Ramírez de Oviedo, Juan. Córdoba, c. 1521 – Alcalá de Henares (Madrid), 4.IV.1586. Jesuita (SI) y predicador.
Pertenecía a la familia del secretario del que había sido rey de Castilla y de Aragón, Fernando el Católico, Francisco Ramírez, esposo de la consejera de la reina Isabel, Beatriz Galindo. El primer maestro de Ramírez de Oviedo fue el maestro Juan de Ávila, que introdujo en las inquietudes espirituales y en el ejercicio del apostolado a muchos futuros jesuitas. Habría de estudiar en Granada y Salamanca. Fue ordenado sacerdote y consideró importante continuar con su formación, obteniendo el grado de doctor en teología. Posteriormente, se desarrollaron ocho años en los cuales fue predicando, haciendo muestra manifiesta de su pobreza, en las diócesis de Córdoba y Málaga, así como en la archidiócesis de Toledo. Correspondiendo el patronato del Hospital de La Latina a su familia, ejerció de rector de esta institución. Consideró su entrada en la Compañía de Jesús, como otros tantos discípulos de Juan de Ávila, y así la efectuó en enero de 1555 en la villa de Madrid.
Uno de sus primeros compañeros en la misma, cuando apenas se había creado el primer noviciado de la Compañía en España en la villa vallisoletana de Simancas, fue Diego Mirón, a quien acompañó por voluntad del comisario para España y Portugal —Francisco de Borja— a Murcia, una de las primeras fundaciones españolas de los jesuitas. Sin embargo, Ramírez de Oviedo fue requerido para continuar con su período de segunda probación o noviciado en Valencia, Zaragoza —ciudad en la que el establecimiento de los jesuitas fue muy controvertido— y Granada, donde habría de trasladarse el segundo de los noviciados españoles, que se había fundado con anterioridad en Córdoba siguiendo el modelo de Simancas.
Juan Ramírez empezó a destacar muy vivamente en los trabajos apostólicos de la predicación, pasando por las principales ciudades de España y de Portugal. En el breve período de tiempo de 1561 a 1562 fue director del Colegio de Barcelona, siendo después superintendente de la casa de Salamanca, en 1565. Ramírez de Oviedo fue decisivo en el nacimiento de muchas vocaciones de universitarios para la Compañía de Jesús, predicando a los profesores y estudiantes de las ciudades de Universidades mayores, especialmente en Salamanca y Alcalá de Henares. Uno de ellos fue Francisco Suárez, aquel que al principio no fue bien recibido por algunos superiores jesuitas debido a sus supuestas escasas dotes intelectuales. Juan Ramírez destacaba por sus cualidades para encontrar efectos positivos en el auditorio que se congregaba en torno a su palabra predicada.
Llamaba también a la solidaridad —palabra que no es apropiada para el siglo xvi— o a la cercanía pastoral con los pobres y los desvalidos, así como a sectores marginados. Predicó tempranamente para los jesuitas, a los moriscos en 1557. Destacó por su influencia en decisiones tomadas sobre la vida de éstos, pues desde el decreto de las Cortes de Toledo —en 1560— se prohibía a los moriscos tener esclavos negros.
Mostró su preocupación por cuestiones inquisitoriales.
Así, en un sermón a los inquisidores del Tribunal de Granada en 1558, les había expuesto la necesidad de revelar el nombre del cómplice en el caso de herejía para alcanzar la absolución sacramental. De esta manera, Ramírez de Oviedo fue acusado de defender la violación del sigilo sacramental, característica de la confesión.
Ante esta opinión, el predicador jesuita fue invitado a salir fuera de la ciudad de Granada. Posteriormente, fue el sínodo diocesano de Salamanca el que le encargó la elaboración de un catecismo, según la metodología que había sido empleada anteriormente. También el sínodo provincial compostelano, que había sido convocado en agosto de ese mismo año de 1565, defendió a los ejercicios espirituales y a la utilidad pastoral de la Compañía de Jesús, ante la ofensiva de algunos prelados negando las oportunas licencias, con la oposición de los padres sinodales para esta provincia eclesiástica compostelana. Juan Ramírez supo detener el envite.
No todo eran, sin embargo, elogios, pues consideraban algunos de sus contemporáneos que su predicación no solamente era rigorista sino también impetuosa en exceso. Ramírez de Oviedo se mostraba muy libre en la exposición de las críticas a los obispos y a los nobles en el foro de auditorios públicos. De estos juicios, por ejemplo, no escapó Diego de Espinosa, presidente del Consejo de Estado. Ramírez se mostraba partidario de la libertad en el predicar y criticaba duramente a los predicadores —y los había en la Compañía de Jesús— que les gustaba complacer al auditorio y sobre todo, cuando éste estaba compuesto por nobles.
Tampoco compartía el criterio de los predicadores que defendían la prudencia humana en el predicar.
Una crítica que se extendía a los superiores que propugnaban el silencio. Una postura —la de Ramírez de Oviedo— que fue refrendada por otros jesuitas, como fue el caso de Jerónimo Doménech, cuando en 1562 le encargó los “Avisos” destinados a los predicadores que empezaban, atribuidos a Diego de Laínez. No contaba con una dimensión amplia del ministerio de la Compañía de Jesús, siendo su ánimo —según dejaba entrever en su correspondencia con los prepósitos generales Diego de Laínez y Francisco de Borja— de una profunda angustia. Así, su profesión solemne, pronunciando su cuarto voto, no estuvo exenta de polémica.
No permaneció ajeno a una preocupación constante, la de alcanzar la reforma de la Iglesia, siendo útiles sus puntos de referencia y opinión.
Se conocen suficientes datos sobre su presencia en Valladolid, en los colegios que se fundaron en esta capital jesuítica de Castilla. En la capital del Pisuerga se encontraba en torno a 1575, donde se le estirparon dos grandes cálculos en la vejiga. Se sabe que en los últimos meses de su vida, permaneció en Alcalá de Henares donde falleció.
Obras de ~: J. A. Polanco, Monumenta Historica Societatis Iesu, Vita Ignatii Loiolae et rerum Societatis Iesu Historia, Chronicon, Madrid, excudebat Augustinus Avrial, 1896-1898, vols. 4-6; Monumenta Historica Societatis Iesu, Epistolae P. Hieronymi Nadal, vol. II, Madrid, typis Augustini Avrial, 1899; Monumenta Historica Societatis Iesu, Epistolae mixtae ex variis Europae locis, vol. V, Madrid, excudebat R. Fortanet, 1901; Monumenta Historica Societatis Iesu, Sanctus Franciscus Borgia, quartus Gandiae Dux et Societatis Iesu Praepositus Generalis Tertius, vols. III-V, Madrid, typis Gabrielis Lopez del Horno, 1908-1911; Monumenta Historica Societatis Iesu, Lainii Monumenta, vols. VI-VIII, Madrid, typis Gabrielis López del Horno, 1915-1917; “Estos son los avisos para los que comienzan a predicar”, en M. Martínez de Azagra, El P. Diego Laínez, Madrid, Victoriano Suárez, 1933, págs. 385-450; Monumenta Historica Societatis Iesu, Monumenta Paedagogica Societatis Iesu, vols. III-IV, ed. L. Lukács, Roma, Institutum Historicum Societatis Iesu, 1974-1981.
Bibl.: J. E. Nieremberg, Firmamento Religioo de Lvzidos astros en algunos claros varones de la Compañía de Iesvs, Madrid, por María de Quiñones, 1644, págs. 204-230; A. Astrain, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España, vol. II, Madrid, Razón y Fe, 1914, págs. 86-90, 511-520; L. Muñoz, Vida del V.P. Maestro Juan de Ávila, Barcelona, 1964, págs. 347-352; E. Gil y F. B. Medina, “Ramírez de Oviedo, Juan”, en Ch. O’Neill y J. M.ª Domínguez, Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, vol. IV, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu, Universidad Pontificia de Comillas, 2001, pág. 3288; J. Burrieza Sánchez, Valladolid, tierras y caminos de jesuitas, Valladolid, Diputación Provincial, 2007.
Javier Burrieza Sánchez