Cortina Mauri

Biografía

Cortina Mauri, Pedro. Pobla de Segur (Lérida), 18.III.1908 – Madrid, 14.II.1993. Diplomático, embajador, catedrático y ministro.

Hijo único y tardío del matrimonio formado por Pedro Cortina Roca, comerciante, y Josefa Mauri Arnalot, ambos naturales y vecinos de la villa leridense, que por entonces apenas superaba los 1.600 habitantes censados. Según algunos testimonios disponibles, probablemente su infancia y adolescencia en ese ámbito familiar y local contribuyeron a formar tres rasgos de carácter que le acompañarían durante su vida adulta: una profunda fe católica, claros perfiles conservadores en ideas socio-políticas y una seriedad de conducta que a veces rayaba en el hermetismo.

Estudiante aplicado y metódico, cursó estudios de Derecho en la Universidad de Barcelona, licenciándose en el año 1929 con premio extraordinario de licenciatura, como recogió la prensa barcelonesa de entonces (El Día Gráfico, 2.X.1929). Amplió sus estudios jurídicos en Holanda, diplomándose en la Academia de Derecho Internacional de La Haya. Trasladado a Madrid, a partir del año 1933 y hasta la guerra civil fue ayudante de clases prácticas y luego profesor auxiliar en la disciplina de Derecho Internacional Público y Privado en la Facultad de Derecho de la Universidad Central. Paralelamente inició su carrera diplomática, aprobando las oposiciones al cuerpo en febrero de 1933 y siendo destinado al Ministerio de Estado en Madrid con categoría de secretario de Embajada. En ese puesto estaba en julio de 1936, al inicio de la guerra civil, prestando servicios de agregado diplomático en la Asesoría Jurídica de Derecho Internacional.

Según su testimonio en el expediente de depuración incoado a todos los funcionarios públicos tras la victoria franquista en 1939, Cortina Mauri declaró que durante ese período se había abstenido “en absoluto de toda relación con la Universidad” y tampoco había trabajado a favor del gobierno republicano. De hecho, en octubre de 1936 obtuvo asilo diplomático en la Embajada de Cuba, en la que permaneció siete meses, motivo por el que fue separado de la carrera por el gobierno republicano en febrero de 1937 por desafecto a la causa y simpatizante del bando enemigo. Fue evacuado de la Embajada de Cuba en mayo de 1937 en un barco que partió de Alicante hacia Marsella, desde donde regresó a España para ponerse a disposición de las autoridades del Régimen, “siendo inmediatamente destinado a la Asesoría Jurídica Internacional del Gabinete Diplomático de Su Excelencia el Jefe del Estado”. Figuraron como avalistas de su lealtad a la causa José de Yanguas Messía (catedrático de Derecho Internacional que había sido ministro de Estado con Primo de Rivera y primer jefe del Gabinete Diplomático de la Junta de Burgos al inicio de la guerra) y Fernando María Castiella Maíz (también catedrático de Derecho Internacional y asesor jurídico en el Gabinete Diplomático durante la guerra).

En julio de 1940 obtuvo el grado de doctor en Derecho con una tesis doctoral que daría origen a su único libro, publicado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas ese mismo año: La guerra civil sin reconocimiento de beligerancia. A continuación, ganó la cátedra de Derecho Internacional Público y Privado en la Universidad de Sevilla en noviembre de 1940 (BOE, 12.I.1941), pero apenas tuvo actividad docente o universitaria porque se dedicó plenamente a su carrera diplomática. De hecho, a petición del Ministro de Asuntos Exteriores, el Ministerio de Educación le dispensó de la docencia en Sevilla para continuar como asesor jurídico en Madrid, situación que regularizó con una “dispensa de sus funciones docentes” y “reserva de cátedra” por resolución de noviembre de 1943 (BOE, 31.I.1943), quedando “agregado a la Asesoría Jurídica Internacional del Ministerio de Asuntos Exteriores” hasta que solicitó la “excedencia voluntaria” de la universidad hispalense a finales de 1944, sucesivamente renovada en años posteriores, alegando sus labores diplomáticas y su actividad docente en la Escuela Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid (en la que explicó la asignatura “Teoría y práctica de la protección diplomática de los nacionales en el extranjero”). Mantuvo esa condición de catedrático universitario en excedencia voluntaria hasta su preceptiva jubilación por edad en abril de 1978.

Su larga carrera diplomática incluyó varios puestos importantes en el extranjero, como era obligado. En 1945 se hizo cargo del Consulado General en Tánger, tomando parte activa en la reorganización de la administración internacional de la ciudad. En 1952 retornó a Madrid como director de Organismos Internacionales, con motivo de la progresiva entrada de España en las agencias especializadas de la ONU después del ostracismo de posguerra y formó parte de la primera delegación española que asistió a la Asamblea General de dicho organismo tras el ingreso de España en 1955. En julio de 1955 fue nombrado cónsul general de España en París y miembro de la delegación española en las organizaciones internacionales con sede en la capital francesa. Desde ese cargo, tuvo un destacado papel en las negociaciones hispano-franco-marroquíes para la independencia de Marruecos en 1956 y tomó parte en la Conferencia de signatarios del convenio de Constantinopla para resolver el problema de la nacionalización egipcia del Canal de Suez. En febrero de 1958, con Fernando Castiella como ministro, regresó a Madrid para ejercer como subsecretario de Asuntos Exteriores casi un decenio.

Por entonces tuvo sus primeros cargos estrictamente políticos y denotativos de su fidelidad al régimen: en junio de 1964 fue nombrado directamente por Franco como procurador en Cortes y revalidó su puesto por elección corporativa en noviembre de 1971. Pero esa labor no exigió el abandono de su principal actividad profesional: en abril de 1966 fue nombrado embajador en París. Según su semblanza biográfica con motivo de su toma de posesión ministerial, publicada en el diario Informaciones (4.I.1974), desde ese cargo tuvo especial responsabilidad en el establecimiento de relaciones comerciales con la Unión Soviética y la República Popular China, siendo por tanto “algo más que un embajador español en una capital europea de primer rango”. También asistió a la crisis francesa de mayo de 1968 de la que informó con preocupación y alabando la reacción posterior del general De Gaulle: “se ha estado al borde de la catástrofe y la lección es para no ser olvidada, sobre todo como experiencia ajena”.

La cumbre de su carrera profesional llegó en enero de 1974, cuando fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en el gobierno presidido por Carlos Arias Navarro, el último aprobado por Franco antes de su muerte y tras el asesinato del almirante Carrero Blanco. Los testimonios disponibles sugieren que su nombramiento fue resultado del desacuerdo entre Franco, que deseaba la continuidad de Laureano López Rodó en la cartera de Exteriores, y Arias Navarro, que se negaba a ello y sugería otras figuras como Manuel Fraga Iribarne. Según el testimonio del ministro desplazado, Franco recurrió entonces a “una carta fuerte: le llevó (a Arias Navarro) el nombre de Cortina Mauri, número uno del escalafón de la Carrera Diplomática, Embajador en París y hombre bien introducido en El Pardo”. En todo caso, en el escaso bienio en el que estuvo en el cargo (enero de 1974 a noviembre de 1975), coincidente con la agónica fase terminal del Régimen, apenas tuvo tiempo para otra cosa que superar sucesivas crisis diplomáticas cada vez más severas. Primero, la confrontación con el Vaticano por el intento de expulsión del obispo de Bilbao, Antonio Añoveros (febrero de 1974), que estuvo a punto de culminar en una ruptura evitada al final por el propio Franco. Después, el impacto desestabilizador de la “Revolución de los Claveles” en Portugal (abril de 1974), que acabó con “la dictadura hermana” de Portugal y agravó la descomposición interna del franquismo. A continuación, la condena internacional suscitada por los juicios militares que terminaron con las ejecuciones de cinco militantes de ETA y el FRAP (septiembre de 1975). Y, finalmente y acaso sobre todo, la negativa de Marruecos a aceptar la fórmula descolonizadora del referéndum de autodeterminación en el Sáhara Español, que llevó a una situación prebélica apenas conjurada con la rápida entrega por España de ese territorio a Marruecos y Mauritania en el llamado “Acuerdo Tripartito de Madrid”, firmado el 14 de noviembre de 1974 con un Franco agonizante y contra el parecer de Cortina Mauri.

La muerte de Franco y la proclamación del rey Juan Carlos a finales de noviembre de 1975 significaron una renovación ministerial completa y la retirada de Cortina Mauri de la vida política y profesional, pasando a ocuparse de sus actividades empresariales particulares (por ejemplo, San Miguel. Fábrica de Cerveza y Malta S.A., que había contribuido a fundar en los años cincuenta). El retiro fue tan completo que incluso fue una de las escasas personas que declinaron tomar parte en el volumen de testimonios de ministros de Franco recopilados por Ángel Bayod en 1981, alegando “criterios personales”. Fallecería en febrero de 1993, a los 85 años, siendo entonces vicepresidente y consejero delegado de la fábrica San Miguel.

En el plano personal, había contraído matrimonio con María Luisa de Alcocer Moreno, hija del abogado y político Alberto de Alcocer Ribacoba, alcalde de Madrid durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1924) y de nuevo durante la Dictadura de Franco (1939-1946). Con ella tendría dos hijos varones, Alfonso (nacido en 1944) y Alberto (1947), que tendrían una destaca proyección social y empresarial con posterioridad. Por su propia trayectoria, estaba en posesión de diversas distinciones oficiales, entre las que destacan la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica (1960) y la Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III (1975).

 

Obras de ~: La guerra civil sin reconocimiento de beligerancia, Madrid, Instituto Francisco de Vitoria, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1940; Discurso pronunciado por el Ministro de Asuntos Exteriores, D. Pedro Cortina, en el Círculo Catalán de Madrid, Madrid, Oficina de Información Diplomática, 1974.

 

Fuentes y bibl.: Archivo del Congreso de los Diputados, “Cortina Mauri, Pedro”, en Índice Histórico de Diputados (1810-1977); Portal de Archivos Españoles (PARES), “Cortina Mauri, Pedro” [en línea], disponible en https://pares.mcu.es/ParesBusquedas20/catalogo/autoridad/143412.

L. López Rodó, La larga marcha hacia la monarquía, Barcelona, Noguer, 1977; Á. Bayod (coord.), Franco visto por sus ministros, Barcelona, Planeta, 1981; J. Martínez Cardos (dir.), La Escuela Diplomática: 50 años de servicio al Estado (1942-1992), Madrid, Escuela Diplomática, 1993; J. M. Cuenca Toribio y S. Miranda, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles?, Madrid, Actas, 1998; L. Suárez Fernández, Franco, Barcelona, Ariel, 2005; J. Palacios y S. G. Payne, Franco, mi padre. Testimonio de Carmen Franco, Madrid, La Esfera de los Libros, 2008; Á. Fleites Marcos, De Gaulle y España, Avilés, Ediciones Azucel, 2009; P. Preston, Franco. Caudillo de España, Barcelona, Debate, 2015; J. Vallejo Fernández de la Reguera, “Cortina Mauri, Pedro”, en Diccionario de Catedráticos españoles de Derecho (1847-1984), [en línea], disponible en https://humanidadesdigitales.uc3m.es/s/catedraticos/item/14528.

 

Enrique Moradiellos

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