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Pedro Ruiz del Castillo

Biografía

Ruiz del Castillo, Pedro. Pedro del Castillo. Villalba de Rioja (La Rioja), 1521 – 1587. Conquistador, gobernador y capitán general de Cuyo, fundador de Mendoza.

Hijo de Francisco Ruiz del Castillo y de María de Herrera. Nació en la torre fuerte familiar, poseedora de un fuerte mayorazgo. En 28 de abril de 1536 obtuvo licencia de pasajero a Indias, embarcándose al mes siguiente hacia el Reino del Perú. Se enroló en las tropas del gobernador Francisco Pizarro, combatiendo la rebelión de Manco Inca Yupanqui. El 29 de enero de 1539 fue uno de los fundadores de San Juan de la Frontera de Huamanga, que serviría de ciudad intermedia entre Lima y Cuzco y de límite de guerra contra los rebeldes. Luchó también en el bando pizarrista durante la primera guerra civil contra los partidarios de Diego de Almagro, quienes el 26 de junio de 1541 mataron a Francisco Pizarro. Sirvió en las filas de Cristóbal Vaca de Castro y Alonso de Alvarado el 16 de septiembre de 1542 en la batalla de Chupas, cerca de Huamanga, donde Diego de Almagro el Mozo fue derrotado y después ejecutado en Cuzco. También participó en la persecución de los almagristas que escaparon y se unieron al alzado Manco Inca refugiado en Vitcos, en la región de Vilcabamba.

En mayo de 1544 se halló a las órdenes de Gonzalo Pizarro a la llegada a Lima del primer virrey, Blasco Núñez de Vela, encargado de aplicar las Leyes Nuevas preconizadas por fray Bartolomé de las Casas y promulgadas por Carlos I. Tanto las medidas de eliminar la encomienda y el servicio de los indios como la impopularidad del virrey, desencadenaron cuatro meses después la llamada “rebelión de los encomenderos”, agrupándose tanto almagristas como pizarristas en torno a Gonzalo Pizarro, alzado en el Cuzco contra la autoridad real. Pedro del Castillo permaneció fiel al Rey, lo que le costó ser apresado por los hombres de Francisco de Carvajal. Tras escapar tuvo que refugiarse en despoblados durante más de un año para evitar a Pizarro y sus capitanes. Fue a la ciudad de Arequipa, significándose como uno de los principales apoyos de la causa realista y consiguiendo restablecer la autoridad real. Comisionado por el Cabildo, se unió en el Cuzco al capitán Diego de Centeno, que le envió a la provincia del Callao para hacer acopio de soldados y pertrechos. Estuvo al servicio del Rey el 18 de enero de 1546 en la batalla de Iñaquito ganada por Pizarro, siendo el virrey decapitado y su cabeza expuesta en el rollo de Quito. En Paria en noviembre de 1546, participó con Centeno en el enfrentamiento contra las tropas de Carvajal, que los persiguió desde Cuzco hasta Arequipa, donde se refugiaron. Reunió las tropas dispersas y se dirigió al norte a las órdenes de Centeno para unirse a Pedro de La Gasca, “el Pacificador del Perú”, desembarcado en junio en Tumbes.

Combatió el 20 de octubre de 1547 en la batalla de Huarina, cerca del lago Titicaca, contra las tropas de Pizarro y Carvajal, resultando herido. Consiguió escapar junto con Centeno y poco más de treinta hombres.

En el valle de Jauja se unió a las tropas de La Gasca y Pedro de Alvarado, hallándose el 9 de abril de 1548 en la incruenta batalla de Xaquixahuana, cerca de Cuzco, donde fueron derrotados los ejércitos rebeldes de Gonzalo Pizarro, que fue apresado y ajusticiado.

Estuvo el 6 de mayo de 1553 en la ciudad de La Plata, en la provincia de Charcas, durante el alzamiento del capitán Sebastián de Castilla, hijo del conde de la Gomera. Los conjurados, entre los que se encontraba Lope de Aguirre, asaltaron la casa del corregidor Pedro de Hinojosa, a quien mataron junto con su teniente Alonso de Castro. A continuación se alzó en Potosí Egas de Guzmán, quien hizo ahorcar al contador Fernando de Alvarado y saqueó las cajas reales. Cinco días después, Pedro del Castillo, junto con Vasco Godínez y Baltasar Velázquez, mataron en nombre del Rey a Sebastián de Castilla y Gonzalo Tello, reduciendo a sus partidarios. El Cabildo de la Plata le nombró capitán de infantería y le envió al mando de una tropa para capturar al conspirador Velázquez, retornando al saber que había sido ajusticiado al igual que el instigador Godínez.

El 12 de noviembre de 1553 se alzó Francisco Hernández Girón en Cuzco contra la Audiencia de Lima, siendo Pedro del Castillo apresado como partidario del rey, despojado de sus bienes y a punto de ser ejecutado en el valle de Mala. Consiguió escapar con algunos soldados, uniéndose en 1554 a las fuerzas reales de Alonso de Alvarado. Participó el 8 de mayo de 1554 en la batalla de Chuquinga, y el 8 de octubre de 1554 en la de Pucará, en la que fue derrotado Girón y ajusticiado en Lima.

En diciembre de 1554, acabadas las tiranías y sediciones, tras sus numerosos servicios con armas y caballos a su costa, endeudado y gastada toda su hacienda en el real servicio, la Audiencia de Lima le gratificó con una renta de 2000 pesos de oro sobre los tributos de los indios de Macha, junto a la villa de la Plata, en la que fuera encomienda del general Pedro de Hinojosa.

También obtuvo algunos repartimientos que no tuvieron efecto, al quitárselos Francisco de Villagra y encomendárselos a Juan Álvarez de Luna.

A finales de 1556, por su lealtad a la Corona y su expediente militar, el virrey de Perú, Andrés Hurtado de Mendoza, lo nombró en Lima capitán de Caballería.

Allí se unió a la gran expedición a Chile que se estaba preparando con más de seiscientos soldados bien equipados, mil caballos, seis cañones, abundante munición y provisiones. El 9 de enero de 1557, el virrey nombró gobernador de Chile a su hijo García Hurtado de Mendoza, quien confió a Pedro del Castillo el mando una de las compañías de cincuenta arcabuceros que irían por tierra. Permaneció en la guardia del nuevo gobernador durante toda la guerra del Arauco.

A finales de abril de 1557 llegó la expedición a Chile y Francisco de Villagra, el vencedor de Lautaro, fue desterrado a Lima. En junio embarcaron en Coquimbo hacia Concepción, desembarcando en Quiriquina, donde pasaron dos meses de privaciones antes de pasar al continente, reconstruir Concepción y reclutar cuatro mil indios auxiliares. El 7 de noviembre de 1557 son atacados por los mapuches liderados por Caupolicán, que tuvieron que retirarse con numerosas bajas. Tras la llegada de refuerzos hasta completar un ejército de cuatrocientos cincuenta soldados de Caballería y trescientos cincuenta de Infantería, emprendieron la marcha hacia el sur acampando en el valle de Penco el 18 de septiembre de 1557. El gobernador Mendoza dirigió una de las compañías de Caballería, nombrando alférez de la misma al capitán Pedro del Castillo. El 7 de noviembre de 1557 completaron el paso del río Biobío y acamparon en la llanura de las Lagunillas, siendo su avanzadilla atacada por los indios de Caupolicán, que había conseguido reunir dieciséis mil hombres. Mendoza envió en su auxilio dos compañías de cincuenta hombres cada una a cargo de los capitanes Pedro del Castillo y Rodrigo de Quiroga. La sangrienta batalla se generalizó hasta el campamento español y duró hasta el anochecer.

Finalmente obtuvieron la victoria las armas españolas, dejando los indios el campo sembrado de cadáveres.

Siguieron internándose en el Arauco a través del valle de Andalicán y, tras algunas escaramuzas, acamparon con sus aliados yanaconas en Millarapue.

Allí fueron atacados el 30 de noviembre de 1557, por los mapuches de Caupolicán en número de diez mil.

La batalla, brutal y fiera, duró desde la madrugada hasta la tarde del día siguiente, destacando la actuación de Castillo, Ercilla y muchos otros. Los indios tuvieron mil muertos y otros tantos fueron apresados, siendo colgados sus caciques. El Ejército continuó la marcha hacia el sur, acampando el 5 de diciembre de 1557 junto a las ruinas de Tucapel donde cuatro años antes fueron derrotados y muertos Valdivia y sus tropas.

Mendoza ordenó la reconstrucción del fuerte y la fundación de la ciudad de Cañete de la Frontera. A finales de enero de 1558 y tras dos meses de combates casi diarios continuaron la marcha hacia el sur dejando una guarnición en Cañete que capturaría y ejecutaría pocos días después a Caupolicán. Llegaron a la ciudad de La Imperial y desde allí marcharon a Valdivia dirigiéndose después a Villarrica, donde Pedro del Castillo quedó como corregidor encargado de su reconstrucción. Mendoza prosiguió la exploración de Chiloé y en marzo fundó Osorno. En diciembre de 1558 las tropas de Mendoza se enfrentaron a los araucanos en Quiapó dejando la comarca pacificada durante más de un año. En enero de 1559, Mendoza refundó la ciudad de Los Confines con el nuevo nombre de Los Infantes de Angol, nombrando corregidor a Pedro del Castillo, quien la pobló y reedificó. Pocos días después el gobernador partió para Concepción, dejando al capitán Alonso de Reinoso al mando de las tropas al sur del Biobío. Castillo también dejó la zona al año siguiente, hallándose en Santiago de Chile en 1560. Con el deseo de extender sus dominios, el gobernador Mendoza le encargó la exploración y conquista de la otra parte de la gran cordillera Nevada, explorada por Villagra en 1551, importante ruta entre el puerto de Santiago del Nuevo Extremo en el Océano Pacífico y el de Santa María de los Buenos Aires en el Océano Atlántico. El 20 de noviembre de 1560 fue nombrado teniente de gobernador y capitán general de Cuyo y sus comarcas para poblar, fundar, repartir tierras y encomendar indios. El 11 de diciembre de 1560 se publicó la provisión en Santiago, partiendo Pedro del Castillo a los pocos días al frente de una expedición de unos cincuenta españoles, cien caballos y mil quinientos indios auxiliares.

Le acompañaban el capellán Hernando de la Cueva, como alférez general el capitán Alonso de Campofrío, su apoderado Juan Martín Gil, dos escribanos, otro presbítero y Juan de Villegas, quien sería el primer alcalde de Mendoza. Salieron para la región de Cuyo por el camino de los Hornillos, atravesaron la cordillera andina por el paso de la Cumbre, cruzaron los valles de Aconcagua y Uspallata, subieron por la quebrada de Villavicencio y el 22 de febrero llegaron al valle de Huentota, que denominó “Nuevo Valle de La Rioja”, tomando posesión legal del territorio. Según sus instrucciones, debía fundar allí algunos pueblos, con la indicación expresa de no entrometerse en los territorios sometidos bajo la autoridad de Juan Pérez de Zurita, gobernador de Tucumán.

Castillo no encontró la menor resistencia de los naturales de aquella región, siendo recibido pacíficamente por los caciques Oleyunta, Allalme, Guaymayne, Anato y Tabeleste. Eran tribus casi nómadas que vivían en extensas llanuras, sin cohesión alguna y que habían sido sometidas por el Imperio Inca. Tras recorrer aquellos campos en el extremo oriental del Camino del Inca, a corta distancia de un río que baja de la cordillera, el 2 de marzo de 1561 fundó la “Ciudad de Mendoza del Nuevo Valle de La Rioja”, en honor al gobernador y a su tierra natal. Formaron en la plaza y frente al padre de la Cueva, Castillo ordenó al alférez Alonso de Campofrío tomar el estandarte real y dar varias vueltas a caballo para realizar la ceremonia de fundación. Hizo señal de acatamiento besando el estandarte, puso una cruz donde debería ubicarse la iglesia bajo el patrocinio de san Pedro Apóstol, alzó el árbol y rollo de justicia, designó el primer Cabildo y tomó juramento a los presentes. Todos prometieron “sustentar la nueva ciudad y no despoblarla, salvo por una gran causa como hambre, por sed o por fuerza de muchos enemigos”. A través de uno de los misioneros que hizo de intérprete, comunicó a los caciques, principales e indios que allí estaban, que serían “vasallos y sujetos al rey de Castilla de ahora y para siempre”.

Por último, Castillo prestó juramento como teniente de gobernador, de todo lo cual levantaron acta los escribanos.

Repartió solares y tierras a los primeros colonos de la nueva ciudad encomendándoles los indios de la comarca. Se especificaron en el plano los nombres de todos los propietarios de los solares, reservándose el fundador todo un frente de la Plaza Mayor para sus propias casas. La ciudad quedó bajo jurisdicción de la Capitanía General de Chile, aunque tanto esta capitanía como todas las extensiones de territorio español al sur del istmo de Panamá formaban parte del Virreinato de Perú.

En el plano y en las actas de la fundación es visible la traza de la ciudad, cuadriculada, en torno a la Plaza Mayor, apareciendo ya en el plano original una parcela para vid. Su concepción fue geométrica con parcelas de 100 varas cuadradas, dejándose frente al Cabildo un predio libre denominado Plaza de Armas, donde todos los domingos la población masculina hacía ejercicios militares.

Castillo permaneció poco tiempo en la ciudad, saliendo hacia Perú antes de que fuera revocado su nombramiento el 22 de octubre de 1561, ya que Mendoza había sido reemplazado del cargo de gobernador de Chile por Villagra. Dejó treinta soldados en el fuerte y treinta o cuarenta toldos dispersos en su contorno, reuniéndose en Lima con su protector Mendoza en 1562.

Villagra designó nuevo gobernador y capitán general de la provincia de Cuyo a Juan Jufré de Loaysa, uno de cuyos primeros cuidados fue cambiar el sitio y el nombre de la ciudad fundada por su antecesor.

El 28 de marzo de 1562 la trasladada a dos tiros de arcabuz y la llamó Resurrección, denominación que no prosperó. La ciudad fue una de las pocas que conservó relaciones amistosas con los pueblos de la zona, como los huarpes, quienes se mestizaron e integraron con los españoles.

Castillo permaneció en Lima hasta principios de 1563, embarcó hacia España y se estableció en Madrid.

En la Corte pleiteó por sus derechos sobre las regalías de la Audiencia de Lima. Años después serían sus herederos quienes litigarían el pago de 20.000 pesos que se les adeudaban de la renta sobre los indios de Macha.

A finales de septiembre de 1565 volvió a embarcarse hacia Perú para resolver definitivamente sus asuntos económicos. Poco tiempo después, con algo de fortuna y sin más pretensiones, regresó a la Villa y Corte donde estuvo hasta 1569, retirándose a continuación a su pueblo natal, donde casó con Catalina Barrena y vivió hasta su muerte con su mujer y sus tres hijos: Pedro, Diego y Francisco. El mayor casó con Juana de Encío, quien en 1595 le dio su primer hijo: Diego.

Fue también su hijo Pedro quien en 1633 edificó la capilla de la Inmaculada Concepción en la iglesia parroquial de San Pelayo Mártir, donde hay una lápida con la inscripción siguiente: “A Gloria y Honra de Nuestro Señor y de su bendita madre la Virgen de la Concepción, fundaron esta Capilla Pedro Ruiz de Castillo y doña Juana de Enzio, su mujer. Están aquí sepultados y también Pedro Ruiz del Castillo su padre.

Hizola el año 1633”, destacando sus estatuas orantes.

Frente a la iglesia aún se alza el castillo y la casa solariega del fundador de Mendoza, una de las principales ciudades de Argentina. También recuerdan su memoria un óleo de Rafael Cubillos llamado Fundación de Mendoza por Pedro del Castillo que preside el Salón de los Pasos Perdidos de la Legislatura Provincial de Mendoza, el Museo del Área Fundacional en la plaza Pedro del Castillo (antigua Plaza de Armas), así como su estatua, otra en la Fuente de los Riojanos Ilustres de Logroño y una más en su pueblo natal.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias; Archivo parroquial de Villalba de Rioja.

A. de Ercilla, La Araucana, segunda parte, Canto XXV, Barcelona, Casa de Sebastiá de Cormellas, 1592, págs. 233- 243; C. Suárez de Figueroa, Hechos de don García Hurtado de Mendoza, Madrid, 1613 (ed. de Fred F. Jehle, texto preparado por Enrique Suárez Figaredo en 2006, págs. 87 y 148); C. Gay, Historia física y política de Chile, t. I, París, Imprenta de Fain y Thunot, 1844, págs. 378-466; P. de Oña, Arauco Domado [nueva edición arreglada a la de Madrid del año 1605], Valparaíso, Imprenta Europea, 1849, págs. 281 y 287; G. Furlong Cardiff, El padre José Quiroga, vol. LIV, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, 1930, págs. 14-19; J. A. Verdaguer, Historia eclesiástica de Cuyo, t. I, Milán, Premiata Scuola Tipografica Salesiana, 1931, pág. 16; F. Morales Guiñazú, Genealogía de los conquistadores de Cuyo y fundadores de Mendoza, vol. LIX, Buenos Aires, Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras, 1932, págs. 16-17; T. Caillet Bois, El proceso de Bouchard, Buenos Aires, Ed. Coni, 1936, págs. 7-12; F. A. Encina, Historia de Chile desde la prehistoria hasta 1891, t. I, Santiago de Chile, Editorial Nascimento, 1949 (3.ª ed.); . M. Lope Toledo, “Presencia y acción de la Rioja en América”, en Berceo n.º 48 (1958), págs. 255-264; A. Gil del Río, Horizontes riojanos, Madrid, Centro Riojano, 1969, págs. 166-168; F. Abad León, La Rioja y sus gentes, Logroño, Diputación de La Rioja, 1982; J. I . Sáenz-Díez, Los riojanos en América, Madrid, Mapfre, 1992, págs. 88-89; D. Barros Arana, Historia general de Chile, Santiago de Chile, Editorial Universitaria, 2000 (2.ª ed.), págs. 83-168; J. M. González Ochoa, Riojanos pioneros en Indias 1492-1599, Logroño, Amigos de Briones et al., 2006, págs. 144-145.

 

José María San Martín Pérez