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Juan de Esquivel

Biografía

Esquivel, Juan de. Sevilla, c. 1465 – Jamaica, 1513. Capitán nombrado por Ovando en las guerras del Higuey y teniente, por el gobernador Diego Colón en la pacificación y poblamiento de la isla de Jamaica.

Natural de Sevilla, había pasado a Indias con el almirante en el segundo viaje, tomando asiento en la isla Española. El recuerdo de su tierra sevillana debió de tenerla muy presente y puede que explique el nombre elegido por el conquistador sevillano cuando fue encargado de pacificar y poblar la isla de Jamaica en 1509. A la primera villa que funda en Jamaica la llamó Sevilla la Nueva. Además, eligió para su emplazamiento la costa norte de la isla, que era, casualidad o no, la zona conocida desde el segundo viaje colombino.

La primera actuación de Esquivel en la isla Española digna de ser destacada por los cronistas fue dirigiendo la pacificación del cacicazgo de Higuey. El cacicazgo de Higuey estaba situado en la zona este o península más oriental de la isla Española. Su principal riqueza consistía en las muchas labranzas de un cazabe que servía de abastecimiento a la capital de la isla. Entre 1502 y 1503, Higuey soportará dos guerras y en las dos va a tener un protagonismo indiscutible Juan de Esquivel.

El primer alzamiento indígena, también conocido como la primera guerra del Higuey, comenzó en abril de 1502, casi al mismo tiempo que arribaba a la Española el nuevo gobernador de las Indias, Nicolás de Ovando. Regía entonces en esa tierra el cacique Cotubano o Cotubanamá, sucesor de Cayacoa, y, ambos, herederos de la anciana cacica Higuanamá. El problema se arrastraba desde la época de Bobadilla, en que ciertos abusos cometidos por algunos marineros españoles provocaron la muerte del cacique de la isla Saona, situada a dos leguas de distancia de Higuey. Así que los españoles salieron a tierra y los vieron, los indios cayeron sobre ellos y mataron a varios cristianos.

Una vez declarada la guerra, Ovando nombró a Juan de Esquivel capitán general de la tropa española, compuesta por unos cuatrocientos españoles procedentes de las villas de Santo Domingo, Concepción de la Vega, Bonao y Santiago, además de entre cien y doscientos indios guaitiaos, es decir, indios amigos de los cristianos. Esta primera revuelta indígena había sido alentada por Higuanamá, anciana cacica del territorio y a la que mandó ahorcar el capitán Juan de Esquivel al comenzar la primera guerra del Higuey en 1502.

El primer concierto de paz entre el capitán español Juan de Esquivel y el cacique Cotubano o Cotubanamá se firmó bajo condición de que éste hiciera “una gran labranza de su pan para el rey, y que cumpliendo ellos esto, estarán seguros de que no venían a esta ciudad de Santo Domingo a servir, como ellos temían y pedían”. Igualmente, Cotubanamá propuso un pacto de amistad a los españoles, siguiendo la costumbre indígena llamada guaitiao, que significaba intercambiar su nombre con el de Juan de Esquivel, en símbolo de amistad. Dice de las Casas: “Teníase por gran parentesco y como liga de perpetua amistad y confederación. Y así el capitán general y aquel señor quedaron guaitiaos, como perpetuos amigos y hermanos en armas. Y así los indios llamaban Cotubano al capitán, y al señor, Juan de Esquivel”. Antes de su partida, los españoles establecieron allí una guarnición de nueve hombres al frente de Martín de Villamán.

La paz en Higuey duró poco, pues los soldados de Villamán cometieron abusos, especialmente con las mujeres, provocando de nuevo el levantamiento de los indios y la consiguiente muerte de los españoles. Sólo uno escapó y, tras huir, llegó a Santo Domingo e informó a las autoridades de la matanza.

La reacción del gobernador Ovando no se hizo esperar, proclamando a finales de 1503 nueva guerra en el Higuey. La llamada y la organización de la misma tuvieron un procedimiento parecido al seguido en la guerra anterior. Al mando de Juan de Esquivel se reunieron unos trescientos o cuatrocientos españoles, corriendo cada uno con sus gastos y confiados en la promesa de obtener abundantes esclavos como beneficio. Tras numerosos combates y después de realizar hazañas notables por parte de ambos grupos, como el desafío que cuenta las Casas entre un indio grande y poderoso y el español Alejos Gómez, la resistencia indígena empezó a quebrarse y Cotubanamá tuvo que refugiarse en la isla de la Saona junto a sus familiares y algunos seguidores. Allá fue seguido por Esquivel y unos cincuenta hombres. Descubierto el cacique por un soldado de nombre Juan López, entablaron una lucha cuerpo a cuerpo, y Cotubanamá estuvo a punto de estrangular al español. No lo logró por el auxilio recibido por el resto de españoles. Finalmente, hecho prisionero por Juan de Esquivel, Cotubanamá fue enviado en una carabela a Santo Domingo, donde el gobernador Ovando le mandó ahorcar en 1504. Con la muerte del cacique Cotubanamá quedó pacificado el cacicazgo del Higuey y Ovando fundó los poblados de Santa Cruz de Hicayagua y Sanvaleón de Higuey, nombrando a Esquivel teniente de gobernador de estas villas.

Los principales beneficiarios de estas guerras fueron la ciudad de Santo Domingo y la tropa de participantes, los cuales “todos, con el ansia de hacer esclavos, fueron de muy buena voluntad, apregonada ya la guerra a fuego y a sangre”, dice de las Casas, testigo de esta guerra. Una demostración de esto puede seguirse en el repartimiento general de indios llevado a cabo por Alburquerque en 1514, según se observa que varios caciques del Higuey habían sido trasvasados a la ciudad de Santo Domingo y quedaban registrados en su censo.

De su experiencia en la isla Española, Juan de Esquivel presumía, según de las Casas, de tres cosas para él dignas de reconocimiento y orgullo: la primera, haber negociado y conseguido ante los reyes que del oro que sacasen de las minas los españoles no pagasen más del quinto (Real Providencia de 5 de febrero de 1504, dada en Medina del Campo); la segunda fue la matanza hecha en la isla Saona, y la tercera, la prisión del cacique Cotubanamá.

En 1509 fue nombrado por el segundo almirante Diego Colón teniente suyo para gobernar la isla de Jamaica, cuando las expediciones de Ojeda y Nicuesa acababan de marchar a sus respectivas gobernaciones de Urabá y Veragua y en sus capitulaciones se les asignaba Jamaica como base de aprovisionamiento. La decisión del heredero colombino era muy firme: defender a capa y espada que tanto Veragua como la isla de Jamaica habían sido descubiertas por su padre y, por tanto, le correspondían a él gobernarlas. Los meses siguientes presencian uno de los duelos más interesantes entre las iniciativas personales de Diego Colón y las que estaba marcando el Rey Católico utilizando en Indias a su fiel tesorero Miguel de Pasamonte, verdadero contrapeso para los Colón.

Para comprender correctamente lo sucedido en Jamaica y el proceder de Juan de Esquivel entre los años 1509 y 1511 hay que tener en cuenta dos hechos relevantes: en primer lugar, el fracaso sufrido por las expediciones de Ojeda y Nicuesa en las gobernaciones de Urabá y Veragua, que hizo que el Monarca se desentendiera y dejara de actuar directamente, y en segundo lugar, la sentencia de Sevilla (5 de mayo de 1511) en los Pleitos Colombinos reconociendo que la isla de Jamaica pertenecía sin discusión al virreinato colombino, y, por tanto, debía ser regida por un teniente del gobernador de la Española, es decir, de Diego Colón.

Durante los años que siguieron a 1511, Juan de Esquivel gobernó Jamaica entre dos poderes enfrentados: el que representaba el segundo almirante Diego Colón y, por otra parte, el que ejercía con mucha autoridad en la isla Española el tesorero Miguel de Pasamonte, respaldado siempre por el Rey Católico. Las confrontaciones de estos repercutían inmediatamente en Juan de Esquivel. Y un termómetro de estos enfrentamientos se pueden observar en las disposiciones oficiales que llegaban de la Corte.

A principios de 1512, las opiniones del Rey eran totalmente favorables a Esquivel. Sin embargo, a finales de ese año algo cambió, pues las palabras del Monarca le acusan de “negligencia”, tanto en la conversión de los indios como en la pacificación de la isla y en la rentabilidad de la misma. En este cambio influyó un informe muy negativo de Pasamonte, como el mismo Rey reconoce. Incluso, dice que manda tomar residencia a Juan de Esquivel y se le castigue si así lo justifican los hechos.

Sin embargo, en el verano de 1513 se produjo otro cambio inexplicable del Rey en relación con Esquivel. Sin que se sepa cómo ni por qué, los documentos le vuelven a tratar como un buen servidor, y por ello le recompensa el Monarca permitiéndole que pudiera llevar de Castilla tres esclavos cristianos para uso personal.

El 24 de diciembre de 1513 se conocía ya en la Corte que había muerto, pues por una Real Cédula se concedía a su mujer, Leonor de Guevara, viuda ya de Esquivel, 300 pesos de oro para ayudar a casar a sus hijos. Se hace eco de que Juan de Esquivel había gastado mucho de su hacienda propia en Jamaica y por ello su familia tenía mucha necesidad. Igualmente, se le autoriza a poder conservar por dos años los indios de repartimiento que tenía en la Española.

 

Bibl.: F. Morales Padrón, Jamaica Española, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1952; A. Melón y Ruiz de Gordejuela, “Los primeros tiempos de la colonización. Cuba y Las Antillas. Magallanes y la primera vuelta al mundo”, en Historia de América y de los pueblos americanos, Barcelona, Salvat, 1952; J. Pérez de Tudela, “Las Armadas de Indias y los orígenes de la política de colonización (1492-1505)”, en Revista de Indias (Madrid), años XIV y XV, n.os 57-58, 59, 60 y 61-62 (1956); B. de Las Casas, Historia de las Indias, ed. de J. Pérez de Tudela, Madrid, Aldus, 1957 (Biblioteca de Autores Españoles, 95); G. Fernández de Oviedo, Historia General y Natural de las Indias, ed. de J. Pérez de Tudela, Madrid, Atlas, 1959 (Biblioteca de Autores Españoles, 118); V. Murga Sanz, Juan Ponce de León, San José, Universidad de Puerto Rico, 1971 (2.ª ed.); R. Cassá, Los taínos de la Española, Santo Domingo, Editora de la Universidad Autónoma, 1974; B. Vega, Los cacicazgos de la Hispaniola, Santo Domingo, Ediciones del Museo del Hombre Dominicano, 1980; L. Arranz Márquez, Don Diego Colón, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1982; C. O. Sauer, Descubrimiento y dominación española del Caribe, México, Fondo de Cultura Económica, 1984; J. G. Guerrero y M. Veloz Maggiolo, Los inicios de la colonización en América, San Pedro de Macorís, Universidad Central del Este, 1988; P. M. de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo, Madrid, Ediciones Polifemo, 1989; L. Arranz Márquez, Repartimientos y Encomiendas en la Isla Española. El Repartimiento de Alburquerque de 1514, Madrid, Fundación García Arévalo, 1991.

 

Luis Arranz Márquez

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