Petisco, José Miguel. Ledesma (Salamanca), 28.IX.1724 – 27.I.1800. Jesuita (SI) expulso, humanista, escriturista y traductor.
Hervás lo reseña bastante bien, pues Petisco estaba suscrito a la enciclopedia Idea dell’Universo y fue informador de la parte lingüística de la misma. Por ejemplo, en una carta que el padre Petisco le escribió a Hervás, desde Bolonia, el 22 de mayo de 1783, le adjuntaba un padrenuestro traducido al vasco.
Ingresó en la Compañía el 29 de septiembre de 1738 en el noviciado de Villagarcía de Campos (Valladolid). Se ordenó en 1747, probablemente en Valladolid, y después de su ordenación enseñó tres años Gramática en Medina del Campo, y había empezado la docencia de la Filosofía en Pamplona cuando, pensionado con otros jesuitas por el Gobierno español, fue a Francia (1751-1754) para especializarse en griego y hebreo en el Colegio jesuítico de Lyon (“para instruirse en todo género de literatura”, según Hervás), a propuesta del padre Francisco Rávago.
A su vuelta, enseñó Retórica y Ambas Lenguas (griega y hebrea) en Villagarcía de Campos por un sexenio, Controversias en el Colegio Inglés de Valladolid y, desde 1763, Sagrada Escritura y Teología Dogmática en el Colegio Real de Salamanca, fruto de lo cual son varios manuscritos suyos de un Tractatus Theologicus conservados en la Biblioteca de la Universidad de Salamanca. Hizo los últimos votos el 2 de febrero de 1758 en Villagarcía.
El decreto de expulsión de Carlos III le sorprendió (3 de abril de 1767) cuando daba una misión en Ciudad Rodrigo, junto al padre Zubiauz, desde donde se dirigieron a su Colegio de Salamanca y, presentados al alcalde mayor, éste los depositó en el Convento dominico de San Esteban, donde no fueron bien acogidos.
Días más tarde salieron hacia Santander para embarcarse con el resto de los expulsos. En su exilio italiano residió un año en Córcega (1767-1768) y el resto en Bolonia, donde explicó Sagrada Escritura a los escolares jesuitas en la residencia llamada “Fontanelli”. En septiembre de 1769 visitó la casa Bianchini, acompañando a Francisco Javier de Idiáquez. En 1773 compuso el elogio sepulcral de Pedro Calatayud (Tafalla, 1689-Bolonia, 1773), respetado misionero jesuita. Tras la supresión de la Compañía (agosto de 1773) siguió en Bolonia hasta su vuelta a España (1798), adonde llevó su traducción de la Biblia terminada y corregida con ayuda de otros ex jesuitas residentes en Bolonia; falleció dos años después. Su hermano Manuel (Ledesma, 1733-1800) fue también jesuita retornado.
Hervás reseña siete impresos y tres manuscritos de Petisco. Su producción literaria está dividida en dos etapas por la expulsión de 1767. Antes de esta fecha fue un excelente profesor humanista que escribió textos para sus alumnos. De autores latinos anotó ediciones de las Orationes de Cicerón y casi todo Virgilio (las Bucólicas, las Geórgicas y la Eneida).
En 1759 publicó una preciosa obrita, su Gramática griega, importante manual por el que se estudió la Lengua Griega en España hasta bien entrado el siglo XIX, con numerosas ediciones posteriores. Según Hernando, “la obrita de Petisco, tan reducida de tamaño como rica en contenido, es la primera gramática escolar publicada en España de corte moderno”.
La tipografía es excelente y la ortografía está sumamente cuidada. Los indudables méritos de esta Gramática la convierten en la más adecuada a la pedagogía de cuantas vieron la luz en el siglo XVIII y le valieron el ser reeditada en el siglo XIX como libro de texto. Para uso de sus alumnos editó y anotó textos griegos, como las fábulas de Esopo, las odas de Anacreonte, las epístolas de M. Basilii, la Batrachomyomachia de Homero y las Philíppicas de Demóstenes (1761), aunque donde trabajó más intensamente fue en la Anacreontis Odae, con la única pretensión, estrictamente pedagógica, de iniciar en la traducción del griego a los novicios jesuitas. Según Hervás, “en varias colecciones poéticas se han impreso composiciones latinas y griegas del señor Petisco”. Al respecto cabe recordar que, por ejemplo, Petisco compuso las inscripciones funerarias de los jesuitas Pedro Calatayud y Francisco Javier Idiáquez, reproducidas en su Biblioteca jesuítico-española.
En el destierro italiano, Petisco no publicó nada a su nombre y sus estudios se centraron en temas bíblicos (la traducción de toda la Biblia) y hagiográficos, relacionados con los santos sacados de la obra Acta Sanctorum de los jesuitas, aunque no olvidó las traducciones grecolatinas, por ejemplo, los Comentarios de Julio César.
Se dio el caso de que su Vida del franciscano Antonio Bermejo, inédita en español, fue traducida y alumbrada en italiano por el jesuita Juan José Tolrá. A mediados de 1788 había sido enviada a Madrid para su publicación, con intervención del padre Luengo (paisano de Antonio Bermejo), el cual en 1790 se lamenta de las dificultades que estaba teniendo para su impresión; ésta terminó siendo denegada porque los censores lo acusaron de parcial, intempestivo y arbitrario, puesto que, bajo la biografía de Bermejo y su pretendida beatificación, se escondía un panegírico pro jesuítico.
Si como humanista Petisco se dio a conocer en España por sus ediciones escolares de clásicos, en Italia redactó su obra más importante, la traducción de la Biblia al castellano, para la que había adquirido una excelente preparación escriturística, lingüística y humanística. El experto en lenguas bíblicas que era Petisco, se encontró en Bolonia con la apertura favorable a la traducción de la Biblia a las lenguas vulgares, tras la versión al italiano de la Vulgata por Antonio Martini y de las nuevas disposiciones del inquisidor general español Felipe Bertrán de 1782, razón por la que empieza a traducir la Vulgata al castellano en 1786.
A finales del siglo XVIII hubo en España varios traductores de la Biblia (Scio, Tomás Sánchez Larios de Godoy, etc.), pero la mejor es la Petisco, usurpada por Torres Amat. No está de más recordar uno de los plagios más importantes de toda la literatura española.
Su sobrino, el alférez Vicente Petisco, la presentó para su publicación en 1805. Con todo, no la aprobó la junta de censores, desafecta a los jesuitas, presidida por Félix Amat, arzobispo de Palmira desde 1803, y en la que participaban su sobrino Félix Torres Amat, Antolín Merino, catedrático de San Isidro, y Joaquín Lorenzo Villanueva, todos los cuales serían calificados después como jansenistas. Esta junta de expertos censores rechazó la publicación del manuscrito de Petisco, pero Torres Amat se quedó con el manuscrito, y en 1823 empezó la publicación de una versión castellana de la Biblia por el Nuevo Testamento, que tuvo gran aceptación por su casticismo y calidad de lenguaje. Pero, al rumorearse que su traducción era la de Petisco, tuvo que reconocer, aconsejado por su tío, en el primer tomo del Antiguo Testamento (1824) que le “ha servido no poco en algunos libros” una “versión castellana anónima”, “creída por algunos obra del sabio jesuita padre Petisco”, creencia que él no compartía. La imposibilidad de tal ignorancia se puede probar documentalmente. La voz sobre la usurpación no se acalló, hasta que el prestigioso jesuita José Eugenio de Uriarte se pronunció en contra del plagio, lo que parecía zanjar la cuestión con su autoridad bibliográfica. Nuevos documentos (los dictámenes de los nueve censores, que incluyen versículos enteros del original, además de una nutrida correspondencia) le permitieron demostrar a José María March que la versión de Torres Amat es “sustancialmente” la de Petisco.
Sin duda que aquél trabajó sobre ella, y no se sabe hasta qué punto la corrigió, aunque en obras de este tipo el sello literario lo imprimió su primer traductor.
Muy superior a la de Felipe Scio de San Miguel, ex provincial de las Escuelas Pías y preceptor de los infantes, por su calidad literaria, esta versión de la Biblia se ha reeditado innumerables veces, bajo el nombre de Torres Amat o del de distintos editores y anotadores, y últimamente a nombre de Petisco, su primer autor. Hasta alrededor de 1950, ha sido la versión castellana de la Biblia más difundida.
El helenista padre Petisco sufrió otros plagios más descarados. El padre Luengo se indignó con la “villanía y latrocinio” que supuso el hecho de que la traducción de los Comentarios de Cayo Julio César, realizada por Petisco, fuese publicada en la Imprenta Real (1798) por José de Goya y Muniaín (1756-1801), bibliotecario real y canónigo de Sevilla, “con su nombre propio y dedicándola al rey”, sin conocimiento ni aún sin noticia de Petisco, después de “apoderarse con engaño y disimulo del original del autor y echar al fuego el original para que no haya este documento auténtico con que demostrar el plagio y latrocinio vergonzoso”. Edición magníficamente adornada con láminas de los pintores Salesa y Carnicero. Según Francisco Lafarga, se le debe también a Petisco una traducción de la Esther de Jean Racine bajo el título La inocencia triunfante.
En resumen, Petisco es uno de los más notables helenistas españoles del siglo XVIII, que no fue muy conocido porque compuso muchas de sus obras para consumo interno de la Compañía, pero también porque sufrió, como el que más, literariamente las consecuencias del destierro de 1767. Por ser jesuita exiliado le plagiaron sin piedad sus traducciones de la Biblia y de los Comentarios de Julio César. Por el mismo motivo cayó sobre sus textos escolares grecolatinos, profusamente anotados, una espesa capa de olvido administrativo (“damnatio memoriae”, lo llama Hernando) durante todo el siglo XVIII, totalmente ignorados por los Reales Estudios de San Isidro y por el Consejo de Castilla, a pesar de su rigor crítico y excelente criterio pedagógico.
Obras de ~: Historiae ex libris Ciceronis depromptae, Villagarcía, 1757; Gramática griega, Villagarcía, 1758; Historiae e libris Ciceronis depromptae, notulis illustrate, Villagarcía, 1758; Orationes M. T. Ciceronis selectæ argumentis et notis hispanicis Ilustratæ ab Josepho Petisco è Societate Jesu, in usum Scholarum ejusdem Societatis, Villagarcía, 1758-1760, 2 vols.; P. Virgilii Marollis Bucolica, notis hispanicis illustrata a Josepho Petisco è Societate Jesu in usum Scholarum ejusdem Societatis, Villagarcía, 1758; Grammatica griega, Villagarcía, 1758 (2.ª impr. corr., 1764); P. Virgilii M. Aeneis cum notis, Villagarcía, 1759; Anacreontis Odae, demptis obscoenis, Villagarcía, 1759; Virgilii Maronis Georgica, notis hispanicis illustrata a Josepho Petisco è Societate Jesu, in usum Scholarum ejusdem Societatis, Villagarcía, 1760; Vida del Venerable Siervo de Dios, el Hermano Antonio Alonso Bermejo Profeso célibe de la tercera Orden del Seráfico Padre S. Francisco, s. f. (inéd., pero J. J. Tolrá publicó en it. un Compendio della vita del Ven. Servo di Dio il Fratello Antonio Alonso Bermejo [...] del Terz’ordine del [...] Padre San Francisco [...], scritta in ispagnuolo del [...] abbate [...] Giuseppe Michele Petisco, Venezia, 1792); Los Comentarios de Julio César, ed. de J. Goya y Muniain, Madrid, Imprenta Real, 1798; La Sagrada Biblia, Madrid, 1823-1825, 9 vols.; “La inocencia triunfante” [trad. en verso de Esther de Racine, inéd.], s. f., Biblioteca Nacional de España, ms. 16501 (21); Tractatus Theologicus. I, De defensione Fidei Catholicae, s. f., Biblioteca de la Universidad de Salamanca, ms. 780; Estracto de muchos actos de santos sacados de la obra Acta Sanctorum de los jesuitas, s. f. (inéd.).
Bibl.: M. Luengo, Diario de la expulsión de los jesuitas de los Dominios del Rey de España, al principio de sola la Provincia de Castilla la Vieja, después más en general de toda la Compañía, aunque siempre con mayor particularidad de la dicha provincia de Castilla, t. XXXII, s. l., 1798, págs. 307-308; t. XXXIV, págs. 47 y ss.; C. Sommervogel, Bibliothèque de la Compagnie de Jesus, vols. VI, IX y XII, Bruxelles-Paris, O. Schepens-A. Picard, 1890, cols. 620-622, 767 y 650-652, respect.; E. Uriarte, Catálogo razonado de las obras anónimas y seudónimas de autores de la Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua Asistencia española, vol. V, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1904-1916, págs. 4157 y 4195; J. Pereda, El P. José Petisco, Madrid, Imprenta Católica, 1915; J. M. March, La traducción de la Biblia publicada por Torres Amat es sustancialmente la del P. Petisco, Madrid, Razón y Fe, 1936; M. Batllori, La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos, Madrid, Gredos, 1966, págs. 124-125; C. Hernando, Helenismo e Ilustración. El griego en el siglo XVIII español, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1975, págs. 90, 118-121 y 259-261; J. Barrio, Félix Torres Amat (1772-1847). Un obispo reformador, Roma, Iglesia Nacional Española, 1976; L. Polgar, Bibliographie sur l’histoire de la Compagnie de Jesus, 1901-1980, vol. III, parte 2, Rome, Institutum historicum, 1983, pág. 660; F. Aguilar Piñal, Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII, vol. VI, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Miguel de Cervantes, 1991, pág. 389; R. Corts i Blay, L’arquebisbe Fèlix Amat i l’última Il.lustració espanyola, Barcelona, Facultat de Teologia de Catalunya, Herder, 1992, págs. 203-205 y 302-317; A. Astorgano Abajo, “Meléndez Valdés y la enseñanza de las Humanidades en las preceptorías de gramática”, en Bulletin Hispanique (Bordeaux, Feret), t. 103-1 (junio de 2001), págs. 75-125; G. M. Verd, “Petisco, José Miguel”, en Ch. E. O’Neill y J. M.ª Domínguez (dirs.), Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, vol. III, Roma-Madrid, Institutum Historicum Societatis Iesu-Universidad Pontificia de Comillas, 2001, págs. 3115-3116; A. Astorgano Abajo, “La Biblioteca jesuítico-española de Hervás y Panduro y su liderazgo sobre el resto de los ex jesuitas”, en Hispania Sacra, 112 (2004), págs. 171-268; L. Hervás y Panduro, Biblioteca jesuítico-española, ed. de A. Astorgano, Madrid, Libris Asociación de Libreros de Viejo, 2007, págs. 444-446.
Antonio Astorgano Abajo