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Félix Gazola

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Biografía

Gazola, Félix. Conde de Esparavera, de Ceretro-Landi y de Macinaso. Piacenza (Italia), 21.X.1698 – Madrid, 5.V.1780. Militar, fundador del Real Cuerpo de Artillería de España y del Real Colegio de Artillería de Segovia, teniente general de Artillería en Nápoles, comandante general de Artillería en España, caballero de la Orden de Carlos III.

Félix Gazola era hijo de Felipe Gazola, natural de Piacenza, capitán general de la Artillería de Parma y Piacenza y embajador de Londres, y de Margarita Manli Nombriani, dama de la nobleza parmesana. Su padre sirvió en los ejércitos españoles, y él se formó en aquel ambiente. Asimismo, jugó un importante papel en la reconquista de su tierra milanesa a los austríacos, ganando sus más altos grados colaborando en la expedición napolitana que terminó con la ocupación del antiguo virreinato.

Cuando Carlos de Borbón llegó al trono de Nápoles, asumió rápidamente que aquel reino sólo se mantendría con un ejército sólido. En consecuencia, se ocupó de su organización y especialmente de su dotación, pertrechándolo de una buena artillería. Para conseguir este objetivo comenzó en primera instancia por el reclutamiento de oficiales capacitados que integrasen la primera compañía que debía constituir el núcleo inicial del nuevo Cuerpo. Y, en la cúspide jerárquica artillera, Carlos VI destacó a Gazola como cabeza, reservándole un papel decisivo en el futuro de la artillería napolitana.

Posteriormente, cuando el rey Carlos volvió a España, era director general de Artillería e Ingenieros el teniente general de los Reales Ejércitos Jaime Masones de Lima, conde de Moltalvo, que ostentaba simultáneamente el cargo de embajador de España en París.

En este contexto, ya coronado como Carlos III, por su reciente experiencia napolitana, el Monarca estaba convencido de la gran importancia de la artillería para poseer un ejército eficiente. Estos primeros años de su reinado estarán claramente marcados por la influencia italiana, por el multidisciplinar equipo de italianos que acompañaron al Rey. Por indicación de Tanucci que fue su ministro en Nápoles, y para paliar la situación de desorden que presentaba la Artillería española —según la percepción del propio Carlos III— se designa al conde de Gazola para acometer la reorganización de la Artillería española, militar ilustrado de gran formación matemática y científica.

El conde de Gazola responde al perfil de militar ilustrado europeo, no sólo por su formación, sino también por su curiosidad humanística. En este sentido, cabe recordar entre sus actividades de carácter cultural y patrimonial su colaboración en las primeras excavaciones en Pompeya, impulsadas por Carlos III, pues Gazola era un hombre de cultura refinada, de amplias lecturas y con una gran afición a la arqueología y las Bellas Artes. También participó en los primeros trabajos de limpieza, consolidación y salvamento del templo de Paestum.

De su larga etapa profesional en Nápoles, donde fue director general del Cuerpo de Artillería y gozó del grado de teniente general, ganado en las guerras de Italia, antes y después de la conquista de Nápoles, hay que destacar que junto a la organización de la artillería napolitana, fundó en 1745 una academia de oficiales en Nápoles con consecuencia de su gran preocupación por la formación científica y militar de los cuadros de mando artilleros Ciertamente, Gazola estuvo siempre junto a Carlos de Nápoles como mariscal de campo y comandante general de la artillería napolitana. En esta condición, combatió junto al Monarca en todas las campañas, conservándose un testimonio gráfico de gran interés histórico, de su participación en la acción de Velletri, en el Palacio Real de Caserta, construido por iniciativa del rey Carlos por el prestigioso arquitecto Luigi Vanvitelli, con la ayuda de su yerno, Francesco Sabatini.

En efecto, se conserva un cuadro que representa al joven Borbón cabalgando en la batalla de Velletri, junto a su inseparable y maduro asesor militar, el conde de Gazola.

En una época en la que se inicia un interés y una recuperación de los antiguos dominios de Italia, llegan a España un gran número de italianos que afirmaban su hispanismo de muchos años de convivencia y preferían seguir ligados a la antigua metrópoli. De esta forma, en 1760 se establecen en la Península de manos de Carlos III grandes figuras como Esquilache, Sabattini, Tanucci y el propio Gazola, que fue nombrado por el Rey teniente general de los Reales Ejércitos el 2 de agosto de 1761, con un sueldo de 750 escudos de vellón en campaña, y 375 si permanecía en cuartel.

Bien informado por Tanucci, Gazola sabía a qué obedecía su destino en España, pues el 30 de agosto de 1760, sólo unos días después de su llegada ya presentó al Rey un completo proyecto de reorganización de la Artillería que fue aprobado sin modificaciones, y así se dio a imprenta en febrero de 1762 el Reglamento de Nuevo Pie en que Su Majestad manda se establezca el Real Cuerpo de Artillería. Este documento, a lo largo de sus veintisiete títulos recogía definitivamente la institucionalización de este Cuerpo integrado en el organigrama de los Reales Ejércitos Borbónicos, ya permanentes. Asimismo, en él se diseñó su estructura territorial en cinco departamentos de Artillería en Barcelona, Sevilla, La Coruña, Valencia y Segovia, cuya máxima autoridad recibía el nombre de “comandante general de Artillería del Departamento”. Finalmente, del Reglamento de Nuevo Pie, interesa señalar en qué medida afectó a la enseñanza y formación de los artilleros españoles, pues marcó el cambio definitivo, el tránsito entre la instrucción de mayor base empírica a la enseñanza militar ilustrada, ya más científica y en un centro docente reglado.

En este sentido, es fundamental su título XII por el que se suprimió la figura del “cadete de regimiento”, formado en unidades bajo la supervisión de un tutor. Con su desaparición se finalizaba con el malestar que originaba la promoción a oficial de los cadetes, sujeta al criterio del “maestro de Cadetes”. Tras la publicación del Reglamento de 1762, se dispuso que los ascensos fuesen por antigüedad. De esta forma, la alternativa a esa cantera de oficiales fue la creación de una “Compañía de caballeros cadetes en el Departamento de Segovia”, donde se fundó el Real Colegio de Artillería.

En esta misma época, por el Pacto de Familia de 1762, España se alía con Francia en una guerra contra Inglaterra y Portugal. En esta campaña, Gazola se distinguió en el paso del Esla y en la ocupación de varias plazas, entre las que está Almeida, como comandante general de Artillería, terminándose aquí su carrera militar activa, e iniciándose otra etapa de carácter intelectual, centrada en la fundación del Real Colegio de Artillería, que se instala en el Alcázar de Segovia. Para ello, tras la entrada en vigor del Reglamento de Nuevo Pie, ya en 1763, por iniciativa de Gazola, se produjo de facto la definitiva separación de los Cuerpos de Artillería e Ingenieros (fugazmente unidos años antes por el conde de Aranda) siendo Gazola director general de Artillería y, desde la fundación de la academia segoviana en 1764, también director del Real Colegio. En suma, el establecimiento del orden de antigüedad para los ascensos y el Colegio de Segovia como única posibilidad de ingreso en el Cuerpo, son dos de las aportaciones fundamentales de este Reglamento en la estructuración de la nueva artillería ilustrada.

Con gran celeridad y eficacia, Gazola fuertemente apoyado por el ministro interino de la Guerra, Ricardo Wall, y más tarde con la del ministro Esquilache que se hizo cargo del Ministerio en octubre de 1763, comenzó a dar los primeros pasos para el establecimiento del Real Colegio de Artillería, salvando no pocos obstáculos. El conde actuó protegido y respaldado incondicionalmente por el Rey y por Esquilache, quien, en su condición también de ministro de Hacienda, debía respaldar este proyecto. Sin embargo, no se limitó a esto; pues la correspondencia entre el ministro italiano y Gazola acredita el especial interés que Esquilache aportó a la fundación del nuevo centro docente militar, materializada en la concesión inmediata de las peticiones formuladas por Gazola.

Ante una intervención positiva y decisiva del ministro, el conde tuvo ocasión de manifestar su agradecimiento en los momentos difíciles, con su adhesión ante el estallido del motín que, finalmente, pasó a la historia con el nombre de Esquilache. De hecho, está comprobado documentalmente que desde Segovia el conde destacó tropa, cañones y oficiales a la Corte con el fin de reprimir las revueltas personalizadas en contra del ministro italiano.

A pesar de las múltiples dificultades con que tropezó, la primera de ella el retraso como consecuencia de la Guerra con Portugal, Gazola consiguió poner las bases para la apertura de la academia artillera, tomando decisión sobre el lugar, el edificio que lo acogería. En este sentido, la protección real se manifiesta sobremanera en la elección. Finalmente sería —en palabras del padre Antonio Eximeno (SJ), primer jefe de estudios del colegio artillero— el “mejor y mas digno alcázar de su Reino”, el de Segovia, ciudad que presentaba la ventaja de su cercanía a la Corte y a los Reales Sitios. En otros momentos, residencia real, aquella fortaleza-palacio, debió acondicionarse y reconvertirse para acoger la Compañía de caballeros cadetes. De hecho, hay algún plano de Sabatini que pone de manifiesto las reformas propuestas para la puesta a punto del edificio.

De la misma forma, Gazola agilizó los trámites para la aprobación en 1763 de un Reglamento para reglar los criterios del sistema de ingreso en el Real Colegio. El texto sería un compendio de las normas de acceso y requisitos que debían cumplir los aspirantes a plaza de la Compañía de caballeros cadetes de Segovia quienes debían presentar un expediente de pruebas de nobleza, manifestándose su preferencia por los hijos de oficiales del Cuerpo de Artillería. De esta forma, se solventó una de las mayores dificultades, puesto que era de gran trascendencia acertar con la fórmula de admisión de la futura oficialidad artillera.

Este sistema de selección marcado por Gazola tendía a acentuar el carácter del artillero dieciochesco, que se distinguiría además por su relevante formación científica y técnica.

En tan sólo dos años, el infatigable conde resolvió otras cuestiones, como la recepción de tropa, la ubicación del campo de tiro del Colegio —en la conocida dehesa segoviana—, la adquisición de banderas...

pero especialmente la dotación a una histórica fortaleza de las infraestructuras necesarias para albergar una moderna academia militar convirtiendo las regias estancias del palacio en aulas o salas de juntas en las que se impartían materias propiamente militares y artilleras junto a las científico-técnicas, las lenguas, la esgrima o incluso otras como el baile, también inserta en el plan de estudios.

Por fin, el 16 de mayo de 1764 tuvo lugar la ceremonia de inauguración del Real Colegio de Artillería, cuya lección inaugural sería pronunciada por el jefe de estudios y profesor de Matemáticas de la Academia, el padre Eximeno, de la Compañía de Jesús. Aquel texto condensaba el ideario docente del centro y el espíritu que quiso imprimir a la fundación ante aquellos primeros sesenta cadetes, solemnemente acompañados por la nobleza, clero y autoridades locales. Sin duda, es un alegato sobre la importancia de la artillería en plena Ilustración que Gazola entendía como una sabia combinación de saberes teóricos y prácticos que propiciarían el progreso un arma en constante evolución tecnológica. Asimismo, la oración inaugural contenía un decálogo de las cualidades del oficial de artillería que en el futuro ya únicamente saldría promovido del colegio segoviano “un gran matemático, un gran histórico, un héroe”.

La concepción de la academia artillera por parte de Gazola y su organización y puesta en marcha, enseguida, reportaron satisfacciones al fundador, entre las que destaca el crédito científico-militar del colegio, reconocido en la Europa ilustrada y tomado como referente y modelo en España para futuros centros docentes militares. En la etapa fundacional, se sentaron las bases educativas y el ideario docente artillero que se mantendrán constantes aunque sujetas a evolución y ampliación durante los casi cien años que el colegio artillero se mantuvo entre los muros del alcázar.

Los pilares básicos que diseñó Gazola para la consolidación del prestigio del centro fueron tres: la puntillosa selección del mejor profesorado, una impresionante gestión en la dotación de medios para la enseñanza y el elevado tono científico-militar impuesto en los completos planes de estudios que se fueron sucediendo. En este sentido, cabe recordar la composición del primer cuadro de profesores, meditadamente seleccionado. Con el matemático Eximeno a la cabeza, se incorporaron Vicente de los Ríos (ilustrado académico de la Lengua y de otras instituciones eruditas, y profesor de Táctica o Artillería), o Jose Dattoli que trabajó con el conde de Aranda años antes en la emblemática Real Sociedad Matemática Militar de Madrid. En pocos años, y de acuerdo con los procedimientos más puramente ilustrados, se importaron científicos y técnicos de gran altura, civiles o militares, como el gran Cipriano Vimercati, los maestros de lenguas (francés, italiano e inglés), el abate Giannini en Matemáticas (fichaje directo del conde de Gazola) o ya en la década de 1790 el químico francés Luis Proust, que se incorporó al claustro segoviano como director del Laboratorio de Química, anejo al Real Colegio.

El segundo de los pilares de este centro podría ejemplificarse con la dotación de la biblioteca del colegio que se empezó a formar en la Sala de Reyes del Alcázar.

Las palabras de Gazola fueron elocuentes “no faltarán libros ni dinero para comprarlos”. El fondo de partida fueron ejemplares excelentes de la biblioteca de la extinguida escuela de artillería de Cádiz, algunos de ellos adquiridos por Jorge Juan en el extranjero y otros procedentes de la de la Real Sociedad Militar matemática de Madrid. Junto a esto, se aplicó una política de adquisiciones generosa y liberal, se formó una de las mejores bibliotecas científico-militares de la Ilustración Española. La valoración del libro por parte de Gazola se pone de manifiesto en el verano de 1769. Gazola fue a Italia, pasando previamente por París, donde visita al ministro Choiseul, y Londres, donde adquiere numerosos libros y publicaciones recientes, así como también algunos tratados, como los de Leibnitz y Lock. Gazola regresa a España en septiembre de 1771 y poco después es nombrado caballero de la Orden de Carlos III. Poco después, el 6 de enero de 1774 es nombrado por el Rey consejero del Consejo Supremo de Guerra y, en 1775, inspector general de la Artillería de América.

Aún a sus setenta y seis años, Gazola ejercía importantes funciones profesionales inherentes a su cargo, dividiendo su vida entre Segovia y Madrid, donde el Rey siempre estimó su consejo, en numerosas ocasiones, entre las que destaca el motín de Esquilache, y desde donde siguió dirigiendo la Academia de Artillería, con las directrices pertinentes que enviaba mediante cartas e instrucciones. Cabe afirmar, por tanto, que fue director del Real Colegio hasta su muerte, tomando decisiones relevantes sin delegar en lo fundamental.

La iconografía que existe del conde de Gazola es tardía y muy convencional. Su retrato más popular en España lleva la firma de Sánchez Pescador y de él se han hecho varias copias para las instituciones militares, como la Academia de Artillería o el Museo del Ejército. Este lienzo lleva una inscripción en la parte inferior con sus datos biográficos más destacados según la norma de la galería iconográfica que se formó en las salas del alcázar de Segovia para rendir homenaje y recuerdo a los artilleros más ilustres promovidos en el colegio. Esta serie de retratos artilleros se inició precisamente con el del conde de Gazola como fundador de la academia artillera. Su inscripción rezaba así: “El Excmo. Sr. D. Félix Gazola, Conde de Saparava, Cereto, Landi y Mazineso, Teniente General de los Reales Ejércitos e Inspector General del Real Cuerpo de Artillería, etc., etc.; Jefe dignísimo, durante cuyo mando, que tuvo principio en 1.º de Noviembre de 1761 y terminó, por su fallecimiento, en 5 de mayo de 1780, se fundó por S.M. el Señor Don Carlos III de Borbón este Real Colegio de Caballeros Cadetes del mismo Real Cuerpo en 1764”.

Asimismo, en tierras italianas existe, del pintor Camillo Guerra, una tela de gran formato que representa a Gazola junto a Carlos III en la batalla de Velletri.

También hay otros retratos del conde realizados por este mismo pintor, pero muy tardíamente ya cuando el conde llevaba largo tiempo en España, uno de los cuales se encuentra en la Fundación Gazola de Piacenza.

En el Archivo General Militar de Segovia se conservan los testamentos de Gazola. El conde dejaba al morir tres casas abiertas: Piacenza, Madrid y Segovia.

A través de la investigación de Pérez Villanueva, se conoce que su previsión testamentaria ponía de manifiesto la estima en que tenía a los objetos, libros y enseres acumulados a lo largo de su vida de coleccionista, patrimonio del que se conserva la relación completa de lo que constituía su herencia.

La casa de Madrid era la más rica e importante de todas las suyas, y se encontraba en la calle San Bernardino, entre las actuales San Bernardo y plaza de España.

Gazola poseía una colección de pinturas de variados temas y tamaños: bodegones, paisajes, retratos y algunos cuadros religiosos. Tenía no menos de doscientos cuadros, entre los que destacan dos retratos: uno de Rubens y otro de Van Dyck. De igual forma, la testamentaría rezuma su gusto por la antigüedad, lo que le definía como un hombre de su tiempo. Medallas, sepulcros antiguos, el anfiteatro Flavio, una curiosa descripción, con dibujos al apoyo del traslado e instalación del obelisco egipcio en la plaza de San Pedro demuestran que no era un hombre ciertamente ilustrado.

Junto a los cuadros, los objetos preciosos acreditan en el conde un excelente gusto de coleccionista: ricos cristales, marfiles, mármoles y bronces antiguos.

Gazola era un hombre exquisito, con un nivel de vida que —a través de su testamentaría— denotan sus animales de montura y carga, su jardín y sus coches: dos berlinas, un forlón español, un carro de campaña, atalajes, tiros y guarniciones diversas. No extraña, por tanto, que gozase de una gran estima social en el Madrid de la Ilustración; y su casa debió de estar abierta a la sociedad en la que estuvo inscrito. En este sentido, una bodega bien provista daba la acogida adecuada que aquel hombre dispensaba a sus amigos: vinos de Burdeos, Madeira, Málaga, Venecia, cabo de Buena Esperanza; licores italianos de Venecia y Nápoles, y también holandeses, de Marrasquino, Cascabel y Rota.

De la misma forma, su documentación testamentaria permite reafirmar que Gazola fue un consumado bibliófilo. La composición y estudio de su biblioteca no ofrece ninguna duda sobre su valoración del libro como vehículo indispensable para el conocimiento.

Los inventarios ponen de manifiesto que poseía muchos libros, y muy selectos y significativos: latinos, italianos, franceses, españoles y, en menor cantidad, ingleses. Libros de su tiempo, pero también ediciones antiguas.

La segunda casa, en Segovia, estaba en la plazuela que llamaban “de la Compañía”, en arrendamiento, y propiedad del Mayorazgo del marqués de Quintanar.

Fue la vivienda asignada a los sucesivos directores del colegio de Artillería, como se constata cuando menos también en la testamentaría del conde de Lacy, su inmediato sucesor en el cargo. Esta vivienda carecía de alardes y lujos. Sin duda, se aprecia que era Madrid su lugar de preferencia, su casa más propia y personal.

Finalmente, la tercera, en Piacenza era también menos rica, pero no le faltaban plata ni objetos valiosos.

La gota, la uremia, la artritis, el reumatismo y otras secuelas físicas fueron limitando poco a poco las actividades del viejo general, condenado, en sus últimos años a permanecer en un asiento. De esta forma, muere sin familia en su casa de Madrid, a los ochenta y dos años tras una larga enfermedad, el 5 de mayo de 1780.

Al día siguiente de su muerte, Gazola yacía en una “cama imperial”. La liturgia funeraria al uso exigía que el difunto portase el hábito, borlas y manto capitular de la Orden de Santiago, a la que pertenecía y por lo que poseía una encomienda que le situaba en la cumbre de la escala señorial. El sepelio constituyó un acto social multitudinario y de gran relieve ciudadano, siendo acompañado por diferentes comunidades piadosas y conventos religiosos, todos los pobres del hospicio, los niños de la doctrina y clero en abundancia.

Le rindieron honores correspondientes al carácter y graduación del conde las tropas de Infantería y Caballería. Fue enterrado en la cripta de la capilla de Nuestra Señora de Valbanera, en la iglesia abacial de San Martín (abatida por Bonaparte en 1809).

Su sarcófago estuvo en el convento de la Trinidad, aunque casi un siglo después, en 1780, fue trasladado al Museo Arqueológico Nacional, desde donde, el mismo año, fue definitivamente depositado en el Museo de Artillería situado en el palacio del Buen Retiro. En una de las salas donde se presentan las colecciones de Artillería en el actual Museo del Ejército, se encuentra la lápida funeraria, que tiene un medallón en relieve con el perfil de Félix Gazola y una extensa inscripción, en la que se destacaban sus cargos decisivos al frente de la formación de la Artillería Moderna Española, siendo “Comandante General del Real Cuerpo de Artillería; Coronel e Inspector General de sus tropas y de las Reales Fábricas de Cañones, Armas y Municiones, y Director del Real Colegio Militar...”.

Ciertamente la última aportación de Gazola a la Artillería fue el impulso que dio al proceso de estatalización de las fábricas militares, que progresivamente abandonaron el antiguo sistema de asientos para pasar a depender de la Corona y ser dirigidas por los artilleros, quienes, debido a su “gazoliana” formación científico-técnica, excepcional y de elite, fueron instruidos para ejercer en su vida profesional como artilleros-ingenieros, dualidad mantenida hasta el siglo xx.

 

Bibl.: R. Salas, Memorial histórico de la artillería española, Madrid, Imprenta que fue de García, 1831; A. Carrasco y Sayz, Breve noticia histórica del Colegio de Artillería, 1873 (inéd.); Iconobiografía del generalato español, Madrid, Imprenta Cuerpo de Artillería, 1901; E. Oliver Copons, El alcázar de Segovia. Monografía histórica, Valladolid, Imprenta Castellana, 1916; J. Vigón, Un personaje español del siglo XIX: el Cuerpo de Artillería, Madrid, CIAP, 1930; Historia de la artillería española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1947; F. Lanuza, Para la historia de la artillería (Datos y notas curiosas), Madrid, Ediciones Ejército, 1951; P. A. Pérez Ruiz, Biografía del Colegio-Academia de Segovia, Segovia, Imprenta El Adelantado, 1960; F. Lanuza, El Conde de Gazola y el Colegio de Artillería de Segovia (Documentos inéditos), separata de Estudios Segovianos, Segovia, Instituto Diego de Colmenares, 1966; F. Gil Osorio, “Las reformas artilleras del Conde de Gazola”, en Revista de Historia Militar (Madrid, Servicio Histórico Militar), n.º 31 (1971); “Estampas artilleras”, en Revista Ejército (Madrid, EME), n.º 388 (1972); Organización de la artillería española en el siglo XVIII, Madrid, Servicio Histórico Militar, 1982; J. Pérez Villanueva, El Conde Félix Gazzola. Primer Director del Real Colegio de Artillería de Segovia, Segovia, Patronato del Alcázar, 1987; M. D. Herrero Fernández-Quesada, “La Academia de Artillería y los motines de 1766”, en VV. AA., Actas del Coloquio Internacional de Carlos III, celebrado en el Bicentenario de Carlos III en la Universidad Complutense, Madrid, Uuniversidad Complutense, 1990; La enseñanza militar ilustrada. El Real Colegio de Artillería de Segovia, Segovia, BCA, 1990; Cañones y probetas en el Alcázar. Un siglo en la historia del Real Colegio de Artillería (1764-1862), Segovia, Patronato del Alcázar, 1993; “Carlos III y la artillería”, en Al pie de los cañones. La artillería española, Madrid, Ministerio de Defensa, 1993, cap. IV.

 

María Dolores Herrero Fernández-Quesada